miércoles, 8 de mayo de 2013

OFENSIVA DE LA DERECHA EN AMÉRICA LATINA


John Kerry no es un novato de la política; ha integrado el Senado durante 28 años y ha sido presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de ese cuerpo. Obama lo designó Secretario de Estado, al iniciar su segundo mandato, en sustitución de Hillary Clinton.

El 17 de abril, compareció ante la Comisión de la Cámara de Representantes para defender el presupuesto asignado a su cartera y analizó la aplicación de esos recursos en las distintas regiones del mundo, como “guardián de la paz y de la libertad”. Pero advirtió que si bien la política de Estados Unidos “es pacífica”, nadie se debe engañar porque “defenderá a sus amigos y a sus intereses allí donde estén en peligro”. “La inversión en el mundo es una inversión para la seguridad de Estados Unidos”, afirmó.

Al referirse al Hemisferio Americano, expresó_ “El Hemisferio Occidental es nuestro patio trasero (“The Western Hemisphere is our back yard”), y es de vital importancia para nosotros. A menudo, algunos países en el hemisferio piensan que Estados Unidos no les presta suficiente atención y algunas veces esto probablemente es verdad”.

Para los latinoamericanos, las declaraciones de Kerry no son una novedad. Es una ratificación de la Declaración del Presidente Monroe de 1823, edulcorada por una defensa de la independencia de las jóvenes repúblicas sudamericanas.

Fue Simón Bolívar el primero que descubrió la verdadera intención de Monroe y llamó a la unidad de todo el continente sudamericano para enfrentar el peligro de una nueva colonización que no sería la de una España envuelta entonces en una guerra civil. El proyecto del Libertador fracasó porque prevalecieron los intereses egoístas de las oligarquías regionales sobre los intereses comunes. Decepcionado exclamó: “Hemos arado en el mar”.

En la década de 1960, la Cuba Revolucionaria retomó el proyecto bolivariano que, en el contexto de la nueva época de lucha entre capitalismo y socialismo, optaba decididamente por este último. La respuesta imperialista no se hizo esperar y, con el golpe militar en Brasil en 1964 –con el apoyo expreso del embajador norteamericano Lincoln White- y el derrocamiento del Presidente Joao Goulart, se inició una avasallante ola de golpes de Estado militares y cívico-militares que aplastaron las democracias en Argentina (1966), Chile y Uruguay (1973).

Los economistas del imperialismo, formados en Chicago y Harvard, instalaron sus oficinas al lado de los despachos de los ministros de economía de las dictaduras, para aplicar el pensamiento económico único neoliberal que Milton Friedman había actualizado siguiendo la línea de la Escuela Austríaca, encabezada por Friedrich Hayek. En Chile, asesorando a Pinochet, estuvo el propio Friedman, en Uruguay, el canadiense Robert Mundell como funionario del FMI.

En toda esta gran operación neocolonizadora, el imperialismo y las oligarquías nativas, unidas en un mismo propósito, contaron con el apoyo de las empresas periodísticas escritas y orales (en Uruguay los diarios “El País” y “La Mañana”, el semanario “Búsqueda” que fue la herramienta pública de Mundell para establecer la plaza financiera, así como los tres canales de televisión, especialmente Canal 4, propiedad de los grandes terratenientes Romay Salvo y Canal 12 del diario “El País”.

El proyecto oligárquico-imperialista fracasó. Ataron el peso al dólar un tipo de cambio artificial -“plata dulce” le llamaron los argentinos- creando la ilusión de una economía mágica para atraerse a las capas medias que veían como casi tocaban el techo de la riqueza, pero pronto esta ilusión se esfumó. La economía al quedar fuera de la competencia internacional, se paralizó y los capitales especulativos se fugaron, dejando como herencia una gigantesca deuda pública. El Citibank obligó al gobierno militar de Gregorio Álvarez a comprarle las carteras de créditos incobrables. Ocho años después, el Presidente Lacalle le pidió al mismo Citibank de Nueva York que le prestara los dólares para pagarle al Citibank de Montevideo esas carteras. El negociador de este acuerdo fue el uruguayo Nicolás Herrera, funcionario del Citibank de N. York.

A comienzos del año 2000, el endeudamiento de Sudamérica era enorme. En Argentina, el 160% del PIB; en Uruguay, el 110%. Ambos países habían tenido el privilegio de la mágica “plata dulce”. La solución de los gobiernos oligárquicos y el imperialismo a la crisis de la deuda era la reducción de los gastos sociales, la baja de los salarios por decisión unilateral de los empresarios y la privatización de las empresas públicas, para pagar la deuda. Estas políticas llevaron a un empobrecimiento masivo de la población, al surgimiento de barrios y pueblos marginales donde se sembró –como lo prueban los estudios sociológicos en todo el mundo, desde principios del siglo XX-la semilla de la delincuencia que genera, paradójicamente, la lucha por la vida.

La clarinada de lo que estaba ocurriendo, lo dio el levantamiento de parte del ejército venezolano, en febrero de 1992, encabezado por el Teniente Coronel de paracaidistas, Hugo Chávez. El movimiento fracasó, pero triunfó por las urnas en noviembre de 1998. En los años siguientes le siguieron cambios políticos de signo similar en Brasil, Argentina, Uruguay, Ecuador y Bolivia. La tendencia general, pese a las diferencias de cada situación concreta, puede sintetizarse en la consigna_ “No al endeudamiento y desarrollo con los propios recursos nacionales, y con inclusión social”, dentro del marco jurídico constitucional liberal, lo que significaba una feroz lucha electoral con el poder económico dominante. En este proceso, algunos países tienen como horizonte el socialismo; otros, una distribución “fifty-fifty” entre los capitalistas y los asalariados.

Las nuevas políticas económicas están dirigidas a nacionalizar los recursos nacionales, estimular el desarrollo industrial, defender los salarios de los trabajadores, y ampliar los servicios sociales a toda la población y fomentar el desarrollo cultural.

La clave económica es la industrialización con tecnologías de punta que permitan la competitividad con las economías más desarrolladas. Según Walt Rostow, un economista norteamericano, autor del libro “Las etapas del crecimiento económico” (1959), la observación de la historia permite apreciar que la primera etapa es una economía de subsistencia (“tradicional”), la segunda, de desarrollo agrícola y materias primas (“Despegue” o primera etapa de acumulación de capital) pero que la culminación es la transformación industrial de los recursos naturales. Este camino deberían seguir todos los países para alcanzar su bienestar económico y social, sostenible.

Lo que no observó Rostow en su examen de la historia es que ese desarrollo no es uniforme en todos los países y que los que alcanzaron primero la última etapa y han acumulado mucho capital, se transforman en exportadores de ese capital, lucrando con su renta, impidiendo la acumulación de los países importadores de ese capital y que denominan “en vías de desarrollo”, una vía que es eterna si no se independizan de ese capital usurero.

Pero esta independencia no puede ser una decisión aislada de cada país sino que requiere la unión de todos, porque la industrialización, que es la condición indispensable de la indpendencia económica, solo puede consolidarse coordinando su desarrollo comercial y tecnológico, en una escala de 270 millones de productores y consumidores que es el potencial humano disponible del continente sudamericano. Por otra parte, la dotación de recursos energéticos, minerales, hídicos y alimenticios de América del Sur que, además cuenta con todos los climas, es excepcional.

El señor Kerry no dice la verdad cuando sostiene que Estados Unidos no le ha prestado la atención suficiente a América Latina. La verdad es que ha estado y está presente siempre  con todos  los poderes que dispone: lo que ocurre es que sus objetivos imperiales son opuestos al desarrollo integral –económico, social y cultural- de nuestros pueblos. La explotación como sistema y la represión como método son las únicas propuestas que tienen el imperialismo y las oligarquías y, por esta razón, los pueblos han dicho “¡Basta! y nuevamente han echado a andar”!





lunes, 29 de abril de 2013

MAQUIVELO Y MARX, DOS GIGANTES DEL PENSAMIENTO POLÍTICO


Nicolás Maquiavelo nació en 1469, en Florenda, cuando reinaba la familia Médici y recién empezó a escribir sus reflexiones sobre la política, en 1513. Vivió una época tumultuosa en la que participó activamente, al servicio de su Ciudad-Estado, como diplomático y asesor en asuntos militares.

Ha pasado a la posteridad por su obra “El Príncipe”, la más famosa e infame, según sus adversarios. Pero su obra principal, que redactó cuidadosamente durante siete años, son los “Discursos sobre los diez primeros libros de Tiro Livio” (1520). Su preocupación fue encontrar en la historia los elementos fundamentales para construir una república democrática,  libre, estable y sensible a las necesidades populares.

Como todos los humanistas del Renacimiento, leyó ávidamente la filosofía y la historia antigua. Se alineó en las antípodas de Platón y más cerca de Demócrito y Epicuro que de Aristóteles, el pensador más influyente en el siglo XIII. En historia su referencia fueron Tito Livio y el griego Jenofontes por su obra “La educación de Ciro”.

Hoy se considera a Maquiavelo como el fundador de la ciencia política y el primer pensador moderno porque comprendió que estaba viviendo a comienzos del siglo XVI un cambio de época: la Europa Feudal, dominada por el poder espiritual y temporal de la Iglesia, cedía terreno al desarrollo burgués que dotó de gran poder a ciudades-estados como Venecia, Génova y Florencia en breve tiempo, y  el descubrimiento de América, en 1492, desplazó ese poder hacia el Atlántico. Las ciencias y las artes comenzaban a dar grandes saltos. La observación y la experiencia se convertían en las herramientas fundamentales del conocimiento; nuevas técnicas e instrumentos enriquecían la vida práctica. Pero rodeando esta exhuberancia,
el hedonismo y la corrupción se entronizaron en los palacios principescos, incluyendo a la Iglesia. Las guerras y el crimen se convirtieron en herramientas habituales de la política. Las ambiciones no parecían tener límites.

El fraile domínico, Jerónimo Savonarola, pronunciaba encendidos sermones contra la depravación del Príncipe Lorenzo el Magnífico – banquero y mecena de artistas como Botticcelli, Leonardo da Vinci y Miguel Angel Buonarrotti;  también dirigía sus dardos contra el Papa español, Alejandro VI (Rodrigo Borgia o Borjas), que había convertido la sede de San Pedro en un harén donde proliferaba el vicio. El puritano fraile terminó ahorcado por indicación de la inquisición y el pontífice.

Para Maquiavelo, en cambio, la salvación de Italia y el logro de su unificación, no podían venir de un retorno al pasado imperial de la Iglesia. Había que crear nuevas instituciones.

Recurriendo a la historia, recordaba que en la Antigúedad habían existido Monarquías y Republicas. Todas habían pasado por tres etapas: ascenso, apogeo y decadencia. El paso a esta última etapa era causado por la pérdida de apoyo popular y la instauración, para controlar el poder, de la tiranía. A efectos de superar esta situación eran necesarias leyes que regularan el poder de la nobleza, garantizando los derechos del pueblo. Consideraba que la república más perfecta fue la romana porque creó la institución “Tribunos de la plebe”.

En un pasaje de los “Discursos…”, expresa: “Los que han organizado repúblicas, instituyeron prudentemente entre las cosas más necesarias, una guardia de la libertad y, según la eficacia de aquélla es la duración de ésta. Habiendo en todas las repúblicas una clase poderosa y otra popular, se ha dudado a cuál de ellas deberá confiarse esa guardia. En Lacedemonia antiguamente y, en nuestros tiempos, en Venecia, estuvo y era puesta en manos de los nobles; pero los romanos las pusieron en las de la plebe. Preciso es, por tanto, examinar cuáles de estas repúblicas tuvieron mejor elección”.

“Diré que la guardia de toda cosa debe darse a quien tenga menos deseos de usurparla y si se considera la índole de nobles y plebeyos se verá en aquellos gran deseo de dominación y en éstos de no ser dominados y, por tanto, mayor voluntad de vivir libres porque en ellos cabe menos que en los grandes la esperanza de usurpar la libertad. Entregada, pues, su guardia al pueblo, es razonable suponer que cuidará de mantenerla, porque no pudiendo atentar contra ella en provecho propio, impedirá los atentados de los nobles”.

La institución de los Tribunos fue una concesión que tuvo que hacer la nobleza ante una violenta rebelión de los plebeyos que puso en peligro la existencia de Roma. Estos acontecimientos, reiterados en la historia de la ciudad, le merecen al escritor florentino la siguiente reflexión: “Si los desórdenes de Roma originaron la creación de los tribunos, merecen elogios, porque además de dar al pueblo la participación que le correspondía en el gobierno, instituyeron magistrados que velan por la libertad romana”.

Es interesante asimismo, el pensamiento de Maquiavelo sobre el origen de las sociedades y el poder de la nobleza. Al respecto, escribe: “En el principio de la humanidad, los hombres vivieron, largo tiempo dispersos, a semejanza de los animales; después, multiplicándose las generaciones se concentraron y para mejor defensa escogían al que era más robusto y valeroso, nombrándole jefe y obedeciéndole”.

“Entonces se conoció la diferencia entre lo bueno y honrado y lo malo y vicioso que cuando uno dañaba a su benhechor se producían en los hombres dos sentimientos, el de odio y la compasión censurando al ingrato y honrando al bueno. Como estas ofensas podían  repetirse, a fin de evitar dicho mal acudieron a hacer leyes y ordenar cargos para quienes las infligieran, naciendo el conocimiento de la justicia y con el que la elección de jefe no se hiciera al más fuerte, sino al más justo y sensato”.

Estos textos revelan varias cosas. Desde el punto de vista histórico-social, la noción de “desarrollo de las civilizaciones” (ascenso, apogeo y decadencia), concepción a la que Hegel, tres siglos más tarde, inscribirá en su lógica dialéctica historicista (“Fenomenología del espíritu”, 1808, y “Filosofía de la Historia”, 1820); la existencia de una lucha de clases que, en Roma, fue entre la aristocracia, dueña de la tierra, y los campesinos explotados; desde el ángulo político, la necesidad de leyes que dieran garantías a la plebe y la convirtieran en “guardiana de la libertad” y permitieran la elección, como jefe del gobierno, al “más justo y sensato”.

Por otra parte, la concepción de la moral que tiene Maquiavelo, lo sitúan completamente como un hombre moderno. La distinción entre el bien y el mal, ya no es un mandato divino sino el producto de una experiencia social, donde la cohesión del grupo solo puede perdurar con hombres respetuosos de las leyes. La conclusión de esa experiencia es que la sociedad “honra al hombre bueno y censura al ingrato y malo”.

En síntesis, Maquiavelo apoyándose en los hechos que, como hombre moderno considera la “prueba de la verdad”, indica el camino que, a su juicio, debe seguir la burguesía como futura clase dominante.

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Carlos Marx comienza a elaborar su pensamiento crítico del modo de producción capitalista, a temprana edad, en la década de 1840. La historia, en la primera mitad del siglo XIX, en la fase de ascenso del sistema burgués en Europa Occidental, mostraba que la expectativa de una conciliación de clases, como era la idea fundamental de Maquiavelo, basada en una legislación justa, no era confirmada por los hechos. Por ello, Marx y Engels, en el Manifiesto del Partido Comunista de 1848, comienzan con la que será la tesis fundamental del marxismo: “La historia de las sociedades humanas es la historia de la lucha de clases”. Es, como puede observarse, un punto de contacto con Maquiavelo, pero luego los distancia radicalmente la solución: no será una “legislación justa” sino la revolución social que desplace del poder a la burguesía.

Marx y Engels llegaban a esta solución a través de la filosofía materialista dialéctica que invertía el idealismo dialéctico de Hegel, su maestro.

Pero la filosofía no podía explicar cuál era el motor que permitía el desarrollo del capitalismo. Y el filósofo Carlos Marx, licenciado con una tesis sobre la diferencia entre la filosofía de Demócrito y Epicuro, comenzó a estudiar apasionadamente todas las teorías económicas que describían el sistema, centrándose especialmente en la “teoría del valor”. Comenzó con los clásicos ingleses Adam Smith y David Ricardo. Al primero lo llamó el “economista de la época del capitalismo  manufacturero”; en Ricardo, encontró una pista que sería fundamental para su teoría del valor cuando el banquero inglés sostiene que el aumento de los salarios no aumenta los precios de las mercancías sino que reduce la ganancia de los empresarios.

Marx nació en 1818. En los 40, cuando la lucha de los obreros, ya organizados en sindicatos, en Inglaterra y Francia, se rebelan contra el régimen de explotación que padecían, tenía 22 años de edad y en la región renana de su país, donde había nacido, se dedicaba a analizar en la prensa la situación del campesinado. Tuvo que abandonar su tierra y se dirigió a Francia que era un verdadero laboratorio social. Así nació el Manifiesto, pero la Revolución de 1848 fracasó y debió refugiarse en Londres. Es aquí, en el Museo Británico, en un agotador trabajo de casi diez años de investigación de la literatura económica, que llegó a descubrir el mecanismo que accionaba el motor del modo de producción capitalista. En 1857 publica “Crítica de la Economía Política” que luego incorporará al primer tomo de “El Capital”.

Engels dirá más tarde en su “Anti-Duhring”, que la tesis de la lucha de clases y la teoría de la plusvalía, son los fundamentos del “socialismo científico”.

Estos fundamentos se mantienen inconmovibles y lo serán mientras exista el modo de producción capitalista, sacudido periódicamente por las crisis económicas y financieras sin que los teóricos del sistema hayan encontrado la fórmula que lo consagre como “el fin de la historia”.





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martes, 16 de abril de 2013

LA IGLESIA CATÓLICA EN UNA ENCRUCIJADA


Esta institución, la más importante de Occidente, atraviesa, actualmente, una grave encrucijada, según coinciden los más calificados analistas sobre el tema. Por supuesto, no es la única encrucijada en su milenaria historia. Para señalar solo algunas, el Cisma del siglo XV, la irrupción del Iluminismo en el XVIII, la Revolución Francesa y la unidad italiana en la década de 1860.

El teólogo y filósofo brasileño, Leonardo Boff, ha expresado en uno de sus últimos comentarios, siempre muy ilustrativos, en su página web:

“El Papa León Magno (440-461), en el vacío de poder imperial, tuvo que asumir el gobierno de Roma para enfrentar a los hunos de Atila. Tomó el título de Papa y Sumo Pontífice, que eran del Emperador, e incorporó el estilo de poder imperial, monárquico y centralizado, con sus símbolos, vestimentas y estilo palaciego. Los textos referidos a Pedro, que en Jesús tenían sentido de servicio y de amor, se interpretaron al estilo romano como estricto poder jurídico. Todo culminó con Gregorio VII (1073-1085), que con su Dictatus Papae (la dictadura del Papa) se arrogó para sí los dos poderes, el religioso y el secular. Surgió la gran Institución Total, obstáculo a la libertad de los cristianos y al diálogo con el mundo globalizado”. 

Boff, con toda la autoridad de su brrillante intelecto e indoblegable lucha en el seno de la Iglesia por una Teología de la Liberación, dice una verdad que, a menudo se olvida: la Iglesia Católica es un enorme poder económico, político y teológico. También subraya otra verdad: la cuestión teológica, con la que se pretenden presentar las crisis en el Vaticano, está condicionada por su base material y política sobre las que construyó sus cimientos.

Obviamente, Leonardo Boff piensa que, desde una teología ecuménica, apoyada en la caridad que es el núcleo del mensaje evangélico, se pueden resolver los vicios de la curia romana, acumulados durante 15 siglos y está convencido que Francisco I , con 76 años de edad, puede hacerlo.

Hace unos años, cuando el Arzobispo lituano-norteamericano, Paul Marcinkus, presidía el Instituto para Obras Religiosas (IOR), conocido como el Banco del Vaticano,  a un interlocutor, sorprendido por las cuestionadas operaciones financieras que realizaba la institución que el prelado presidía, le espetó: “La Iglesia Católica no se administra con avemarías”.

Creo que es en este contexto histórico que debemos analizar las posibilidades efectivas de un Papa y, en este caso del Cardenal argentino, Jorge Mario Bergoglio, cuyo advenimiento a la silla pontifical ha despertado tantas expectativas en centenares de millones de sinceros creyentes.   

Dejemos de lado, las cuestiones teológicas, de las que entiendo muy poco, para considerar lo que, históricamente, ha consistido el poder económico y político de la Iglesia Católica.

Desde el derrocamiento del último emperador romano, en el 476 DC, la Iglesia Católica, con una organización copiada del Imperio, asumió la tarea de restaurar su poder, con el auxilio de la doctrina evangélica –que se encargó de interpretarla y adecuarla a esos tiempos-, y órdenes religiosas encargadas de difundirla y enseñarla.

Su primera gran victoria en esta camino, fue la conversión del rey franco, Clodoveo (s.V), que se convirtió en su principal aliado para cristianizar y colocar bajo su influencia política, a los pueblos indoeuropeos que habían ocupado el occidente europeo. La donación del territorio lombardo, por Pipino El Breve (s.VIII) y su ratificación por su hijo Carlomagno, le proporcionaron la soberanía real al poder del Papa. La organización administrativa y la educación, dirigida por los obispos y sacerdotes católicos, en el reinado de Carlomagno, es llamado “Renacimiento Carolingio”. Pero esta situación, de por sí, no significaba la superioridad del poder eclesiástico sobre el secular sino que la sustentaban intereses recíprocos. Por ello, los historiadores denominan a este período que se extiende del siglo VII al XI DC de “Cesaropapismo”.

La verdadera entronización de la superioridad del poder del Papa sobre reyes y emperadores, es cuando Gregorio VII emite sus “Dictatus Papae” (dictados por el Papa), en el 1075, en el que claramente establece la Iglesia Católica es la única creada por el Señor y que los dignatarios seculares están subordinados a la voluntad del Papa como Vicario de Dios y que puede destituirlos. Son 27decretos que enuncian los principios de la Iglesia Apostólica Romana.

No obstante, los cambios económicos y sociales, en la Baja Edad Media (ss XI-XVI), con el desarrollo del capitalismo comercial en el Báltico y el Atlántico, fortalecen la autonomía material y jurídica de algunos principados y reinos –como en el norte de Alemania e Inglaterra, en donde se estrellará la presunta soberanía del Papa, conflictos todos revestidos de ropaje teológico (Luteranismo y anglicanismo). La España de Felipe II (s.XVI), dominada por los grandes feudales, se convertirá en el brazo secular de la reacción papal y a cambio, consolidará su estructura feudal durante la colonización del Nuevo Mundo.

A partir del siglo XVII, los descubrimientos de la física galileana, a la que se agregará a finales del mismo siglo, la de Isaac Newton, prepararán el camino para el avance, en el siglo siguiente del capitalismo comercial en el campo y los primeros atisbos de la Revolución Industrial. En este cuadro irrumpe la “Filosofía de las Luces” (Diderot, Voltaire entre otros) que proclamaba el triunfo de la ciencia y el fin de la teología y la metafísica.

Al poder de la burguesía se sumaron las revoluciones campesinas y, en ambos casos, la Iglesia Católica –en el Viejo y en el Nuevo continente, en el período de la Independencia- sus grandes propiedades rurales se vieron afectadas. El Papado defendió en el plano político y teológico sus privilegios, llegando en la encíclica de Pío IX “Quanta cura” y el Syllabus”, de 1864, a condenar los que consideraba “80 errores de los tiempos modernos” y seis años más tarde, en el Concilio Vaticano I, la infalibilidad de las palabras del Papa “expresadas en sede pontificia sobre cuestiones de la fe y de la moral”.

Desde el Concilio de Nicea (325 DC), hasta el Vaticano I, la Iglesia Católica defendió sus dogmas con energía, creando el Tribunal de la Inquisición en el siglo XII para juzgar a todo aquel que cuestionara sus principios. Son famosos los juicios al teólogo y filósofo Giordano Bruno quemado en la hoguera en enero de 1600 y al astrónomo y físico, Galileo Galilei, condenado a prisión domiciliaria en 1633,  porque los resultados de sus experimentos demostraban la falsedad de algunas “verdades”, obra de la especulación y carentes de comprobación práctica, admitidas en esa época como eternas.

                                                           II

No obstante, la Iglesia no pudo resistir los profundos cambios históricos en la sociedad, la ciencia y la cultura que a finales del siglo XIX eran explosivos, entre ellos la irrupción en la escena de la cuestión social; nuevas ideas que cuestionaban el orden natural expuesto por Tomás de Aquino en el siglo XIII y al que la Iglesia consideraba un principio incuestionable. La Encíclica “Rerum Novarum” del Papa León XIII de 1891, reconocía el derecho de los obreros a organizarse en sindicatos, dejando abierta la puerta para la creación de partidos políticos cristianos que intervinieran en un sistema político que era el sistema de los “tiempos modernos”, condenado por el Syllabus, veinte años antes.

Fue un viraje muy importante de la Iglesia ante transformaciones sociales y políticas que se le escalpaban de la mano por su tenaz resistencia a reconocer los cambios históricos. Pero la unidad de Italia, le había quitado al Papa la base material de su poder político que eran los territorios que gobernaba en la península.

La Historia le dio al papado una nueva sorpresa: la Revolución Rusa de 1917 que llevó al poder a los bolcheviques que estaban dispuestos a forjar iuna nueva sociedad que tenía como guía la filosofía materialista y la teoría social marxista. Ambas concepciones eran una amenaza a la “Civilización Occidental y Cristiansa”..

La profunda crisis económica y social en que cayeron los países vencidos en la Primera Guerra Mundial -1914-1918- (Alemania, el Imperio Habsburgo),
así como la situación de Italia cuyos monopolios  no obtuvieron el respaldo en Versalles para expandirse en África.

El Papado no podía ignorar el peligro para la institución de esta crisis y encontró en el Estado Fascista, fundado por Mussolini en 1922, una coincidencia de objetivos. Por el Concordato de Letrán, de febrero d 1929, el Reino de Italia reconoce la soberanía de la Santa Sede sobre una parte de su territorio y crea la Ciudad del Estado del Vaticano. Mussolini, que firmó el documento como Primer Ministro, obtuvo, por la influencia de la Iglesia en el pueblo católico, el apoyo de las masas que necesitaba y la Iglesia, a su vez, recuperaba una soberanía que había perdido en 1870. El gobierno italiano pagó, además, 80 millones de dólares que servirían como capital inicial del IOR (Banco del Vaticano), fundado por Pío XII, en 1942.

El Vaticano tuvo, también, un importante papel en el ascenso de Hitler al poder, en 1933. El primer gobierno del líder nazi, contó como vice primer ministro, a Franz Von Papen, importante dirigente del partido católico alemán, “Caballero de la Orden de Malta” y asesor de Pío XII después de la Segunda Guerra Mundial, que convenció al presidente alemán, Mariscal Hindemburg sobre la necesidad de encargar el gobierno al líder nazi, en enero de 1933. En la misma dirección fue el apoyo del Vaticano a la sublevación del general Francisco Franco contra el gobierno repubñcano, en 1936, la bendición de las tropas italianas que colonizaron Etiopía y el papel gravitante que tuvo la Iglesia en el aparato administrativo y educativo de la dictadura franquista.

Con la caída del fascismo y la recuperación de la democracia en Italia, con un Partido Comunista que había llevado el peso mayor de la resistencia al régimen de Mussolini y se convertía en la primera organización de este tipo en Europa Occidental, el Vaticano temía la anulación del Concordato de Letrán y buscó el apoyo en la Democracia Cristiana que creó en 1944 y en Estados Unidos que, a través de la CIA, suministró fondos al Banco de la Santa Sede para apoyar a la DC. En las elecciones parlamentarias de 1948, la Democracia Cristiana, conducida por su líder, Alcide De Gasperi, obtuvo una resonante victoria, logrando la mayoría absoluta de las bancas.

Durante diez años se sucedieron los gobiernos de la DC pero al finalizar la década de 1950, las divisiones en su seno y el fin de la prosperidad económica fueron reduciendo sus contingentes electorales hasta que perdió el control de la cámara, dando paso a los ministerios de coalición con sectores liberales primero y el Partido Socialista después, que dieron inicio a una inestabilidad política que se hizo endémica.

Al morir Pío XII (1958), el principal candidato a sucederle era el Arzobispo de Génova, Giuseppe Siri, pero, sorpresivamente, el cónclave cardenalicio, se inclinó por el Cardenal Angelo Giuseppe Roncalli, de 77 años de edad, que adoptó el nombre de Juan XXIII. Se habló mucho, en su momento, del fracaso de la candidatura de Siri que era un cardenal estrechamente vinculado a Pío XII y considerado un firme defensaor de la ortodoxia católica  Ahora, la Iglesia se encontraba ante un mundo bipolar, con una Unión Soviética dominando el escenario europeo y la presencia de poderosos partidos comunistas en Italia y Francia. El “aggiornamiento” de su misión evangélica era indispensable y así lo entendió el cónclave y el nuevo Papa.


Coincidió esta elección, con el mayor peso alcanzado en la DC por un sector encabezado por los dirigentes Amintore Fantani y Aldo Moro, de dar a la polítifca italiana un giro a la izquierda. Tanto esta posición como la elección de Juan XXIII no fueron bien vistas por la Casa Blanca que consideraba que permitiría una mayor gravitación del Partido Comunista cuando la “guerra fría” estaba en sus niveles más altos.

A los tres meses de su entronizamiento, Juan XXIII convocó a un nuevo concilio que recibió el nombre de “Vaticano II” que puso en marcha una política de unir  a toda la cristiandad, superando las rivalidades que habían creado los distintos cismas así como un fructífero diálogo con todas las religiones. Roma, de hecho, dejaba de ser el eje de un poder eclesiásticos excluyente.

Juan XXIII murió en 1963 pero la impronta que dejó durante su breve gestión ha sido indeleble para los católicos.

El cónclave eligió, esta vez, al Cardenal Giovanni Batista Montini que adopto el nombre de Paulo VI que había sido Secretario de Estado en el último período del Papado de Pío XII. La línea ecuménica de su antecesor la mantuvo pero es en los problemas internos de la administración del Vaticano donde aparecen elementos que, para muchos analistas, sería el comienzo de uno de los problemas más graves que enfrenta la institución actualmente: la oscuridad de las operaciones financieras del Banco del Vaticano.

Estas actividades no eran nueva. Dijimos que el Banco había sido refundado en 1942. Su dirección fue puesta en manos, por Pío XII, del banquero Bernardino Nogara cuya preocupación fue salvar a la institución después de la caída del fascismo que ya era inevitable después de la derrota de las tropas hitlerianas en Stalingrado, en febrero de 1943. El Banco manejaba dinero de instituciones italianas e incluso fascistas y Nogara extendió las operaciones del IOR en Londres, a través de bancos y compañías de inversiones, encubiertas.

En la década de 1960, los gobiernos de coalición italianos de centro-izquierda, están encabezados por Aldo Moro (1963-1968). La alianza incluye al Partido Socialista y al Partido Republicano. Entre las reformas realizadas está la tributaria diseñada por el ministro de Finanzas, Luigi Preti, del Partido Socialista, que simplificó el sistema impositivo y eliminó los privilegios de algunas empresas que obtenían altos  lucros y en las que el Banco del Vaticano tenía, en algunos casos, participación mayoritaria.

Ante esta situación, el Papa Paulo VI recurrió, en 1969, al asesoramiento del banquero Michele Sindona que presidía instituciones financieras en Italia, Suiza y Estafdos Unidos que operaban con contrabando y lavado de dinero especialmente de la mafia. En 1971, el Papa designó al Arzobispo norteamericano Paul Marcinkus, presidente del IOR.

En 1974, el Franklin National Bank de Nueva York, presidido por Sindona, quebró. Las autoridades comprobaron que Sindona había retirado 30 millones de dólares para cubrir las pérdidas de operaciones realizadas en la bolsa. Al trascender la débil situación del banco, una corrida de los ahorristas determinó su quiebra. Las investigaciones pusieron al desnudo todo tipo de operaciones ilícitas que servían de soporte al imperio financiero que había montado; fue enjuiciado, condenado y encarcelado em 1980.

Un año antes, el abogado Giorgio Ambrosoli, interventor del Banco Privado de Italia, propiedad de Sindona. fue asesinado. El funcionario, designado por el Banco Central de Italia, había descubierto toda la telaraña de los movimientos de dinero al exterior del Banco intervenido así como “las vías secretas de escape”, entre ellas el Banco del Vaticano y la agencia del Banco Ambrosiano ubicada en el paraíso fiscal de Lichtejstein.

El gobierno italiano solicitó la extradición de Sindona en 1984. Fue juagado y condenado 25 años de prisión por varios delitos financieros y por ser el autor intelectual del asesinato del interventor Ambrosoli, ejecutado por un pistolero estadounidense. Durante su prisión declaró que la organización que planificaba todas las operaciones de sus bancos, del Banco Ambrosiano y del Banco del Vaticano era la Logia Masónica Propaganda 2, cuyo Gran Maestre era un señor llamado Licio Gelli. Esta logia, como rama del Gran Oriente, había sido creada en la posguerra, con el apoyo de Estados Unidos y el Vaticano para combatir al Partido Comunista Italiano y luego extendió sus actividades a otras regiones del mundo, entre ellas América Latina.

El golpe de Estado en el Brasil de 1964, fue el inicio de iuna ofensiva imperialista en América Latina para frenar los movimientos sociales y políticos de liberación nacional. En esta estrategia, la Logia P-2 desempeñó un papel importante. El Banco Ambrosiano, a partir de 1975, bajo la presidencia de otro banquero con conexiones con la mafia, Roberto Calvi, instaló agencias en las Bahamas, Panamá, Perú y Argentina, cuya sucursal inauguró personalmente en 1981. El Ambrosiano  financió al Dictador Somoza de Nicaragua, a los “Contras” y a la dictadura militar argentina. Para todas las operaciones encubiertas y riesgosas, el Banco Ambrosiano contó con la garantía del IOR, que podía retirar (inclusión de una“lettera liberatoria” en el contrato) sin condiciones si surgía algún obstáculo que comprometiera la imagen pública de la institución.

En 1982, sorpresivamente, el Banco Ambrosiano quebró. Tenía un agujero en su contabilidad de 1.300 millones de dólares que su presidente, Roberto Calvi, no pudo explicar a los inspectores del Banco de Italia. Varias hipótesis se han expuesto sobre la causa de este “default”. Una de ellas, manejada incluso por el diario “The New York Times”, son los préstamos que le estaba haciendo el Banco, a través de su agencia en el Perú –el Banco Ambrosiano Andino- a la Junta Militar Argentina, para comprar misiles Exocet en el mercado negro a efectos de combatir a la escuadra británica durante la Guerra de las Islas Malvinas. El Servicio de Inteligencia inglés habría detectado el origen de esos fondos y el Banco del Vaticano, habría retirado su garantía. Roberto Calvi huyo de Milán y el 17 de junio de 1982, apareció colgado debajo de un puente de Londres. La policía británica dijo que se trataba de un suicidio, versión que ha sido muy cuestionada.

El Vaticano negó toda vinculación con el Banco Ambrosiano pero ante la presión de los ahorristas y de la prensa, después de muchas dilatorias, el Secretario de Estado, Cardenal Agostino Casaroli, dispuso la entrega de 400 millones de dólares a los demandantes como forma de “reparación moral”.

Posteriormente, un allanamiento realizado por la policía en la casa de Licio Gelli en Arezzo, descubrió una lista de sus integrantes (políticos, magistrados, periodistas, militares de Italia y de América Latina) entre los que se encontraban los nombres de Sindona y Calvi. Eran miembros de la Logia P-2 así como varios ministros del gobierno del demócratacristiano Arnaldo Forlani que, como consecuencia del escándalo, tuvo que renunciar.

La justicia italiana quiso interrogar al Arzobispo Marcinkus pero el Vaticano se negó, reteniéndolo en la Ciudad del Vaticano, al amparo del derecho de extraterritorialidad, reconocido por el Estado Italiano en el Concordato de Letrán.

Todo esto ocurrió durante el período del Papa Juan Pablo II (1978-2005). Marcinkus fue separado de la presidencia del IOR pero el Banco continuó siendo una institución cuyos negocios son secretos.

Después de la desintegración de la Unión Soviética y la creación de la Zona Euro, la Unión Europea ha establecido una serie de normas a la que deben ajustarse todos los bancos si quieren operar en la zona. El Banco del Vaticano es considerado un paraíso fiscal para el refugio de dinero cuyos titulares escapan al conocimiento del público o grandes transacciones originadas en el tráfico de droga.

La crisis económico-financiera que sacude a la Unión Europea y, en particular, la crisis de Italia, ha extremado las medidas del gobierno italiano para impedir la fuga de capitales. Las autoridades estaban investigando ciertos movimientos de dinero realizados por el Banco del Vaticano hacia el J.P.Morgan Bank (agencia de Frankfort) y otros tres bancos europeos, cuyos orígenes, el presidente del IOR, Ettore Gotti Tedeschi, se negó a revelar.

                                                 III

El Vaticano se mantuvo firme en la defensa de la transparencia de las operaciones del Banco, respaldando plenamente a su presidente. Sin embargo, en mayo de 2012, el periodista, Gianluigi Nuzzi, publicó un libro con cartas dirigidas al Papa Benedicto XVI, que habían sido sustraidas del despacho del Pontífice. Una de esas cartas era de Ettore Gotti, donde expresaba el temor de ser asesinado. Gotti Tedeschi, fue durante años Director General del Banco Santander en Italia, pertenece al Opus Dei y ha sido profesor de la disciplina “Ética de los negocios” en la Universidad Católica de Milán.Fue designado presidente del IOR por Benedicto XVI, en el 2009, con la misión de dotar al banco de la transparencia que reclama la Unión Europea. Su gestión era supervisada por una Comisión presidida por el Secretario de Estado que, en su caso, fueron los Cardenales Angelo Sodano, primero, y Tarcisio Bertoni, después. Éste continúa todavía en su cargo.
  

Conocidas las revelaciones del libro de Nuzzi, el Papa, por recomendación unánime de la Comisión Supervisora, presidida por el Cardenal Bertoni, destiuyó en forma fulminante, el 8 de junio de 1912 a Ettore Gotti Tedeschi. Como fundamento, la Comisión expresó en un comunicado que la destitución fue "por no haber desarrollado funciones de primera importancia para su cargo". Las filtraciones de cartas que tomaron estado público revelan un enfrentamiento en el seno de la Iglesia cuyo punto central es el control que ejerce la curia romana en el Estado del Vaticano, incluyendo a su banco.

El 15 de febrero de 2013, cuando ya había anunciado su intención de renunciar, el Papa Benedicto XVI designó a un aristocrático economista alemán, Ernest Von Freyberg, para ocupar el cargo dejado vacante por Gotti. Von Freyberg es un banquero alemán de Munich y “Caballero de la Orden de Malta”.

El 11 de febrero, Benedicto XVI anunció al Consistorio de Cardenales su renuncia, la que hizo efectiva el 28 del mismo mes y el 13 de marzo de 2013, el Cónclave de Cardenales eligió al Cardenal argentino, Jorge Mario Bergoglio, de la Orden Jesuita, el que adoptó el nombre de Francisco I.

El Papa Benedicto XVI fundamentó su renuncia ante el Consistorio, con las siguientes palabras: “Tras haber examinado repetidamente mi conciencia ante Dios, he llegado a la certeza de que mis fuerzas, dada mi avanzada edad, ya no se corresponden con las de un adecuado ejercicio del ministerio petrino. [...] Por esta razón, y muy consciente de la gravedad de este acto, con plena libertad declaro que renuncio al ministerio de obispo de Roma, sucesor de san Pedro”. [...]. L

El contexto económico y político en el que se ha desenvuelto el Papado en su larga historia y  particularmente en el siglo XX, puede ayudar a explicar por qué a Benedicto XVI le faltaban fuerzas para conducir a la Iglesia en el momento actual y también qué es lo que se puede esperar del Papa Francisco I, cuyo problema principal, a nuestro juicio, es limitar el poder de la curia romana.


sábado, 23 de marzo de 2013

TIEMPOS ELECTORALES


Estamos ingresando en tiempos electorales y todos los partidos políticos en el Uruguay, se preparan para la contienda de octubre del 2014.

Desde 1830 hasta el 2005 el Uruguay estuvo gobernado por dos partidos tradicionales –el Colorado y el Blanco- que adoptaron este nombre por las colores de las divisas que utilizaron, para identificarse, en la Batalla de Carpintería, en 1836, cuando el General Rivera se sublevó contra el gobierno constitucional que encabezaba el Brigadier Gemeral Manuel Oribe. La divisa colorada fue utilizada por las fuerzas de Rivera; la blanca, por Oribe que imprimió una leyenda: “Defensores de las Leyes”. El caudillo sublevado –de ahora en adelante “colorado”- finalmente venció dos años después, con la ayuda de la flota francesa que bloqueó el puerto de Montevideo y de los “farrapos” de Río Grande do Sul.

Hasta setiembre de 1904, los colorados y los blancos libraron cruentas guerras por el poder. Detrás de la epidermis de colores, sin embargo, había profundos intereses económicos en juego –principalmente la propiedad de la tierra y el control del comercio exterior- que se resolvían en los sangrientos choques de las cuchillas, con el corriente degüello de prisioneros, arrastrando al campesinado que en uno o en otro caudillo buscaban la estabilidad de la tierra que trabajaban y que habían perdido con la derrota de Artigas por la intervención extranjera y la traición de adentro.

El ciclo de las guerras civiles se cerró el 10 de setiembre de 1904 con la muerte del caudillo blanco Aparicio Saravia y la visionaria comprensión del momento histórico del presidente colorado, José Batlle y Ordóñez, que diseñó un proyecto económico y social en su segunda presidencia (1911-1915), donde el Estado no solo asumió la respnsabilidad de concentrar el ahorro, la inversión y administrar los servicios estratégicos  sino que puso en marcha un amplio plan de redistribución de la renta y el funcionamiento de servicios públicos básicos como la educación en sus tres niveles y la salud, todas medidas que permitieron un ascenso social y la formación de una clase media que sería el sustento de la estabilidad política y de la afirmación de las instituciones democráticas, con la excepción de la dictadura terrista -baldomirista (1933-1942) y la dictadura cívico militar (1973-1985).

La legislación de protección industrial comenzó en la década de 1870, surgiendo en su seno un proletariado que se fue desarrollando y organizando progresivamente en sindicatos. La inmigración introdujo en el Río de la Plata las ideas de anarquistas y socialistas que cuestionaban el sistema capitalista y llamaban a la unión de todos los proletarios del mundo para derribarlo. El nuevo espectro de ideas era fundamentalmente urbano y montevideano, con algunas excepciones en el litoral noroccidental. La Revolución Socialista en Rusia, en noviembre de 1917, dividió al movimiento socialista, naciendo los partidos comunistas para apoyar ese proceso y, al mismo tiempo, elaborar la estrategia revolucionaria en cada país, de acuerdo a las concepciones marxistas-leninistas. El Partido Comunista Uruguayo, nació en 1920.

Obviamente, la influencia de los nuevos partidos tenían su base en las fábricas y en la intelectualidad. Electoralmente, su gravitación era reducida aunque por la influencia social de sus centros de irradiación, su organización y permanente movilización, proyectaron sus ideas en la legislalción y en el accionar político en una forma muy superior a sus expresiones cuantitativas.

El programa batllista se vio beneficiado por las dos guerras mundiales que elevaron el valor de las exportaciones del agro y crearon condiciones apropiados para la extensión de una industria sustitutiva de importaciones orientada al mercado interno. Con el equilibrio estratégico militar bipolar, entre Estados Unidos y la URSS, en 1945, las economías de los países más desarrollados, se recuperaron en la década de 1950 y los valores de nuestras exportaciones cayeron abruptamente, obligando a endurecer el  contralor de cambios y a la contracción del consumo por la inflación que le siguió. A finales de esa década, el modelo estaba agotado y el voto castigo de noviembre de 1958, llevó al poder al sector más conservador del espectro político.

En esos años tuve que hacer mi opción política. Arrastraba, como la mayoría de la población del país, el afecto por las divisas.

Frente a la crisis interminable y el endeudamiento del país, que llevaba a permanentes devaluaciones para reducir el  consumo, abaratando los salarios y jubilaciones aumentando al mismo tiempo los ingresos de los grandes productores rurales, el movimiento popular y sus intelectuales responsabilizaron a los monopolistas de la tierra, que tenían grandes latifundios improductivos para aumentar el valor de sus propiedades, de la debilidad de la oferta de bienes para satisfacer la demanda social así como la de generar una deuda externa de la que se beneficiaba al imperialismo rentista que succionaba la mayor parte del presupuesto nacional.

Fue en este clima que creció, entre los trabajadores y la juventud estudiantil, la conciencia política y el convencimiento de un cambio de la organización social que ya estaba haciendo su experiencia en distintas partes del mundo.

Esa conciencia, enriquecida por la experiencia de la lucha de los pueblos y una detenida lectura de la historia de la humanidad, permitió advertir que en esa historia, desde los orígenes de la civilización, una gruesa línea roja la cruzaba, ubicando, en un lado, a los sectores sociales que monopolizaban los medios de producción: esclavistas, señores feudales y en la época contemporánea una nueva clase dueña del capital que había extendido la producción a otros sectores de la vida económica; y del otro lado, los esclavos, los siervos y los proletarios que vendían su fuerza de trabajo por un salario.

La historia de la humanidad mostraba que en todas las épocas los medios de producción –la tierra y las fábricas- eran propiedad de una minoría mientras el trabajo de esos medios correspondía a la mayoría de la población. Nació así, con el aporte de los intelectuales cercanos al pueblo, la idea de la socialización de esos medios.

Eran ideas sencillas y lógicas pero su escenario histórico no era la racionalidad –como creía Hegel- sino el poder y la fuerza de los intereses económicos, como sostuvo Marx.

En la década de 1960, Uruguay se vio envuelto en este debate y fue madurando un proyecto de cambio de la estructura económica del país que señalaba etapas para alcanzar aquella racionalidad. La teoría, que servía de soporte al proyecto, se basaba en un análisis clasista de la sociedad uruguaya, que estaba dividida en dos polos: oligarquía y pueblo. El polo popular, cuya conciencia había permanecido alienada por el mito de la divisa de los partidos que habían “construido la Patria”, tenía una enorme potencialidad si era capaz de descubrir su esencia, liberándose de la alienación y apoyar su cabeza en sus propios intereses materiales opuestos a los de la oligarquía. Un primer paso fue el año 1971 con la formación y participación del Frente Amplio en las elecciones nacionales. Su concreción definitiva fue el año 2005, al obtener el respaldo de la mayoría absoluta del cuerpo electoral.

No obstante, desde 1991, con la desintegración de la Unión Soviética y la consolidación del sistema capitalista mundial, el mundo ingresaba en una nueva época caracterizada por las crisis y el endeudamiento de los países dependientes –entre ellos el Uruguay del 2002- y el proyecto de 1971 del FA era inviable, pues el “Consenso de Washington” (1990) había impuesto un pensamiento económico único en el mundo. Pero quedaba una posibilidad: sin modificar la estructura económica, conservar y afianzar las empresas estatales y perfeccionar hasta donde fuera posible los servicios sociales. Esto marcaba una diferencia clara con las políticas de la oligarquía que sostienen la reducción de la intervención del Estado en la economía –que es el único que puede asegurar una mejor distribución de la renta-, la privatización de los servicios sociales y la libertad de los grupos económicos nacionales y extranjeros de orientar sus inversiones en aquellos sectores que les proporcionan más ganancias sin tener en cuenta el interés nacional.

Esta es la disyuntiva que sigue teniendo el Uruguay y la oposición de los monopolistas de la tierra a un impuesto que grave su concentración o su abultado patrimonio, es una clara expresión de la misma y una guía fundamental para la opción electoral del pueblo. La consigna “Oligarquía o Pueblo”, sigue tan vigente como en la década de los 60.

jueves, 14 de marzo de 2013

LA INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA ES IRREVERSIBLE


La muerte del Presidente Chávez ha replanteado el problema del proceso de integración latinoamericana del cual él fue el principal animador a partir de su ascenso al gobierno de Venezuela, en 1958. A diferencia del intento promovido por la Revolución Cubana en la década de 1960 y de las elaboraciones teóricas y acciones conconcomitantes anteriores que tuvieron en José Carlos Mariátegui y Luis Carlos Prestes a sus adalides principales entre los años 20 y 35, fundadas en interpretaciones del marxismo-leninismo en los países de  desarrollo capitalista tardío, la propuesta revolucionaria de Chávez, ideológicamente se funda en un sentimiento religioso de justicia y amor, propio de la Indoamérica pero que no exclufye el análisis materialista de las contradicciones entre la lucha de nuestros pueblos por la explotación directa de los recursos naturales y el imperialismo, especialmente el de Estados Unidos, que históricamente ha querido controlarlos como reserva estratégica de su política de hegemonía mundial. Es, al mismo tiempo, como la ha definido el Presidente de Ecuador, Rafael Correa, una “Revolución Ciudadana”, enfrentada a las estructuras económicas oligárquicas, expresadas en los partidos conservadores tradicionales, aliadas al imperialismo y que no vacilan en utilizar todos los medios para derrotarla (Golpes de Estado, asesinatos de los líderes, etc.). Los libérrimos actos electorales arbitran las opciones de la ciudadanía, donde los medios de comunicación masiva, en manos de esas oligarquías, con el apoyo de las cadenas internacionales controladas por el imperialismo, son instrumentos fundamentales de manipulación de las conciencias.

No hay duda que Hugo Chávez ha sido un protagonista excepcional de este proceso y que su desaparición es un golpe muy importante para los pueblos en su lucha secular por su liberación definitiva. No obstante, creo que el proceso retomado por él, seguirá su curso, quizás a un ritmo distinto, quizás con retrocesos en el corto y mediano plazo pero que es irreversible en el largo plazo, entendiendo por éste el siglo XXI..

Mi razonamiento se apoya en dos presupuestos: uno, histórico, y otro, los acontemientos que estamos viviendo en los últimos quince años.

La historia es movimiento contínuo. Para Hegel, era la aventura de la razón; para Benedetto Croce, la aventura de la libertad y , para Carlos Marx, las luchas sociales contra lass clases explotadoras: en la Antigüedad, contra la esclaviktud; en la Edad Media contra la servidumbre y, en la época Contemporánea, contra la explotación capitalista.

El sistema capitalista, como lo señalaba Lenin, se desarrolla históricamente a saltos. El primer salto lo dio Inglaterra que se convirtió, desde finales del siglo XVIII, en la gran fábrica manufacturera del mundo convirtiendo a los demás países y colonias en sus satélites económicos, proveedores de materias primas y alimentos. Para mantener esta hegemonía tuvo que mantener guerras permanentes contra los competidores emergentes que terminaron por debilitarla, al término de la Primera Guerra Mundial, cediendo su lugar a Estados Unidos.

La Revolución socialista de Octubre de 1917 que los dirigentes del capitalismo desarrollado creían que “moriría en la cuna”, víctima del hambre, superó esta dramática fase, convirtiéndose en quince años en potencia industrial hasta ser un factor decisivo en la derrota del nazi-fascismo en la Segundea Guerra Mundial. Ya no eran las contradicciones intercapitalistas el motor de la historia sino la contradicción fundamental entre dos sistemas sociales antagónicos. En 1947 se une todo el sistema capitalista contra la URSS y la derrotan en 1991, con la ayuda de la contrarrevolución interna.

A lo largo de un desarrollo de 200 años el capitalismo  pasó de su fase comercial a la industrial y finalmente a la hegemonía del capital financiero que es una forma parasitaria del sistema ávido de acumular ganancias al margen de la plusvalía que les proporciona el trabajo. Al mismo tiempo, desde comienzos de 1970, la trasnacionalización de la industria manufacturera en procura de salarios más baratos en Asia, es aprovecha da por la República Popular China que, contando con un mercado potencial de más de mil millones de habitantes, inicia un proceso vertiginoso de industrialización que la ha coloca hoy en la segunda economía del mundo. Junto con Rusia (que conserva su poderío militar), India y Brasil, constituyen un bloque que está inclinando la balanza del capitalismo hacia Oriente mientras la gigantesca especulación financiera hunde progresivamente al sistema tradicional euro-norteamericano. El capitalismo en el Extremo Oriente, se desarrolla con fuerte regulación del Estado que se reserva para su explotación directa, las áreas estratégicas de la economía.

Es en este contexto de transición que emerge América Latina y el Caribe a la búsqueda de su independencia definitiva reivindicando la nacionalización de sus recursos y la integración para hacer realidad un bloque económico-social de más de 500 millones de habitantes. Hasta ahora, su eje principal lo constituyen Brasil, Argentina y Venezuela que siguen procesos de desarrollo de distintas características y velocidades.

El imperialismo norteamericano, en alianza con las oligarquías locales, utilizará todos los medios - políticos, subversivos y militares-, para frenar este proceso, independientemente de quien esté en la Casa Blanca, pues es el sistema dominante el que está en juego. En consecuencia, en cada uno de los países del continente, el pueblo, que lucha por la justicia social, tendrá una sola opción y no puede equivocarse porque si así ocurriera, en el corto plazo, sería un retroceso frente a un cambio de las estructuras económicas mundiales que están marcando un cambio de época.




viernes, 15 de febrero de 2013

UN PROBLEMA PARA EL PRESIDENTE MUJICA


Se trata de una situación creada por la organización institucional y la realidad política. Seamos claros.

La Constitución de 1966 creó la Oficina de Planeamiento y Presupuesto y el Banco Central. El titular del primero, tiene rango de Ministro, asesora al Presidente y realiza la programación económica y presupuestal del gobierno de acuerdo a las directivas del Jefe de Estado; la segunda, se encarga de la política monetaria y la administración de las divisas para las transacciones comerciales y financieras y el pago de las obligaciones del país. Junto con el Ministerio de Economía y Finanzas, tienen la responsabilidad de la política económica que traza el Presidente de la República.

A Planeamiento le corresponde la función de elaborar la estrategia económica del gobierno, la que aprobada por el Presidente y el Consejo de Ministros, pasa a ser ejecutada por el MEF y el BC. En los hechos, este mecanismo nunca funcionó así porque el Presidente nunca tuvo mayoría parlamentaria propia y tuvo que negociar con sectores de su partido, del cual era la fracción mayoritaria relativa, pero no absoluta, La misma situación que tuvieron los gobiernos colorados y blancos, la tiene el del Frente Amplio.

En las elecciones internas, para la determinación del candidato a la Presidencia, confrontaron José Mujica y el Contador Danilo Astori, líder de un sector político del Frente que no obtuvo la postulación que buscaba;  venció Mujica pero para asegurar la victoria de la coalición le ofreció al economista Astori integrar la fórmula electoral como candidato a la Vicepresidencia. Astori acepto pero puso sus condiciones cuyos detalles no se conocen salvo lo dicho pr Mujica que se encagaría de la macroeconomía. En los hechos, Asrori –que como Vice presidente es el Presidente del Senado y de la Asamblea General, se transformó en un virtual Primer Ministro sin cartera, que dirige el equipo económico de una parte fundamental del gobierno, como son el Ministerio de Economía y Finanzas y el Banco Central.

En la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, Mujica ha designado a un economista de su confianza política pero su papel es meramente testimoniail. Es evidente que, sobre una serie de tópicos, Mujica discrepa con Astori pero solo puede dar señales a la opinión pública y a su grupo porque si adoptara una decisión rompería con Astori y este lo dejaría en minoría y a merced de la oposición conservadora en ambas cámaras.

Las diferencias, hasta ahora, han sido superadas pero hay dos como los  ncias que las harán más tensas: la crisis económica mundial que creará dificultades a las exportaciones uruguayas y el próximo año electoral donde ambos grupos –el de Mujica y el de Astori- tratarán de dar perfiles propios frente a los desafíos que se avecinan.

La mayoría de los economistas sostienen que este año y el próximo, la crisis económico- financiera que afecta a los centros del capitalismo mundial, especialmente a la Unión Europea, tocará fondo y será incierta la suerte del euro, por lo menos en la extensión actual de la eurozona.  En consecuencia, los países con exportaciones a esa zona como los países de Sudamérica, verán contraído su comercio.

Es natural que estos paises adopten medidas para mantener el equilibrio comercial, imponiendo trabas a las importaciones e incluso o para evitar la desocupación  y gravar a las grandes fortunas, alí donde no existen esos impuestos, para mantener el equilibrio presupuestal sin afectar la inversión social.  En esa dirección se vienen orientando las medidas adoptadas por los gobiernos de Argentina, Brasil y Venezuela que importan el 30% de las exportaciones uruguayas.

El modelo que sigue Uruguay desde hace décadas es el de una economía abierta, anclada en un dólar fuerte para atraer inversiones productivas y financieras externas, que ha funcionado bien en épocas de bonanza de la economía mundial y que ha sufrido un fuerte impacto negativo cuando se ha invertido esa tendencia. Es lo que nos dice la experiencia. Esta vez, aparece como moderadora de la crisis, la pujante economía de China pero que también ve afectadas sus exportaciones a´la eurozona y a Estados Unidos, lo que la obliga a reducir sus compras.

 La posición del Vicepresidente Astori, que es un hombre de confianza de los medios inancieros internacionales, es tocar lo menos posible el modelo. Por eso se opuso al impuesto a la concentración de la tierra, exigiendo limitaciones que, así y todo, serían declaradas inconstitucionales por la Suprema Corte de Justicia (!), cuando hay información de que se tratan de grandes inversiones especulativas donde la tierra actúa como refugio de valor y no como medio productivo, frente a un eventual desplome de los papeles bursátiles.

Las mismas tensiones internas en el gobierno se han vivido cuando el Presidente Mujica se comprometió con la mandataria argentina a informar, a solicitud del gobierno de la vecina orilla, sobre el ingreso de capitales generados en la evasión impositiva cuyos destinos son, preferentemente, la inversión inmobiliaria en Punta del Este y las sociedades anónimas en la tierra para la producción de soja, utilizando a Uruguay como inversión por el tratamiento ventajoso que tienen en nuestro país.

Este período que se inicia, será de prueba y ciertos indicadores macroeconómicos cono el aumento del déficit fiscal, el déficit de cuenta corriente y la inflación estarían señalando que no son tiempos buenos para una economía completamente abierta y complaciente con los movimientos especulativos de capital.


martes, 22 de enero de 2013

ESTADOS UNIDOS Y AL QAEDA


En febrero de 2011, cuando el Consejo de Seguridad de las Naciones Unisdas autorizó a Estados Unidos y a la OTAN a intervenir militarmente en Libia, Muhamar Al Gadaffi, se dirigió por televisión al Presidente Obama expresándole que le estaba haciendo el juego a la organización Al Qaeda. Meses después, elementos de este sector islámico, atacó a Sirtia y el ex primer ministro ruso, E. Primakov, dijo que “Estados Unidos está en el mismo barco que Al Qaeda y el 20 de diiciembre último, en una conferencia de prensa ante un millar de periodistas, incluyendo a norteamericanos, el Presidente Putin reiteró esta afirmación.

Por otra parte, Al Qaeda ocupa el primer lugar en la lista de organizaciones terroristas, elaborada por el gobierno de Washingtyon, a la que responsabiliza del Araque a las torres gemelas de New York, el 11 de se5tiembre de 2001, y a la que prometió destruir su base central en Afganistán cuyo gobierno controlaba. Sus actividades también se han registrado en Yemen y en Egipto donde las fuerzas democráticas, después de derrocar la dictadura de Mubarak, han perdido el gobierno en manos de la Hermandad Musulmana, apoyada por Arabia Saudita y Qatar.

En estos días, un comando de Al Qaeda ocupó una planta petrolera en Argelia y ha desatado una guerra civil en Mali.

¿Cómo se explica esta contradicción? Por un lado, es enemiga de Estados Unidos y por otro, su aliado, después de lo ocurrido en Túnez y Libia –controlada por esa organización- y el ataque a Siria, al otro día de la victoria sobre Gadaffi. Más aun: asesinó al embajador  de Estados Unidos en Libia   ¿Qué es Al Qaeda?

Al Qaeda es una organización militar islámica extremista, -“Soldados de dios”-,creada por la CIA[1], en 1980, en la frontera de Paquistán y Afganistán, para combatir a las tropas soviéticas que habían intervenido el año anterior para sostener al gobierno revoulucionario de Babrak Kermal. El asesor de Seguridad del Presidente Carter, Zbegnew Brzezinski, en mayo del 80, se trasladó a esa zona y arengó a los mujaidines, reconociendo su lucha y prometiéndoles la ayuda militar de Estados Unidos.

Al frente de Al Qaeda fue puesto Osama Bin Laden, un miembro de la familia real de Arabia Saudita, multimillonario, que tenía negocios con el ex Presidente George W. H. Bush.

Después de la retirada soviética de Afganistan y la victoria de la resistencia islámica, Al Qaeda continuó actuando, con el respaldo de Estados Unidos pero, en un momento determinado estas relaciones se rompieron. Ocurridos los atentados de New York, Estados Unidos responsabilizó de inmediato de los mismos a Al Qaeda y anunció la intevención militar para destruirla, proclamando al mismo tiempo su intención de combatir al terrorismo en cualquier lugar de la tierra sin tener en cuenta las normas internacionales que preservan las soberanías de los estados.

No obstante, la campaña militar en Afganistán, con el apoyo de la OTAN, no ha dado los resultados esperados y la guerra de guerrillas de la resistencia islámica a la ocupación, ha desgastado políticamente al gobierno de Washington, prometiendo el Presidente Obama la retirada de las tropas de ese país. Comenzaron, entonces, negociaciones con los islamistas, que no han concluido pero que, inevitablemente le devolverán el poder a los talibanes.

El jefe de Estado de Rusia, en la conferencia de prensa mencionada, atribuye estos vaivenes de la política exterior de Estados Unidos a que se mueve según los apremios de la coyuntura y de los beneficios inmediatos que puede obtener sin considerar los problemas que genera a largo plazo. El fortalecimiento de la islamización es vista con desconfianza por Israel y el propio Kremlin teme, de alcanzar una victoria Al Qaeda en Siria, de la desestabilización del Cáucaso y de las repúblicas centroasiáticas, linderas de Afganistán.

La estrategia de Estados Unidos de una alianza con el extremismo islámico, cuyo núcleo central está en Arabia Saudita, es el control de la región petrolera del Medio Oriente, donde están las reservas más grandes de hidrocarburos del planeta. Los pozos petroleros de Arabia Saudita, son en su mayoría, de la poderosa Compaía Standard Oil, propiedad el Grupo Rockefeller. Ello explica, también el papel “mediador” de Arabia Saudita en el conlicto Palestino-israelí, ya que la familia Rockefeller, como se sabe, es de origen judío.

En consecuencia, Al Qaeda sería una “envoltura religiosa radical” para encubrir los intereses de los grandes monopolios norteamericanos e ingleses en el Medio Oriente y engañar a las grandes masas árabes que ven, a través de la religión, otro destino.


[1] Entrevista al ex Asesor de Seguridad del Presidente James Carter.