La elección presidencial, en la República Argentina, el próximo domingo, desborda ampliamente, el
interés de los ciudadanos de ese país por su implicancia en las relaciones de
fuerza actualmente en el mundo, ya que América Latina, que se esfuerza por
romper su dependencia tradicional del imperio financiero norteño, podría salir
fortalecida o debilitada.
El cambio que propone Mauricio Macri, es la vuelta a la
política de Martínez de Hoz bajo la dictadura, y la de Domingo Cavallo, en el
gobierno de Carlos Menem, que el ex Presidente, Raúl Alfonsín, denominó “la economía
Casino”.
¿Em qué consiste esta política? Em abrir las fronteras al
capital especulativo extranjero (“hot money”), sin ninguna limitación
administrativa o impositiva, sobrevaluando la moneda nacional o eliminándola,
creando la ilusión de que “somos un país
del Primer Mundo”. A la clase media, lamentablemente, le encanta el dólar
barato, porque puede viajar sin restricciones de ningún tipo. Las consecuencias
de esta política, son conocidas en todo el mundo y, en particular, en América
Latina, por las crisis que ha acarreado: destrucción de la industria nacional y
parálisis de las exportaciones de alimentos y materias primas, determinadas por
la sobrevaluación de la moneda y el menor desarrollo tecnológico que anulan la
competitividad en el mercado internacional.
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La Ley de Convertibilidad, de 1991., qie estableció el
cambio de 1 peso x 1 dólar y que los argentinos eufóricos llamaron “la plata
dulce”, diez años después había paralizado la economía. No quedaba otra
alternativa que devaluar con
consecuencias catastróficas; en la actualidad, la situación cambiaria es
diferente: existe un tipo de cambio, administrado por el Banco Central, de $A
9,50 que la autoridad monetaria corrige, aperiódicamente, de acuerdo a los
precios de los productos agropecuarios exportables y de los precios internos,
de modo de mantener el cambio real, asegurando el flujo del comercio exterior.
Desde el año pasado comenzaron a caer los precios de la soja
y los cereales en el mercado mundial y este año la contracción se hizo general,
incluyendo a la República Popular de China. Por otra parte, la inflación, en
los últimos tres años ha sido constante por la política del gobierno –keynesiana-,
de fortalecer permanentemente la demanda, y fortalecer la industria, el empleo
y un activo mercado interno.
La economía argentina funciona, esencialmente, con recursos
propios, Ek Banco Central defiende la moneda nacional con una mirada en la economía
y no en la ganancia de las empresas extranjeras, como era el modelo
Menem-Cavallo. Ello le ha permitido, junto con el sistema tributario, dirigir
el crédito y la financiación de las pequeñas y medianas empresas, la
recuperación por el Estado de las empresas y servicios sociales privatizados
–incluyendo las jubilaciones y pensiones-, la universalización de las
asignaciones familiares, la expansión de la investigación
científico-tecnólogica y la creación de 40 universidades públicas.
Argentina no atraviesa una crisis económica. Tiene una tasa
de desempleo del 6%, un presupuesto equilibrado, una deuda externa del 40% del PIB, una
balanza comercial favorable y reservas por 30 mil millones de dólares. La clase
oligárquica tradicional, encabezada por la Sociedad Rural-, que ha ganado
muchos dólares y los ha sacado del país por miles de millones, se queja porque
han descendido sus ganancias y reclaman una macro devaluación ya que venden en
dólares y pagan a sus peones con pesos devaluados y la eliminación de las
retenciones que utiliza el gobierno para subsidiar el consumo y a las Pymes.
Este es el núcleo del programa de Macri. La macro
devaluación de un 45% (15-16 pesos por dólar), llevará directamente a un
abrupto aumento de los precios internos y la caída vertical de los salarios,
echando por tierra los acuerdos de las paritarias. Para estabilizar el cambio
flotante necesita un préstamo “Stand-by” del Fondo Monetario Internacional,
sometiéndose -vía Carta de Intención-, a las políticas de ajuste que este
impone para conceder sus créditos.
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Un país como Uruguay, con una economía más pequeña y más
débil necesita, para exportar, mercados con monedas más fuertes. Cuamdo el
“Real” de Brasil se devalúa, como está ocurriendo, nuestras exportaciones
encuentran dificultades y el turismo también porque al brasilero de clase media
le cuestan más nuestros productos. Lo mismo ocurre con Argentina a la que
exportamos automóviles y motos encamblados aquí, con “kits” chinos y al turista
de nivel medio le cuestan más caros nuestros balnearios. A ello se agregó la
política argentina, impuesta por la fuga de capitales, de regular,
administrativamente, las importaciones, para cuidar sus reservas monetarias,
debilitadas por los golpes del mercado financiero.
Si Macri ganara el domingo y devalúa, llegando el precio del
dólar de 9,50 a 15 o 16 pesos –cono le exige la Sociedad Rural-, Las
dificultades para las exportaciones uruguayas y su turismo, serían aun mayores,
obligando a nuestro gobierno a dejar subir el precio del dólar, sin
intervención reguladora del Banco Central, de 30 pesos a más de 40.
Todo esto en un contexto internacional negativo donde se
aprecian factores económicos y geopolíticos –el Medio Oriente y la
rivalidad agudizada entre Estados
Unifdos y el bloque Rusia-China son un ejemplo-, pronosticando los
especialistas un estancamiento de por lo menos dos años, y donde las maniobras
monetarias estarám a la orden del día. Nuestra Asociación Rural estaría
encantada, pero no así la Cámara Industrial y los trabajadores y jubilados con
ingresos fijos.
Quiero ser claro cuando señalo “factores geopolíticos”. Hace
una semana se reunió la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo),
en Riad, capital de Arabia Saudita, para discutir un acuerdo destinado a
regular la producción, llevando el precio del barril de crudo a 70 dólares.
Arabia Saudita se negó, quedando en evidencia que el precio actual, menor a 50
dólares, afecta gravemente la renta fiscal de países como Rusia y Venezuela.
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