jueves, 29 de enero de 2015

CAMBIO DE ÉPOCA


Estamos en un cambio de época y como una bestia se resiste a cambiar de querencia, Estados Unidos no quiere abandonar un poder hegemónico –económico, militar y tecnológico- que ha acumulado durante más de 150 años y que le ha permitido ser hoy la única superpotencia en el mundo.

El derrotero de ese poder es conocido pero es oportuno recordarlo: la conquista del Oeste hasta llegar al Pacífico, el arrebato a México de Texas, Nuevo México, Arizona y California;  la victoria del Norte capitalista sobre el Sur esclavista y, a partir de 1865,  la gigantesca acumulación y concentración de capital, la formación de los monopolios petroleros, industriales y bancarios cuyo mayor poder se expresa en tres grandes grupos: Rockefeller, Morgan y Carnegie.

En la década de 1880, se gesta el “Sueño Americano” que el sensible Martí, capta de inmediato. El territorio continental conquistado les resulta chico a los monopolios y miran hacia el Caribe, CentroAmérica y el Pacífico. Intervienen en Cuba, sumándose a la lucha de los mambises por su independencia, derrotan a España y la “Enmienda Platt” convierte a la Perla de las Antillas en su Protectorado; insatisfechos aun, en 1903, le arrebatan Panamá a Colombia, para construi y contolar la navegación interocéanica.

En América del Sur, el discurso de Lincoln en Gettysburgo (“y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la faz de la tierra”), había pasado al olvido. Sólo impactaba la brutal imagen del “Gran Cazador” de búfalos, leones y elefantes en África (mató 512 animales en el safari que realizó en 1909-1910), Teodoro Roosevelt, que había inaugurado la política imperialista con su doctrina del “Gran Garrote” (“Big stick”), a todo aquel que no se arrodillara ante el dólar.

Rubén Darío en la “Oda” (1904) que le dedicó, advirtió: “Eres los Estados Unidos, eres el futuro invasor de la América ingenua que tiene sangre indígena, que aún reza a Jesucristo y aún habla en español”.
“Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza; eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoy. Y domando caballos, o asesinando tigres, eres un Alejandro-Nabucodonosor. “ (…) “Crees que la vida es incendio, que el progreso es erupción; en donde pones la bala el porvenir pones”. (…). Pero…” esa América que tiembla de huracanes y que vive de Amor, hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive. Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol”.

“Tened cuidado. ¡Vive la América española!”.

Cuatro años antes, nuestro José Enrique Rodó, escribía en “Ariel” este texto visionario: “”À medida que el utilitarismo genial de aquella civilización asume así caracteres más definidos, más francos, más estrechos, aumentan, con la embriaguez de la prosperidad material, las impaciencias de sus hijos por propagarla y atribuirle la predestinación de un magisterio romano”. (…) “¡Ellos aspirarían a revisar el Génesis para ocupar esa primera página!”

Rodó no niega el utilitarismo norteamericano sino la pretensión de imponerlo como un modelo completo de una nueva civilización.  Y seguidamente realiza una extensa enumeración del aporte del trabajo, las invenciones mecánicas, la actividad comercial como palancas básicas de la civilización  pero pretender que ella sea la suma de la cultura cuando aun es un “boceto tosco” está muy lejos de ser una gloria que marque definitivamente a la posteridad.


El teórico del imperialismo norteamericano fue el Almirante Alfred Mahan que, en 1890, publicó el libro “El  papel del poder marítimo en la Historia” (” The Influence of Sea Power upon History, 1660-1783”). De acuerdo a esta doctrina, Estados Unidos debía construir una poderosa fuerza naval operativa y lanzarse a la conquista de islas en El Caribe y el Pacífico, para asegurar la expansión de su economía.

-         II –


Estados Unidos intervino, en abril de 1898, en la guerra que libraban los cubanos por su independencia de España. Enfrentada a dos fuerzas enemigas, la fflota española que procuraba conservar la ciudad de Santiago, en el Oriente, fue destruida, en junio, por la flota estadounidense. Los norteamericanos ocuparon Puerto Rico y, en agosto, España solicitó un armisticio que culminó con el Tratado de París, el 10 de diciembre de 1898 en que la monarquá hispánica reconoció la independencia de Cuba y entregó a Estados Unidos las Islas de Puerto Rico, Filipinas y Guam. Era la primera etapa de la concepción geoestratégica del Almirante Mahan.

La ocupación de las Islas Filipinas era un desafío a las pretensiones imperialistas de Japón en la región. En 1894, el Imperio del Sol Naciente se había establecido en la Península de Corea y Taiwán, luego de desplazar de ese territorio, por la guerra, a China.

El Imperio Ruso aspiraba también a controlar Manchuria y Corea. La victoria de Japón, en 1904, tensó las relaciones entre ambos imperios y en 1904, Japón resolvió saldar las diferencias por la guerra. Rusia fue derrotada; tuvo que renunciar a sus pretensiones sobre Corea y Manchuria y perdió la soberanía sobre la Isla de Sajalín. Esta solución al conflicto fue el resultado de una negociación, cuyo mediador fue el Presidente de Estados Unidos, Teodoro Roosevelt. El Tratado se firmó en setiembre de 1905 en Portsmouth y Roosevelt fu galardonado con el Premio Nobel de la Paz. Estados Unidos asumía así, el papel de árbitro en los conflictos del sudeste asiático.

La intervención de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y su papel decisivo en la victoria de Francia y el Reino Unido sobre el Imperio Alemán, lo colocaron en una situación excepcional, pasando el dólar a dominar el escenario europeo, ya que Alemania fue mutilada económica y territorialmente por el Tratado de Versalles de 1919 y Francia y Gran Bretaña, aunque victoriosas, habían quedado agotadas financieramente y endeudadas con Estados Unidos.

No obstante, el Reino Unido previendo, con anticipación estos resultados, había trazado dos líneas de amplio desarrollo estratégico: la creación del Estado de Israel (Declaración Balfour de 1917) y la Administración, por 25 años, de los Territorios que habían pertenecido al Imperio Otomano (que se desintegró al perder la guerra), otorgada por la Sociedad de Las Naciones en 1922. Los territorios, bajo este “Fideicomiso”, eran Palestina, la Transjordania, y los comprendidos entre los ríos Éufrates y Tigris (posteriormente, Iraq) incluyendo Kuwait.

Francia también obtuvo un Mandato similar, reservándose los territorios de Siria y El Líbano. Estos “Mandatos” se extendieron hasta la inmediata post Segunda Guerra Mundial.

Alemania, por su parte, como derrotada, debía pagar indemnizaciones de guerra a los vencedores por un monto de 132 mil millones de marcos-oro. En 1920, la Sociedad de las Naciones, le entregó a Francia la administración por 15 años del Territorio del Sarre (región occidental del Ruhr), que era el pulmón carbonífero-energético de Alemania. Este país no podía pagar la pesada indemnización  con su oro y recurrió a la emisión monetaria, sin respaldo de oro, devaluando la deuda pero provocando una hiperinflación que agudizó la situación social de su población. Tampoco, con marcos devaluados, Francia y el Reino Unido, podían pagar su deuda a Estados Unidos.

En 1923, el gobierno de Estados Unidos decidió intervenir y el Director de la Oficina de Presupuesto, Charles Dawes, presentó un plan que “estiraba el calendario de pagos estableciendo, además para los primeros cinco años fijaba un pago anual de mil millones de marcos-oro y el primer año (1924), recibiría un crédito de 800 millones de marcos-oro, es decir que debía pagar solo 200 millones. Ahora bien el banco central alemán (el Reichbank) quedaba  bajo la supervisión  de Estados Unidos, Francia y el Reino Unido y estaba obligado a mantener un stock de oro equivalente al 40% del papel circulante. El Plan Dawes fue aceptado por Alemania pero no impidió que floreciera la semilla del nazismo(Hitler al frente del Partido Nazi, recién fundado, intentó, el 9 de noviembre de 1923, un Golpe de Estado –el “Putsch” de Munich´, que fracasó).

Decíamos que, como consecuencia de las secuelas de la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos pasó a controlar la economía europea, aunque el Reino Unido y Francia que tenían extensos ierfitorios coloniales, procuraban defender sus otrora poderosas monedas: la libra esterlina y el franco.

Estabilizadas las relaciones financieras, el Reino Unido se propuso un retorno al Patrón Oro que había sido abandonado durante la guerra. Este sistema exige un contenido de oro por cada billete en circulación, lo que significa contar con stock de oro suficiente para el respaldo y un nivel de precios bajo, cosa que no ocurría porque la cantidad de billetes en circulación era muy alta. En consecuencia, el gobierno elevó la tasa de interés, introdujo drásticos cortes al presupuesto y controló severamente los ingresos salariales. La tasa de cambio de la libra esterlina fue fijada en relación con el dólar, en el mismo nivel de pre-guerra.
En realidad, lo que buscaba Churchill, apoyado por el sector financiero, era devolverle a Londres su posición de Plaza Financiera que orgullosamente había tenido después de la derrota de Napoleón en 1815 y, especialmente en la segunda mitad del siglo XIX. Era eñ “prestigio” del Imperio y su futuro lo que estaba en juego. Pero sus efectos fueron desastrosos: se paralizó la industria carbonífera y la industria textil. El desempleo y la pobreza se expandieron por el Reino. En 1926 estalló una huelga general que fue reprimida por el ejército.

 La concepción de los financistas fue combatida, sin éxito, por un joven economista –John Maynard Keynes-, que consideraba “el culto del oro” una “reliquia bárbara”. En períodos de crisis, argumentaba, no hay que encarecer el crédito, ni reducir el gasto público; hay que mantenerlo en niveles que estimulen la producción y el consumo, generando empleo. La moneda se fortalece con el crecimiento económico y no con trabas a su desarrollo. En este caso, los únicos beneficiarios son los bancos y la especulación. Los hechos le dieron la razón. En 1926 la huega general y en 1929, los trabajadores y la clase media le dieron la victoria, por primera vez, al Partido Laborista y en 1931, el gobierno, con el apoyo de la mayoría del Partido Conservador (Churchill estaba con la minoría), devaluó la libra esterlina.

Guiado por los mismo propósitos de Churchill, el Primer Ministra francés, Raymond Poincaré, impulsa el retorno de Francia al patrón oro que fue sancionado por ley en 1928. El sector financiero estaban satisfechos pero la economía había perdido competitividad externa, las fábricas comenzaron a cerrarse y a crecer el desempleo. Duró poco tiempo porque la Gran Crisis Mundial estalló el año siguiente y ningún país pudo escapar a sus desastrosos efectos.

-         III –


Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos fue, según autocalificación del Presidente Franklin Roosevelt, el “Arsenal de la Democrtacia” y, también “La Gran Banca” que financió la guerra de los aliados contra la Alemania Nazi. A esto hay que agregar que, al inicio del conflicto, los gobiernos de Francia y el Reino Unido, habían enviado el oro de sus Bancos Centrales, como refugio, a Estados Unidos. El Sistema Monetario basado en el Patrón Oro fue suspendido y las instituciones respectivas emitieron dinero según las demandas de la circulación interna. A pesar del racionamiento de los alimentos y al convertirse las industrias civiles de producción en fábricas militares, el gasto presupuestal no contaba con el respaldo de la producción civil y, al finalizar el conflicto, había que ajustar la cantidad de dinero a las transacciones de bienes de una industria que debía ser modernizada.

El Presidente Roosevelt estaba decidido a intervenir en la guerra europea y el 11 de marzo de 1941, logró que el Congreso aprobara una Ley de Préstamo y Arriendo (Lend-Lease Act) que era un amplio programa de suministro de pertrechos militares a los países que enfrentaban la embestida de las Divisiones “Panzer”, la aviación y la marina de guerra alemana. El programa se aplicó entre 1941 y 1945, totalizando 50 mil millones de dólares. Los receptores de estos suministros fueron el Reino Unido (31.4 mil millones), la Francia Libre (De Gaulle), la Unión Soviética (11.3 mil millones) y China. La ley establecía que estos préstamos les serían concedidos a los gobiernos “cuya defensa el Presidente considere vital para la seguriad de Estados Unidos”). No establecía plazo de devolución pero le fue exigida a la URSS, en 1947, cuando el Congreso aprobó el Plan Truman de “defensa de la Democracia” (Guerra Fría). La URSS pagó esta deuda con lingotes de oro producidos por su industria aurífera, ya que su moneda –el rublo- tenía como base la producción material, las demandas del comercio y los salarios y  era inconvertible.

Cuando se sancionó esta ley, Estados Unidos no le había declarado la guerra a Alemania, pero el Presidente Roosevelt ordena, el 28 de marzo, la incautación de barcos alemanes en puertos estadounidenses. El 14 de junio, el Presidente ordena el cierre de los consulados de Alemania e Italia en Estados Unidos, así como la confiscación de los bienes físicos y cuentas bancarias de ambos países; el 26 de julio, Roosevelt prohíbe la venta de petróleo a Japón y confisca sus bienes en Estados Unidos.



Entre el 9 y 14 de agosto de 1941, se reunieron en el buque británico, “Príncipe de Gales”, en las costas de Terranova (Canadá), el Presidente Roosevelt y el Primer Ministro británico, Winston Churchill. Al término de las conversaciones, firmaron un documento de 9 puntos titulado “Carta del Atlántico”, donde definen los principios de una alianza contra la tiranía nazi. El parágrafo 6 dice:. “Tras la destrucción total de la tiranía nazi, esperan ver establecer una paz que permita a todas las naciones vivir con seguridad en el interior de sus propias fronteras y que garantice a todos los hombres de todos los países una existencia libre sin miedo ni pobreza”. Y el 7: “Una paz así permitirá a todos los hombres navegar sin trabas sobre los mares y los océanos”.

El 7 de diciembre de 1941, aviones japoneses destruyen a la flota de Estados Unidos surta en el Puerto de Pearl Harbor, en la Isla de Hawsai, declarándole, a continuación, la guerra a Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá y Australia. El Presidente Roosevelt califica este día “el Día de la Infamia” y el 8 de diciembre, junto con el Reino Unido, Australia, Canadá, Costa Rica y El Salvador le declara la guerra a Japón.

El 11 de diciembre, Alemania e Italia le declaran la guerra a Estados Unidos y en respuesta, Costa Rica, Cuba, Guatemala y Haití declaran la guerra a Alemania e Italia.


En la postguerra, Estados Unidos fue el dominador absoluto de las economías de Europa y el Sudeste Asiático, con centro en Japón, que se rindió el 21 de setiembre de 1945.. El Plan “Marshall” de 30 mil millones de dólares, apuntaló a la reconstrucción de Europa Occidental, especialmente de Alemania Occidental, ya que los Imperios Coloniales inglés y francés tuvieron que enfrentar el proceso de descolonización, que durante quince años mantuvo en jaque las economías metropolitanas. Otro beneficiario especial del plan estadounidense fue Francisco Franco que cedió a cambio el territorio español para instaalr bases militares norteamericanas. Esta decisión de Estados Unidos echó por tierra las esperanzas de los partidos republicanos españoles de restaurar la República. Franco fue el único dirigente fascista que sobrevivió a la derrota del nazi-fascismo en la Segunda Guerra Mundial.

Con este contexto, Estados Unidos pudo establecer su hegemonía económica y militar en Europa Occidental y en el Sudeste Asiático, creando así un cerco económico y militar a la Unión Soviética, a Europa Oriental y a la República Popular China que había nacido el 1º de octubre de 1949.

El dólar que fue impuesto como moneda de reserva para todo el Occidente, en la Conferencia Monetaria de Bretton Woods, de julio de 1944, reguló todas las transacciones comerciales y financieras –desplazando a la libra esterlina-, de las dos terceras partes de la tierra siendo, cumpliendo, además, como fuente de financiamiento del centenar de  bases militares de Estados Unidos en el mundo, el equipamiento militar de sus Fuerzas Armadas con la tecnología más moderna y los inmensos gastos de las guerras coloniales, como la de Vietnam, para “evitar el efecto dominó” de los pueblos que luchaban por liberarse de la coyunda colonialista.

América Latina siempre fue su “reserva estratégica”, desde 1823. En 1947, los gobiernos latinoamericanos, firmaron en Río de janeiro, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), adoptando la “Doctrina Militar” y el equiipaminto que les suministraba Washington. Y en Panamá, en la Escuela de las Américas que abrió sus puertas, los oficiales latinoamericanos recibieron cursos especiales de contrainsurgencia, introduciendo los métodos de tortura que los militares franceses habían experimentado en Vietnam y en Argelia. Decían que esta política era para evitar el “Tottalitarismo Comunista”, pero sus modelos fueron personajes como Rafael Leónidas Trujillo, en República Dominicana, François Duvalier en Hairí, Anastasio Somoza en Nicaragua, Fulgencio Batista en Cuba y Alfredo Stroessner en Paraguay, entre otros.

La onda libertaria, que se extendió por El Caribe, Centro América y América Latina, en la década de 1960, siguiendo los pasos de la Revolución Cubana, fue aplastada , por los yanquis, con los mismos argumentos. Todavía Uruguay y otros países,  está sufriendo los efectos de ese genocidio ideológico y hechos recientes, nos muestran que, en determinados sectores sociales, ese maléfico espíritu sigue vivo.

                                                                       -IV –

A mediados de la década de los 60’, era notorio que Estados Unidos no podría mantener el compromiso contraído en Bretton Woods de cambiar billetes-dólares por oro a 35 dólares la onza troy. En una famosa conferencia de prensa, en febrero de 1965, el Presidente de Francia, Charles De Gaulle, advirtió de este peligro para los países cuyos bancos centrales tenían sus reservas en dólares. De Gaulle argumentaba que la emisión de dólares, por la Reserva Federal, era tan alta con respecto al stock de oro que había disminuido al mismo tiempo por la recuperación económica de Europa Occidental y Japón-, que era insostenible el tipo de cambio fijo –Gold Exchange Standard-, establecido en 1944.

La advertencia era correcta. El 15 de agosto de 1971, el Presidente Nixon ordenó, mediante un decreto y sin informar previamente al resto del mundo que se había adherido a aquel Tratado, la flotación libre del precio del oro, que triplicó de inmediato su valor, lo que significó una macrodevaluación del dólar con respecto al oro. En respuesta, los países exportadores de petróleo del Medio Oriente, crearon la OPEP y resolvieron una abrupta elevación del precio del “oro negro”. Durante qtince años, el precio del petróleo se había mantenido constante a 1 dólar y medio el barril de crudo. En octubre de 1973 fue fijado en 3,65 y, al finalizar la década, con nuevo aumento en 1979, el precio del barril alcanzó los 12 dólares.
Esta evolución de los precios provocó una “inflación de costos” que detuvo el crecimiento económico en los países capitalistas desarrollados, y más grave aun de los países subdesarrollados no productores de petróleo, que los economistas denominaron “stagflation”, (estancamiento con inflación).

Los estrategas del capitalismo, con el Grupo Rockefeller a la cabeza y sus asesores, Henry Kissinger y Zbegnew Brzezinski, crearon la Comisión Trilateral, trazando una estrategia que consistió en trasladar los monopolios industriales a los “Tigres Asiáticos” (Singapur, Malasia, Thailandia, Indonesia, Hong Kong, Corea del Sur y Taiwán), cuyas juventudes tenían un buen nivel de educación ténica, salarios baratos y sistemas políticos autoritarios y seguros. La Reserva Federal, ahora sin ataduras con el oro, multiplicó sus emisiones que aprovecharon los bancos de inversión de los propios monopolios para expandir su producción industrial en el sudeste asiático y competir ventajosamente en el mercado mundial. A esta estrategia se plegó Japón, aumentó la desocupación en Estados Unidos, transformándose progresivamente en un país rentista con abultada deuda externa, financiada por Japón.

En el plano político-militar, Estados Unidos estaba perdiendo la guerra en Vietnam y, en 1972, el Presidente Nixon, por consejo de Kissinger que era su asesor de seguridad, decidió levantar el bloqueo económico y diplomático a la República Popular de China y estrechar lazos con Mao Tsé Tung para aislar a la Unión Soviética y enmascarar mediante una maniobra política la derrota en Indochina que se consumaría en 1975, con la liberación de Saigón por los patriotas.

Mao murió el 9 de setiembre de 1975. La economía de china estaba estancada y la tasa de crecimiento poblacional crecía sin control. Esta situación se debía al fracaso del “Gran Salto Adelante”, de 1956 y diez años más tarde a la Revolución Cultural que dividió al Partido Comunista Chino agudizando la crisis económica y el aislamiento internacional del país con el Grupo de No Alineados. Un sector conciliador había permanecido en el Comité Central cuyo líder era el  Ministro de Relaciones Exteriores y hábil político, Chou-En-Lai. Este sector pensaba que algo había que hacer para superar la crisis.

Al salir del escenario el líder histórico, los conciliadores facilitaron el retorno al máximo organismo de dirección del Partido, a los dirigentes que habían sido desplazados y que aun vivían. Uno de ellos era Deng Xiaoping que pronto tomó las riendas del Partido –que previamente había expulsado a los partidarios de Mao incluyendo a su esposa-, y dijo sin ambages: “Estamos al borde del precipicio; ningún pueblo sostiene a un gobierno que lo condena al hambre; es necesario salir del encierro y de la centralización estatal hermética y abrir la economía al mundo”. “La planificación económica centralizada no es un principio marxista sino un mecanismo económico”. Deng emprendió, en 1976, una gira por el sur para explicar sus ideas. Allí reiteró que el Socialismo es el único sistema que puede sacar a la humanidad de la encrucijada en que se encuentra. En ese camino se pueden tener muchos retrocesos pero, al final, triunfará la lucha de los trabajadores. El marxismo, continuó, es una ciencia objetiva y extrae la verdad de los hechos. Debemos liberar la mente y servirnos de la experiencia. El problema de China es la parálisis de sus fuerzas productivas y para ello se necesitan tres modernizaciones: Agricultura, Industria, Ciencia y Tecnología y apertura al exterior.

Sobre la base de estas ideas que tendrían la divisa de “Socialismo con peculiaridades chinas”, el gobierno puso en ejecución un plan de control de la natalidad y creó siete zonas francas -, la primera en la Provincia de Guandong, fronteriza con la colonia británica de Hong-Kong-, para atraer inversiones extranjeras en el sector manufacturero de tecnologías de vanguardia cuya producción fue destinada al comercio de exportación, siendo Estados Unidos y el Reino Unido sus principales mercados. En los hechos se trataba de un retorno parcial al capitalismo como modo de producción ya que el Estado retenía las tierras (entregadas en usufructo a granjas familiares con metas precisas de producción) industrias y servicios estratégicos así como el sistema bancario. La competencia de las tecnologías importadas con las tecnologías envejecidas de las industrias nacionales llevaría a éstas a modernizarse bajo la dirección y créditos del Estado o, de lo contrario, desapareceíanr.

El programa impulsado por Deng Xiaoping, comenzó en 1979 y, hasta 2012, la economía de la República Popular China creció a tasas de 9 y 10 % anual, convirtiéndose hoy en el primer país exportador de productos tecnológicos de vanguardia y la segunda economía mundial si su Producto Bruto Interno es medido por la capacidad de compra. China tiene un mercado interno para estos productos de 500 millones de habitantes y su población es de 1.300 millones. Cuando el 62%, que está aun fuera de ese mercado (el campesinado de la región occidental), se incorpore al mismo, la República Popular China será el primer mercado mundial. Esto ocurrirá, según sus proyecciones estadísticas, en el año 2049, cuando se conmemore el primer centenario de la fundación de la “China Nueva”.

Este es el comienzo de una nueva época histórica, en el terreno económico, que estamos viviendo aunque la dimensión del fenómeno es mucho más amplio: se trata de un cambio cultural acelerado, impulsado por  la Revolución Cibernética que está afectando las estructuras sociales tradicionales, como la familia y los valores culturales que le han servido de soporte. A ello se suma la agresión a la naturaleza que es el desafío mayor, en mi modesta opinión, del cambio civilizatorio que ha motivado estos comentarios.