jueves, 14 de agosto de 2014

EL CONFLICTO PALESTINO.ISRAELÍ


Quizás los libros de historia de mediados del siglo XXI, le llamen “La Segunda Guerra de 100 años”. Ya lleva  66 y fue anunciada por el líder espiritual de la India, el Mahatma Gandhi, poco antes de morir asesinado, en carta al científico judío, Albert Einstein, que le había pedido su apoyo a la creación del Estado de Israel que discutía la Organización de las Naciones Unidas.

A menos de tres años de su instalación, este organismo creado por los “Tres Grandes” –Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética-, aprobó el 29 de noviembre de 1948, el Plan de Partición de Palestina, para la creación de dos Estados, uno judío y otro árabe. Las ciudades de Jerusalén y Belén, no se adjudicaban a ninguno de los dos Estados, permaneciendo bajo control internacional. La votación de esta Resolución de la Asamblea General que lleva el Nº 181, registró 33 votos por la aprobación, 10 abstenciones y 13  en contra.
Todos los países musulmanes votaron en contra. A éstos se sumaron la India y Grecia. De los miembros del Consejo de Seguridad, que cuentan con el poder de veto, tres –Estados Unidos, Francia y la Unión Sovietica, votaron a favor y dos –el Reino Unido y China-, se abstuvieron.
De los países latinoamericanos, 12 votaron a favor –Brasil, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, Haití, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela:  Cuba votó en contra; se abstuvieron 5: Argentina, Colombia, Chile, El Salvador y México.
En esta histórica decisión gravitó en forma fundamental, el genocidio de judíos cometido por el nazi-fascismo en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el origen del reclamo judío por un “hogar” para una nación etno-religiosa sin tierra y perseguida, se remonta a varias centurias.
Los judíos perdieron sus tierras cuando el general romano, Tito –luego Emperador Tito Flavio Vespasiano-, los expulsó en el 70 D.C., iniciándose así una Diáspora por Europa y el mundo que finalizó el 14 de mayo de 1948 cuando el Presidente de la Comunidad Judía en Palestina, el polaco David Ben Gurión, proclamó, en el Museo de Historia Natural de Tel Aviv, el nacimiento del Estado de Israel, en el territorio que le había asignado la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Sin embargo, dos organizaciones judíqs –el “Stern” y el “Irgún”, se opusieron a la partición de Palestina reclamando la posesión de todo el territorio de Palestina.
                                            La “Cuestión Judía”
El factor étnico-religioso ha sido en el pueblo judío el principal nexo de cohesión social durante su milenario exilio. Las características del fundamento religioso están expuestos en los “5 Libros” primeros del Antiguo Testamento (“Pentateuco”: Génesis, Éxodo, Moisés, Levítico, Deuteronomio), y la interpretación rabínica de los mismos.
El Deuteronomio resume el pacto del pueblo hebreo con Jehová, su Dios, que es La Ley civil y religiosa de la comunidad, así como su misión histórica. Israel es el pueblo elegido por Jehová: “6 - Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra”.
Luego Jehová le promete a su pueblo, si es fiel a su juramento, la siguiente protección: “17 - Si dijeres en tu corazón: Estas naciones son mucho más numerosas que yo; ¿cómo las podré exterminar? 18 - no tengas temor de ellas; acuérdate bien de lo que hizo Jehová tu Dios con Faraón y con todo Egipto; 19 - de las grandes pruebas que vieron tus ojos, y de las señales y milagros, y de la mano poderosa y el brazo extendido con que Jehová tu Dios te sacó; así hará Jehová tu Dios con todos los pueblos de cuya presencia tú temieres”.
Esta doctrina fue rechazada por el Cristianismo primitivo que coloca en el centro de su mensaje espiritual de redención, a toda la Humanidad y no a un “pueblo elegido” y al castigo como un castigo moral por los errores cometidos y, al mismo tiempo, la misericordia y el perdón como el camino adecuado para reencontrarse con su alma verdadera.
La Iglesia Católica, en Occidente, heredó la estructura política del Imperio Romano y luego se feudalizó, con las invasiones de los pueblos indoeuropeos, convirtiéndose en la fuerza económica y política del nuevo sitema, cuya base material era la tierra. Los judíos fueron confinados en guetos (barrios aislados que no podían salir durante la noche), siendo objeto de vejámenes, burlas y desprecio público.
Los hebreros eran hábiles comerciantes. Ello se debe a que su territorio palestino era un espacio por el cual transitaban frecuentemente mercaderes entre Mesopotamia y Egipto, quienes exportaban aceite , vino, tejidos de lana, cerámicas e importaban metales (cobre y oro),, especias y marfil.
Estas actividades fueron muy reducidas en la Alta Edad Media pero las continuas guerras entre los señores feudales y luego Las Cruzadas a partir del siglo XI, debilitaron, por un lado, el sistema terrateniente que se endeudó y, por el otro, los comerciantes de las ciudades –entre ellos los judíos-, se fortalecieron. Esta tendencia se afirmó en los siglos siguientes y, en el siglo XVI era notorio el poder de los comerciantes y banqueros judíos en Italia, aunque no se libraron de su aislamiento social.
El poder económico de los judíos avanza en paralelo con el avance de la burguesía. El pensamiento burgués se anticipa, en los siglos XVII y XVIII a las revoluciones burguesas. La libertad, la igualdad jurídica y el Estado Laico, garantía de todas las ideas, doctrinas y religiones, serán los principios fundamentales de la nueva clase social triunfante.
En este contexto, se plantea la “Cuestión Judía”.  A Napoleón Bonaparte, como Primer Cónsul en 1800, le correspondió la tarea de establecer el cuerpo jurídico que regulara a la nueva sociedad burguesa. Para ello, convocó a destacados juristas para que codificaran una normativa que, en marzo de 1804, fue promulgada con el nombre de “Código Civil de todos los franceses” y hoy conocido como “Código Napoleón”.
A Napoleón le preocupó la situación de los judíos, confinados en guetos, sometidos a un duro castigo fiscal, execrados por el resto de la sociedad, cuando no quemados en la hoguera, por el uso abusivo de la usura, obligados a identificarse con un gorro amarillo y un brazalete con la estrella de David, con una vida civil comunitaria regida por normas religiosas.
Para resolver el problema convocó, en 1806, siendo ya Emperador, una Asamblea de Notables integrada por rabinos y laicos, a la que sometió un cuestionario. Estaba interesado en saber si se consideraban ciudadanos franceses, si estaban dispuestos a someterse a las normas del Código Civil, si defenderían a Francia en caso de peligro, si aceptaban el matrimonio mixto (con conyuje no judío).
Las respuestas fueron positivas y los judíos se integraron a la vida civil de todos los franceses, protegidos por el Código Civil y fueron habilitados a practicar su culto religioso como las otras religiones, amparados por el Estado Laico (Decreto del 17 de marzo de 1808).
La Comunidad Judía agradeció a Napoleón, expresando “Bendito sea como nunca el Señor Dios de Israel que ha colocado en el trono de Francia a un Príncipe como su corazón. El ha elgido a Napoleón el Grande para ser el instrumento de su misericordia”. (« Béni soit à jamais le Seigneur Dieu d'Israël, qui a placé sur le trône de France, un prince selon son cœur. Il a choisi Napoléon le Grand pour être l'instrument de sa miséricorde”).
El Código Napoleón y la solución ofrecida a la “cuestión judía” tuvo gran influencia en Europa Occidental y en todas las repúblicas nacientes de América Latina en la década de 1810.

La “Filosofía de las Luces” había penetrado en Prusia, bajo el reinado de Federico II “El Grande” (1740-1786), con el nombre de “Aufklärung”. En la Corte se hablaba el francés y durante muchos períodos, Voltaire fue un privilegiado huésped del monarca. Federico es considerado, por su interés en la eduación primaria universal, la ciencia y la técnica, un “Déspota Ilustrado”.
A comienzos del siglo XIX, el pensamiento alemán buscó sus propias fuentes como consecuencia de las guerras napoleónicas y el filósofo  Schelling se remontó a los mitos y leyendas de los primeros germanos medievales como factor aglutinante espiritual de la nación alemana. No obstante, un alumno suyo, Hegel, apeló a la historia de las civilizaciones, llegando a la conclusión que, con el iluminismo, que era el triunfo de la razón, por primera vez la humanidad caminaba “apoyada en su cabeza y no en sus pies”.
La influencia de la filosofía de Hegel fue enorme en la primera mitad del siglo XIX. La complejidad de su reflexión dio lugar a la formación de dos corrientes opuestas: una de izquierda y otra de derecha. En la primera militaron jóvenes filósofos judíos como Bruno Bauer, Max Stirner, Moses Hess y Karl Marx que abordaron el tema que los alcanzaba directamente.
Bauer escribe en su folleto “La cuestión judía”, que cuando en Alemania se reclama la emancipación de los judíos se comete un error porque “en Alemania nadie es libre políticamente”. En consecuencia, los judíos deben luchar por la emancipación política de todos los alemanes y de la humanidad y no por la singularidad de la opresión de los judíos.
Considera que en un Estado Cristiano, el problema es insolubre, porque la esencia de ambas religiones es absoluta. En consecuencia, propone la abolición de las religiones. Si cristianos y judíos reconocen que la evolución humana avanza con el espíritu crítico científico, la oposición puede ser superada.
El trabajo de Marx sobre el mismo asunto, es una respuesta a Bauer, señalándole que comete un error al creer que el hecho religioso desaparecerá  de la vida social en un Estado Laico. En este Estado los hombres pueden ser espiritualmente y políticamente libres pero serán prisioneros de las relaciones clasistas.
La emancipación política y la emancipación humana no son la misma cosa. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano por la Convención Francesa, en 1791, es la consagración práctica del derecho de propiedad. ¿Qué es el derecho de propiedad? “El derecho de propiedad es el derecho de todo ciudadano de gozar y disponer a su antojo de sus bienes, de sus ingresos, del fruto de su trabajo y de su industria” (Constitución de 1793, art. 16).

Comenta Marx: “Es el derecho a gozar y disponer “a su antojo”, independientemente de los otros hombres, independientemente de la sociedad; es el derecho del egoísmo. Es esta libertad individual, con su aplicación, la base de la sociedad burguesa. Ella le permite al hombre ver en otro hombre no la realización de la libertad sino su limitación”. “La emancipación humana llegará cuando el hombre reconozca y organice sus propias fuerzas como fuerzas sociales y no separe más de él la fuerza social y la fuerza política”.
¿Cuál es el problema verdadero del judío?, se pregunta Marx y responde: “Fijémonos en el judío real que anda por el mundo; no en el judío sabático, como hace Bauer, sino en el  judío cotidiano. No busquemos el misterio del judío en su religión, sino busquemos el misterio de la religión en el judío real”.
“¿Cuál es el fundamento secular del judaísmo? La necesidad práctica, el interés  egoísta. ¿Cuál es el culto secular practicado por el judío? La usura. ¿Cuál su dios secular? El  dinero”.
    “Pues bien, la emancipación de la  usura y del  dinero, es decir, del judaísmo práctico, real, sería la autoemancipación  de nuestra época. Una organización de la sociedad que acabase con las premisas de la usura y, por tanto, con la posibilidad de ésta, haría imposible el judío. Su conciencia religiosa se despejaría como un vapor turbio que flotara en la atmósfera real de la sociedad. Y, de otra parte, cuando el judío reconoce como nula esta su esencia práctica y labora por su  anulación, labora, al amparo de su desarrollo anterior, por la  emancipación humana pura y simple y se manifiesta en contra de la expresión  práctica suprema de la autoenajenación  humana” (Publicado en los “Anales franco-alemanes”, 1844).
                   El “Affaire Dreyfus” y el Sionismo
 La derrota de Francia en la guerra con Alemania, de 1870, provocó en el país una profunda crisis económica y moral, donde campearon los escándalos financieros y la corrupción de políticos, como la quiebra del banco católico “La Unión General”, en 1882 y la Compañía del Canal de Suez, en 1892, en que aparecieron involucrados grandes financistas judíos particularmente el banquero Rothschild.
Estos escándalos que causaron la ruina de decena de miles de ahorristas y la paralización de muchas industrias que dejaron sin trabajo a centenares de miles de obreros, polarizaron el escenario político entre una derecha ultra conservadora, monárquica y antisemita y un centro-izquierda republicano, parlamentario y defensor de una política económica con un Estado fuertemente regulador y distribuidor de la renta nacional.
El periódico de Edouard Drumont, “La libre parole”, se convirtió en el vocero de esa derecha y su panfleto “La France juive” (“La Francia judía”,1886), se transformó en un best-seller.
En este contexto, en 1894, fue detenido, enjuiciado y condenado, el Capitán Alfred Dreyfus, de origen judío y alsaciano, por presunto espionaje a favor de Alemania. El antisemitismo estaba en su nivel más alto. Dreyfus fue degradado y condenado a prisión perpetua en la inhóspita Isla del Diablo en el Caribe, cercana a la Guayana Francesa.
La familia de Dreyfus apeló sin éxito la sentencia pero el año siguiente, el jefe de contraespionaje del ejército, Coronel Georges Picquart, reveló que el verdadero espía era el Comandante Ferdinand Esterhazy, del Estado Mayor. El Tribunal Militar se negó a revisar el juicio a Dreyfus y por el contrario, enjuició a Picquart. También enjuició a Esterhazy pero resultó absuelto; en cambio Pcquart fue condenado.
La sociedad francesa se dividió entre “Dreyfusards” Y “Antidreyfusards” . Políticamente, en la primera categoría estaba la burguesía republicana y la izquierda; en la segunda, la derecha monárquica y católica.
 En 1898, el famoso escritor, Émile Zola, publicó en el periódico “L’Aurore”, un brillante alegato, que tituó “J’Accuse” (“Yo Acuso”), en defensa de Dreyfus, que alcanzó gran resonancia. Todos estos esfuerzos no lograron su objetivo, la liberación del prisionero de la Isla del Diablo, pero a comienzos de siglo, la situación política había cambiado y un indulto presidencial, en 1906, le devolvió no solo la libertad a Dreyfus sino que fue repuesto en el ejército con todos sus grados.
Durante estos acontecimientos, el periodista húngaro, de origen judío, Teodoro Herzl, siguió atentamente en París el juicio y todo el clima que rodeó el “Caso Dreyfus”, llegando a la conclusión que la nación judía necesitaba un Estado, como refugio. En su libro “El Estado Judío” (1896), expuso un plan político detallado del proceso a seguir para alcanzar el objetivo. En la comunidad judía europea no había consenso y no contaba con el apoyo de grandes financistas como Rothschild.
 Herzl desplegó una gran actividad en procura de respaldo a su proyecto y, en 1997, convocó a un Congreso Sionista, que se realizó en Basilea, Suiza. La palabra sionista deriva de “Sión” que es una fortaleza situada en el Monte Sión al sureste de Jerusalén, conquistada por el Rey David al pueblo jebuseo (2 Samuel 5:6-10). Segun el Salmo 87,2, Sión es “el centro espiritual y la madre de todos los pueblos”.
El Congreso aprobó un programa de acción y, para su ejecución, creó la “Organización Sionista Mundial”.  En la sesión del 30 de agosto, adoptó la siguiente resolución: “El sionismo busca establecer un hogar para el pueblo judío en Eretz Israel garantizado en virtud del derecho público.”
Otra resolución, dispuso: “Para el logro de ese objetivo, el congreso considera los siguientes medios prácticos:
“La promoción de asentamientos judíos de agricultores, artesanos y comerciantes en Eretz Israel”.
“La federación de todos los judíos en grupos locales o generales, de acuerdo con las leyes de los diferentes países”.
“El fortalecimiento del sentimiento y la conciencia judía”.
“Medidas preparatorias para el logro de los subsidios gubernamentales necesarios para la realización de los objetivos sionistas”.
Herzl presidió la organización hasta su muerte en 1904, a los 44 años de edad, pero había abierto el camino hacia la utopía de “Eretz Israel, nación moderna, democrática y próspera”.
“Eretz Israel” es la “Tierra de los antiguos reinos de Judá e Israel”, también llamada por la Biblia “Tierra Prometida” por Jehová a Abraham y renovada a Jacob, Isaac y Moisés para “echar de ese país al cananeo, al amorreo, al heteo, al fereceo, al jeveo y al jebuseo” (Éxodo 33:1-3). Comprende un área entre el Mediterráneo, el desierto del Sinaí, las montañas del Líbano y el desierto. Después de la ocupación de ese territorio los romanos le llamaron “Palestina”.
                     El Imperio Británico y la Banca Rothschild
Después de la derrota de Napoleón en Waterloo, en 1815, el Imperio Británico se expandió por todo el mundo controlando directa o indirectamente la política económica de los Estados.
Así como la velocidad del tránsito no es igual en una autopista de cuatro carriles que en una ruta de dos carriles, la velocidad de desarrollo del capital financiero tampoco es igual en un pujante imperio que en un país que aspira a lo mismo pero donde el tamaño de su economía es menor. El simil nos permite comprender la diferencia entre los imperialismos de Gran Bretaña, Francia y Alemania.
Del mismo modo podemos decir que el capital financiero se concentra en la “autopista de cuatro carriles” y en grado menor en las “rutas de dos carriles”.
Esa es la historia de la Banca Rothschild que fue la primera banca internacional.  Fue fundada en Frankfort del Meno (Alemania) por el alemán de origen judío, Amschel Moses Rothschild, con una “tienda de compraventa de monedas”. El negocio fue continuado por su hijo, Mayer Amschel Rothschild que, en 1760, incorporó el canje de oro y plata por billetes (pgarés), expandiendo notablemente sus actividades que alcanzaron repercusión dentro y fuera de fronteras. Tuvo cinco hijos varones que fueron educados en el negocio financiero. En 1795, su hijo menor, Nathan, se instaló con una fábrica textil y luego abrió un banco en Manchester, Inglaterra. Sus otros cuatro, se instalaron en París (Jacob), en Viena (Salomón), en Nápoles (Karl) y el mayor, Armschel, permaneció en Francfort del Meno, en la Casa Matriz.
Las guerras entre Estados obligó a los Rothschild a optar. Primero, lo hicieron por Napoleón hasta la primera abdicación (1814) y, luego, por Gran Bretaña. Aquí, en la segunda mitad del siglo XIX su poder económico se elevó vertiginosamente. Fueron puntales del Partido Conservador y de la Reina Victoria que los introdujo en la nobleza con varias Baronías. A comienzos del siglo XX, la nobleza y burguesía judía inglesa tenía su bancada en la Cámara de los Lores y en la Cámara de los Comunes.
Los Rothschild habían expandido también sus negocios en Estados Unidos que era la gran potencia del futuro. Financiaron al Norte en la Guerra Civil y, junto con John Rockefeller,  Jacob Shiff, Félix Warburg y Nelson Aldrich, crearon en 1913, el Cártel de la Reserva Federal, que es el Banco Central de Estados Unidos dirigido por los banqueros mayoritariamente judíos.
La Banca Rothschild financió la guerra de Gran Bretaña y Francia contra Alemania en la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
El plan estratégico de postguerra del Imperio Británico era el control del Medio Oriente, convertido en la principal fuente de recursos energéticos (petróleo). La potencia más importante de esta región era el Imperio Otomano que perdió la guerra junto con Alemania y el Imperio Austro-húngaro.
El 20 de noviembre de 1917, el Ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, Lord Balfour, dirigió una carta  al Barón  Lionel Walter Rothschild, en la que expresa:
“Estimado Lord Rothschild,:
Tengo el placer de dirigirle, en nombre del Gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones de los judíos sionistas, que ha sido sometida al Gabinete y aprobada por él”.
«El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni los derechos y el estatuto político de que gocen los judíos en cualquier otro país.»
Le quedaré agradecido si pudiera poner esta declaración en conocimiento de la Federación Sionista.
Sinceramente suyo,
Arthur James Balfour”.

Los vencedores de la guerra -Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos-, decidieron en Versalles (1919), la creación de la Sociedad de las Naciones y, esta organización le otorgó un “Mandato” al Reino Unido de 28 años (1920-1948), para administrar los territorios de Palestina y Transjordania, en el Medio Oriente que habían pertenecido al Imperio Turco Otomano. La “Declaración Balfour” fue incorporada al Tratado que otorgó el Mandato.
En consecuencia, el Imperio Británico, consideraba al movimiento sionista un aliado estratégico en su política de hegemonía de la rica región del Medio Oriente. El sionismo dejó de ser una reivindicación de los derechos de una nación trashumante para convertirse en la “playa de desembarco” de un proyecto imperial británico que, después de la Segunda Guerra Mundial, retomó el imperialismo estadounidense y que, en la actualidad es plenamente vigente. Ello explica el conflicto que horroriza a la humanidad.
                                          ¿UN CONFLICTO SIN SOLUCIÓN?
El tiempo del 1900 no era el tiempo de 1945. El antisemitsmo estaba en retroceso. El experimento nazi-fascista había sido derrotado, Hitler se había suicidado y Mussolini, fusilado por los guerrilleros. Los principales jerarcas nazis, ahorcados. ¿Qué sentido tenía crear iun “Estafdo Judío”? ¿Por qué los judíos franceses, ingleses, estadounidense o de cualquier parte del mundo que tenían sus nacionalidades, con todos sus derechos, como todo ciudadano, garantizados por las leyes, tenían que disponer de un Estado, exclusivamente judío? ¿No era inevitable la resistencia de quienes iban a ser expulsados de sus tierras?
El Mahatma Gandhi, líder espiritual de los hindúes, había advertido sus consecuencias en 1938, cuando la emigración a Palestina avanzada rápidamente amparada por los bayonetas británicas y, en 1947, le reiteró los mismos argumentos al eminente Albert Einstein:
“Palestina pertenece a los árabes de la misma manera que Inglaterra pertenece al Inglés o Francia a los franceses. Es incorrecto e inhumano imponer los Judios a los árabes. Lo qué está pasando hoy en Palestina no puede ser justificado por ningún código moral de conducta. Los mandatos [de Gran Bretaña sobre Palestina] no tienen ninguna sanción, sino la de la última guerra. Seguramente sería un crimen contra la humanidad reducir a los árabes orgullosos para que Palestina pueda ser restaurada a los Judios, en parte o en su totalidad como su hogar nacional”.
“El curso más noble sería insistir en un tratamiento justo de los Judios dondequiera que han nacido y criados. Los Judios nacidos en Francia son franceses precisamente en el mismo sentido que los cristianos nacidos en Francia son franceses. ...”
En abril del mismo año, Einstein pronunció un discurso con motivo de un acto organizado por el Comité Nacional de Trabajo para Palestina. Reconocía que ‘el pueblo judío ha contraído una deuda de gratitud con el sionismo. “El movimiento sionista ha revivido entre los judíos el sentimiento comunitario, y ha llevado a cabo un esfuerzo que supera todas las expectativas. Einstein también reconocía que los judíos se encontraban en una situación difícil en Palestina (‘los campos que se cultivan durante el día han de tener protección armada durante la noche, a causa de los ataques de bandidos árabes fanáticos’). Pero Einstein tenía algo más que decir:
 “Quiero agregar unas pocas palabras, a título personal, acerca de la cuestión de las fronteras. Desearía que se llegase a un acuerdo razonable con los árabes sobre la base de una vida pacífica en común; me parece que esto sería preferible a la creación de un Estado judío. Más allá de las consideraciones prácticas, mi idea acerca de la naturaleza esencial del judaísmo se resiste a forjar la imagen de un Estado judío con fronteras, un ejército y cierta cantidad de poder temporal, por mínima que sea. Me aterrorizan los riesgos internos que se derivarían de tal situación para el judaísmo; en especial los que surjan del desarrollo de un nacionalismo estrecho dentro de nuestras propias filas, contra el que ya hemos debido pelear con energía, aun sin la existencia de un Estado judío”.
No obstante estas observaciones, Einstein apoyó la creación del Estado de Israel, en 1948 pero en diciembre hizo un llamado de alarma en una carta enviada al New York Times, junto con otros destacados intelectuales como Hanna Arendt y Sydney Hook, ante la recepción que había tenido en la colectividad judía estadounidense, el sionista de ultra derecha, Menachem Begin que se presentaba a las próximas elecciones de su joven país como candidato al Knesset (Parlamento), postulado por el “Partido de la Libertad” que había fundado a estos efectos. “Un fenómeno perturbador en el recién creado Estado de Israel es la formación del “Partido de la Libertad”, un partido político estrechamente afin, en sus métodos de organización y en su filosofía política y social a los partidos nazi y fascista. Esta formado por los miembros y seguidores del Irgun Zvai Leumi una organización chauvinista, de extrema derecha y terrorista de Palestina. La visita de su líder, Menachem Begin a Estados Unidos tiene el evidente propósito de lograr el apoyo de los judíos estadounidenses en las próximas elecciones en Israel y fortalecer los lazos políticos con los sectores sionistas conservadores de Estados Unidos. Numerosos estadounidenses de reputación nacional han dado la bienvenida a Begin y esto es inconcebible en quienes han combatido al fascismo en todo el mundo”.
Einstein y sus compañeros judíos antifascistas no se equivocaban. El Partido Herut, luego convertido en Likud, liderado por Begin, extrema derecha del sionismo, se fue fortaleciendo mientras se debilitada el Partido Laborista (sionismo socialdemócrata), fundado por David Ben Gurión. En 1977, Menachem Begin se convirtió en Primer Ministro y su partido impulsó la nueva estrategia puesta en marcha en 1967, de ocupar toda Palestina. En 1979, Menachem Begin recibió el Premio Nobel de la Paz por el Acuerdo logrado con el Presidente de Egipto, Anuar el Sadat. Por este Tratado, Egipto reconoció al Estado de Israel.
La política de Israel, que ha ignorado todas las resoluciones de las Naciones Unidas de retirarse de los territorios ilegalmente ocupados, fue condenada por la Asamblea General de la ONU, el 10 de noviembre de 1975. Ese día, la Asamblea aprobó la Resolución Nº 3379, Declara que el sionismo es una forma de racismo y discriminación racial”.. Fue aprobada por 72 votos, 32 abstenciones y 35 votos en contra.
La política imperialista de Israel, ha sido condenada por personalidades como Nelson Mandela, el Obispo Desmond Turu, James Carter y Noam Chomsky, entre otros.
El ex Presidente de Estados Unidos, publicó el libro “Palestina Paz, no Apartheid” (2006- Simon & Schuster). Carter dice: “Cuando menciono la palabra Apartheid no estoy sosteniendo lo que ocurre dentro de Israel donde no hay semejanza con el Apartheid sino cuando ocupan la tierra que corresponde a los palestinos. No hay duda que dentro de los territorios ocupados de tierra palestina hay un ejemplo horrendo de Apartheid: la confiscación de tierra que no pertenece a Israel,. la construcción de asentamientos y la colonización de esa tierra y luego la conexión de esos aislados y múltiples asentamientos, más de 200 de ellos con sus carreteras sobre las cuales ningún palestino puede viajar y a menudo por las que ni siquiera pueden cruzar. Así que la persecución de los palestinos, ahora en los territorios ocupados por la potencia ocupante, es uno de los peores ejemplos de privación de los derechos humanos que yo sepa, peor de lo que ha ocurrido en Ruanda”.
La independencia del Estado Palestino fue proclamada, en Argel, el 15 de noviembre de 1988, durante su exilio, después de la evacuación de la Organización de Liberación de Palestina (OLP), del Líbano, en 1982. La proclama establecía, para el nuevo Estado, el territorio asignado por la Resolución Nº 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas de 1947, lo que implicaba el tácito reconocimiento del otro territorio asignado en la misma Resolución para la creación de un Estado Judío, partición que la OLP siempre había rechazado.
Fue un cambio de estrategia colosal de la OLP, encabezada por Yasser Arafat. Promovió de inmediato, por la diplomacia de Estados Unidos y la Unión Soviética, la convocatoria de una conferencia cuatripartita –OLP, Israel, EE.UU y la URSS-, que se realizó en Madrid en 1991 y que fijó una segunda fase que se realizó en Oslo, la que culminó con un Acuerdo entre la OLP e Israel sobre el gobierno de los territorios ocupados: para las funciones internas de administración y seguridad, en Cisjordania y la Franja de Gaza, se creaba una Autoridad Nacional Palestina que sería ejercida por la OLP; Israel, por su parte, se encargaba de las Relaciones Exteriores, la Defensa y los asentamientos. Los acuerdos establecían asimismo un período de cinco años para alcanzar la Paz Permanente, período en el que se resolverían tres cuestiones fundamentales: los asentamientos israelíes, la soberanía sobre Jerusalén y el retorno de los palestinos desplazados de las tierras que la ONU asignó a Israel.  En esos cinco años no hubo acuerdo pues Israel se negó a hacer concesiuones en los tres aspectos señalados.

No obstante, los pasos hacia un Estado Palestino habían sido dados y la Asamblea General de las las Naciones Unidas, el 30 de noviembre de 2012, lo reconoció como “Estado observador no miembro”, con su fronteras anteriores a la “Guerra de los Seis Días”, de 1967. No es miembro porque para ello se necesita la aprobación del Consejo de Seguridad y Estados Unidos, que tiene poder de veto, se opone a este reconocimiento. No obstante, desde el 31 de octubre de 2011 es miembro pleno de la UNESCO. En esta oportunidad, Estados Unidos se opuso, amenazando con retirarle su contribución al Presupuesto de la Organización.
El Estado Palestino fue reconocido por 94 países luego de su proclamación, en Argel, en 1988, y 133 al ser reconocido por la Asamblea General de las Naciones Unidas (Resolución Nº 67/19), como “Estado observador no miembro”, en el 2012. Uruguay reconoció al Estado Palestino como “libre e independiente”, en el 2010 pero hasta el día de hoy no tenía representación diplomática, situación que acaba de concluir con la designación de un embajador.
El 17 de julio, fui invitado por CX 36 “Radio Centenario”, para hablar del conflicto y manifesté que no creía en una solución a corto plazo pero que ella vendría con un cambio de las relaciones de fuerza globales. Mi argumento es que mientras Estados Unidos conserve su hegemonía mundial, el Medio Oriente e Israel, como su “cabecera de puente”, es un objetivo estratégico fundamental por su riqueza petrolera y porque desde este espacio puede desestabilizar a Rusia y frenar el fortalecimiento del eje Euroasiático (Rusia y China), que está amenazando su hegemonía.
“La verdad está en los hechos” dice un proverbio chino y la sucesión de acontecimientos, algunos de los cuales he señalado en este escrito, demuestran en exceso que la posición de Israel sería insostenible sin el apoyo político y militar que recibe de Estados Unidos.

FUENTES:


Gandhi dice “no” al Estado judío:




Resolución Nº 3379 de la Asamblea General de las Naciones Unidas: Eliminación de todas las formas de discriminación racial: