domingo, 22 de diciembre de 2013

EL DEBATE SOBRE LA EDUCACIÓN Y SUS BEMLOLES


El objetivo rector de la educación es desarrollar toda la potencialidad que tiene el ser  humano conjugando, de manera armoniosa la técnica, las ciencias y las humanidades.  Este objetivo parte de las siguientes premisas: 1) El trabajo es la primera necesidad del hombre porque sin trabajo no hay vida humana; 2) No hay república sin ciudadanos que comprendan la sociedad en que viven y sean conscientes de sus derechos y deberes sociales; 3) Para que la solidaridad social prevalezca sobre el egoísmo individual, no basta la razón: es necesario educar la sensibilidad, que anida en el yo profundo e indefinido de cada ser humano y que el arte saca a la superficie.

Para evitar opciones prematuras, debe existir una escuela única de 9 o 10 años, de cultura básica general. Por la forma histórica en la que se creó el sistema, estos nueve años están fraccionados en seis años de escuela primaria y tres años de bachillerato básico.

La enseñanza de una cultura general básica, es la doctrina pedagógica uruguaya desde comienzos del siglo XX. José Enrique Rodó, en su Mensaje a la Juventud, escribía en “Ariel” (1900): 

  "La divergencia de las vocaciones personales imprimirá diversos sentidos a vuestra actividad, y hará predominar una disposición, una aptitud determinada, en el espíritu de cada uno de vosotros. Los unos seréis hombres de arte; los otros seréis hombres de acción. Pero por encima de los afectos que hayan de vincularos individualmente a distintas aplicaciones y distintos modos de vida, debe velar en lo íntimo de vuestra alma, la conciencia de la unidad fundamental de nuestra naturaleza, que exige que cada individuo humano sea, ante todo y sobre toda otra cosa, un ejemplar no mutilado de la humanidad, en el que ninguna noble facultad del espíritu quede obliterada y ningún alto interés de todos pierda su virtud comunicativa”.

Indicábamos como premisa que la vida humana no existe sin el trabajo y en consecuencia, para vivir, el trabajo constituye la primera necesidad. Ahora bien, la organización social y económica de cada país, condiciona el logro de aquellos objetivos educativos así como la aplicación de las tecnologías que cambian aceleradamente.

De 1830 a 1877, no había en Uruguay un sistema educativo. Comenzó a construirse con la Reforma Vareliana de 1877, que organizó la enseñanza primaria a nivel nacional. Le siguió la Reforma Universitaria de Alfredo Vásquez Acevedo de 1885, que creó la enseñanza secundaria y reorganizó, ampliándola, a la enseñanza universitaria. También, en esta época, nació la Escuela de Artes y Oficios con un carácter correccional y bajo severa disciplina militar, para niños y jóvenes con problemas de conducta.

No son ajenas a estas políticas educativas, la afirmación de la propiedad rural –el Código Rural fue aprobado en 1875-, el comienzo de una política de proteccionismo industrial y la construcción de la red ferroviaria. La República definía un modelo económico y creaba las condiciones para importantes cambios en su estructura social. Una exigente enseñanza secundaria con fuerte contenido científico, abría las puertas para una diversidad profesional universitaria, mientras la formación de sectores sociales deprivados, aun con el equivocado enfoque pedagógico adoptado, creaba brazos útiles para trabajos de carpintería, herrería, zapatería y albañilería, de amplia demanda por el crecimiento urbano impulsado por la inmigración. Las reformas operadas en las dos primeras décadas del siglo XX, con la expansión de la energía eléctrica y el motor a explosión, así  como el radical cambio conceptual en el enfoque pedagógico de la enseñanza industrial, ampliaron la oferta profesional. Pero desde el punto de vista social, mientras la enseñanza secundaria catalizaba el ascenso social y, con la gratuidad general de 1916 fue un potente factor en la formación de una clase media, la enseñanza industrial –y luego la de la escuela agraria- fueron ámbitos cerrados cuya finalidad, en los hechos, era disciplinar, a través del trabajo, a los sectores menos favorecidos de la sociedad.

No obstante, la base de la técnica utilizada era empírica, de modo que no se necesitaban exigentes conocimientos científicos para el aprendizaje de los oficios. Esta situación cambió después de la Segunda Guerra Mundial, con el desarrollo de la electrónica y la invención de la computadora que realiza operaciones de procesamiento de datos que antes eran realizadas por el cerebro humano. La aplicación de estos recursos a la industria dio lugar a la automatización y robotización de los procesos industriales y a la nueva categoría de “fuerza productiva directa”. Avances científicos en el campo de la ingeniería genética han permitido también un fuerte impacto en la producción de alimentos aunque este campo es objeto de fuertes controversias sobre sus efectos en la salud.

En 1970, el estratega político del imperialismo estadounidense, Zbigniew Brzezinski, publicó el libro “Betwin two ages”, traducido al español como “La era tecnotrónica”. En la Introducción, el autor advierte que estamos ingresando en un cambio de época en la que es necesario practicar la política de un modo diferente ya que “se diluyen los límites entre la política interior y la política exterior”. Antes se veía la política en forma fragmentaria, microscópica; ahora hay que mirarla de un modo global”

Brzezinski aclara estos conceptos de la manera siguiente: “Hoy, los países con un mayor desarrollo industrial (en primer lugar Estados Unidos) empiezan a salir de la era industrial de su evolución. Ingresan en una era en que la tecnología y sobretodo la electrónica – de aquí el neologismo tecnotrónico-, se convierten cada vez más en los principales factores de cambio  social, alterando las costumbres, la estructura social, los valores y el enfoque global de la sociedad”.

En el primer capítulo, escribe: “La sociedad posindustrial se está convirtiendo en una sociedad tecnotrónica: una sociedad configurada en lo cultural, lo psicológico, lo social y lo económico, por la influencia de la tecnología y la electrónica, particularmente en el área de las computadoras y las comunicaciones. El proceso industrial ya no es el principal determinante del cambio social que altera las costumbres, la estructura social y los valores de la sociedad. En la sociedad industrial el conocimiento técnico se orientaba principalmente hacia un fin específico: la aceleración y el perfeccionamiento de las técnicas de producción. Las consecuencias sociales eran un subproducto tardío de esta preocupación capital. En la sociedad tecnotrónica, el conocimiento científico y técnico no solo aumenta la capacidad de producción sino que la rebasa rápidamente para influir de modo directo en casi todos los aspectos de la vida”.   
    
En 1979, apareció el libro de Alvin Toffler, “La tercera ola”. El libro establece tres etapas en la evolución de la humanidad a partir del sistema económico y las técnicas dominantes: 1. La revolución agraria, del 8000 A.C hasta el siglo XVII; 2. La Revolución Industrial de 1650-1750 a 1948 en que aparece el transistor; y 3. La Tercera Ola desde esta fecha hasta el día de hoy. Los sistemas cibernéticos, computacionales, de comunicación, internet, etc, funcionan como amplificadores de la fuerza mental humana.
El Instituto de Economía Mundial y de Relaciones Internacionales de la Academia de Ciencias de la URSS, organizó en 1979,  la Conferencia Teórica Internacional sobre el tema “La Revolución Científico-Técnica y el ahondamiento de las contradicciones económicas y sociopolíticas del capitalismo en la etapa actual”. Presentó un extenso informe que fue discutido por científicos de distintos países.

Uno de los efectos de esta revolución es un cambio en la estructura social de la producción. Al intensificarse su aplicación en la agricultura y en la industria, la mano de obra liberada se desplaza al sector terciario -comercial, finanzas y turismo. Este proceso tiene un efecto positivo y  otro negativo. El primero, exige una alta calificación científico-técnica laboral mientras el sector laboral terciario, que es el que más se desarrolla cuantitativamente, las exigencias de conocimientos son mucho menores.

                                                            - II -

Los investigadores estadounidenses, Frank Fischer y Alan Mandell, han subrayado esta paradoja al analizar el tan manido tema de la crisis de la educación en Estados Unidos. “Aunque los informes difieren en cuanto a las recomendaciones específicas –escriben estos autores-, señalan numerosos síntomas de decadencia educativa: calificaciones más bajas en los exámenes, niveles de exigencia del rendimiento escolar insuficientemente altos, relajación peligrosa de la disciplina escolar, ausencia de criterios rigurosos y aplicados sistemáticamente para pasar de un curso al siguiente, vulnerabilidad de los currículos a las vicisitudes de la elección del alumnado y un precipitado descenso en los estudios matemáticos, científicos, tecnológicos y de idiomas. En concreto, los informes destacan la falta de una formación suficiente en informática, que se estima esencial para una participación significativa en una sociedad tecnológica. Además de estos fallos, se afirma que el apoyo público a la educación ha disminuido y que la confianza en las escuelas es más baja que nunca. Subyace en estos análisis la convicción de que los titulados de enseñanzas medias y universitarias son, en el mejor de los casos, mediocres”.

Para hacer un análisis crítico de la estrategia de la reforma es esencial examinar
los preocupantes supuestos sobre los que ésta se basa. Lo que está en
cuestión aquí no es la crisis educativa per se, sino, por el contrario, su definición y
sus presupuestos. Considérense algunas de las hipótesis de trabajo más importantes de los informes. Nada desempeña un papel más significativo en el retrato aceptado de la crisis que el fracaso de la escuela en su tarea de proporcionar a los estudiantes el tipo de habilidades necesarias para tener éxito en la Norteamérica de la alta tecnología. Para la ideología de la reforma es esencial la creencia, largo tiempo arraigada, de que las escuelas deben ser el camino para el puesto de trabajo. Es decir, se supone que una función básica de la educación
moderna es proporcionar a los estudiantes habilidades laborales apropiadas y
valores y actitudes pertinentes al trabajo. Según los informes de las comisiones,
las escuelas norteamericanas, ciegas a las exigencias de un mundo de alta tecnología, no están cumpliendo tal papel”.

“Los datos de las comisiones, sin embargo, son cuestionables. Mientras que los
informes dan por supuesta la necesidad de una formación en alta tecnología, estudios recientes del mercado laboral presentan una perspectiva radicalmente diferente. El crecimiento del empleo se da, sobre todo, en áreas que exigen una cualificación mínima, especialmente en los puestos del sector de servicios, que se encuentra en expansión. La Oficina de Estadísticas de Trabajo, por ejemplo, demuestra que, por muy ampliamente que se definan las industrias de alta tecnología, «sólo representarán una pequeña proporción de la creación de empleo hasta 1995»  La Oficina mantiene que desde 1982 hasta 1995 se crearán entre 23,4 y 28,6 millones de nuevos puestos de trabajo, de los cuales se estima que sólo entre 1 y 4,6 millones corresponderán a industrias de alta tecnología” (A Quarterly Journal of Critica' Thought, nº 7, 1988).

El debate sobre la crisis de la educación en Uruguay es una copia de los dichos de Fischer y Mandell para la crisis educativa en Estados Unidos. No tengo, porque no se divulgan, los datos de nuestra Oficina de Estadística sobre la distribución del empleo en el Uruguay, pero basta una ligera observación para comprobar que el sector servicios absorbe la mayor parte.

Y aquí aparece la preocupación por una Universidad Tecnológica, que al final la ley creó y que por la razón señalada y otrasl, no tendrá como resultado la superación de la crisis.

En la entrevista realizada por el periodista Ricardo Scagliolla al Presidente Mujica en su programa “Primera vuelta” de TV Ciudad, el presidente dijo que su intención no era una Universidad Tecnológica. En otras entrevistas había dicho que fue una concesión realizada al Partido Nacional y a ciertos sectores del Frente Amplio. Su idea era la autonomía académica y presupuestal de la Universidad del Trabajo, separándola de la ANEP, para crear “Institutos politécnicos” en distintos lugares del país. Como su idea fracasó, removió al presidente del Consejo Directivo de lsa ANEP y otros dos consejeros, colocando en su lugar al Presidente del Consejo Desconcentrado de la Enseñanza Técnica, para otorgar prioridad a ésta en la política general del ente. No sé si esta política preferencial para UTU se está cumpliendo. Los recursos asignados en la última Rendición de Cuentas sería un indicador apropiado.

La creación de politécnicos sin una base científica adecuada, donde las matemáticas y la física, son fundamentales, constituye un círculo vicioso. La orientación que implementó la formación cultural básica general y el Bachillerato Técnico, seguido de los convenios con la Universidad de la República, creo que es la correcta, pues rompió las limitaciones del plan fundacional de UTU  que ni siquiera el Plan Maggiolo de 1967 contempló y que impedía al estudiantado de la enseñanza técnica la continuación de los estudios superiores.

El objetivo entonces no explicitado-, de estos centros, sería el disciplinamiento de los jóvenes víctimas de la pobreza, la desintegración familiar, la falta de estímulos culturales y su ingreso en el mundo de la droga. Pero este problema es un grave problema social y no solo con políticas educativas se resuelve sino con acciones estatales que ataquen la variedad de factores que han creado esa situación, incluyendo, desde luego una educación apropiada. Pero no debe descargarse en el sistema educativo la responsabilidad de una crisis que tiene un contexto mucho más amplio.

Y menos ir a Finlandia a buscar la respuesta; actitud que solo puede explicarse por una ignorancia supina del problema o por un recurso demagógico para captar iilusos en medio de una carrera electoral.


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miércoles, 2 de octubre de 2013

RUSIA RECLAMA UN LIDERAZGO COLECTIVO


En su discurso en la Asamblea de las Naciones Unidas, el Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, recogiendo una fde las lecciones de la cuestión siria, que un liderazgo unilateral –en evidente alusión a Estados Unidos-, no puede resolver por sí solo los complejos y múltiples problemas económicos, políticos y medioambientales, entre otros, de nuestra época, sino que se requiere un esfuerzo colectivo que utilice, activamente, la vía político-diplomática que es la que establece la Carta de las Naciones Unidas..

Lo de “liderazgo unilateral” es un eufemismo diplomático pues, traduciéndolo, quiere decir que Estados Unidos debe abandonar su propósito de ser policía mundial y los acontecimientos de Siria lo demuestran.

Efectivamente, Estados Unidos y sus aliados de la Unión Europea no pueden resolver por sí solos los problemas que generan sus propias apetencias imperiales. El Medio Oriente ya les resulta incontrolable y América Latina, que ha sido su “patio trasero”, también ha decidido seguir su propio camino. No está lejana, asimismo, una crisis  en Paquistán.
                  La opinión de dos pensadores del imperio

En un libro que he citado en otras oportunidades, - “El Gran Tablero Mundial” (1997)-,Z. Brzezinski escribe que Estados Unidos, como todos los imperios tendrá su período de declinación que sitúa en la segunda década del siglo XXI, pero en el corto plazo deberá utilizar todos los medios que han cimentado su poder para mantener la hegemonía mundial. Esos medios, han sido su poder militar, económico, tecnológico y cultural. En este corto período, irá preparando su transformación para sustituir el “diktat”, que es la pecu.iaridad de su política después de la desintegración de la URSS,  por la cooperación.

       

 Parece que este momento ha llegado. En el tablero mundial, con Eurasia, ,  como epicentro-,donde según el estratega polaco-estadounidense, se juega el poder global, su  geoestrategia de contención (diseñada por Estados Unidos en la posguerra mundial) del espacio principal –Rusia y China-, la Unión Europea en el Oeste, el Medio Oriente en el Sur y Corea del Sur y Japón en el Sudeste, se empieza a desmoronar su influencia en la segunda zona.

En el Medio Oriente, Estados Unidos tiene en Israel a su aliado estratégico, basado en la identidad de sus intereses económicos, su cultura y su concepción de la vida. No ocurre lo mismo con el mundo musulmán, que tiene allí dos protagonistas que por su poder económico y su cultura, acuñada durante siglos, están destinados a recuperar su influencia en la región: Turquía e Irán (Imperio Otomano e Imperio Persa).


Me parecen justas las observaciones de otro libro de resonancia mundial , también del año 1997, del asesor de la CIA, Sammuel Huntington –“El choque de civilizaciones. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos””-  y donde expresa al respecto:

“Algunos occidentales, entre ellos el presidente Bill Clinton, han afirmado que Occidente no tiene problemas con el islam, sino sólo con los extremistas  islamistas violentos. Mil cuatrocientos años de historia demuestran lo contrario. 

Las relaciones entre el islam y el cristianismo, tanto ortodoxo como occidental, han sido con frecuencia tempestuosas. Cada uno de ellos ha sido el Otro del otro. El conflicto del siglo XX entre la democracia liberal y el marxismo-leninismo es sólo un fenómeno histórico fugaz y superficial comparado con la relación continuada y profundamente conflictiva entre el islam y el cristianismo. A veces, la coexistencia pacífica ha prevalecido; más a menudo, sin embargo, la relación ha sido de guerra fría y de diversos grados de guerra caliente. La «dinámica histórica», comenta John Esposito, «...encontró con frecuencia a las dos colectividades en competencia, y a veces enzarzadas en un combate a muerte por el poder, la tierra y las almas». A lo largo de los siglos, la fortuna de las dos religiones ha ascendido y decrecido en una serie de oleadas, pausas y contraoleadas momentáneas”.

Más adelante, agrega: “En los años ochenta y noventa, la tendencia general en el islam ha seguido una dirección antioccidental. En parte, ésta es la consecuencia natural del Resurgimiento islámico y la reacción contra lo que se considera gharbzadegi u «occidentoxicación» de las sociedades musulmanas. La «reafirmación del islam, sea cual sea su forma sectaria concreta, supone el repudio de la influencia europea y estadounidense en la sociedad, política y moralidad locales».  En el pasado, los líderes musulmanes decían de vez en cuando a su gente: «Debemos occidentalizarnos». Sin embargo, si algún líder musulmán ha dicho eso en el último cuarto del siglo XX, es una figura aislada”.

“De hecho, es difícil encontrar declaraciones de musulmanes, sean políticos, funcionarios, académicos, hombres de negocios o periodistas, en las que alaben los valores e instituciones occidentales. Por el contrario, insisten en las diferencias entre su civilización y la occidental, en la superioridad de su cultura y la necesidad de mantener la integridad de dicha cultura contra el violento ataque occidental. Los musulmanes temen y se indignan ante el poder occidental y la amenaza que supone para su sociedad y sus creencias. Consideran la cultura occidental materialista, corrupta, decadente e inmoral. También la juzgan seductora, y por ello insisten más aún en la necesidad de resistir a su fuerza de sugestión sobre la forma de vida musulmana. Cada vez más, los musulmanes atacan a Occidente, no porque sea adepto de una religión imperfecta y errónea (pese a todo, es una «religión del libro»), sino porque no se adhiere a ninguna religión en absoluto. A los ojos musulmanes, el laicismo, la irreligiosidad y, por tanto, la inmoralidad occidentales son males peores que el cristianismo occidental que los produjo. En la guerra fría, Occidente etiquetó a su oponente como «comunismo sin Dios»; en el conflicto de civilizaciones posterior a la guerra fría, los musulmanes ven a su oponente como «Occidente sin Dios».

Estas imágenes de un Occidente arrogante, materialista, represivo, brutal y decadente no sólo las tienen imanes fundamentalistas, sino también aquellos a quienes muchos en Occidente considerarían sus aliados y partidarios naturales. Pocos libros de autores musulmanes publicados en los años noventa, por ejemplo, recibieron el elogio otorgado a la obra de Fatima Mernissi “islam and Democracy”, generalmente saludado por los occidentales como la valiente declaración de una mujer musulmana moderna y liberal. Sin embargo, el retrato de Occidente contenido en ese volumen difícilmente podría ser menos halagador. Occidente es «militarista» e «imperialista» y ha «traumatizado» a otras naciones mediante «el terror colonial» (págs. 3, 9). El individualismo, sello de la cultura occidental, es «la fuente de toda aflicción» (pág. 8).

El poder occidental es temible. Occidente «solo decide si los satélites serán usados para educar a los árabes o para arrojarles bombas... Aplasta nuestras posibilidades e invade nuestras vidas con sus productos importados y películas televisadas que inundan las ondas... Es un poder que nos aplasta, asedia nuestros mercados y controla nuestros más simples recursos, iniciativas y capacidades. Así es como veíamos nuestra situación, y la guerra del Golfo convirtió nuestra impresión en certidumbre» (págs. 146-147)”.

Brzezinski , Asesor de Seguridad del Presidente Carter, organizó al Grupo Al Qaeda, en 1979, en la frontera noroeste de Paquistán con el beneplácito de Arabia Saudita y puso al frente a Bin Laden, miembro de la familia real saudí, para que defendieran su religión y su cultura contra el “Comunismo sin Dios”, que quería destruirla. Vencidos los soviéticos, los afganos advirtieron, enseguida, que los estadounidenses “tampoco tenían Dios” y que lo que procuraban eran las riquezas materiales del subsuelo, imponiendo un nuevo colonialismo. Y Al Qaeda se volvió contra ellos y contó con abundantes recursos financieros de los Emiratos del Golfo  y de Arabia Saudita.

                          Significativos acontecimientos recientes

El sentimiento antiimperialista musulmán, atizado además por el obstinado propósito de Israel de recolonizar todo el territorio palestino y la cooperación de la corrupta dictadura de Mubarak en Egipto, sostenida financiera y militarmente por Estados Unidos, con este objetivo, condujo al derrocamiento del dictador egipcio en el 2011 y la victoria electoral, el año siguiente de la Hermandad Musulmana, considerado por Occidente, un “movimiento moderado”. La reforma constitucional, implementada por este gobierno, alarmó a Israel y a los círculos imperialistas y el 3 de julio, el ejército de Mubarak derribó al Presidente Morsi e inició una persecución para erradicar el movimiento musulmán que es la mayoría del país.

La victoria musulmana en Túnez, Egipto y Libia en el 2011, alentó al gobierno musulmán de Turquía a derrocar al gobierno laico de Bashar Al-Assad, en Siria, contando con el apoyo financiero de Qatar y Arabia Saudita y militar de Estados Unidos y la Unión Europea. Formaron un Comando Supremo con un general que desertó del ejército sitio, estableciendo su sede en Turquía y una coalición de grupos musulmanes “amigos”, pero en el terreno, dominaron los sectores radicales, vinculados a Al-Qaeda, como el Frente Al Nusra y la organización “Estado Islamista en Irak y el Levante” (EIIL) cuyo objetivo es crear un estado islámico unido de Siria e Irak como eje central de un Califato que domine el Medio Oriente.
El “Resurgimiento Islámico”, amenaza la integridad de la Federación Rusa (Chechenia) y las repúblicas del Cáucaso y del Centro de Asia, que pertenecieron a la Unión Soviética y que forman actualmente una Comunidad de Estados Independientes”, con la Federación Rusa a la cabeza.

La inestabilidad de Afganistán, y la próxima retirada de las fuerzas de Estados Unidos y la OTAN, de este país, preocupa a Rusia, pues Tayikistán tiene una frontera de 1500 quilómetros con Afganistán y la penetración de grupos de Al Qaeda pueden desestabilizar todo su flanco sur.

Por otra parte, Rusia reconoció a la dictadura militar egipcia, recibiendo con alivio el derrocamiento del Presidente Morsi. El primer viaje al exterior del Ministro de Relaciones Exteriores del régimen golpista fue a Moscú, donde el Kremlin prometió su cooperación con el autodefinido “gobierno de transición”.
Pensamos que este tema y el asesinato del embajador de Estados Unidos en Libia, así como la activa presencia de Al Qaeda en Yemen, Malí y Nigeria, dominaron la conversación privada que sostuvieron Vladimir Putin y Barack Obama en San Petersburgo, el 5 de setiembre, donde el mandatario ruso habría convencido a su homólogo de la Casa Blanca, que la desestabilización de Siria conduciría a la desestabilización de todo el Medio Oriente, y los dos países, Rusia y Estados Unidos, perderían; en consecuencia, la política aconsejable era unirse para controlar al extremismo islámico.

La iniciativa de Irán de reabrir la discusión sobre su programa nuclear, ha sido un aporte coadyuvante al nuevo clima, recibido rápidamente por Obama como un “aporte constructivo”, pero con simulada desconfianza por Israel que, para completar el panorama de distensión regional tendría que firmar el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, decisión que rechaza terminantemente ya que es el único país que posee estas armas.

Para Obama, aceptar la vía diplomática y la recuperación del papel del Consejo de Seguridad de la ONU para resolver las controversias, propuesta por Putin, era un reconocimiento explícito que el “liderazgo mundial de Estados Unidos”, ha llegado a su término. Pero subsiste la duda si el esfuerzo conjunto de Rusia y Estados Unidos, podrán contener el “Resurgimiento Islámico” que, según Huntington, no es patrimonio de Al Qaeda sino de la inmensa mayoría del orgulloso pueblo musulmán, aplastado por siglos de colonialismo.


miércoles, 18 de septiembre de 2013

SIRIA EN EL TABLERO GEOPOLÍTICO DEL MEDIO ORIENTE


En el proyecto hegemónico universal de Estados Unidos, el control del Medio Oriente, es fundamental, por sus cuantiosos recursos petroleros y por ser el puente entre Europa Occidental y el Asia Oriental. Z. Brzezinsky, lo explicaba con mucha claridad en su libro “El Gran Tablero Mundial” (1988), un agudo análisis geopolítico que señala la estrategia que debe seguir Estados Unidos “para alcanzar su sueño de Romanos del Siglo XXI”, como diría José Enrique Rodó, eme ñ 1900.

En este tablero, su aliado principal es Israel y sus rivales estratégicos, Rusia y China. La condición de Israel es muy clara por su influencia en las finanzas de Wall Street y la City de Londres, los núcleos duros del capitalismo desarrollado que ha desbordado los límites que puede imponerle el Estado; por su parte Rusia, que ha restaurado el capitalismo, con el advenimiento de Vladimir Putin en el 2000, colocó al Estado como regulador de esa restauración, derrotando a los adláteres de Yeltsin que querían convertir a ese país con vastísimos recursos y potencial científico, en sucursal financiera de Occidente. No hay que indagar mucho en la historia de Rusia y sus conflictos con Francia, Gran Bretaña y Alemania, de la inviabilidad del proyecto de los banqueros de Yeltsin.

La República Popular China, que ha restaurado parcialmente el capitalismo, se convirtió, en 1972, en una pieza decisiva en la estrategia defensiva de Kissinger-Nixon, ante la derrota de Estados Unidos en Vietnam y, después de la muerte de Mao Tsé Tung en 1975, trazó su política de “apertura al exterior”, habilitando varias zonas francas donde se instalaron empresas multinacionales de Estados Unidos, Japón, Gran Bretaña y Alemania. Los productos de refinada tecnología, compitieron con las propias matrices nacionales,y  la acumulación de reservas monetarias de este comercio, férreamente controladas por el Estado chino, le permitió financiar la recuperación y modernización de su paralizado aparato industrial. Desde 1979 hasta el 2011, la economía de China creció a una tasa del 9% anual, registro sin precedentes en la historia y hoy es la segunda economía mundial, con un mercado de 1.300 millones de habitantes.
La doctrina del asesor de la CIA, Francis Fukuyama, del “fin de la historia”, proclamada después de la desintegración de la Unión Soviética, pasó al olvido.

El Estado de Israel, con su política de recuperar todo el territorio de la antigua Palestina, para restaurar el Reino de David y Salomón, es el principal factor desestabilizador del equilibrio político en el Medio Oriente. El conflicto entre árabes palestinos e israelíes, lleva 64 años y medio y no hay solución a la vista, ya que Israel no renuncia a sus objetivos y la resistencia palestina, que lucha por el reconocimiento de un Estado plenamente soberano, no tutelado por el Estado Judío, tampoco.

La crisis en Siria se inscribe en este contexto aunque tiene sus propias peculiaridades. Irán y Siria apoyan a los sectores radicales de la resistencia palestina –Hezbollah en el Líbano y Hamas, en la Franja de Gaza. El enemigo principal de Estados Unidos e Israel, por ser el más poderoso, es Irán. Los aliados árabes de Estados Unidos, son los Emiratos del Golfo, Arabia Saudita, Jordania y Turquía (ésta forma parte de la OTAN), donde domina el capital estadounidense y británico.

Desde 1978, cuando Anuar El Sadat firmó la paz por separado con Israel, Egipto, y su ejército, fueron el principal bastión de seguridad para Israel, hasta el derrocamiento de Hosni Mubarak y la victoria electoral de la Hermandad Musulmana en mayo de 2012, que instaló en el gobierno a Mohammed Morsi. El acercamiento de este a Hamas despertó la desconfianza de Estados Unidos e Israel, que apoyaron el golpe de Estado militar que derrocó a Morsi, el 3 de julio de este año. Para imponerse, el ejército realizó una masacre de la resistencia pacífica de la Hermandad Musulmana.

Para retomar la iniciativa y desviar la atención de lo que estaba sucediendo en Egipto, el 21 de agosto, Estados Unidos, sus aliados árabes e Israel, con el apoyo de los poderosos medios de comunicación a su disposición, cambiaron el escenario, centrando la atención en la guerra civil que se libra en Siria, con una insurgencia a la defensiva, denunciando la utilización de armas químicas por parte del gobierno.
Estados Unidos amenazó de inmediato con intervenir militarmente, sin consultar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en una maniobra evidente para ocultar la feroz represión del ejército egipcio y recuperar la confianza de la población árabe sunnita –dominante en Arabia Saudita y Turquía. Esta decisión del Presidente Barack Obama, presentaba muchos riesgos y un estado de opinión interna negativo, situación que fue captada por el gobierno ruso que manifestó su apoyo incondicional, político y militar, al Presidente Al Assad y la exhortación, con el apoyo de China, a Obama a buscar, en forma conjunta, una salida por la vía diplomática, en el marco del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Estados Unidos cedió porque la tesis de una “guerra limitada”, sin intervención de la infantería, era insostenible pues nadie podía evaluar las reacciones que provocaría el ataque con misiles crucero; observación que hizo el Jefe del Pentágono, General Dempsey en su testimonio en la Comisión de Defensa del Senado, en línea con la opinión pública y la mayoría del Congreso, donde pesa el fracaso de las intervenciones en Iraq, Afganistán y Libia y la pérdida permanente de soldados. Por otra parte, entre los “halcones” del Partido Republicano, como el Senador Mc Cain, de Arizona, partidarios de una escalada de alcance mayor que derrocara al Presidente Al-Assad, gravitó, contradictoriamente, el tema del déficit del Presupuesto y el techo de la deuda, extremos que buscan limitar para trabar la gestión económica del Presidente con miras a obtener buenos frutos electorales.

Otro aspecto de la compleja situación del Medio Oriente, es el fortalecimiento de los sectores extremistas del Islam, a cuya cabeza se encuentra Al Qaeda. Estos grupos, procuran un retorno a los principios fundacionales del Islam y a la grandeza de los califatos, reivindicando la “Guerra Santa” (Jihad), contra Occidente y los Estados Laicos, como método. Estados Unidos y la Unión Europea los considera organizaciones terroristas y cuentan con abundante apoyo financiero y militar de Qatar,, Arabia Saudita y Turquía. Rresisten activamente en Afganistan, hostigan a diario con atentados al gobierno chiita de Iraq, controlan la región de Cirenaica en Libia y son la fuerza principal que combate al régimen de Al-Assad en Siria, en ciudades como Homs, Aleppo y varias localidades de la frontera sirio-turca. Han usado gas sarín, según fuentes de las Naciones Unidas y de la CIA. El derrocamiento de Assad es el objetivo principal de la rama de Al Qaeda en Siria, el Frente Al-Nusra, considerado el “grupo más agresivo, disciplinado y exitoso” de cuantos combaten al gobierno sirio, como lo ha señalado el columnista del “Washington Post”, David Ignatus.    El “Ejército Libre de Siria”, comandado por un desertor del ejército sirio, el General Salim Idriss y apoyado por Estados Unidos, no ha podido asegurar la unidad y verticalidad del mando sobre este y otros grupos y ello ha provocado el estancamiento de las operaciones de la resistencia. La opinión pública democrática, en Estados Unidos y en el mundo, se pregunta si la eventual caída de Assad, no repetirá la “historia” de Afganistán, Iraq y Libia.   
                          
Aparentemente, la propuesta rusa ha significado un alivio para Obama pero la oposición de sus aliados árabes –estimulados ahora por Francia que busca réditos económicos y políticos-, la preocupación de no ofrecer una imagen de derrota, las reservas de Israel, que pretendía sacar partido de la caída de Al Assad, aislando a Irán e imponerle condiciones al Presidente M. Abbas, líder de una vacilante OLP, enfrentada a Hamas-, indican claramente que el camino de la vía diplomática no será un sendero de rosas. Pero lo cierto, es que Estados Unidos no tendría otra alternativa ante los enormes riesgos de una nueva guerra.



viernes, 13 de septiembre de 2013

URUGUAY EN CAMPAÑA ELECTORAL


Todos los partidos políticos se encuentran en campaña electoral a pesar que la elección general será en octubre del año próximo y las internas, para elegir el candidato de cada partido se realizarán en junio. ¿Por qué esta precipitación a poco más de tres años del gobierno que preside José Mujica con un mandato de cinco?.

La iniciativa ha correspondido a los dos principales partidos de oposición, el Partido Nacional o Partido Blanco y el Partido Colorado. Han influido en la decisión, la huelga de sectores de la enseñanza pública Primaria y Secundaria, en oportunidad de tratarse en la Cámara de Representantes, la última Rendición de Cuentas (Presupuesto) de este período de gobierno. Pero, además, ha pesado la lucha interna en esos dos partidos por ganar la interna; en el Partido Nacional, la contienda se libra entre el Senador Jorge Larrañaga y el hijo del ex presidente Lacalle, Luis Lacalle Pou. en el Partido Colorado, el hijo del dictador Juan María Bordaberry, Pedro Bordaberry, y José Amorín Batlle.

Los dos Partidos son conservadores y nacieron a poco de haberse fundado la República pero, a través de los tiempos, han tenido divisiones que marcan, hasta hoy, sus trayectorias. Lacalle Pou, al presentarse como un candidato joven y “renovador”, procura lavar el rostro político de su padre, abordando algunos temas sociales que su progenitor abomina. Pedro Bordaberry, por su parte, carga con el enorme peso de un ascemdiente inmediato de odiosa memoria en la opinión pública democrática y la línea política que sigue no lo distancia demasiado de su padre.

No sorprende, entonces, que ni el Partido Blanco ni el Partido Colorado hayan podido erosionar en forma sustancial la imagen del gobierno del Frente Amplio. Las últimas encuestas, indican que, si las elecciones se realizaran hoy, el candidato del Frente Amplio ganaría en la primera vuelta y, eventualmente, con la mayoría absoluta en ambas cámaras, repitiendo la perfomance del 2004 y del 2009.

Los dos Partidos, con el apoyo de los medios de comunicación privados, han dirigido los embates contra el gobierno, en tres puntos: la inseguridad interna, el estado de la educación pública y la política exterior.
El aumento de los delitos violentos, es un gran problema que el gobierno, todos los partidos y la sociedad reconocen su gravedad. La diferencia radica en la evaluación de los factores de este crecimiento de la criminalidad, su origen y, en consecuencia, las soluciones. La oposición insiste en mayor represión y la reducción de la edad de inimputabilidad de 18 a 16 años. El gobierno, su Partido y los sectores más ilustrados de la sociedad, lo presentan como un problema complejo, multifactorial, al que se ha agregado el tráfico y consumo de drogas duras. El Ministro del Interior, Eduardo Bonomi (a quien la oposición ha solicitado reiteradamente su renuncia), ha seguido una política de corto y largo plazo: reestructura de los servicios policiales, equipamiento adecuado, ampliación de la infraestructura carcelaria, instrumentación de medios y  métodos modernos de reeducación y rehabilitación, enérgico combate al narcotráfico y a la corrupción policial.

En el Uruguay, los delitos cometidos por los menores comprendidos en las edades de 13 a 18  son penalizados con un máximo de 5  años de prisión; los delitos cometidos por mayores de 18 años, el máximo es de 30 años y, eventualmente, de acuerdo a la peligrosidad del delincuente, 15 años adicionales de seguridad.

Otro punto de ataque a la gestión del gobierno, es el estado de la educación pública básica, que revela altos índices de deserción y repetición.

Es obvio que la educación, en una época de acelerado desarrollo de las tecnologías y cambios culturales, provocado por la globalización de las comunicaciones, televisión e internet, exigen la atención permanente del sistema educativo, al que se suman las crisis económicas con la formación de los barrios periféricos, la emigración a las ciudades de la población rural, la desintegración de la familia, la prostitucion, la liberación sexual y los hijos que aparecen “por accidente”, la expansión del consumo de drogas y el tráfico al menudeo como medio de vida, entre otros múltiples factores.

Para encarar esta problemática se necesita, una batería convergente de políticas económicas, sociales y educativas. Por lo tanto es erróneo un enfoque unilateral del fracaso escolar, a partir solamente de la escuela o el liceo. La oposición al gobierno reivindica este enfoque y atribuye a los sindicatos docentes, que cogobirernan en la enseñanza, la responsabilidad de la crisis, reclamando el traslado de la conducción en su totalidad a la esfera política.

Las políticas seguidas por el gobierno del Frente Amplio han sido: el equipamiento con computadoras individuales a todos los estudiantes de la enseñanza pública básica, la ampliación del número de escuelas de tiempo completo, la adecuación de las infraestructuras edilicios y el equipamiento didáctico, la creación de la Universidad Tecnológica en vías de instrumentación y el proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, actualmente en discusión en las cámaras y que procura insertar a los medios electrónicos en el esfuerzo educativo que debe realizar toda la sociedad. La oposición ha emprendido una enérgica campaña contra este proyecto, al que considera limitativo de la libertad de prensa, pero lo que en realidad defiende, es el monopolio que los grupos de poder económico tienen sobre estos medios y a través de los cuales realizan un constante trabajo ideológico.

Lo que falta es una política económioc-osocial integral de recuperación de los barrios periféricos, marginados del proceso social, lo que exige grandes recursos financieros que están limitados por los poderosos intereses de clase y las obligaciones externas de la deuda. Hay oposición en el equipo económico del gobierno a gravar con impuestos a las grandes  ganancias de los terratenientes y la banca, posición que es entusiastamente apoyada por los partidos Colorado y Blanco. Y si no hay más recursos fiscales, el equilibrio macroeconómico, en un período de incertidumbre económica mundial, sería muy peligroso alterarlo.

Un tercer aspecto de la política gubernamental que es objeto de los dardos de la oposición, es la activa política de integración latinoamericana practicada por el Presidente Mujica. Es una orientación que también ha creado fisuras en el seno del gobierno, muy bien aprovechadas por la oposición. Para la izquierda uruguaya, se trata de una cuestión estratégica, no así para la clase oligárquica dominante que sostiene que la concepción de un “Estado tapón” le proporciona más beneficios.

Los partidos de izquierda uruguayos, consideraron en la década de los 60’ que la unidad latinoamericana era indispensable para liberarse de la tutela del imperialismo norteamericano. También pensaban lo mismo políticos burgueses como Getulio Vargas en Brasil, y Perón en Argentina. La Revolución Cubana encabezó este movimiento pero la alianza oligárquico-imperialista, desencadenó una cadena de golpes de Estado, y  la desintegración de la Unión soviética, en 1991, liquidó esas expectativas., por lo menos en el corto y mediano plazo. El triunfo aplastante de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de Venezuela en 1958, rescató el proyecto y le dio un impulso decisivo.  En junio de 1990, el Presidente de Estados Unidos, George H.W. Bush, lanzó la Iniciativa para las Américas . La potencia imperial proponía el libre comercio,  abundantes inversiones y reducción negociada de la deuda a cambio de una apertura absoluta de las economías.  En noviembre de 1993, Estados Unidos, Canadá y México, firmaron el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, en inglés).  En diciembre de 1994, el Presidente William Clinton, propuso la creación de un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), integrado por 34 países menos Cuba, que seguía el patrón del NAFTA. El Presidente George W. Bush (hijo), intentó imponerlo en la Cumbre de Mar del Plata, de noviembre de 2005, pero fracasó por la oposición de Brasil, Argentina y Venezuela.

La delegación uruguaya, encabezada por el Presidente Tabaré Vázquez, votó en contra el proyecto imperialista junto a los países anteriores pero luego intentó celebrar un acuerdo bilateral de libre comercio con Estados Unidos, si n el consentimiento del MERCOSUR. Este punto y la oposición de Argentina a la construcción de una fábrica de celulosa en el limítrofe Rio Uruguay, estuvieron en el origen de fuertes tensiones entre los dos países que caracterizaron todo el gobierno de Vásquez.
Mujica se propuso superar esta situación y lo logró, debiendo enfrentar una muy dura crítica de la oposición que no ha ahorrado gruesos calificativos para el mandatario a quien ha acusado de ser servil a la política exterior argentina. No obstante, Mujica cuenta con una gran consideración en toda América Latina y el Caribe, por defender un proceso de integración que respete las peculiaridades de cada país.
En la reunión de la Comunidad Económica de América Latina y el Caribe (CELAC), reunida en Santiago de Chile, en enero de 2013, explicó la necesidad de la integración continental: ““Este clima que estamos viviendo, de gente que piensa muy distinto y, sin embargo, se da cuenta de que tenemos que andar juntos, nunca se vio en la historia de nuestra América. Este proceso es consecuencia de la época que nos toca vivir, somos funcionales al tiempo, el desarrollo y el impacto colosal de las fuerzas productivas que está cambiando al mundo”. Agregó que este proceso “continuará porque el mundo se está organizando en gigantescas unidades”.

Estas palabras sintetizan el pensamiento actual integracionista del continente. Unidos, podemos ser escuchados e influir en las decisiones; separados, permaneceremos sometidos.

Los movimientos en el tablero electoral, iniciados por la oposición, obligaron al Frente Amplio a adelantar el movimiento de sus piezas. El ex Presidente, Tabaré Vázquez, que sostuvo, al dejar el gobierno en el 2010, su voluntad de volver “si la Biología y el Frente Amplio se lo solicitaba”, aceptó su pre candidatura a la Presidencia.  Cuenta con el apoyo del Presidente Mujica y de una mayoría apreciable en la coalición y nadie duda que en octubre de 2014, vencerá. No obstante, hay sectores minoritarios del FA, disconformes con su gestión, especialmente en política exterior y su insistencia en afirmar que el imperialismo norteamericano no es hoy una amenaza y que la izquierda debe eliminar de su programa ese cuestionamiento.
Sin embargo, no hay en el Frente amplio otro candidato o candidata que pueda reunir la masa de votos que es capaz de alcanzar el Doctor Vásquez y este es un argumento de peso, decisivo, para la coalición de centro-izquierda.


miércoles, 7 de agosto de 2013

LA LUCHA POR EL PROGRESO SOCIAL


Es un lugar común la utilización de los términos “derecha” e “izquierda” cuando analizamos el espectro de una situación política. Creo que es más apropiada la terminología que utilizan los españoles que hablan de “derechas” e “izquierdas”, porque son muchos los matices en ambos grupos e incluso diferencias radicales.

Para encontrar el origen de estas denominaciones, hay que ir a la Revolución Francesa. En el hemiciclo de la Asamblea Legislativa, órgano creado por la Constitución  de 1791, las bancas de la derecha eran ocupadas por la gran burguesía y las de la izquierda por la pequeña burguesía que no se conformaba con la revolución antifeudal triunfante sino que reclamaba políticas sociales para la población explotada.

Los obreros no existían como clase, situación que se configurará más tarde con el nacimiento y expansión de la industria fabril; junto con los campesinos, formaban la parte más explotada de la población.

En todas las épocas, los sectores sociales explotados –esclavos y siervos- se rebelaron contra sus opresores, pero terminaron aplastados. Existieron escritores, de pensamiento humanista, que concibieron sociedades utópicas pero el peso de las religiones que consideraban a la sociedad de clases como un “orden natural”, fue un obstáculo al desarrollo de la conciencia –guiada por la reflexión- para encontrar el camino que permitiera la transformación social.

La consolidación del poder burgués, en el siglo XIX, y el capitalismo industrial y comercial como su base material, significó la transformación del sistema político, la universalización de la enseñanza escolar para educar al ciudadano y el desarrollo científico y técnico que la permanente modernización del aparato productivo, requería.

La reflexión política dio un gran salto porque el sistema burgués mostró, rápidamente,  que la consigna de “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, solo tenía dimensión jurídica pero no real. La idea de justicia es tan antigua como la humanidad pero es una idea moral, subjetiva. Las primeras organizaciones obreras, en la primera mitad del siglo XIX, elaboraron sus doctrinas y estrategias, tomando como eje el imperativo moral de justicia. El fracaso de estas concepciones idealistas quedó de manifiesto en la Revolución Francesa de 1848. El resultado fue el advenimiento de Napoleón III y la restauración del Imperio.

No obstante, en el curso de las luchas obreras de la década de 1840, surgía otra concepción cuya tesis principal es “La historia de las sociedades es la historia de la lucha de clases” y al abordar la sociedad burguesa-capitalista sostenía que ésta, para desarrollarse, creaba a quienes le darían sepultura: la clase obrera.

Carlos Marx fue su autor. La revolución, conducida por la clase obrera, era la vía para el cambio del sistema social que debía inaugurar una nueva época para la humanidad. Pero para alcanzar el éxito, debían darse determinadas condiciones objetivas y subjetivas, entre ellas, la profundidad de la crisis económica y social, la conciencia de las grandes masas, su organización, las relaciones de fuerza entre el movimiento revolucionario y el poder burgués, etc.

El siglo XX conoció una revolución triunfante, guiada por el pensamiento marxista –la Revolución Rusa de Octubre de 1917- que duró 7 décadas y finalmente se derrumbó en 1991. El sistema capitalista, liderado por el imperialismo norteamericano, consideró este acontecimiento como su victoria y el fin de la historia de las revoluciones sociales.

Sin embargo, el capitalismo desarrollado, dueño de todo el terreno y de toda regulación estatal, está inmenso en una crisis económica de gran profundidad y su poder militar tiene dificultades para conservar sus áreas estratégicas en el mundo, mientras emergen otras economías capitalistas pujantes, con severa regulación estatal, y bloques que anuncian que su hegemonía global está en una pendiente irreversible, aunque no signifique, en el corto y mediano plazo, su desaparición.

La revolución es el único camino para un cambio del sistema social, porque el capitalismo, por su naturaleza, es explotador,  pero, como se señaló antes, son necesarias determinadas condiciones históricas objetivas y subjetivas que solo podrán ser alcanzadas en el largo plazo. Mientras tanto, la izquierda revolucionaria debe moverse –si es gobierno- con una estrategia y táctica que necesariamente tiene que tener en cuenta las limitaciones que le impone el sistema capitalista dentro del cual se mueve.

Es un error considerar que la revolución está a la vuelta de la esquina y que basta la voluntad política para alcanzar la victoria. Y también es un error afirmar que, dentro del sistema capitalista no se puede hacer nada.

Hay que tener claro que las fuerzas conservadoras solo ven en la economía una fuente para acumular el máximo de riquezas y que todo su discurso electoral es demagogia pura para captar incautos. La izquierda, en cambio, puede reservar al Estado las áreas estratégicas de la economía, limitando el control del mercado por los monopolios privados, utilizar la política tributaria como instrumento para financiar los servicios sociales y mejorar la distribución de la renta nacional, así como una política exterior activa de integración continental y solidaria con todos los pueblos que luchan contra el imperialismo. Ser de izquierda, y revolucionario hoy, es fundamentalmente apoyar estas orientaciones, sin que ello signifique resignación pues nadie prever lo que nos deparará la historia. Es un error de algunos gobernantes de izquierda, buscar subterfugios para explicar políticas del más puro cuño capitalista, como los estímulos a la inversión privada extranjera, cuando la verdad es el mejor argumento político. Vivimos una época en que las condiciones objetivas son tales y nuestras fuerzas son muy débiles para cambiarlas. Esta es la verdad, lo que no implica que seamos leales a las ideas revolucionarias y eduquemos a las nuevas generaciones en esa perspectiva.


Para seguir el mejor camino, dentro de los límites que impone el sistema, es fundamental que su gobierno de izquierda cuente con mayoría parlamentaria absoluta, pues de lo contrario tendría que buscar acuerdos con el sector conservador que, en estos casos, siempre gana.  Esta es la responsabilidad que tiene la ciudadanía que cree en el progreso social al tener que realizar la opción electoral.





sábado, 29 de junio de 2013

27 DE JUNIO: UN GOLPE ANUNCIADO

Le llamo “un golpe anunciado” porque el proceso se inició el 12 de febrero de 1973, con el acuerdo alcanzado en la Base Aérea de Boiso Lanza por Juan María Bordaberry y tres sectores militares: los pachequistas (Bolentini, Chiape Pose, etc), los seguidores de Gregorio Álvarez y los “Tenientes de Arrtigas” de Oscar Mario Aguerrondo. De allí nació el Consejo de Seguridad Nacional (COSENA), incorporado al Poder Ejecutivo, violando la Constitución de la República. A partir de este momento, los militares asumen el gobierno, reduciendo el Parlamento a una posición secundaria. Finalmente, el 27 de junio el Parlamento fue disuelto y los derechos políticos establecidos en la carta fundamental, fueron conculcados. Lo que vino luego, fue el horror que, por otra parte, ya habían puesto en práctica los escuadrones de la muerte, organizados durante el gobierno de Pacheco Areco y la autonomía de los mandos militares en el primer año de gobierno “constitucional” de Bordaberry (1972).

El golpe del 27 de junio de 1973, fue la culminación de una crisis estructural que primero mostró la debilidad de nuestra economía, dominada por el latifundio y la succión de los recursos fiscales por la banca internacional prestamista, así como la incapacidad de los gobiernos, por su naturaleza clasista, para resolverla. Los síntomas aparecieron en 1953, después de la Paz de Corea. El batllismo perdió el gobierno en 1958 y el gobierno blanco, con la Reforma Azzini, organizó el festín de los latifundistas y los banqueros. Ya los ruidos de sables se sintieron en 1965, peligro que fue conjurado por el ascendiente militar y político que tenía el General ® Oacar Gestido, que ascendió a la Presidencia el 1 de marzo de 1967. Pero Gestido no pudo resolver la crisis y un infarto lo mató en la madrugada del 6 de diciembre de ese año. Le sucedió Pacheco Areco que quiso imponer a sangre y fuego las recetas del Fondo Monetario Internacional, gobernando cuatro años con Medidas Prontas de Seguridad, aplicando por primera vez la militarización de los funcionarios públicos y lanzando amenazas de golpe cuando el Parlamente intentaba levantarlas.

La izquierda uruguaya, dividida desde la Revolución Socialista en Rusia, en octubre de 1917 y agudizada por la “Guerra Fría” lanzada por Estados Unidos contra la Unión Soviética en 1947, recién fue superada en febrero de 1971, con la creación del Frente Amplio, presidido por el General Líber Seregni que había renunciado al Comando de la Región Militar Nº 1 –la más poderosa- por no compartir la decisión de Pacheco de utilizar a las Fuerzas Armadas como brazo ejecutor de la política represiva del gobierno. La nueva organización estaba integrada por todas las fuerzas de izquierda, con el respaldo de la clase obrera, y la mayor parte de la intelectualidad y juventud estudiosa, así como la pequeña burguesía progresista desprendida del Partido Colorado y del Partido Nacional, sumándose, además, el nuevo Partido Demócrata Cristiano surgido de la división de la vieja Unión Cívica. Un programa antioligárquico y antiimperialista, los unió a todos, el que fue expuesto detalladamente por el General Seregni –un batllista, amigo de Luis Batlle que estaba convencido que la crisis económica era “estructural”- en el primer acto público de la organización, realizado el 26 de marzo de 1971, en la Explanada Municipal. Fue un acto que conmovió a todo el país y provocó la reacción de las fuerzas de derecha, alentadas y financiadas por Estados Unidos, que trataron por todos los medios de ensuciar el período electoral, especialmente en el interior del país.

El Dr. Julio M. Sanguinetti, que fue Ministro de Educación y Cultura de Bordabgerry en 1972, inventó la teóría de los “dos demonios”, para explicar la dictadura y justificar el Pacto del Club Naval que, en los hechos amnistiaba a los militares responsables de los crímenes cometidos contra todos los que defendían los cambios estructurales, lo que falta a la verdad. Los tupamaros, que habían optado por la acción directa contra el “pachecato”, estaban militarmente derrotados en setiembre de 1972 y las Fuerzas Armadas debían regresar a los cuarteles. La verdad es que había un vacío de poder por la crisis de los partidos tradicionales y Estados Unidos temía un giro a la izquierda de América Latina, incluyendo a Uruguay que se preparaba para seguir el camino iniciado, en Chile, por la Unidad Popular, que llevó a la Presidencia a Salvador Allende, en 1970. En consecuencia, los golpistas actuaron con la guiñada de Washington y de la CIA que es su herramienta para estos casos.

Pese a los crímenes de lesa humanidad de la dictadura y su objetivo de destruir el movimiento social y político del pueblo organizado, el giro a la izquierda no pudo ser frenado, abriéndose (2005) en la historia del país una fase en que los seculares partidos tradicionales, refugio de la oligarquía, cedieron el gobierno a una alianza social de trabajadores y capas medias que tienen como desafío avanzar dentro de los estrechos marcos que le permite un capitalismo exacerbado y hegemónico a nivel mundial.


viernes, 24 de mayo de 2013

LOS MISTERIOS DEL "DÓLAR TERCO"


En el Congreso de la Federación Rural, el Presidente Mujica expresó –más o menos- que estamos luchando contra un dólar terco que está afectando la competitividad de nuestras exportaciones. No aclaró, sin embargo, cuáles son las causas de la terquedad de un dólar bajo que se resiste a subir de precio en moneda nacional, a pesar de las continuas compras que realiza el Banco Central.

Para cualquier persona, medianamente informada, no existe ningún misterio. Factores externos y de política interna, lo explican.

En setiembre del 2008, explotó la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos y tres gigantes financieros –Fannie Mae, Freddie Mac y Lehman Brothers se declararon insolventes. Los dos primeros fueron “salvados” por el Estado pero el tercero quebró irremediablemente.  Una cadena de agujeros fueron revelados por los grandes bancos de inversiones que determinaron sus clausuras y la onda expansiva de la crisis alcanzó a los principales bancos europeos. Un primer paquete de 700 mil millones de dólares fue implementado por el gobierno de George W. Bush para apuntalar a los grandes bancos como el Bank Of Amerifca, el Citigroup y el JP Morgan, haciéndose cargo el Estado de sus carteras incobrables. El Partido Republicano perdió las elecciones y el nuevo gobierno demócrata, encabezado por Barack Obama, lanzó un nuevo paquete de dimensiones mayores con el mismo objetivo. El enorme déficit del Tesoro que se  generó, fue financiado con emisiones del Banco de la Reserva Federal que es el banco central de Estados Unidos.

Esta política evitó la caída en la Depresión –no en la recesión- que es cundo el producto bruto se desploma más de un 10% y la desocupación se eleva a más de un 20% de la fuerza laboral activa (En la crisis de 1929, el PIB cayó un 34% y el paro alcanzó el 25%). También, la abundante liquidez evitó la deflación que ocurre cuando los precios caen por debajo de la tasa de interés nominal que no puede ser negativa. Con los precios en caída, y la tasa de interés positiva,  la rentabilidad es negativa. En este caso, las emisiones de dinero, aun con intereses próximos a cero, no dan resultado por desinterés de los inversores, cayendo la economía en una “trampa de liquidez”.

Actualmente, un tercer paquete negociado en el Congreso entre demócratas y republicanos, lanza al mercado 85 mil millones de dólares mensuales. El tiempo transcurrido desde el 2008 muestra que la economía de Estados Unidos se encuentra en una “trampa de liquidez” ya que no crece pese a la incesante inyección de dinero.

¿Cómo estimular la economía, después que se agote el apoyo fiscal?? se preguntaba el economista Paul Kdrugman el 17 de noviembre de 2008, en su columna del The New York Times. Para encontrar la respuesta manejó los datos estadísticos de 5 indicadores: en el período 1969-2007. Los cuatro primeros, eran positivos pero el cuarto –la balanza comercial-. no. De estos resultados, hace la siguiente reflexión:

“Lo que se destaca de inmediato es la combinación de alto consumo y amplio déficit comercial. En el 2007, la inversión residencial (inmobiliaria) había caído a niveles normales y la inversión no residencial fue también bastante normal”.

“El consumo probablemente no volverá a los niveles del 2007 como parte del PIB ya que el ahorro está en retroceso. Entonces, ¿quién llenará esta brecha una vez que termine el Plan Fiscal de Estímulo? ¿La construcción de viviendas? No por largo tiempo. ¿La inversión en negocios? Es muy difícil. Lo natural debería ser importar menos para reducir el déficit comercial”.

“Pero lo que hace más difícil las cosas es que el resto del mundo también se encuentra en una depresión y, en particular, si los mercados emergentes están enfrentando crisis monetarias”.

“Lo que sugiere todo esto –en una apreciación muy tosca- es que nuestro Plan Fiscal de Estímulo opera como una crucial bisagra necesaria para poner bajo control no solo  nuestro sistema financiero, sino el sistema financiero mundial”.

Esto lo decía Krugman a finales del 2008 y hoy estamos en el 2013. Estados Unidos no ha salido de la crisis y la Reserva Federal sigue emitiendo dinero para evitar la depresión, abatiendo el dólar frente a sus competidores para estimular sus exportaciones como única alternativa. Esta política la definió el Ministro de Hacienda de Brasil, Guido Mantega, en setiembre de 2010, de “guerra de divisas”. La Zona Euro es la que ha sufrido el impacto más fuerte, pero está amenazada toda la economía y el comercio mundial.

Brasil ha reaccionado ante esta política que paralizaba sus exportaciones, aplicando impuestos que absorben la ventaja que ofrecía el diferencial de las tasas de interés de los bancos centrales de Estados Unidos y Brasil. También Chile. Otros países latinoamericanos han establecido el contralor de las divisas y un tipo de cambio administrado.

Sin embargo Uruguay insiste en su proyecto de plaza financiera, puesto en marcha en 1974, bajo la dictadura, facilitando el ingreso de los capitales golondrina favorecidos por ese diferencial entre las tasas de interés de ambos países que empujan el precio del dólar en pesos uruguayos hacia abajo. En su última reunión, realizada en marzo de este año, el Comité de Política Monetaria del Banco Central del Uruguay, resolvió mantener la tasa de referencia en 9,25%, al tiempo que señala que dada la débil recuperación de Estados Unidos y las turbulencias en Europa, las “tasas de interés internacionales continuarán extraordinariamente bajas…y se mantendrán los flujos de capitales hacia las economías emergentes”. Quiere decir que las operaciones de “cargar (“carry”) “dólares gordos” en la plaza local” y llevárselos, es un excelente negocio para los especuladores que profundizará, la apreciación del peso, como se está observando en estos días, pese a la política de encajes y compras del BCU.

Sí, la política financiera del imperialismo norteamericano es “terca” (Krugman dice que es para salvar su sistema financiero y al resto del mundo) y no va a cambiar –ni ellos mismos saben si podrá cambiar- dentro de un período previsible. Pero Uruguay no tiene por qué favorecerla sino adoptar las medidas defensivas seguidas por Brasil y Chile y devolverle a la economía (frenando el ingreso de capitales especulativos)–con un dólar un poco más alto más alto- la competitividad que está perdiendo en el mercado mundial.



miércoles, 8 de mayo de 2013

OFENSIVA DE LA DERECHA EN AMÉRICA LATINA


John Kerry no es un novato de la política; ha integrado el Senado durante 28 años y ha sido presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de ese cuerpo. Obama lo designó Secretario de Estado, al iniciar su segundo mandato, en sustitución de Hillary Clinton.

El 17 de abril, compareció ante la Comisión de la Cámara de Representantes para defender el presupuesto asignado a su cartera y analizó la aplicación de esos recursos en las distintas regiones del mundo, como “guardián de la paz y de la libertad”. Pero advirtió que si bien la política de Estados Unidos “es pacífica”, nadie se debe engañar porque “defenderá a sus amigos y a sus intereses allí donde estén en peligro”. “La inversión en el mundo es una inversión para la seguridad de Estados Unidos”, afirmó.

Al referirse al Hemisferio Americano, expresó_ “El Hemisferio Occidental es nuestro patio trasero (“The Western Hemisphere is our back yard”), y es de vital importancia para nosotros. A menudo, algunos países en el hemisferio piensan que Estados Unidos no les presta suficiente atención y algunas veces esto probablemente es verdad”.

Para los latinoamericanos, las declaraciones de Kerry no son una novedad. Es una ratificación de la Declaración del Presidente Monroe de 1823, edulcorada por una defensa de la independencia de las jóvenes repúblicas sudamericanas.

Fue Simón Bolívar el primero que descubrió la verdadera intención de Monroe y llamó a la unidad de todo el continente sudamericano para enfrentar el peligro de una nueva colonización que no sería la de una España envuelta entonces en una guerra civil. El proyecto del Libertador fracasó porque prevalecieron los intereses egoístas de las oligarquías regionales sobre los intereses comunes. Decepcionado exclamó: “Hemos arado en el mar”.

En la década de 1960, la Cuba Revolucionaria retomó el proyecto bolivariano que, en el contexto de la nueva época de lucha entre capitalismo y socialismo, optaba decididamente por este último. La respuesta imperialista no se hizo esperar y, con el golpe militar en Brasil en 1964 –con el apoyo expreso del embajador norteamericano Lincoln White- y el derrocamiento del Presidente Joao Goulart, se inició una avasallante ola de golpes de Estado militares y cívico-militares que aplastaron las democracias en Argentina (1966), Chile y Uruguay (1973).

Los economistas del imperialismo, formados en Chicago y Harvard, instalaron sus oficinas al lado de los despachos de los ministros de economía de las dictaduras, para aplicar el pensamiento económico único neoliberal que Milton Friedman había actualizado siguiendo la línea de la Escuela Austríaca, encabezada por Friedrich Hayek. En Chile, asesorando a Pinochet, estuvo el propio Friedman, en Uruguay, el canadiense Robert Mundell como funionario del FMI.

En toda esta gran operación neocolonizadora, el imperialismo y las oligarquías nativas, unidas en un mismo propósito, contaron con el apoyo de las empresas periodísticas escritas y orales (en Uruguay los diarios “El País” y “La Mañana”, el semanario “Búsqueda” que fue la herramienta pública de Mundell para establecer la plaza financiera, así como los tres canales de televisión, especialmente Canal 4, propiedad de los grandes terratenientes Romay Salvo y Canal 12 del diario “El País”.

El proyecto oligárquico-imperialista fracasó. Ataron el peso al dólar un tipo de cambio artificial -“plata dulce” le llamaron los argentinos- creando la ilusión de una economía mágica para atraerse a las capas medias que veían como casi tocaban el techo de la riqueza, pero pronto esta ilusión se esfumó. La economía al quedar fuera de la competencia internacional, se paralizó y los capitales especulativos se fugaron, dejando como herencia una gigantesca deuda pública. El Citibank obligó al gobierno militar de Gregorio Álvarez a comprarle las carteras de créditos incobrables. Ocho años después, el Presidente Lacalle le pidió al mismo Citibank de Nueva York que le prestara los dólares para pagarle al Citibank de Montevideo esas carteras. El negociador de este acuerdo fue el uruguayo Nicolás Herrera, funcionario del Citibank de N. York.

A comienzos del año 2000, el endeudamiento de Sudamérica era enorme. En Argentina, el 160% del PIB; en Uruguay, el 110%. Ambos países habían tenido el privilegio de la mágica “plata dulce”. La solución de los gobiernos oligárquicos y el imperialismo a la crisis de la deuda era la reducción de los gastos sociales, la baja de los salarios por decisión unilateral de los empresarios y la privatización de las empresas públicas, para pagar la deuda. Estas políticas llevaron a un empobrecimiento masivo de la población, al surgimiento de barrios y pueblos marginales donde se sembró –como lo prueban los estudios sociológicos en todo el mundo, desde principios del siglo XX-la semilla de la delincuencia que genera, paradójicamente, la lucha por la vida.

La clarinada de lo que estaba ocurriendo, lo dio el levantamiento de parte del ejército venezolano, en febrero de 1992, encabezado por el Teniente Coronel de paracaidistas, Hugo Chávez. El movimiento fracasó, pero triunfó por las urnas en noviembre de 1998. En los años siguientes le siguieron cambios políticos de signo similar en Brasil, Argentina, Uruguay, Ecuador y Bolivia. La tendencia general, pese a las diferencias de cada situación concreta, puede sintetizarse en la consigna_ “No al endeudamiento y desarrollo con los propios recursos nacionales, y con inclusión social”, dentro del marco jurídico constitucional liberal, lo que significaba una feroz lucha electoral con el poder económico dominante. En este proceso, algunos países tienen como horizonte el socialismo; otros, una distribución “fifty-fifty” entre los capitalistas y los asalariados.

Las nuevas políticas económicas están dirigidas a nacionalizar los recursos nacionales, estimular el desarrollo industrial, defender los salarios de los trabajadores, y ampliar los servicios sociales a toda la población y fomentar el desarrollo cultural.

La clave económica es la industrialización con tecnologías de punta que permitan la competitividad con las economías más desarrolladas. Según Walt Rostow, un economista norteamericano, autor del libro “Las etapas del crecimiento económico” (1959), la observación de la historia permite apreciar que la primera etapa es una economía de subsistencia (“tradicional”), la segunda, de desarrollo agrícola y materias primas (“Despegue” o primera etapa de acumulación de capital) pero que la culminación es la transformación industrial de los recursos naturales. Este camino deberían seguir todos los países para alcanzar su bienestar económico y social, sostenible.

Lo que no observó Rostow en su examen de la historia es que ese desarrollo no es uniforme en todos los países y que los que alcanzaron primero la última etapa y han acumulado mucho capital, se transforman en exportadores de ese capital, lucrando con su renta, impidiendo la acumulación de los países importadores de ese capital y que denominan “en vías de desarrollo”, una vía que es eterna si no se independizan de ese capital usurero.

Pero esta independencia no puede ser una decisión aislada de cada país sino que requiere la unión de todos, porque la industrialización, que es la condición indispensable de la indpendencia económica, solo puede consolidarse coordinando su desarrollo comercial y tecnológico, en una escala de 270 millones de productores y consumidores que es el potencial humano disponible del continente sudamericano. Por otra parte, la dotación de recursos energéticos, minerales, hídicos y alimenticios de América del Sur que, además cuenta con todos los climas, es excepcional.

El señor Kerry no dice la verdad cuando sostiene que Estados Unidos no le ha prestado la atención suficiente a América Latina. La verdad es que ha estado y está presente siempre  con todos  los poderes que dispone: lo que ocurre es que sus objetivos imperiales son opuestos al desarrollo integral –económico, social y cultural- de nuestros pueblos. La explotación como sistema y la represión como método son las únicas propuestas que tienen el imperialismo y las oligarquías y, por esta razón, los pueblos han dicho “¡Basta! y nuevamente han echado a andar”!





lunes, 29 de abril de 2013

MAQUIVELO Y MARX, DOS GIGANTES DEL PENSAMIENTO POLÍTICO


Nicolás Maquiavelo nació en 1469, en Florenda, cuando reinaba la familia Médici y recién empezó a escribir sus reflexiones sobre la política, en 1513. Vivió una época tumultuosa en la que participó activamente, al servicio de su Ciudad-Estado, como diplomático y asesor en asuntos militares.

Ha pasado a la posteridad por su obra “El Príncipe”, la más famosa e infame, según sus adversarios. Pero su obra principal, que redactó cuidadosamente durante siete años, son los “Discursos sobre los diez primeros libros de Tiro Livio” (1520). Su preocupación fue encontrar en la historia los elementos fundamentales para construir una república democrática,  libre, estable y sensible a las necesidades populares.

Como todos los humanistas del Renacimiento, leyó ávidamente la filosofía y la historia antigua. Se alineó en las antípodas de Platón y más cerca de Demócrito y Epicuro que de Aristóteles, el pensador más influyente en el siglo XIII. En historia su referencia fueron Tito Livio y el griego Jenofontes por su obra “La educación de Ciro”.

Hoy se considera a Maquiavelo como el fundador de la ciencia política y el primer pensador moderno porque comprendió que estaba viviendo a comienzos del siglo XVI un cambio de época: la Europa Feudal, dominada por el poder espiritual y temporal de la Iglesia, cedía terreno al desarrollo burgués que dotó de gran poder a ciudades-estados como Venecia, Génova y Florencia en breve tiempo, y  el descubrimiento de América, en 1492, desplazó ese poder hacia el Atlántico. Las ciencias y las artes comenzaban a dar grandes saltos. La observación y la experiencia se convertían en las herramientas fundamentales del conocimiento; nuevas técnicas e instrumentos enriquecían la vida práctica. Pero rodeando esta exhuberancia,
el hedonismo y la corrupción se entronizaron en los palacios principescos, incluyendo a la Iglesia. Las guerras y el crimen se convirtieron en herramientas habituales de la política. Las ambiciones no parecían tener límites.

El fraile domínico, Jerónimo Savonarola, pronunciaba encendidos sermones contra la depravación del Príncipe Lorenzo el Magnífico – banquero y mecena de artistas como Botticcelli, Leonardo da Vinci y Miguel Angel Buonarrotti;  también dirigía sus dardos contra el Papa español, Alejandro VI (Rodrigo Borgia o Borjas), que había convertido la sede de San Pedro en un harén donde proliferaba el vicio. El puritano fraile terminó ahorcado por indicación de la inquisición y el pontífice.

Para Maquiavelo, en cambio, la salvación de Italia y el logro de su unificación, no podían venir de un retorno al pasado imperial de la Iglesia. Había que crear nuevas instituciones.

Recurriendo a la historia, recordaba que en la Antigúedad habían existido Monarquías y Republicas. Todas habían pasado por tres etapas: ascenso, apogeo y decadencia. El paso a esta última etapa era causado por la pérdida de apoyo popular y la instauración, para controlar el poder, de la tiranía. A efectos de superar esta situación eran necesarias leyes que regularan el poder de la nobleza, garantizando los derechos del pueblo. Consideraba que la república más perfecta fue la romana porque creó la institución “Tribunos de la plebe”.

En un pasaje de los “Discursos…”, expresa: “Los que han organizado repúblicas, instituyeron prudentemente entre las cosas más necesarias, una guardia de la libertad y, según la eficacia de aquélla es la duración de ésta. Habiendo en todas las repúblicas una clase poderosa y otra popular, se ha dudado a cuál de ellas deberá confiarse esa guardia. En Lacedemonia antiguamente y, en nuestros tiempos, en Venecia, estuvo y era puesta en manos de los nobles; pero los romanos las pusieron en las de la plebe. Preciso es, por tanto, examinar cuáles de estas repúblicas tuvieron mejor elección”.

“Diré que la guardia de toda cosa debe darse a quien tenga menos deseos de usurparla y si se considera la índole de nobles y plebeyos se verá en aquellos gran deseo de dominación y en éstos de no ser dominados y, por tanto, mayor voluntad de vivir libres porque en ellos cabe menos que en los grandes la esperanza de usurpar la libertad. Entregada, pues, su guardia al pueblo, es razonable suponer que cuidará de mantenerla, porque no pudiendo atentar contra ella en provecho propio, impedirá los atentados de los nobles”.

La institución de los Tribunos fue una concesión que tuvo que hacer la nobleza ante una violenta rebelión de los plebeyos que puso en peligro la existencia de Roma. Estos acontecimientos, reiterados en la historia de la ciudad, le merecen al escritor florentino la siguiente reflexión: “Si los desórdenes de Roma originaron la creación de los tribunos, merecen elogios, porque además de dar al pueblo la participación que le correspondía en el gobierno, instituyeron magistrados que velan por la libertad romana”.

Es interesante asimismo, el pensamiento de Maquiavelo sobre el origen de las sociedades y el poder de la nobleza. Al respecto, escribe: “En el principio de la humanidad, los hombres vivieron, largo tiempo dispersos, a semejanza de los animales; después, multiplicándose las generaciones se concentraron y para mejor defensa escogían al que era más robusto y valeroso, nombrándole jefe y obedeciéndole”.

“Entonces se conoció la diferencia entre lo bueno y honrado y lo malo y vicioso que cuando uno dañaba a su benhechor se producían en los hombres dos sentimientos, el de odio y la compasión censurando al ingrato y honrando al bueno. Como estas ofensas podían  repetirse, a fin de evitar dicho mal acudieron a hacer leyes y ordenar cargos para quienes las infligieran, naciendo el conocimiento de la justicia y con el que la elección de jefe no se hiciera al más fuerte, sino al más justo y sensato”.

Estos textos revelan varias cosas. Desde el punto de vista histórico-social, la noción de “desarrollo de las civilizaciones” (ascenso, apogeo y decadencia), concepción a la que Hegel, tres siglos más tarde, inscribirá en su lógica dialéctica historicista (“Fenomenología del espíritu”, 1808, y “Filosofía de la Historia”, 1820); la existencia de una lucha de clases que, en Roma, fue entre la aristocracia, dueña de la tierra, y los campesinos explotados; desde el ángulo político, la necesidad de leyes que dieran garantías a la plebe y la convirtieran en “guardiana de la libertad” y permitieran la elección, como jefe del gobierno, al “más justo y sensato”.

Por otra parte, la concepción de la moral que tiene Maquiavelo, lo sitúan completamente como un hombre moderno. La distinción entre el bien y el mal, ya no es un mandato divino sino el producto de una experiencia social, donde la cohesión del grupo solo puede perdurar con hombres respetuosos de las leyes. La conclusión de esa experiencia es que la sociedad “honra al hombre bueno y censura al ingrato y malo”.

En síntesis, Maquiavelo apoyándose en los hechos que, como hombre moderno considera la “prueba de la verdad”, indica el camino que, a su juicio, debe seguir la burguesía como futura clase dominante.

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Carlos Marx comienza a elaborar su pensamiento crítico del modo de producción capitalista, a temprana edad, en la década de 1840. La historia, en la primera mitad del siglo XIX, en la fase de ascenso del sistema burgués en Europa Occidental, mostraba que la expectativa de una conciliación de clases, como era la idea fundamental de Maquiavelo, basada en una legislación justa, no era confirmada por los hechos. Por ello, Marx y Engels, en el Manifiesto del Partido Comunista de 1848, comienzan con la que será la tesis fundamental del marxismo: “La historia de las sociedades humanas es la historia de la lucha de clases”. Es, como puede observarse, un punto de contacto con Maquiavelo, pero luego los distancia radicalmente la solución: no será una “legislación justa” sino la revolución social que desplace del poder a la burguesía.

Marx y Engels llegaban a esta solución a través de la filosofía materialista dialéctica que invertía el idealismo dialéctico de Hegel, su maestro.

Pero la filosofía no podía explicar cuál era el motor que permitía el desarrollo del capitalismo. Y el filósofo Carlos Marx, licenciado con una tesis sobre la diferencia entre la filosofía de Demócrito y Epicuro, comenzó a estudiar apasionadamente todas las teorías económicas que describían el sistema, centrándose especialmente en la “teoría del valor”. Comenzó con los clásicos ingleses Adam Smith y David Ricardo. Al primero lo llamó el “economista de la época del capitalismo  manufacturero”; en Ricardo, encontró una pista que sería fundamental para su teoría del valor cuando el banquero inglés sostiene que el aumento de los salarios no aumenta los precios de las mercancías sino que reduce la ganancia de los empresarios.

Marx nació en 1818. En los 40, cuando la lucha de los obreros, ya organizados en sindicatos, en Inglaterra y Francia, se rebelan contra el régimen de explotación que padecían, tenía 22 años de edad y en la región renana de su país, donde había nacido, se dedicaba a analizar en la prensa la situación del campesinado. Tuvo que abandonar su tierra y se dirigió a Francia que era un verdadero laboratorio social. Así nació el Manifiesto, pero la Revolución de 1848 fracasó y debió refugiarse en Londres. Es aquí, en el Museo Británico, en un agotador trabajo de casi diez años de investigación de la literatura económica, que llegó a descubrir el mecanismo que accionaba el motor del modo de producción capitalista. En 1857 publica “Crítica de la Economía Política” que luego incorporará al primer tomo de “El Capital”.

Engels dirá más tarde en su “Anti-Duhring”, que la tesis de la lucha de clases y la teoría de la plusvalía, son los fundamentos del “socialismo científico”.

Estos fundamentos se mantienen inconmovibles y lo serán mientras exista el modo de producción capitalista, sacudido periódicamente por las crisis económicas y financieras sin que los teóricos del sistema hayan encontrado la fórmula que lo consagre como “el fin de la historia”.





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