lunes, 2 de julio de 2012

                            LAS OLIGARQUÍAS SON SOLIDARIAS



Los partidos tradicionales –Colorado y Blanco- que nacieron en 1837,  en los albores de la República Oriental del Uruguay, en encarnizada pelea por la propiedad de la tierra, que era pública en todo el norte del país, y el pago de la deuda a sus respectivos acreedores, con dineros del Estado, que financiaron esas guerras, e interesados también en esas tierras, se han solidarizado con el “Presidente” de Paraguay, Federico Franco, que se prestó al golpe contra el titular, Fernando Lugo.

La posesión y concentración de la tierra, y el control del sistema bancario y del comercio exterior, fue el proceso de consolidación de las estructuras económicas en el siglo XIX, en alianza con Inglaterra que compraba los productos agropecuarios y nos vendía sus manufacturas e invertía en ferrocarriles, frigoríficos y comunicaciones. Ese papel , en el siglo XX, después de la Primera Guerra Mundial, ha sido cumplido hasta el presente por Estados Unidos.

Este rápido bosquejo es, con peculiaridades secundarias, es el panorama de los países periféricos frente a los países globalmente dominantes. El capitalismo creció a saltos, empezando por Gran Bretaña que, en el siglo XIX, después de la derrota de Napoleón, se convirtió en el “Sol” económico del planeta.

Llamo oligarquías, a una minoría que entrelaza los negocios del agro, el vcomercio exterior y la banca.

En el Uruguay se opuso a la industrialización y a las políticas sociales que conlleva, impulsadas por el líder colorado, José Batlle y Ordóñez., en 1911 y al Consejo Nacional de Administración al que derrocó en 1933; en Argentina, se opuso a Hipólito Yrigoyen, al que derrocó, mediante un golpe militar en 1930 y en Brasil, derribó a Getulio Vargas en 1954.

En todos estos golpes, tuvo como aliados a Gran Bretaña o a Estados Unidos, que se oponían –y se oponen- a la industrialización de estos países a quienes les reservaban solo el papel de proveedores de alimentos y materias primas del subsuelo.

                                                  El Paraguay

La historia de Paraguay es más dramática que la uruguaya porque tuvo el “pecado” de declararse independiente en 1811 y poner en marcha un proyecto económico destinado a alcanzar la autonomía en esta materia, prescindiendo de las industrias extranjeras. Fue el primero que tuvo ferrocarril y hornos de fundición de hierro. El auor de este proyecto fue Gaspar Rodríguez de Francia y sus continuadores, Carlos Antonio López y su hijo, Francisco Solano López (1862-1870).

Este desafío era intolerable para Inglaterra que, junto con Bartolomé Mitre de Argentina y el Emperador Pedro II del Brasil –y la concurrencia “gratuita”, del dictador uruguayo, Venancio Flores-, conformaron una “Triple Alianza”, en junio de 1964.  (los ingleses se mantuvieron discretamente en las sombras pero financiaron con abundantes préstamos a los agresores y eran quienes tenían los hilos de la conspiración), para invadir y derrocar al “dictador que oprimía al pueblo paraguayo”. (¿Contemporáneamente suena este pretexto, en otros lares del mundo?).

El pueblo paraguayo resistió, cubriendo una de las páginas de heroísmo, quizás la más grande de América Latina, pero fue derrotado y su presidente asesinado. Las consecuencias de la guerra para el Paraguay fueron desastrosas: Quedó arrasado, perdió el 90% de la población masculina; sus industrias y comunicaciones destruidas- Antes de la guerra fno tenía deuda externa; después de la guerra debió recurrir a la banca londinense: perdió territorios en el este y en el oeste, que fueron apropiados por Brasil y Argentina, respectivamente.  

Las “reglas” económicas, establecidas por Inglaterra se impusieron y el nuevo ejército paraguayo se encargó, dictaduras militares mediante, de consolidar las nuevas estructuras enajenadas, accediendo a una parte del botín.

En Uruguay, los créditos concedidos por el Banco Mauá a Venancio Glores para financiar su participación en la guerra contra el Paraguay, desbordó ampliamente los límites legales impuestos a la emisión, lo que condujo a la gran crisis bancaria de 1868, ante la imposibilidad de convertir en oro sus billetes, de acuerdo a las normas del patrón oro. Esta crisis obligó al gobierno al curso forzoso de los billetes, ante la protesta de los hacendados y exportadores, situación que la resolvió Latorre en 1876 con la liquidación del Banco de Mauá y su papel de agente financiero del Estado por la banca británica.

Hoy la mayoría de las grandes extensiones de tierra en el Paraguay son controladas por exponentes del Partido Colorado y de las multinacionales, y el ejército, controlado también por este Partido, es la garantía del status dominante. En el siglo pasado, solo la dictadura del general Alfredo Stroessner (que no fue la única), duró 35 años (1954-89). Fernando Lugo ha sido el primer presidente no proveniente de esa organización y, contando con un gran respaldo popular, con un ancla fuerte en los campesinos sin tierra, el que alcanzó la Presidencia en el 2008, obteniendo el 40% de los votos electorales.

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Decíamos arriba, que los partidos representativos de la oligarquía uruguaya, que controla la tierra, junto con las multinacionales, así como la banca privada y el comercio exterior, ha puesto el grito en el cielo por la resolución del Mercosur y Unasur de suspender al gobierno paraguayo, separándolo transitoriamente de ambas organizaciones- hasta las elecciones del 21 de abril de 2013, instancia en que el pueblo paraguayo elegirá a un nuevo gobierno.

Esgrimen airados que se ha violado el principio de “no intervención”, que es la piedra angular de la política exterior uruguaya.

Al respecto, debo decir dos cosas: 1) No se ha violado el principio de “no intervención” y 2) Ninguno de los dos partidos el Colorado y el Blanco- tienen autoridad moral y política para esgrimir este argumento.

Vayamos a la primera cuestión. El gobierno paraguayo, junto con los otros miembros del Mercosur y la Unasur, firmaron, en diciembre del año pasado, el Protocolo de Montevideo, Usuahia II, que en sus considerandos dice “que la plena vigencia de las instituciones democráticas y el  respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales son condiciones esenciales para la vigencia y evolución del proceso de integración entre las Partes”, “Reiterando el compromiso con la promoción, defensa  y protección del orden democrático, del estado de derecho y sus instituciones, de los derechos humanos y las libertades fundamentales, como condiciones esenciales e indispensables para el desarrollo del proceso de integración y para la participación en el MERCOSUR”, “ARTICULO 1 - El presente Protocolo se aplicará en caso de ruptura o amenaza de ruptura del  orden democrático, de una violación del orden constitucional o de cualquier situación que ponga en riesgo el legítimo ejercicio del poder y la vigencia de los valores y principios democráticos

Este protocolo recoge un anhelo de los pueblos latinoamericanos que han visto burlados sus derechos y su voluntad expresada democráticamente en las urnas, por golpes oligárquicos, apoyados por el imperialismo de turno, del que está repleta la historia de nuestro Continente. La violación del orden constitucional por el parlamento paraguayo, es notorio, porque un acuerdo entre dos partidos políticos articuló un “juicio político”, entre gallos y medianoche, que falló en poco más de 24 horas sin conceder los “plazos indispensables”, a la defensa.

La Constitución del Paraguay, de 1992, en su artículo 225 establece las garantías “de cualquier proceso del que pueda derivarse pena o sanción” y en el literal 9º de este artículo indica que al acusado se le deben conceder “plazos indispensables para la preparación de su defensa en libre comunicación”. A Lugo se le concedieron solo dos horas para defenderse de manera que es falso el argumento de que el Congreso actuó de acuerdo a derecho, como sostiene la oposición uruguaya.

Ahora, el segundo punto. El Partido Colorado, en Uruguay, ha realizado todos los golpes de Estado, con militares o sin ellos, qie recoge la historia del país. Y en el
período de  1945 en adelante, en que ejerció el gobierno constitucionalmente, apoyo todas las intervenciones norteamericanas en América del Sur, con el respaldo de los medios electrónicos monopólicos. Una de esas instancias fue el derrocamiento del gobierno constitucional de Guatemala, presidido por el Coronel Jacobo Arbenz, en 1954.

Una situación similar es la conducta del Partido Blanco.

En el siglo XIX fueron a las guerras civiles para tratar de arrancarle a los colorados el poder, logrando una parte del mismo con la Paz de Abril de 1872.

Pero en el siglo XX, se aliaron con los colorados para repartirse el poder y en 1933, el sector liderado por Luis Alberto de Herrera, apoyó el autogolpe de Gabriel Terra y se repartieron la administración “fifty-fifty”. Pocos años después, Herrera y Terra rompieron con el gobierno legítimo de la República Española  y reconocieron a la insurrecta Junta de Burgos, presidida por el golpista Francisco Franco.  

En 1946, el Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Amézaga, Eduardo Rodríguez Larreta, del Partido Blanco Independiente (opuesto a Herrera y hoy liderado por Larrañaga), lanzó, obedeciendo a la línea de la política exterior de Estados Unidos, la doctrina de la intervención colectiva en defensa de la democracia, para derribar al Presidente Perón que había derrotado en las urnas a toda la oposición unida.

Durante su primer gobierno, en el siglo XX (1959-1963), el Partido Blanco apoyó la descarada intervención de Estados Unidos en Cuba y se sumó al bloqueo político y económico de la hermana del Caribe, obedeciendo a la política exterior de Washington hacia América Latina y el Caribe.

Los blancos se llaman también “Nacionalistas” porque en 1863 el gobierno de Bernardo Berro enfrentó la invasión de Flores, apoyada y financiada por Mitre y a la flota brasilera, quemando en la plaza pública los Tratados de Lamas (Colorado) con el Brasil, que habían convertido a Uruguay en una virtual y rediviva “Provincia Cisplatina”.

Pero de este nacionalismo, después, no les quedó nada. Hicierorn “mangas y capirotes” del derecho en lo interno, apoyando o dando golpes de Estado _el último fue el de Juan María Bordaberry, que era “rosado”, apoyado por los Tenientes de Artigas, logia militar creada por el ex candidato blanco a la Presidencia de la República, general Mario Oscar Aguerrondo, y en la externo, siguiendo obsecuentemente la línea de la política norteamericana, contra cualquier país que quisiera la independencia económica, para librarse de la coyunda de sus monopolios.

En consecuencia, la posición de colorados y blancos frente a la decisión del Mercosur, no es una cuestión de derecho, al que nunca han respetado, cuando las circunstancias eran contrarias a ñ
los intereses egoístas de un pequeño grupo que no quiere perder su control hegemónico en la economía uruguaya, siempre en alianza demoníaca (los hechos históricos son ilevantables) con los Estados Unidos.





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