lunes, 30 de julio de 2012

EL IMPERIALISMO EN EL URUGUAY


La lucha contra el imperialismo y la contradicción
 fundamental de la sociedad uruguaya

Rodney Arismendi: “Problemas de una Revolución Continental”,
             Tomo II, p.73 – Edición de la Fundación Rodney     
              Arismendi. 1997.


Uruguay es un país dependiente del imperialismo, sometido, en particular, como los otros pueblos de la América Latina, a la égida económica y política de los Estados Unidos. Es decir, sobre la nación uruguaya gravita la opresión extranjera, que condiciona el cuño antimperialista de la revolución. La ley de la necesaria correspondencia entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, actúa, en este caso, en una sociedad cuya estructura está sometida no sólo a sus procesos internos, sino que es objeto de una opresión y expoliación extranjeras. ¿Refleja adecuadamente este factor -el factor nacional- nuestro enunciado referente a la contradicción fundamental?

Este interrogante estuvo en nuestras preocupaciones, durante el estudio del programa. Examinamos, entonces, la posibilidad de proyectar especialmente, del núcleo de contradicciones que se generan en torno a la pugna entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, el antagonismo nacional -que opone nuestro pueblo al imperialismo yanqui. Sin embargo, no lo hicimos: creemos que el factor nacional aparece correctamente subrayado en el programa, y que, por otra parte, a estricto sentido, la opresión imperialista integra -en lo sustancial- las relaciones de producción, la base material de la caduca estructura de la sociedad uruguaya, que la revolución deberá romper. La superación revolucionaria de tales relaciones sociales destruirá los cimientos de la dominación imperialista sobre nuestro pueblo.
Rechazamos, además, toda idea de jerarquizar estas contradicciones, de establecer un orden que pudiera llevar a pensar que la dominación imperialista es, en Uruguay, un fenómeno exclusivamente externo, es decir, desprendido de sus vinculaciones con las clases dominantes nativas.

La división de las contradicciones en tales jerarquías, no corresponde a la realidad material, al enfrentamiento de las clases, al juego de las tendencias antagónicas y, por lo tanto, puede acarrear consecuencias perjudiciales para el movimiento.
Sería un error hipostasiar un término de la contradicción, en detrimento de la realidad: la imagen teórica perdería su complejidad dialéctica, se alejaría de la vida real.
A veces se opone a este planteamiento, una razón de orden táctico: se cree que, de otro modo, se podría concentrar mejor la lucha contra el enemigo principal, aprovechar con más eficiencia la gama de contradicciones que genera la presencia opresora del imperialismo yanqui. Este modo de razonar invierte los términos: hace de la táctica una categoría lógica impuesta a la realidad, en vez de partir de la existencia material, del ser social, de la lucha de clases, a fin de trazar la conducta política. Este error metodológico, puede llevarnos a creer que los postulados agrarios y antimperialistas de la revolución pueden separarse, o ser escalonados.

Tal idea tiene una sola y lógica derivación estratégica: la alianza obrero-campesina dejaría de ser la base, el núcleo fundamental, del frente democrático nacional. La revolución antimperialista y la revolución agraria corresponderían a etapas diferentes del desarrollo. Y la burguesía nacional estaría llamada a un período revolucionario en que hasta podría, quizá, asumir un desempeño primordial. Como los disparos mal apuntados, las tesis teóricas incorrectas acrecienten su margen de error a medida que avanzan.

En última instancia, se beneficiaría objetivamente a los latifundistas y grandes capitalistas antinacionales, que seguirían saqueando a nuestro pueblo. Nos llevaría a autoengañarnos, y a desarmar al pueblo.

Confundiríamos cada pequeña fricción de las clases dominantes con el imperialismo (que dentro de ciertos límites se deben tener en cuenta) con toda una teoría de la emancipación nacional. Idealizaríamos la ninguna aptitud antimperialista de los terratenientes y grandes burgueses, y perderíamos de vista que la base social, la vértebra de la lucha nacional, son las grandes masas, entre ellas, los campesinos y las masas pobres del campo, aliados primordiales del proletariado.

Estas masas del campo se levantarán contra el imperialismo, en la misma medida en que lo vean como un monstruo bifronte, cuyo otro rostro es el latifundio, los monopolios, los usureros y comerciantes que las esquilman con fría impiedad. La alianza obrero-campesina es, incuestionablemente, la base del frente democrático nacional.
En particular, tal separación de la lucha nacional y social nos conduciría a rebajar la acción de la clase obrera, a diluir su independencia ideológica, su acción reivindicativa sindical y política. Y entrañaría una desvalorización del papel del Partido.
Los caminos que se podrían pensar más amplios, hacia el frente democrático nacional, resultan, pues, ilusorios, y vanidad la creencia en una táctica más flexible cuando ésta no corresponde a la correlación social y política verdadera, en que nos toca actuar. Por el contrario: sobre la plataforma de un ceñido análisis de las fuerzas de clase, se puede construir con más eficiencia la arquitectura de las alianzas del proletariado y la más detallada y ágil política. La conducta táctica debe girar, siempre, en torno a un protagonista: la movilización, el combate y la experiencia de las grandes masas, lo que denominamos el desarrollo del frente único de lucha.
En una palabra, el imperialismo oprime a nuestro pueblo; la dominación económica extranjera es la piedra de toque para calificar el elemento nacional de nuestra revolución: pero esta opresión está enclavada en la propia estructura económico-social. Las razones de táctica no nos pueden hacer modfificar la realidad material.
Uruguay es un país dependiente; pero desde un punto de vista político objetivo -con todas las restricciones conocidas- obtuvo su independencia hace más de un siglo. La opresión imperialista no se manifiesta de la misma manera que en una nación sometida a la administración u ocupación extranjera, o marcada por una intervención imperialista más desnuda y directa. En casos excepcionales de la vida de un pueblo, por ejemplo la ocupación extranjera, ciertas fases de una guerra nacional muy difícil, es posible que el Partido de la clase obrera y las fuerzas patrióticas pospongan momentáneamente determinados objetivos sociales, en materia agraria, o ciertas reivindicaciones anticapitalistas, para enfrentarse mejor al invasor u ocupante extranjero. Pero, en primer término, ello ocurre en circunstancias muy particulares y, en general, por tiempo limitado ; y, en segundo término, no modifica ni puede hacer desaparecer, la naturaleza objetiva, material, auténtica, de la contradicción principal que se manifestará, en última instancia, de modo ineludible. En consecuencia, aun existiendo la posibilidad de ciertos giros tácticos, en situaciones peculiares, ello no modifica nuestra definición; no puede significar que cambie por ello la existencia social, y menos aun se podría inferir que los términos de la contradicción son separables, como piezas que se desmontan, en mecanismos paralelos.

Concebiríamos la lucha del pueblo uruguayo contra el imperialismo yanqui, a través de las anteojeras del idealismo filosófico.

El razonamiento táctico es también discutible desde otro aspecto: contrapone, falsamente, las categorías de amplitud y profundidad de las luchas. Incurre, así, en una oposición metafísica. Estas categorías no se excluyen mecánicamente. Sin duda, la extensión (amplitud táctica) de las fuerzas sociales que participan en la revolución, facilita la ulterior intervención más profunda de las masas; pero también es cierto que la verdadera profundidad de la acción revolucionaria de los obreros, campesinos, trabajadores, capas medias urbanas, es inseparable de la lucha por sus reivindicaciones, de su experiencia y sus conquistas. La profundidad de la acción revolucionaria de las grandes masas -cuyo eje es la alianza obrero-campesina- si por un lado, y a medida que la revolución avanza, restringe la amplitud, por otro es un sostén de esa amplitud. Creemos que esta idea dialéctica se resume, en su forma estratégica y táctica, en la Declaración de los 81 Partidos Comunistas y Obreros:
     
     "La alianza de la clase obrera y campesinos -dice- es
     la fuerza más importante para conquistar y defender la
     independencia nacional, realizar profundas transformaciones
     democráticas y asegurar el progreso social. Esta alianza
     está llamada a ser la base de un amplio frente nacional.
     De su fuerza y solidez depende también en no pequeña
     medida el grado de participación de la burguesía nacional
     en la lucha liberadora. Pueden desempeñar un gran papel
     todas las fuerzas patrióticas nacionales, todos los
     elementos de la nación dispuestos a luchar por la
     independencia nacional, contra el imperialismo". (Ediciones
     de la revista "Estudios", Montevideo, 1961, pág. 36.
     Subrayado por mí. - RA).

Esta experiencia es universal. Cuba la confirma, independientemente de que el dramatismo de la situación cubana precipitó la dureza del proceso interior, como lo explicara Fidel Castro el 1º de mayo de 1960. Aníbal Escalante decía con acierto en la VIII Asamblea Nacional del Partido Socialista Popular en agosto de 1960:

     "Es sabido que la burguesía nacional cubana -y en ella
     actúa como toda burguesía -está penetrada de un fuerte
     temor a los cambios revolucionarios, sobre todo al
     influjo de la clase obrera en la revolución que dé contenido
     más hondo y radical al proceso...la revolución no echa a
     la burguesía nacional de su lado; es ella la que vacila;
     y es de ella de donde, sobre la base de su temor al prole-
     tariado y al avance de la revolución...surgen constante-
     mente las tendencias a capitular ante el imperialismo y
     las traiciones a la patria...Mantenemos la estrategia de
     clases con que se originó la revolución. Procuramos que
     la burguesía nacional se sostenga en el campo revolucio-
     nario, aunque, desde luego, sin concesiones lesivas para
     el desarrollo revolucionario" .

En fin, concebimos la base material de la revolución uruguaya -el antagonismo entre el desenvolvimiento de las fuerzas productivas y las relaciones de producción- como una unidad de contradicciones; de esa unidad es parte, a su vez, contradictoria, en lo económico, político y nacional, la pugna que opone nuestro pueblo al imperialismo, en particular a la oligarquía financiera del dólar. Esta contradicción es relevante e influye el curso de la lucha.

     4. Relaciones de producción y monopolios extranjeros

La opresión imperialista posee un doble carácter: por un lado el imperialismo forma parte de las relaciones de producción del Uruguay; por otro, es un factor foráneo, extranjero, esquilma desde el exterior a la mayoría del pueblo, marchita nuestra independencia política y veja la soberanía nacional. La situación de nuestro continente -principal dependencia del imperialismo yanqui y el papel de EE.UU.- cabeza mundial de la reacción, la guerra y el colonialismo - subrayan la gravitación de este factor externo.

Pese a esta dualidad, la conquista de nuestra independencia económica (la Declaración lo especifica en reivindicaciones antimperialistas radicales) es la clave material para volver auténtico nuestro perfil independiente y tornar nuestra actuación soberana.
Y si bien no podríamos abarcar integralmente todo lo que sifnifica para Uruguay el fenómeno imperialista sólo con medir el número de propiedades y empresas o su presencia subyugadora en el mercado exterior, debemos partir de estos datos, si queremos definir la condición y el grado de la subordinación nacional. Simplificaríamos excesivamente el planteamiento si identificáramos ambas definiciones, si creyéramos que se corresponden del mismo modo que dos figuras superpuestas de exacta geometría; sin embargo, la intervención del capital imperialista en la economía nacional es el índice primordial para emprender toda definición de la condición de nuestro país como un país dependiente. La opresión nacional se integra, pues, en el conjunto de las caducas relaciones de producción, que obstruyen el desenvolvimiento de las fuerzas productivas; es parte de la estructura económico-social del Uruguay.
Recurramos, para una más sencilla demostración, a las definiciones básicas. Ellas son bien conocidas para el lector advertido, pero vale la pena repetirlas ya que no estamos exhibiendo originalidades, sino desmontando en piezas la armazón sustentadora de nuestros conceptos.

A fin de poder arrancarle a la naturaleza lo indispensable para satisfacer sus necesidades y asegurar la continuidad de la especie, los hombres deben entrar, necesariamente, en determinadas relaciones sociales . Estas relaciones se establecen -independientemente de su voluntad- en el proceso de la producción de bienes materiales. Las relaciones de producción incluyen: las formas de propiedad sobre los medios de producción, que tienen carácter determinante sobre toda la estructura social; el lugar que ocupan en la producción los distintos grupos sociales y sus vínculos mutuos, o sea las clases o capas sociales y sus relaciones recíprocas; y las diversas formas de distribución de los bienes materiales .

De este conjunto de relaciones sociales, la propiedad de los medios principales de producción es lo más importante para la definición de la base material de una sociedad.
Por lo mismo, con criterio científico riguroso, no se pueden deslindar la dominación imperialista y las relaciones de producción, como si fueran cosas distintas, mecánicamente separables, o por lo menos paralelas.
El principal rasgo económico que caracteriza al imperialismo es la exportación de capital. La inversión imperialista en el país colonial o dependiente puede tener simplemente la forma de un empréstito o de una colocación de capitales en empresas. Sirvámonos del ejemplo más claro: la inversión en empresas o fincas. En toda América Latina es evidente la apropiación, por el imperialismo de importantísimos medios de producción: tierras, minas, bosques, la instalación de empresas transformadoras o semielaboradoras de materia prima, o, sencillamente, la colocación de capitales en "empresas mixtas" originarias del capital nativo que son así engranadas y sometidas a los monopolios imperialistas. Los bancos, las grandes empresas comerciales, las vías de comunicación o los servicios públicos, etc. en poder total o parcial del capital financiero -imperialista- forman parte indiscutiblemente de las relaciones de producción, de la estructura económico-social de un país.

Esto es así también en Uruguay. Los guarismos que registran la inversión imperialista "directa" en Uruguay son los más bajos de Latinoamérica, en relación con el monto de capitales invertidos en la producción industrial y agraria; pero también en la economía uruguaya el imperialismo ocupa un lugar destacado.

Al considerar las bases materiales de la revolución uruguaya no se debe estimar, pues, la opresión imperialista exclusivamente como un factor externo; algo así como una gran prensa que oprime al país desde afuera y que no integra sus relaciones de producción, la infraestructura de la sociedad uruguaya. Esta es una concepción simplista.

Tampoco debemos perder de vista el otro aspecto: los monopolios imperialistas no son propietarios cualesquiera de los medios de producción; son imperialistas. Al afincarse en la economía nacional personifican una fuerza extraña que se apropia y lleva hacia la metrópoli una buena parte de la renta nacional; que gravita en el mercado interno con las ventajas y los métodos del capital monopolista en detrimento de otros propietarios nativos de los medios de producción. Este aspecto diferencia, precisamente, la apropiación de los medios de producción por los monopolios extranjeros de su apropiación por una parte de los capitalistas nativos, por ejemplo la media y pequeña burguesía.

El imperialismo integra un sistema mundial a cuyas leyes se opone, en tanto que nación sometida, el desenvolvimiento social del Uruguay. La opresión imperialista involucra, en una unidad de contradicciones, el aspecto exterior, la opresión nacional y la presencia interna, como parte de la caduca estructura económico-social del país. Creemos que éste es el enfoque dialéctico de la cuestión, bien lejano por cierto, del mecanicismo, pero también de la sofística.

5. ¿No hay distinción entre el capital nacional y
               el capital imperialista?

Así es en la realidad. Y porque ocurre en la realidad nos previene contra dos fallas de interpretación: el error de creer que la dominación imperialista es nítidamente separable en nuestro país de la opresión de los terratenientes y grandes capitalistas antinacionales; y el error que recientemente hemos visto repetir a un autor argentino:

    "Dividir el capitalismo...en términos nacional y
    extranjero, es una patraña..." dice: "El capialismo
    actual es uno e indivisible, y siempre imperialista e
    internacional"

Este aserto tan rotundo y absoluto lleva a pensar que, tanto desde el punto de vista histórico como del de la economía política, el autor entiende poco de lo que es el imperialismo. Como lo prueba además el propio texto media página más adelante: "...consideramos indispensable la promoción del desarrollo industrial del país, a condición de que no se ahogue el crecimiento del agro y de la minería".
Esa industrialización a que alude, ¿es la industrialización socialista, sólo posible después de la toma del poder por el proletariado? Ostensiblemente no. Lo prueban sus invocaciones al "establecimiento de un salario mínimo vital" (frase confusa para una reivindicación que no pasa el límite tolerable de cualquier régimen burgués) y cuya no observancia es una de las críticas que formula a la "industrialización" peronista. Condiciona ese incremento industrial a una posible reforma agraria que -por la descripción- se llevaría a cabo también dentro de las fronteras del régimen burgués.
La división del capitalismo en "términos nacional y extranjero" no es una patraña. Y si bien el "capitalismo es uno" cuando se trata de hablar del tipo de relaciones de producción que establece -trabajo asalariado y producción para el mercado-, el capitalismo deja de ser "uno e indivisible", si consideramos los cambios cualitativos que se produjeron en la estructura del capitalismo en determinados países, a fines del siglo XIX, cambios que definieron el dominio del capital monopolista, la existencia del imperialismo como una empresa de subyugamiento colonial de la mayoría de la población de la tierra, a la cual succionan las oligarquías financieras de un puñado de potencias capitalistas.

Lenin define el imperialismo en frase conocida:

     "...sin olvidar la significación condicional y relativa de
     todas las definiciones en general, las cuales no pueden
     abarcar en todos sus aspectos las relaciones del fenómeno
     en su desarrollo completo, conviene dar una definción del
     imperialismo que contenga sus cinco rasgos fundamentales
     siguientes: 1) la concentración de la producción y del capi-
     tal llegada hasta un grado tan elevado de desarrollo, que
     ha creado el monopolio, el cual desempeña un papel decisivo
     en la vida económica; 2) la fusión del capital bancario con
     el industrial y la creación, sobre la base de este "capital
     financiero", de la oligarquía financiera; 3) la exportación
     de capital, a diferencia de la exportación de mercancías,
     adquiere una importancia particular; 4) la formación de
     asociaciones internacionales monopolistas capitalistas, las
     cuales se reparten el mundo, y 5) la terminación del reparto
     territorial del mundo entre las potencias capitalistas más
     importantes. El imperialismo es el capitalismo en la fase
     de desarrollo en la cual ha tomado cuerpo la dominación de
     los monopolios y del capital financiero, ha adquirido una
     importancia de primer orden la exportación de capital, ha
     empezado el reparto del mundo por los trusts internaciona-
     les y ha terminado el reparto del mismo entre los países
     capitalistas más importantes .

Este es el abecé de toda definición económica o histórica del imperialismo y es justamente el fundamento objetivo de toda la actual crisis y desintegración del sistema colonial. ¿Se puede decir que el capitalismo de Indonesia y el de EE.UU. o Inglaterra -desde este punto de vista-, son el mismo capitalismo? ¿Que el industrial indonesio es imperialista? Los nuevos Estados nacionales independientes que han surgido en Asia y Africa no forman ya parte del sistema imperialista, aunque muchos no han salido de la economía capitalista mundial; pero en ella ocupan una situación peculiar y, en general, siguen siendo explotados en muchos aspectos por los monopolios imperialistas.
En otro aspecto: ¿era "internacional" e imperialista, el inmigrante italiano, español, más tarde israelita, que en Uruguay y Argentina empezaron como artesanos, luego como pequeños fabricantes que explotaban dos, tres o diez obreros, en la metalurgia, el textil, el calzado o la producción de muebles, y que hoy son industriales medios? No está en cuestión que son capitalistas que, por lo tanto, extraen plusvalía a sus obreros, inclusive que algunos pueden ser grandes capitalistas reaccionarios sin el menor ánimo de luchar por la independencia nacional frente al imperialismo. Pero de ahí no es posible inferir que son parte "indivisible" de los monopolios imperialistas, y que ellos mismos sean y "siempre" -concepto de tiempo: ayer, hoy y mañana- internacionales e imperialistas. Puede pertenecer alguno a una capa social ya inepta para la tarea nacional-liberadora: nosotros hemos demostrado, más de una vez, que la gran burguesía conciliadora no será en Uruguay un aliado estratégico del proletariado; pero nadie podría decir que esa gran burguesía uruguaya, que además, no es meramente intermediaria del imperialismo, sea..."imperialista" e "internacional". El imperialismo supone el capitalismo de monopolio como base económica, y la dominación colonial, la sujeción financiera, económica, política, nacional, de otros pueblos. Y por mucha ojeriza que le podamos tener a esta capa de grandes burgueses, nos hundiríamos en el ridículo teórico si la calificáramos de imperialista.

(Problemas de una Revolución Continental” – Tomo II, P. 73.
Edición de la Fundación Rodney Arismendi. Montevideo, 1997).



miércoles, 18 de julio de 2012

EXPLICACIÓN DE LAS TESIS SOBRE LA CRISIS ECONÓMICA ACTUAL


NOTA DEL AUTOR: Este trabajo es del 2007- Los economistas y políticos neoliberales indican el comienzo de la crisis con la quiebra de Lehman Brothers, en setiembre de 2008, atribuyendo la misma a la negativa del gobierno de Bush de "salvar" al banco, lo que es falso. La explosión de la burbuja inmobiliaria ya había sido anticipada por "The Economist" de Londres en el 2005 y su carácter estructural por economistas marxistas con una anterioridad mucho mayor.

                                                 .o-o-o-

1. El capitalismo en su fase imperialista se vuelve progresivamente parasitario.

         Escribe Lenin:”Es propio del capitalismo en general, la separación entre la propiedad del capital y su aplicación a la producción, la separación entre el capital monetario y el industrial o productivo, la separación entre el rentista, que vive sólo de los beneficios del capital monetario, y el patrono y todas las personas que disponen de un modo inmediato del capital. El imperialismo, o dominio del capital financiero es el capitalismo en su grado más alto, en el cual esta separación adquiere proporciones inmensas. El predominio del capital financiero, sobre todas las demás formas de capital implica la situación dominante del rentista y de la oligarquía financiera. La situación destacada de unos cuantos Estados, dotados de “potencia financiera”, entre todos los demás”[1].

         “Por este motivo, la noción de “Estado-rentista” o “Estado-usurero” ha pasado a ser de uso general en la literatura económica sobre el imperialismo. El mundo ha quedado dividido en un puñado de Estados-usureros y una mayoría gigantesca de Estados-deudores”[2]

 “El monopolio, la oligarquía, la tendencia a la dominación en vez de la tendencia a la libertad; la explotación de un número cada vez mayor de naciones pequeñas o débiles por un puñado de naciones riquísimas o muy fuertes; todo esto ha originado los rasgos distintivos del imperialismo que obligan a caracterizarlo como capitalismo parasitario o en estado de descomposición. Cada día se manifiesta con más relieve, como una de las tendencias del imperialismo, la creación de “Estados-rentistas”, de Estados usureros, cuya burguesía vive cada día más de la exportación del capital y de “Cortar el cupón”. Sería un error creer que esta tendencia a la descomposición descarta el rápido desenvolvimiento del capitalismo. No; ciertas ramas industriales, ciertos sectores de la burguesía, ciertos países, manifiestan, en la época del imperialismo, con mayor o menor fuerza, ya una, ya otra de estas tendencias. En su conjunto, el capitalismo crece con una rapidez incomparablemente mayor que antes, pero este crecimiento no solo es cada vez más desigual, sino que esa desigualdad se manifiesta asimismo, de un modo particular, en la descomposición de los países más fuertes en capital (Inglaterra)”.

            “En lo que se refiere a la rapidez del desarrollo económico de Alemania, el autor de las investigaciones sobre los grandes bancos alemanes, Rieser, dice:

      “El desarrollo, no muy lento, de la época precedente (1848-1870) se halla en relación con la rapidez del desarrollo de toda la economía de Alemania y particularmente de sus bancos en la época actual (1870 – 1905), aproximadamente como el rápido movimiento de un coche de posta de los viejos tiempos, se halla relacionado con la rapidez del automóvil moderno, el cual lleva una marcha tal, que resulta un peligro tanto para el tranquilo transeúnte como para las personas que van en el automóvil”.

            “A su vez –sigue Lenin- ese capital financiero que ha crecido con una rapidez tan extraordinaria, precisamente porque ha crecido de este modo no tiene ningún inconveniente en pasar a una posesión más “pacífica” de las colonias que deben ser arrebatadas, no sólo por medios pacíficos, a las naciones más ricas. Y en los Estados Unidos, el desarrollo económico durante estos últimos decenios ha sido aún más rápido que en Alemania, y, precisamente, gracias a esta circunstancia los rasgos parasitarios del capitalismo norteamericano contemporáneo se han manifestado con particular relieve. Por otra parte, la comparación, por ejemplo, de la burguesía republicana norteamericana con la burguesía monárquica japonesa o alemana muestra que las más grandes diferencias políticas se atenúan extraordinariamente en la época del imperialismo, no porque en general, dicha diferencia no sea importante, sino porque en todos esos casos se trata de una burguesía con rasgos definidos de parasitismo”.[3]          

            Para el economista Samir Amin, la fase imperialista es una fase senil. “El hundimiento de los tres modelos de acumulación regulada de la post guerra, ha abierto, a partir del período 1968-1971, una crisis estructural del sistema que recuerda a la del fin del siglo XIX. Las tasas de inversión y de crecimiento caen y las desigualdades de toda especie, a todas las escalas, nacionales e internacionales, se acrecientan”.

            “La crisis se expresa por el hecho de que los beneficios de la explotación no encuentran mercados suficientes  que hagan rentables las inversiones susceptibles de utilizar todas las capacidades de la producción. La gestión de la crisis consiste, entonces, en encontrar “otros mercados” para este excedente de capitales flotantes de manera de evitar su desvalorización masiva y brutal. La solución a la crisis implicaría la modificación de las reglas sociales que establecen el reparto del ingreso, el consumo, las decisiones de inversión, en otras palabras, otro proyecto social –coherente- que aquel fundado sobre la regla exclusiva de la rentabilidad”.

            “Si la gestión de la crisis ha sido catastrófica para las clases trabajadoras y los pueblos de la periferia, no lo ha sido para todos. Esta gestión ha sido muy provechosa para el capital dominante. La desigualdad en el reparto social del ingreso, cuya aceleración ha sido fenomenal en casi todo el mundo, ha creado mucha pobreza, precariedad y marginalización para unos y ganancias fabulosas para aquellos que proclaman “vivir la mundialización feliz”[4].

            Ernest Mandel, al investigar las crisis en el modo de producción capitalista, expresa: “La teoría marxista de las crisis rechaza toda concepción monocausal. Las crisis no se deben exclusivamente al exceso de capitales (sobreacumulación) o, lo que es equivalente, a la insuficiencia de la masa de plusvalía producida corrientemente. No se deben exclusivamente a la insuficiencia del poder de compra por parte de las masas. Tampoco se deben exclusivamente a la desproporción entre los dos departamentos fundamentales de la producción, el departamento de bienes de producción y el departamento de bienes de consumo. Todas estas causas desempeñan un papel en el desencadenamiento de las crisis y en su reproducción cíclica, pero ninguna de ellas determina, por sí sola, el estallido regular de las crisis”. 

            “La crisis hunde sus raíces en el hecho de que las condiciones de producción de la plusvalía no implican automáticamente las condiciones de su realización (no coinciden automáticamente con ellas). 

            “En este sentido, en el marco de la teoría marxista de las crisis, la crisis es a la vez una crisis de superproducción de capitales y una crisis de superproducción de mercancías. En su preparación y en su estallido intervienen todas las contradicciones internas del modo de producción capitalista. Se puede representar la crisis como dete­minada fundamentalmente por la caída tendencial de la tasa media de ganancia en la medida en que las fluctuaciones de la tasa de ganancia resumen el conjunto de estas contradicciones”. 

            Luego agrega Mandel: “Nosotros definimos las crisis después de la segunda guerra mundial -en la época del capitalismo tardío- como recesiones, porque son crisis combinadas con una inflación permanente que atenúa parcialmente sus efectos. La inflación del crédito, es decir de la moneda fiduciaria, de la "moneda bancaria", permite vender más mercancías que con el poder de compra efectivamente creado durante el proceso de producción. Permite acumular más capitales que con la plusvalía efectivamente producida en el curso del proceso de producción y realizada en el curso del proceso de circulación. A pesar de toda la demagogia de los monetaristas y todas las medidas deflacionistas tomadas por los gobiernos burgueses (tanto de "dere­cha" como de "izquierda"), la inflación subsiste en el curso del actual ciclo industrial, aunque ella haya sido reducida con relación a los años 70 (pero. no con relación a los años 50 y 60). 

            “Los detonadores de las recesiones de 1974-1975 y de 1980-1982 fueron los detonadores clásicos y su desarrollo fue un desarrollo clásico: superproducción en los sectores clave de la expansión precedente (automóvil, construcción inmobiliaria, acero, petroquímica, etc.), baja de la tasa media de ganancia, agravación de las tendencias especulativas e inflacionistas, obligación para la burguesía de iniciar una política deflacionista, desocupación en rápido ascenso y, debido a esto, contracción del mercado interior, concurrencia interimperialista e interimperialista acentuada, con ascenso del proteccionismo y contracción del mercado mundial”[5].

            En síntesis, el carácter “parasitario” (Lenin) o “senil” (Amir) del capitalismo en su fase imperialista, resulta de una multiplicidad de factores, ligados todos a su modo de producción: sobreacumulación de mercancías que no encuentran compradores, sobreacumulación de capital financiero, emisión desenfrenada de dólares por el Banco de la Reserva Federal,  tendencia decreciente, a largo plazo, de la tasa media de ganancia y búsqueda de tasas de retornos altas y rápidas a través del juego especulativo, aumento incesante de la composición orgánica del capital, fortalecimiento de otras potencias económicas (Unión Europea y Japón)  y la aparición de economías “emergentes” (China, India, Rusia, Brasil, etc.) que han acentuado las contradicciones interiperialistas.

            Nuestro Eduardo Viera, la resumía así: “No es que los capitalistas no tengan ganancia, sino si esa ganancia satisface la sobreacumulación del capital…Cierto, el capital va a buscar el desenvolvimiento de nuevas inversiones, en particular tecnologías más económicas en capital, pero la deflación de los salarios, el crecimiento financiero exacerbado y la disminución de las capacidades reales, quiebran la eficacia real de estas inversiones. Se acrecienta la tendencia hacia el capital especulativo[6].

2.  Patrón oro y convertibilidad fija.

            “La mercancía que funciona como medida de valor, y así también, corporalmente o representada, como medio de circulación, es moneda. El oro (o la plata) es por eso moneda. Funciona como moneda, por una parte, cuando tiene que presentarse en su cuerpo de oro (o de plata), esto es, como mercancía-moneda, y, por tanto, ni simplemente ideal, como en la medida del valor, ni susceptible de ser representado, como en el medio de circulación; por otra, cuando su función, que la desempeñe en persona o por medio de suplentes, lo fija como figura única del valor o única existencia adecuada del valor de cambio de todas las otras mercancías como simples valores de uso”[7]

            El oro, como mercancía-moneda, es el producto de un proceso histórico. Los primeros intercambios comerciales que se realizaron en la historia fueron trueques. Es decir, se intercambiaba un bien por otro, sin hacer uso del dinero. Luego, el intercambio de mercancías, planteó, por un lado, la necesidad de los comerciantes de utilizar una mercancía de fácil manejo práctico como intermediaria de otras transacciones o simplemente como forma de atesorar las ganancias capitalizadas de esos intercambios. Sucedía, sin embargo, que a veces uno quería conseguir cierto bien, por ejemplo manzanas, y estaba dispuesto a dar otro a cambio, por ejemplo pescado; pero no encontraba a nadie dispuesto a darle manzanas a cambio de pescado, por mucho pescado que ofreciese. El oro reunía esas condiciones por su homogeneidad, incorruptibilidad, su escasez como recurso natural, su fácil fragmentación en piezas de muy variados  tamaños y pesos y su transportabilidad. Este bien, por su “liquidez” se llamará dinero.

            La riqueza, creada por el trabajo o por la naturaleza, debe preexistir a la existencia de dinero. Debería quedar claro entonces que, si la riqueza producida por una economía no ha aumentado, no debe aumentar la cantidad de dinero. Por lo tanto,  un aumento de la cantidad de dinero no servirá para enriquecer esa economía.

            El sistema financiero internacional se organiza en torno al oro. Él es el “patrón” de medida de los valores de las mercancías y las monedas domésticas se alinean en relación a él. Así, por ejemplo, el dólar americano estaba definido como una veinteava parte de una onza de oro. Y la libra esterlina era aproximadamente una cuarta parte de una onza de oro. Es decir, tener un dólar equivalía a tener un “vale por 1/20 onzas de oro”. Puesto que la definición de cada divisa en términos de oro era fija, bien podríamos decir que existía una única divisa mundial, que era el oro.

            Por razones prácticas, un banco podía sustituir la pieza de oro por billetes que representaban el valor de aquel. Cuando un banco emitía esos billetes, sabía que a partir de ese momento podía presentársele un cliente con alguno de ellos exigiendo al banco que se lo cambiara por la correspondiente cantidad de oro. Los bancos,  por disposición de la ley, debían mantener una relación entre el dinero que habían emitido y sus propias reservas de oro.

            Los bancos privados, que tenían facultad legal para emitir billetes,  iban sacando dinero al mercado a un ritmo muy semejante al del aumento de las reservas de oro. Si un banco violaba este principio y emitía demasiados billetes no respaldados por oro, se le retiraba la confianza y, en el peor de los casos, tenía que cerrar. Pero el dinero respaldado por el oro de bancos más sensatos mantenía su valor y los ciudadanos no tenían que pagar por las fechorías de los banqueros.

            Un dinero mundial que mantiene su valor estable a lo largo de las décadas tiene dos importantes consecuencias:

            Primera; los precios se mantienen estables, es decir, la inflación es insignificante.

            Segunda; los tipos de cambio son estables, es decir, no es que se hagan esfuerzos para mantener una paridad fija artificial sino que no existen presiones que pongan en peligro ese equilibrio[8].

            Los economistas liberales, afirmaban: Puede entenderse que con una inflación bajo control, un gasto público bajo control, unos bancos emisores bajo control y un tipo de cambio bajo control, la tranquilidad económica era tal que prosperar económicamente se convirtió en lo normal.

            Puesto que la cantidad de dinero que podía emitir el sistema estaba limitada por la cantidad de reservas de oro y puesto que la cantidad disponible de oro aumenta muy poco de un año para otro, la cantidad de dinero que se emitía anualmente no variaba mucho. Los gobiernos, por tanto, no podían echar mano de la máquina de imprimir billetes para financiar gastos extraordinarios.

            Las guerras cumplieron un papel determinante en la ruptura de la “relación sensata” entre encaje de oro y billetes. Las fábricas dejaron de producir bienes comerciables por armamento y el Estado debía pagar los salarios de los soldados. La relación entre bienes comerciables y cantidad de moneda, se rompió, así como la relación entre oro y billetes.

            Luego de terminada la guerra, aun el país vencedor, debía restablecer esos equilibrios. Esta operación ofrecía muchas dificultades.

            Los gobiernos tenían que “redefinir” a la baja la divisa en términos de oro, o sea, devaluarla. (Recordemos: devaluación implica que comprar al extranjero es más caro y vender es más barato). Precisamente después de una guerra eso era muy amargo porque la prioridad era la reconstrucción. Reconstruir es más difícil cuando comprar materiales de construcción (y cualquier otro producto) al extranjero es más caro pero las condiciones para exportar y acumular oro nuevamente, es mucho mayor. Naturalmente, esto se lograba porque los salarios, en términos de oro, eran mucho más baratos y su capacidad de compra sufría un poderoso impacto a  la baja. Si se volvía a la convertibilidad sin devaluar, para defender  a los ahorristas, rentistas y los salarios, se arriesgaba a quedarse con sus reservas de oro vacías, o sea, en la bancarrota, ante la imposibilidad de exportar. Esta fue la advertencia que le hizo el joven economista J.M.Keynes al Ministro del Tesoro inglés, Winston Churchill, en 1925, que se negaba a devaluar la libra esterlina, para defender a Londres como plaza financiera del Imperio, cuando la economía real estaba paralizada por la competencia del comercio de Estados Unidos cuya intervención en la Primera Guerra Mundial fue al final y muy limitada.

Los Bancos Centrales

            A comienzos del siglo XVI, los bancos venecianos eran los más importantes y la moneda de Venecia –el ducado veneciano-       era el patrón más prestigioso que se tomaba, por otros países, como medida para referir sus monedas. La activación del comercio mediterráneo, en la Baja Edad Media, había provocado el surgimiento de las ferias en distintos puntos de Europa, constituyendo un importante factor de dinamización de los intercambios y de desarrollo de las técnicas del crédito. En ellas se compraba al por mayor y se concluían negocios de envergadura, en presencia o no de las mercancías. Las dificultades y riesgos del transporte de las gruesas sumas de dinero en metálico requeridas motivaron la multiplicación de los mecanismos del crédito. El declinar de las ferias vino de la mano del desarrollo de grandes núcleos urbanos que se constituyeron en centros permanentes de negocios mercantiles y financieros. Las principales plazas comerciales de Europa contaban siempre con un lugar donde mercaderes, banqueros, cambistas y corredores se reunían a diario para hacer sus negocios.

            El más activo de entre los bancos del norte de Europa fue el Banco de Amsterdam (Wisselbank), fundado en 1609. En un principio, la banca europea respondía a los intereses comerciales, al constituirse como entidades de depósito y al llevar a cabo transferencias entre las cuentas abiertas por los comerciantes. Ello favorecía la fluidez de los negocios. Más tarde, los bancos fueron convirtiéndose también en entidades de crédito. 

            Sin embargo, al igual que ocurría en otros bancos, como el de Rotterdam o el de Hamburgo, el Banco de Amsterdam no realizaba descuentos de letras de cambio ni emisión de billetes. Estas modernas funciones bancarias sí fueron en cambio asumidas por el Banco de Inglaterra, fundado en 1694.

            Entre los siglos XVI y XVIII, los grandes  bancos de Venecia, Génova, Ámsterdam y Francia, habían quebrado por las cuantiosas sumas prestadas a los reyes para financiar las guerras.

            La emisión de papel moneda, aunque con un valor casi anecdótico, ya había sido probada por el Banco de Estocolmo a mediados de siglo. Pero el auténtico protagonismo del Banco de Inglaterra, como institución pionera en la emisión de billetes reembolsables a la vista por moneda metálica a solicitud del tenedor, está fuera de duda.

            La emisión de billetes que actuaban como pagarés al portador (running cash notes) estuvo ligada al crédito estatal, función a la que, a su vez, estuvo vinculado el propio nacimiento del Banco de Inglaterra.

            El Banco de Inglaterra era una institución privada, constituida por grandes banqueros y comerciantes, que tenían el privilegio, concedido por la Corona, de emitir billetes, en sustitución de la moneda metálica. La política del Banco, en esta materia, fue cautelosa, evitando la catástrofe financiera a que condujo el rey Luis XV, de Francia, y la Banca Law.

            El Primer Ministro, Sir Robert Peel siguió los consejos del banquero y teórico de la economía política, David Ricardo, fundador de la Currency School (Escuela Monetaria) al obtener la sanción de la ley de 1844, que reorganizó el Banco, separando la emisión monetaria del negocio bancario, propiamente. Ricardo sostenía que podía existir una masa permanente de billetes en circulación, desde el momento que su volumen estuviera fijado por la ley y contara con el respaldo de oro.

            Marx escribió en “El Capital”, al respecto[9]: “La potencia capitalista más grande en Londres, es, naturalmente, el Banco de Inglaterra, que por su posición de instituto semioficial está imposibilitado de manifestar su hegemonía de un modo más brutal”.

            “Pero, sin embargo, ya conoce bastante los medios de que ha de valerse –especialmente desde la ley bancaria de 1844- como ha de poner sus intereses a salvo”.

            “El Banco de Inglaterra tiene un capital de 14.553.000 libras, y dispone, además, de unos 3 millones de “resto”, es decir, de beneficios no distribuidos, así también como de todos los ingresos del Tesoro por contribuciones, que permanecen en depósito en sus cajas hasta ser invertidos. Si a esto se añade la suma de los demás depósitos (en épocas corrientes unos 30 millones de libras), y los billetes emitidos sin cobertura, podrá apreciarse que el cálculo de Newmarch es muy moderado”. El mercado de dinero de Londres –agrega Engels- es de aproximadamente 120 millones de libras y el Banco de Inglaterra posee entre un 15 y un 20%.

            “Al emitir el banco billetes –sigue Marx- que no están cubiertos por el metal existente en sus arcas, crea signos de valor que no son solo medios de circulación, sino que también le forman capital adicional - aunque ficticio- por la cantidad nominal de billetes sin cubrir. Y este capital le arroja un beneficio adicional”.

            La teoría de Ricardo sobre el dinero dice que el valor del metálico se determina por el tiempo de trabajo en él materializado, pero sólo mientras que la cantidad del dinero esté en proporción exacta con el volumen y el precio de las mercancías a vender. Si aumenta la cantidad de dinero por encima de esta proporción bajará su valor y subirá el precio de las mercancías; si desciende por debajo de la proporción exacta, subirá su valor y bajarán los precios de las mercancías, a igualdad de las demás circunstancias. En el primer caso, el país en el que exista esa abundancia de oro exportará el oro que ha descendido por debajo de su valor e importará mercancías; en el segundo caso, el oro afluirá a aquellos países en que se le aprecie por encima de su valor, mientras que las mercancías depreciadas afluirán a aquellos otros mercados en que puedan alcanzar los precios normales. Como bajo este supuesto, “el oro mismo, o sea en moneda, o sea en barra, puede ser un signo de valor de mayor o menor valor metálico que el suyo propio, se sobreentiende que los billetes convertibles en circulación, seguirán la misma suerte. Aunque los billetes sean convertibles, por consiguiente que su valor real corresponda a su valor nominal, la masa total de dinero en circulación, oro y billetes podrá ser apreciada o depreciada, según que su cantidad total, por los motivos antes expuestos, suba o baje de un nivel que se determina por el valor de cambio de las mercancías en circulación y el valor metal del oro…Esta depreciación, no del papel contra el oro, sino tanto del papel como del oro, o de la masa total de medios de circulación de un país, es una de las invenciones principales de Ricardo, convirtiéndose en principio fundamental de la legislación bancaria de Sir Robert Peel de 1844 y 1845”.

            Las crisis económicas comienzan cuando las mercancías no se venden, de acuerdo al ciclo del modo capitalista de producción. Cuando esto sucede, los precios bajan, mientras el valor del dinero permanece alto. De acuerdo a la teoría de Ricardo, para ajustar el precio del dinero al valor de las mercancías, hay que reducir su volumen. En el mismo sentido opera la  salida de oro del país al originarse el déficit comercial.

            Esta restricción monetaria, ocurre cuando los bancos más necesitan de crédito para cubrir la insolvencia de los negocios en cumplir con  reembolsos del crédito. “La ley de bancos de 1844 puede decirse pues que provoca directamente a todo el mundo del comercio a asegurarse a tiempo, cuando se inicia la crisis, un fondo de reserva de billetes de banco, es decir, acelerar y agudizar la crisis”, comenta Marx. Por medio de esta elevación artificial de la demanda de acomodación del dinero, es decir, de instrumentos de pago, que empieza a advertirse en el momento decisivo, coincidiendo con una limitación de la oferta, se eleva en las crisis el tipo de interés en un grado desmesurado. Resulta que en vez de suprimir la crisis, lo que hace es aumentarla, hasta el punto en que tiene que saltar todo el mundo industrial, o bien la ley de bancos”. “Dos veces, el 25 de octubre de 1847 y el 12 de noviembre de 1857, alcanzó la crisis este grado. Entonces el gobierno libró al banco de la limitación de emitir billetes suspendiendo la ley de 1844, lo que bastó, ambas veces, para acabar con la crisis. En 1847 bastó la certeza de que una vez más podrían obtenerse billetes contra garantías de primera clase, para que volvieran a salir a la luz del día y entraran en la circulación otra vez los 4 -5 millones de billetes atesorados. En 1857 se emitieron billetes por casi un millón sobre el límite legal, pero solo durante cortísimo tiempo”[10].

            El Banco de la Reserva Federal es el Banco Central de los Estados Unidos de Norteamérica y, por consiguiente, el Banco más poderoso del mundo. Fue creado por Ley del Congreso, el 23 de diciembre de 1913. En este caso, como Banco Central, tiene su función propia: emitir y regular la cantidad de moneda, pagar las obligaciones del Estado y supervisar a todo el sistema bancario.

            La Fed, como se le conoce corrientemente, es un cartel de propiedad y operación privada que es presentado como si fuera una institución del gobierno. Está compuesto de un Consejo de Gobernadores en Washington y de 12 bancos regionales en las principales ciudades de todo el país. El sistema también incluye a numerosos y diversos bancos miembros, incluyendo a todos los bancos nacionales que tienen que formar parte del sistema. Se permite también que otros bancos se sumen y muchos lo hicieron. La Reserva Federal comenzó sus operaciones en noviembre de 1914, casi un año después de la ley parlamentaria que creó el sistema el año anterior. Recibió mandato legal para poseer el mayor poder de cualquier institución del país – el poder de crear y controlar su suministro de dinero. Su poder deriva de su capacidad de emitir una moneda –el dólar- que es la divisa de reserva monetaria de todos los Bancos Centrales de la tierra.

Bretton Woods

            ¿Cómo ocurrió esto? Fue la consecuencia del enorme poder alcanzado por la economía norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial. La libra esterlina había sido la moneda internacional más importante, en el siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial, porque era la expresión monetaria del poder del Imperio Británico.

            Pero  su cetro se resquebrajó después de la “Gran Guerra” y, definitivamente, como efecto de la segunda gran contienda. Cuando se aproxima, en 1944, la derrota de Alemania, Estados Unidos convoca a una Conferencia Monetaria que se realiza en la localidad de Bretton Woods, en el Estado de New Hampshire, entre el 1º y 27 de julio de 1944.

            Contra la opinión de la delegación inglesa –presidida por Lord Keynes- Estados Unidos pudo imponer su plan que lleva el nombre del Subsecretario del Tesoro, Harry White. Estados Unidos era el principal acreedor de las potencias aliadas y, además, concentraba las dos terceras partes del stock de oro del mundo (30 mil toneladas de oro).

            El principal objetivo del sistema de Bretton Woods fue poner en marcha un nuevo orden económico internacional y dar estabilidad a las transacciones comerciales a través de un sistema monetario internacional, con tipo de cambio sólido y estable fundado en el dominio del dólar. Para ello se adoptó un patrón oro-divisas (“Gold Echange Standard”), en el que EE.UU. debía mantener el precio del oro en $35.00 por onza y se le concedió la facultad de cambiar dólares por oro a ese precio sin restricciones ni limitaciones. Al mantenerse fijo el precio de una moneda (el dólar), los demás países deberían fijar el precio de sus monedas con relación a aquella, y de ser necesario, intervenir dentro de los mercados cambiarios con el fin de mantener los tipos de cambio dentro de una banda de fluctuación del 1%.

De Gaulle denuncia que Estados Unidos viola los Acuerdos de Bretton Woods.

            En una conferencia de prensa, realizada el 4 de febrero de 1965, el Presidente de Francia, General Charles De Gaulle, sostuvo que el dólar no tenía la capacidad de cumplir los Acuerdos de Bretton Woods porque el volumen de su circulación, carecía del respaldo de oro. Anuncia, al mismo tiempo, que Francia volverá al patrón oro - que había sido suspendido durante la conflagración y luego sustituido por el Plan White-. y mandó un avión de Air France a retirar el oro francés depositado en Fort Knox.

            El mandatario galo expresó textualmente: “El hecho de que muchos Estados hayan aceptado dólares, con valor equivalente al oro, permitió a Estados Unidos financiar con su moneda el déficit de su balanza de pagos y a endeudarse gratuitamente con otros países. En efecto, pagan sus deudas con dólares que emiten en lugar de pagar con oro, cuyo valor es real y del que no puede desprenderse sin riesgos y sin sacrificio. Este privilegio unilateral que tiene Estados Unidos ha contribuido a difundir la idea de que el dólar es una moneda internacional imparcial, cuando en verdad es un instrumento de crédito de un Estado”. “Evidentemente, esta situación tiene otras consecuencias. Mientras Estados Unidos queda exonerado de seguir las reglas rigurosas que antes regulaban los balances negativos de la balanza de pagos, las otras naciones deben cumplirlas estrictamente. De esta manera, Estados Unidos puede exportar dólares, es decir inflación, bajo forma de capitales a préstamo a Estados o a particulares fuera de sus fronteras. Como el aumento de la circulación fiduciaria, colocada dentro de sus fronteras, a Estados Unidos le rinde menos, aparece la propensión creciente de invertir en el extranjero. En consecuencia, para algunos países, ello representa la expropiación de algunas de sus empresas”.

Nixon decreta la inconvertibilidad del dólar

            La ampliación de la intervención de Estados Unidos en la guerra de Vietnam, decidida por el Presidente Johnson, en 1965, y extendida a Camboya por Nixon, en 1968, así como los gastos de la carrera armamentista con la Unión Soviética, llevaron la emisión de dólares sin respaldo real a cifras astronómicas, hasta tal punto que Estados Unidos no pudo mantener la conversión fija de dólares en oro, a 35 dólares la onza –sus reservas de metal amarillo habían bajado a 30 a 10 mil toneladas-  y, el 15 de agosto de 1971, decretó, unilateralmente, su inconvertibilidad y luego, la flotación del precio del oro.

            De Gaulle ya había salido de la escena pero su asesor económico, Jacques Rueff, un convencido defensor del patrón oro como moneda internacional, comentó en 1983: “Hace diez años, del 25 al 27 de setiembre de 1973, se reunió en Nairobi, Kenia, la asamblea general del Fondo Monetario Internacional. La delegación de Estados Unidos expresó que este país se proponía alcanzar el equilibrio de la balanza de pagos pero no mencionó la reforma de las relaciones monetarias internacionales. George Shultz, Secretario del Tesoro, manifestó que “la libre fluctuación de los cambios monetarios debía continuar”. Por otra parte -continúa Rueff-  ningún país podía reclamar el canje de sus dólares por oro norteamericano, pues el dólar era inconvertible. Sin la voluntad de actuar ni la obligación de hacerlo, la posición norteamericana consistía entonces en “oficializar” los cambios flotantes por largo tiempo…Como nadie quería los “derechos especiales de giro”, moneda papel sin valor, en Nairobi se terminó por aceptar el dólar inconvertible y flotante, como centro de un sistema de relaciones monetarias internacionales sin pívot fijo”[11]

            Las consecuencias de estas decisiones, fueron una inflación descontrolada, el “boom” del precio del petróleo, la recesión mundial -1974-75- y el endeudamiento endémico de los países del Tercer Mundo. Un hombre de la Banca Rockefeller –Paul Volcker- asumió la dirección de la Reserva Federal, en 1979, en un momento en que los precios del petróleo habían dado otro salto, a consecuencia de la victoria de la Revolución Islámica en Irán, y el gobierno de Carter se debatía contra la inflación y fracasaba el intento de rescatar a los rehenes norteamericanos de su embajada en Teherán.

            Volcker adoptó una “terapia de schok”, para combatir la inflación, elevando la tasa de interés (“prime rate”) interbancaria a un 17%. Fue un gran negocio para los bancos que contaban con un abultado excedente de petrodólares y un desastre para los países del Tercer Mundo no productores de petróleo que vieron como los dólares volvían masivamente  a Estados Unidos, generando el vaciamiento de sus reservas monetarias y la factura petrolera absorbía la mayor parte de sus divisas y los costos de producción.. No obstante, el encarecimiento del crédito llevó a la recesión en Estados Unidos de los años 82-83, bajo el gobierno, ahora del republicano Ronald Reagan. Éste, eliminó los impuestos a las grandes corporaciones, lo que generó un elevado déficit fiscal que fue financiado por el retorno de capitales y por el Japón, inyectando mayores recursos al complejo militar-industrial y pasando a la ofensiva contra la Unión Soviética –a la que definió como el “Eje del Mal”- al lanzar el proyecto de militarizar el espacio exterior, conocido como “Guerra de las Galaxias”.

3. El sistema financiero actual y las crisis.

            Como otros componentes del sistema financiero, las bolsas de valores se han expandido prácticamente en forma continua en los últimos 20 años.

            La entrada de liquidez a las bolsas de valores -incluyendo los mercados de valores emergentes- se puede explicar en primer lugar por la generalización de modernos instrumentos de ahorro como los derivativos, los fondos de inversión, el mercado de eurodólares, los fondos de cobertura” (“Hedge Funds”), los fondos de la seguridad social, la securitización, y en segundo lugar porque los bancos abandonaron su función tradicional de prestamistas. Esto afectó profundamente la forma en que el sistema financiero realiza su función de convertir ahorros en inversión.

            Muchos bancos en la actualidad preferirían vender lo que tienen sus clientes en los fondos de inversión en lugar de hacerles un compromiso firme en una cuenta de ahorros y luego prestarle el dinero -a su propio riesgo- a alguna empresa pequeña o mediana poco conocida. La crisis inmobiliaria en Estados Unidos, no se explica solamente por los préstamos realizados a sectores sociales con escasa capacidad de pago (“Subprime”) como difunden los grandes medios, ocultando las maniobras financieras de los grandes bancos.

En los últimos veinte años han adquirido mucha importancia en el negocio financiaro, los Fondos Privadas de Inversión. ¿Qué son estas entidades? ¿Cómo operan?

            Estos fondos de inversión adquirieron preeminencia en la década de los 80’ por dos características de la desregulación de la actividad financiera en el mundo (globalización). En primer lugar, el deseo de los bancos y de los fondos de pensión de los países desarrollados de nuevas campos de aplicación de sus recursos financieros. El Fondo Público de Pensión de California (California Public Employees' Retirement System), el más grande de Estados Unidos, fue el primero que indicó el camino, colocándole 8% de sus activos en esta clase de fondos. Una actitud similar, caracterizó a los bancos, motivada por el aumento de los precios del petróleo y la abultada magnitud de sus depósitos en petrodólares que procuraron nuevos canales para la inversión y el crédito.

            El segundo factor, influido por el primero, fue la relajación de los controles de los bancos centrales sobre las inversiones de los bancos y los fondos de pensión. En 1971, la política del Reino Unido (Competition and Credit Control policy) concedió a los bancos mayor libertad en sus inversiones. Por su parte, en Estados Unidos, la Ley de Retiro de los Trabajadores de 1974 (Employee Retirement Income Security Act), eliminó muchas de las protecciones institucionales a los ahorros de los jubilados y pensionistas, permitiendo la inversión de los mismos en acciones y en otros activos financieros.

            Desde entonces, se sancionaron en Europa y Estados Unidos una serie de leyes que liberaron los controles de los fondos de jubilaciones y pensiones y de las compañías de seguros. Estos cambios han sido acompañados por leyes que exoneraron de impuestos a esos fondos, estimulando las exorbitantes ganancias de esas inversiones[12].

            Estos Fondos, que han ido adquiriendo inmenso poder financiero están dedicados a la especulación, y han sido acusados reiteradamente de poner en riesgo los ahorros de retiro de los trabajadores por  la falta de transparencia de sus operaciones. ¿A qué se debe su gran expansión? A que los gobiernos ven en estos Fondos una importante fuente de financiación de su deuda pública.

            De acuerdo a  la Emerging Markets Private Equity Association, creada para estimular la formación de estos Fondos en los países emergentes, los recursos de éstos han pasado de 5.8 mil millones de dólares en el 2003 a 22 mil millones en el 2006

            La Ley uruguaya Nº 16.774, del 27 de setiembre de 2996, los define de esta manera, en su art. 1º: “Fondo de Inversión es un patrimonio de afectación independiente, integrado por aportes de personas físicas o jurídicas bajo el régimen de la presente ley, para su inversión en valores y otros activos. Los Fondos de Inversión no constituyen sociedades, carecen de personería jurídica y deben ser gestionados por una sociedad administradora de fondos a quien se atribuyen las facultades del dominio sin ser propietaria, para que, por cuenta de los aportantes, realice una adecuada composición de sus activos, considerando riesgos y rendimientos”.

            Los fondos de  cobertura son instituciones financieras que toman préstamos para especular en los mercados financieros mundiales. Llegan a manejar activos muy superiores al capital de sus propietarios. Estos fondos asumen grandes riesgos para obtener ganancias muy grandes y rápidas. Hay fondos que han obtenido un rendimiento de 40% anual.

            El papel de los Fondos de Inversión privados en las crisis financieras de la década de los 90’, según la opinión de la mayor parte de los economistas, ha sido determinante. Uno de esos administradores, el financista húngaro-norteamericano, George Soros, director ejecutivo del “Quantum Fund” que mueve un capital de más de 10 mil millones de dólares, es emblemático.

            Soros se hizo famoso cuando en setiembre de 1992, obligó al poderoso Banco de Inglaterra a devaluar la libra esterlina. ¿En qué consistió la maniobra de Soros? El proceso de convergencia monetaria hacia el Euro, de la Unión Europea, obligaba a mantener entre las monedas cierta relación que no podía traspasar determinados límites. La Unificación Alemana en 1989, obligó al Banco Central alemán a una gran emisión para financiar el costo de la incorporación de Alemania del Este. Esta política provocó una caída del marco frente a las otras monedas, incluyendo a la libra esterlina. Ahora bien, la economía británica no pasaba por un buen momento ya que la desocupación era importante. Un fortalecimiento de la libra, afectaría las exportaciones y agudizaría la crisis. El Banco de Inglaterra tenía dos opciones: devaluar o abandonar los acuerdos de convergencia monetaria.

            En ambos casos significaba la devaluación. Soros y otros grandes especuladores, empezaron a  tomar préstamos en libras y a comprar marcos. El Banco de Inglaterra trató de sostener a la libra recurriendo a sus reservas pero tuvo que desistir ante la magnitud de la operación especulativa y, finalmente, el 16 de setiembre, devaluó, cayendo un 15% frente al marco y un 25% con relación al dólar. Soros, ahora con un marco fuerte y un dólar muy fuerte, invirtió 10 mil millones de dólares en la compra de libras devaluadas, obteniendo una ganancia de 2 mil millones de dólares.

            Las inversiones de estas carteras de portafolio diversificadas, no figuran en las listas de los mercados de acciones.

            Otro instrumento financiero es la “Securitización”. Se trata de la transformación de vales inmobiliarios, o deuda del Tercer Mundo, en títulos negociables. Estas operaciones permitieron a los bancos acreedores, desprenderse de sus deudas,, entregándoselas a una empresa financiera colateral, que, aplicando modelos matemáticos, mezcla las distintas deudas, para dispersar el riesgo, y negocia todo  el “paquete”. En la actual crisis inmobiliaria de Estados Unidos, ha jugado un papel importante, la “securitización” de los títulos hipotecarios.

             Se calcula con seguridad que más del 90% de las operaciones de los principales mercados de valores son sólo cambios en la propiedad de los títulos que ya están en circulación -en otras palabras, son en gran medida mercados de segunda mano, o lo que es lo mismo, una enorme burbuja. Esto significa que las operaciones con títulos nuevos rara vez representan más del 10% del total. Es, pues, un inmenso negocio especulativo.  Mientras cierto grado de liquidez es indudablemente esencial si los mercados han de operar con regularidad, sólo las operaciones con títulos nuevos pueden darles a las compañías las finanzas que necesitan y de esa manera realmente convertir los ahorros en inversión.

            La cotización en los mercados de valores permite a las compañías reducir significativamente sus costos de financiación (tanto en deudas como en capital accionario). Como resultado, las compañías que coticen en las bolsas pueden obtener financiación a mucho menor costo que las que no lo hacen, pues por lo general son compañías pequeñas y medianas. No es de sorprender que las que cotizan tienen mayor facilidad para sustituir el capital por mano de obra que las que no lo hacen. Detrás de esta lógica financieramente impecable se encuentra el riesgo de un vuelco hacia una economía de dos planos, y a una sociedad de dos planos.

            Por un lado existen las grandes compañías, con gran intensidad de capital financiero y que emplean principalmente a personal altamente especializado. Por otra parte están las compañías más pequeñas, que tienen costos financieros más elevados y utilizan en forma intensiva la mano de obra. Estas emplean a la mano de obra local, que tiene menor movilidad y con frecuencia es menos especializada.

            Esta característica de la operación del sistema financiero ha sido poco explorada. Pero, a medida que avanza el espectro de una economía y una sociedad polarizada, resulta una cuestión cada vez más urgente[13].

            No siempre las maniobras especulativas de los Fondos de Inversión con divisas han resultado exitosas. Durante la crisis de los Tigres Asiáticos obtuvieron en algunos –Thailandia, Malasia, Filipinas- enormes ganancias pero fracasaron en su intento de quebrar el dólar de Hong Kong, que era su gran “bocado”, porque fue defendido por el Banco de China que ya tenía cuantiosas reservas.

            El economista Kenneth Rogoff, profesor de Harvard y ex Jefe de asesores económicos del FMI, dice que se exagera el papel de los Fondos de Inversión en las crisis financieras de las últimas décadas, quizás impresionado por el fracaso de los especuladores “que dejaron su sangre en las calles de Hong Kong”.

            “La teoría del villano parece ser un poco exagerada”, dice Rogoff..
            “Sí, los grandes bancos centrales asiáticos tienen casi tres billones de dólares en activos; el banco central de China por sí solo tiene alrededor de un billón de dólares. Esto les da una base de capital similar a los activos de todos los fondos de cobertura más importantes del mundo juntos”.

            “Pero esta forma de medir es muy engañosa. Los fondos de cobertura constituyen sólo un pequeño porcentaje del total de los mercados financieros mundiales, los cuales, según un estudio reciente del McKinnsey Global Institute, superan los 120 billones de dólares. Y los fondos de cobertura, a diferencia de los bancos, pueden potenciar sus posiciones mediante préstamos para afrontar activos muy superiores a su base de capital. De otra forma, George Soros y sus socios inversionistas ricos no habrían podido ni soñar con enfrentarse al Banco de Inglaterra”.

            Entonces, si los Bancos Centrales –especialmente los asiáticos de Japón y China- tienen más fuerza que los Fondos de Inversión ¿a qué se debe la creciente volatilidad de los mercados financieros?

            Rogoff responde: “La producción de Estados Unidos cayó abruptamente en el tercer trimestre y los bancos centrales tienen las manos atadas por los riesgos inflacionarios. Más adelante, no es difícil imaginar que la inestabilidad política --generada posiblemente en Irán, Iraq o Corea del Norte—desestabilice los mercados[14]”.

4. La crisis del 2007.

         La inestabilidad financiera actual, centrada en la construcción inmobiliaria en Estados Unidos, ha sido largamente anunciada. Su origen: la gigantesca especulación que, desde comienzos del 2002, y durante tres años, se generó con las tasas negativas de interés (por debajo de la inflación), fijadas por la Reserva Federal y el Banco Central Japonés. A todo ello se agregó los enormes déficits en la balanza comercial y en el presupuesto que juntos, ascienden a más de un billón de dólares. Clinton había entregado el gobierno con un gran superávit fiscal pero Bush redujo abruptamente los impuestos a las grandes corporaciones y el mayor gasto militar determinó el abultado desequilibrio en la cuenta fiscal.

            En febrero de 2005, el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan declaró que en los mercados mundiales había una “excesiva liquidez” (inflación monetaria). La atribuyó al masivo crecimiento de los fondos privados de inversiones y a  los fondos de cobertura (Hedge funds). La voluminosa oferta de estos fondos había bajado la tasa de retorno a largo plazo de los bonos del Tesoro, por lo que los inversores, para recuperar la tasa de ganancia, decidieron asumir mayores riesgos.

            En realidad estos  “riesgos”, en el mercado inmobiliario, habían comenzando mucho antes, cuando aun no había llegado a su piso normal la gran burbuja especulativa formada en el sector de la tecnología avanzada. En su declaración del 16 de abril de 2005, el Comité de Gobernadores del Fondo Monetario Internacional sostuvo que si bien el crecimiento de la economía mundial “era robusto”, existían fuertes desequilibrios a nivel global, una creciente volatilidad de los precios del petróleo y la necesidad de que los bancos centrales estuvieran atentos al impacto inflacionario, acentuando el papel del control monetario.
            La Reserva Federal (FED) decretó en 2005 ocho aumentos consecutivos de las tasas de interés directrices, las que pasaron de 2,25% en enero a 4,25% a finales de diciembre.

            En lo que respecta a los precios del petróleo, aumentaron de un promedio de 41 dólares el barril en 2004 a más de 56 dólares en 2005, según el departamento estadounidense de Energía. Batieron incluso un récord absoluto (70,85 dólares) el 30 de agosto, al día siguiente del pasaje del huracán Katrina en el Golfo de México.
            El Fondo Monetario Internacional en su informe “Perspectivas de la Economía Mundial” (World Economic Outlook), de abril del 2006, corrigió su anterior estimación del crecimiento de la economía mundial en un 0,6%, a la baja, situándolo en un 4,9% para ese año y 4,7 para el 2007, pero insistió en advertir que el déficit de 800 mil millones de dólares de la balanza de pagos de Estados Unidos (un 6’5% de su PIB), y el abultado superávit  de la balanza comercial de China y de los países asiáticos, podía cambiar esas perspectivas, provocando una recesión global

            Como se observa, al FMI siguiendo puntualmente a Estados Unidos en sus reclamos, lo que le preocupaba era el superávit comercial de China atribuido a la presunta subvaluación de su moneda, el renmimbi yuan, y también de Japón, pero nada dice del cuantioso déficit fiscal de Estados Unidos y de la emisión desenfrenada de billetes verdes, sin respaldo, durante tres años, con una tasa real negativa (tasa de interés nominal inferior a la tasa de inflación), que alimentó la gigantesca burbuja inmobiliaria y los valores bursátiles en dólares.

            Sin embargo otros medios especializados apuntaban hacia el lado correcto. El semanario inglés, “The Economist”, en su edición del 16 de junio de 2005, expresó: “El aumento en todo el mundo del precio de las viviendas es la mayor burbuja de la historia. Nunca antes el precio real de las casas aumentó tan rápido como ha sucedido en Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia, Nueva Zelandia, Holanda, Irlanda, Francia, España y China. Esta burbuja inmobiliaria ayudó a salir de la burbuja del mercado accionaria en el 2000. ¿Ahora le llegó el turno a la burbuja inmobiliaria?”.

            El periódico especializado brinda datos impresionantes del desarrollo de esta “burbuja”. De acuerdo a sus estimaciones, el precio de las propiedades residenciales aumentó más de 30 billones de dólares entre el 2000 y el 2005, un aumento equivalente al 100% del PIB de los países desarrollados. En la década de los 90’ esa relación fue del 80%, y en la década de 1920, el 55%.  “En otras palabras –agrega- es la mayor burbuja inmobiliaria de la historia”.

            En Estados Unidos es donde esta burbuja es mayor. En el año 2004, el aumento de los precios de las propiedades residenciales fue, promedialmente, del 12,5%, pero en los estados de California, Florida, Nevada, Hawai, Maryland y Washngton D.C. fue superior al 20%.

            ¿Cuáles son las causas de este fenómeno? The Economist, contesta: “Los factores son múltiples: las bajas tasas de interés ha estimulado los créditos y los inversores han elegido el mercado inmobiliario como alternativa a la baja de los valores bursátiles”.

            Es decir que no tomaron los préstamos para construir vivienda propia sino como inversión especulativa. Como los precios aumentaban, vendían las propiedades y contraían nuevos préstamos para seguir la “calesita”. Este juego especulativo llegó a los sectores sociales menos solventes y cuando la FED comenzó a aumentar las tasas de interés para frenar la inflación, las quiebras de los deudores se propagaron en cadena.

            “The Economist” recuerda también que el  90% del crecimiento del PIB y del empleo en Estados Unidos se debe a la industria de la construcción y de la infraestructura del negocio inmobiliario. Ya en el 2004, el 42% de los compradores por primera vez, en Estados Unidos, y el 25% de todos los compradores, habían dejado de pagar los préstamos. La explosión de esta “burbuja” era inevitable, comenta el periódico, y conducirá a una recesión mundial, empezando por Estados Unidos.

            El pronóstico del semanario, de junio de 2005, era acertado. Nos encontramos en vísperas de un colapso de grandes proporciones de la economía y la moneda norteamericana y extendida al resto del mundo como consecuencia, de la globalización financiera y de la capacidad compradora, ahora reducida, del mercado estadounidense.

            Ante la cadena de quiebras y la iliquidez de la banca, la Reserva Federal tuvo que cambiar su política de ajuste hacia arriba de las tasas de interés, para frenar la inflación, e iniciar el proceso inverso. El Banco Central Europeo, el Banco Central de Japón, la FED y el Banco Central de Canadá volcaron, en total, al mercado 242.260 millones de dólares (entre el 9 y 13 de agosto) para salvar a los bancos.

            Los cuatro mayores bancos de Estados Unidos –Citigroup, J.P.Morgan, Bank of America y Wachovia- tomaron de inmediato 500 millones de dólares de la Reserva Federal. En Londres, el Barclays Bank tomó en préstamo 314 millones de libras esterlinas (622 millones de dólares) y el Deutsche Bank de Alemania.

            El 18 de setiembre, la Reserva Federal redujo medio punto porcentual la “prime rate”, que estaba en 5,25%, a 4.75%. De inmediato, esta mayor liquidez se trasladó  a la Bolsa de Valores, cuyas acciones repuntaron, pero profundizó la debilidad del dólar frente al euro, el yen y la libra esterlina, pues los compradores de bonos, prefirieron fortalecer su posición en aquellas monedas antes que correr el riesgo de ampliar sus posiciones en una moneda norteamericana afectada por el cuantioso déficit fiscal y una mayor emisión sin respaldo.

            El Premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz, explicaba la crisis,  en el Shanghai Dialy, el 9 de agosto, de esta manera: “Los pesimistas que desde hace tiempo estimaban que la crisis en Estados Unidos era inevitable, parece que tenían razón. Naturalmente, el precio de los valores han caído como consecuencia del aumento de las quiebras de las hipotecas. El impacto será sentido por millones de norteamericanos alcanzados por los disturbios financieros y la economía global”.

            “Para ir a la causas de esta situación, debemos retroceder al año 2001. Este año, el Presidente Bush, con el apoyo del Presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, suprimió los impuestos que pagaban los más ricos, beneficiando a ese sector pero  no sacó a la economía de la recesión que siguió al colapso de la burbuja de Internet”.

            “Entonces, la Reserva Federal, para mantener el crecimiento y el empleo, bajó las tasas de interés. Corrientemente, cuando bajan las tasas de interés, las empresas toman dinero prestado y lo invierten en activos productivos. Pero dado que la sobre inversión de la década de los 90’ fue parte de las causas de la recesión, la baja de las tasas de interés, esta vez, no estimularon mucho la inversión”.

            “Sirvieron en cambio, para que las familias norteamericanas se endeudaran, refinanciando sus hipotecas y gastando más de lo que podían. La economía creció, impulsada por este mayor endeudamiento y como el precio de las viviendas aumentaba, los norteamericanos continuaron endeudándose y para aumentar la capacidad de compra, se relajaron las normas crediticias, dirigiéndose los préstamos a los sectores sociales de más bajos ingresos (Subprime credit), que al bajar los precios de las viviendas, no estaban en condiciones de reembolsar los préstamos”.

“Además, nuevos productos financieros fueron inventados, que pagaban menos impuestos, permitiendo a los individuos tomar hipotecas más grandes. Algunas hipotecas incluso tenía amortización negativa: los pagos no cubrieron los intereses adeudados, por lo que la deuda se agrandó”.
“Hipotecas a interés fijo, fueron reemplazadas por hipotecas a tasas variables, pagaderas a corto plazo”. “Greenspan alentó esta política pero ¿Greenspan estaba convencido que las tasas se mantendrían al 1º %, es decir a una tasa real de interés negativa?”.

“Los norteamericanos vivieron dos años del crédito barato cuando sus ahorros eran negativos. Esto debía terminar cuando empezaran a aumentar las tasas de interés.y desapareciera el motor del crecimiento de la economía, el crédito barato”[15].

            Economistas y analistas económicos de los grandes medios de información, discuten sobre la localización –en el sector hipotecario- o la propagación no sólo al resto de la economía de Estados Unidos sino de Europa, Japón y China.

            Los datos sobre su impacto en los Estados más importantes de Estados Unidos, son concluyentes. Pero, por otra parte, hay indicadores concretos que ha alcanzado a grandes bancos de Alemania y Gran Bretaña cuyas pérdidas en sus inversiones en las hipotecas de alto riesgo de Estados Unidos, obligó a una asistencia masiva del Banco Central Europeo y del Banco de Inglaterra.

            La explicación está en los nuevos instrumentos financieros. la llamada “securitización” (movilización de créditos no líquidos a través de títulos-valores que ingresan al mercado de capitales) puestos en marcha por los grandes bancos a través de colaterales (SIV) e instituciones de préstamos hipotecarios y en su circulación global sin trabas. La conversión de los créditos hipotecarios en títulos comerciables en el mercado de capitales, en el cual entran en el juego de la especulación, fue un factor en el aumento del precio de las hipotecas y una jugosa ganancia para los especuladores. Los propietarios de viviendas se han visto enfrentados así no sólo a los grandes especuladores de los Estados Unidos sino de todo el mundo.

5. ¿Se hundirá el dólar?

            El economista neokeynesiano, Paul Krugman, profesor de la Universidad de Princeton y columnista de The New York Times, sostuvo en un ensayo, publicado en julio de este año, en el portal  “The European journal Economic Policy[16], que el déficit comercial de 800 mil millones de dólares de Estados Unidos es insostenible y que la financiación que le proporcionan los bancos  centrales de la Unión Europea, Japón y China, y los inversores privados, que logran hasta ahora buenos rendimientos de sus colocaciones en bonos del tesoro, hipotecas y acciones, puede reducirse al cambiar las expectativas por la gradual declinación del dólar y llegado un momento, provocar el hundimiento abrupto del billete verde.

         Utilizando la imagen del Coyote, de la historieta “Correcaminos”, el lobo que trata de volar y que de pronto advierte que no tiene nada que lo sostenga y se desploma estrepitosamente, una situación parecida le ocurrirá al dólar. Krugman está convencido que al dólar le ha llegado el “momento del Coyote”. No está seguro, en cambio, si esta “crisis” tendrá consecuencias macroeconómicas aunque aborda esta posibilidad, recurriendo a dos modelos matemáticos que, reconoce, no ofrecen una respuesta completa al problema. Más aun: sostiene que no hay modelo que dé una respuesta a este problema.

            Este tema lo retomó en su columna del New York Times, el 20 de setiembre, con el título Is This the Wile E. Coyote Moment? (¿Este es el momento de Wile E. Coyote?). Señala que el dólar canadiense está a la par del dólar, que existen rumores que Arabia Saudita diversificaría su cartera financiera cambiando dólares por euros y que China rompería la convertibilidad fija del yuan con el billete verde. Luego reitera su tesis sobre la declinación del dólar, expuesta anteriormente: “Yo y otros economistas hemos sostenido que el déficit comercial de Estados Unidos, es insostenible a largo plazo y que tarde o temprano el dólar irá declinando. Pero los inversores internacionales han continuado la compra de bonos del Tesoro de Estados Unidos porque su tasa real de interés es mayor que las que se ofrecen en euros o yenes, pensando que el dólar nunca se debilitará. Cuando adviertan su declinación, el dólar se hundirá. Puede ser que este momento haya llegado aunque yo me he equivocado más de una vez”.

            “La eliminación del déficit comercial –escribe Krugman en el portal europeo- exigirá una redistribución del consumo mundial. En otras palabras, con la caída de las compras de Estados Unidos, tendría que operarse el aumento de las compras de otros mercados. Esta tesis fue cuestionada por John Williamson quien sostuvo que una redistribución de los déficits no implica una modificacion de las tasas de cambio real de las monedas. A esto le llamó “la inmaculada transferencia” (de los déficits). Sin embargo, de hecho, una redistribución de las compras mundiales requerirá una caída de los precios relativos de los bienes y servicios producidos en los Estados Unidos porque las compras de Estados Unidos son mucho mayores que las compras de otros países”.

            “¿Cuánta debería ser la depreciación para alcanzar el equilibrio de la Balanza de Pagos de bienes y servicios?  El resto del mundo debería hacer una transferencia equivalente al déficit de Estados Unidos. Si asumimos que el resto del mundo tiene un PIB equivalente a tres veces el PIB de Estados Unidos la eliminación de la transferencia debería significar un aumento del 42.6% de los precios relativos de los productos del resto del mundo, o un 35% de la depreciación real logarítimica del dólar. Ésta es la depreciación estimada por Obstfeld y Rogoff”.

            “La contrapartida, sería el déficit en las balanzas de pagos de Europa y Asia y la consiguiente depreciación de sus monedas. Pero las estimaciones son que mientras el euro puede bajar, las monedas asiáticas se apreciarán más”.

            En el Informe sobre las Perspectivas de la Economía Mundial (2006) el FMI realizaba una advertencia de la eventualidad de un “efecto. Coyote”, apoyándose en los siguientes datos: 1) las obligaciones externas de Estados Unidos han pasado de un 30 a un 85% del PIB. Esto representa un alto nivel de endeudamiento externo aun para un país industrializado; 2) Los inversores extranjeros realizarán un ajuste en la composición de los activos norteamericanos de sus portafolios aun asumiendo pérdidas por la tasa de cambio.

            El señor Rodrigo Rato, Director Gerente del FMI, que transferirá su cargo al francés Dominique Strauss-Khan, estuvo en Madrid, manifestando: “La crisis crediticia es un episodio grave que aún no está totalmente resuelto. Y puede ser mucho más grave si se prolonga. Los gobiernos deben ser conscientes que la turbulencia financiera va a tener impacto sobre todo en países que necesitan financiación internacional”[17].

            En la línea de sus declaraciones –comenta “El País” de Madrid- Rato afirmó en el Financial Times que “la crisis pasará factura”. “Los gobiernos no deben pensar que la inestabilidad es algo que está sólo en los despachos de los banqueros, porque afectará a os presupuestos, especialmente en 2008. Los riesgos son ahora más importantes que hace seis meses”, concluyó[18].

            “La economía real ya no existe”, decía Fidel Castro en Nueva York,[19] en el 2000. “Lo que existe es una economía virtual. Mientras las exportaciones ascienden anualmente a seis mil millones de dólares, las operaciones especulativas ascienden, cada día a mil quinientos millones de dólares! Todo esto es así porque la convertibilidad del dólar en oro, desapareció en 1971, cuando Estados Unidos tenía oro sólo diez mil toneladas de oro contra treinta mil, al comienzo (1944).

            “En aquella época, ellos mantuvieron cierta estabilidad, comprando el excedente de oro y vendiéndolo cuando faltaba. Todo el mundo lo sabe. Pero Nixon, después de haber gastado centenas de millones sin aplicar el menor impuesto, para financiar la guerra de Vietnam, tomó simplemente la decisión unilateral en 1971, sin consultar a nadie, de suprimir la convertibilidad del dólar en oro. Y fue a partir de ese momento, que todas las monedas se han vuelto inestables. De Gaulle se había opuesto, con justicia, porque sabía lo que iba a ocurrir. Y efectivamente, a partir de ahí la especulación se ha desencadenado, hasta el punto de alcanzar hoy, mil quinientos millones de dólares por día el tráfico monetario, al que hay que agregar otros mil quinientos millones más de especulación con acciones y títulos. Y esto no tiene nada que ver con la economía real!”

            “Algunas acciones bursátiles han pasado, por ejemplo, de 1000 dólares a 800 mil dólares, en solamente ocho años. Y todo esto es producto de la imaginación, aun cuando estas empresas registren pérdidas. Se ha creado una economía virtual colosal. Se ha formado una burbuja enorme que algún día va a explotar pues la ley es inexorable. Cuando ocurra, tendremos una gran crisis que ayudará, posiblemente, a poner sobre el tapete un nuevo orden político y económico mundial”.

           
¿Estaremos en vísperas de esa gran crisis que antiguos pronósticos y los hechos económicos de hoy en Estados Unidos, parecen confirmar, o el hundimiento de los valores bursátiles y la cotización del dólar frente al euro y el yen, se recuperarán como ocurrió hace 20 años –el ”lunes negro” del 20 de octubre de 1987- cuando Wall Street perdió 500 puntos en un día? ¿Habrá llegado el “Día del Coyote”?.

La respuesta, como siempre, la darán los hechos.





           





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[1] Lenin, V.I. “El Imperialismo, fase superior del capitalismo”, en “Obras Escogidas” en 4 tomos. T II, p. 477. Buenos Aires, 1946.
[2] Ibidem. p. 522.
[3] Ibidem. Tomo II, pp. 477-479.
[4] FORUM SOCIAL MUNDIAL PORTO ALEGRE - 24/08/2002 - Nouvelle phase du capitalisme?(ou cure de rajeunissement du capitalisme sénile).

[5] www.ernestmandel.org/es/escritos/txt/la_teoria_marxista_de_las_crisis.htm
[6] Viera, Eduardo, “Fin de Siglo. La crisis estructural del capitalismo”, pp. 88-89. Montevideo, 1997.
[7] Marx, Carlos, “El Capital”, Tomo I, p. 91. Biblioteca Nueva. Buenos Aires, 1946.
[8] ¿Qué es el patrón oro? Por Antonio Mascaró Rotger
[9] Ob.Cit. Tomo III, p.1385.
[10] Ibidem. pp. 1395-1396.
[11] Espoir”, Revue de l’Institut Charles de Gaulle, Nº 44, p.49. Paris, septembre 1983.
[12]C P Chandrasekhar, in “People's Democracy”. Weekly Organ of the Communist Party of India (Marxist). July 15, 2007.
[13] Dembinski y Ponti en www.henciclopedia.org.uy
[14] Kenneth Rogoff, Copyright: Project Syndicate, 2006.
[15] www.project-syndicate.org.
[16] Economic Policy July 2007 pp. 435–467 Printed in Great Britain
[17] EL PAÍS, martes 9 de octubre de 2007, p. 40. Madrid.
[18] Ibidem.
[19][19] Fidel Castro Ruz, Intervención realizada en la Mesa Redonda Nº 3 de la “Cumbre del Milenio” sobre el tema “El Papel de las Naciones Unidas en el siglo XXI”, el 7 de setiembre de 2000 en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.