miércoles, 4 de mayo de 2016

REFLEXIONES SOBRE EL MARXISMO (XII)


La guerra civil

La guerra interna y externa contra el gobierno soviético, estalló en junio de 1918. En el frente interno, la encabezó la reación monárquica, seguida de los social revolucionarios que establecieron sus focos de resistencia en Siberia; la externa, siguió de inmediato. La comenzaron, el mismo mes, fuerzas del Reino Unido y Francia que que habían ocupado antes el puerto de Murmansk, en el Mar del Norte. Luego se agregaron otros 12 países, siendo los más importantes Estados Unidos, Japón y Turquía que bloquearon  e introdujeron tropas en los puertos del Báltico, el Pacífico y el Mediterráneo. El objetivo fue impedir el comercio exterior e introducir abastecimientos militares para equipar a la resistencia interna.

Las potencias extranjeras estaban más interesadas en cobrar sus créditos que en castigar la defección de un aliado en la Guerra Mundial que libraban, ya que a mediados de 1918, la derrota del Imperio Alemán estaba próxima.

La reacción contó, en el campo, con el apoyo de los campesinos ricos (“Kulaks”), fuertes en Ucrania y el sur de Rusia (zonas cerealeras) y la caballería cosaca de las regiones de los ríos Volga y Don, pero fracasaron en su intento de atraer a los soldados que formaban parte de los soviets locales.

El Almirante Alexander Kolchak, se instaló en la ciudad de Omsk, en la Rusia Asiática, a la cabeza del “Movimiento Blanco”;  formó gobierno con los los social revolucionarios de izquierda. El ex Zar Nicolás II se encontraba confinado, junto con su familia, en la ciudad de Ekaterimburgo, donde incursionaba Kolchak. El Soviet de la  ciudad, para evitar que el objetivo del Almirante rebelde se cumplierá, ordenó la ejecución del ex monarca y de su familia, siendo fusilados todos el 17 de julio de 1918.

Las diferencias entre Kolchak y los social revolucionarios, se profundizaron hasta hacerse irreconciliables y, en noviembre, el Almirante dio un golpe de Estado, erigiéndose en “Gobernante Supremo” de Rusia.

Otros jefes de la “Rusia Blanca”, formaron frentes rebeldes: El General Lavi Kornílov, en la región del Don, organizó el “Ejército de Voluntarios”; herido de muerte en el campo de batalla, el 13 de abril, Kornilov fue sucedido por el General Antón Denikin; a éste se unió el General Pedro Wrangel que incursionó en el Cáucaso. Ambos logtaron victorias en Crimea (apoyados desde el mar por la flota extranjera), el norte del Cáucaso y en Tsaritsin con puerto en el Volga (años después bautizada Stalingrado). Per ni Denikin ni Wrangel, cercanos al Partido Kadete (Constitucionaoista) reconocían al monárquico Kolchak como jefe político supremo del “Movimiento Blanco”.

Del lado soviético, tuvieron activa psrticipación militar, León Trotski (organizador y jefe del Ejército Rojo), Kliment Voroshilov, Mijail Tuchachevski, Semión Budioni y Mijail Frunze. El lícer político, como Presidente del Gobierno, era Lenin y le seguían en rango Lev Kamenev, presidente del Soviet de toda Rusia (Parlamento) y Iosif Stalin, Comisario de las Nacionalidades.

Al estallar la guerra, el Ejército Rojo estaba integrado por proletarios fabriles de las ciudades pero en el curso de la contienda, se produce una incorporación masiva de campesinos. El historiador, Orlando Figes, en un libro publicado por la Universidad de Oxford en 1990, recoge el siguiente testimonio de Trotski: “El Ejército Rojo comienza sus actividades en 1918 como una pequeña organización de proletarios voluntarios de las grandes ciudades de las regiones Cemtral y Norte de la Rusia Bolchevique. Al finalizar el año 1920, en guerra contra los Rusos Blancos y los ejércitos extranjeros, se había transformado en una organización de masas de 5 millones el 75% de ellos, campesinos, una cifra  más o menos proporcional  al tamaño del campesinado en la población de Rusia” (http://www.jstor.org/stable/650938?origin=JSTOR-pdf&seq=1#page_scan_tab_contents).

Este fenómeno tiene una sola explicación: los campesinos habían comprendido muy bien los objetivos de la Revolución y, contrariamente a las expectativas de monárquicos y liberales, sus generales no habían podido conseguir su apoyo. Como bien dice Trotski; “Era un hecho social” que fue determinante en la victoria final sobre la contrarrevolución interna y la agresión externa.

En el mes de diciembre de 1919, las fuerzas contrarrevolucionarias de Kolchak y Denikin, sufrieron derrotas estratégicas en Siberia y en el Norte del Cáucaso. Kolchak que tuvo que abandonar Onsk la “capital de su Estado”, le transfirió su autoproclamado título de “Gobernante Supremo” a su aliado, el general Antón Denikín.

El 15 de enero, Kolchak fue detenido en Irkusk por una formavción guerrillera de mineros. Juzgado por un Tribunal Revolucionario, fue condenado a muerte y fusilado el 7 de febrero de 1920.

Denikin asumió la jefatura de las fuerzas contrarrevolucionarias. Lenin hizo un dramático llamado a los “Camaradas” en un folleto titulado “Todos a la lucha contra Denikin”.

En este escrito expresa que los terratenientes y capitalistas explotadores, con el apoyo, especialmente de ingleses y franceses, “están desesperados por restablecer en Rusia el poder de los saqueadores del trabajo del pueblo…han fracasado en su apoyo a Kolchak en Siberia…los capitalistas ingleses y franceses han fracasado en su plan de conquistar Ucrania por medio de sus propias tropas; el Ejército Rojo avanzando heroicamente en los Urales con la ayuda de los obreros de aquella región que se alzan en armas como un solo hombre, se acerca a Siberia para liberarla del yugo inaudito y de la ferocidad capitalistas, dueños y señores de aquella comarca”. “Por último, los imperialistas ingleses y franceses han fracasado, también, con su plan de apoderarse de Petrogrado por medio de una conspiración contrarrevolucionaria en la que participaron monárquicos rusos, demócratas, constitucionalistas, mencheviques y eseristas (social revolucionarios), sin excluir tampoco a los eseristas de izquierda”.

Continúa Lenin: “Ahora los capitalistas extranjeros hacen intentos desesperados para restaurar el yugo del capital medicante la expedición encabezada por Denikin, al que prestan ayuda como en otro tiempo a Kolchak, proporcionándole oficiales, abasteciéndolo de materiales, tanques, municiones, etc. etc.”.

“Todas las fuerzas de los obreros y campesinos, todas las fuerzas de las Repúblicas Soviéticas deben ponerse en tensión para rechazar y derrotar a Denikin, sin suspender la ofrensiva victoriosa del Ejército Rojo sibre los Urales y Siberia. Esta es la tarea principal del momento”.

Denikin había asumido en diciembre de 1919 la jefatura política y militar de la “Rusia Blanca”, ante la debacle del Almirante Kolchak. Los gobiernos de Francia y el Reino Unido, confiaban que este militar pudiera tomar Moscú y derribar el gobierno soviético. La arrolladora movilización de obreros y campesinos y las propias acciones de sus oficiales que se entregaron al pillaje de los territorios que controlaban, condujeron al desbande de sus filas y el abandono del territorio en marzo de 1920. Fue evacuado de Crimea en un barco inglés junto con miles de sus soldados y oficiales. Antes le había cedido el mando al General Pedro Wrangel, jefe del ejército blanco de la región del Cáucaso.

Wrangel no tuvo mejor suerte que Kolchak y Denikín. El Ejército Rojo, las acciones guerrilleras y la masiva resistencia de obreros y campesinos, lo obligaron, en noviembre d 1920, a organizar la evacuación de sus tropas hacia Estambul. A esta altura, Francia y el Reino Unido ya estaban convencidos de la imposibilidad de derribar al gobierno soviético y retiraron sus barcos y tropas. De  los 14 países que intervinieron, solo continuó la guerra, el Imperio del Japón, en el Pacífico, hasta 1922.

En este duro período Lenin desarrolló una intensa actividad práctica, como jefe de un gobierno revolucionario que enfrentaba la guerra civil apoyada militar y financieramente por potencias extranjeras, y teórica: defensa de la teoría del Estado (”Dictadura del Proletariado”), implacable lucha ideológica con los númenes de la II Internacional “socialchovinista”, el lanzamiento de la III Internacional y la concesión de entrevistas a corresponsales de periódicos de Estados Unidos y el Reino Unido (entre ellos, a Carlos Wigand de la Agencia Universal Service, de Estados Unidos, en Berlín, al periódico londinense, “Daily Express” y al periodista estadounidense, Eric Lincoln del diario “The World”). Así también como discursos en congresos y conferencias de los soviets de toda Rusia y del Partido, sobre el desarrollo de la guerra y el estado de la economía. Es particularmente importante el discurso pronunciado en el Primer Congreso de Trabajadores de la Enseñanza de toda Rusia, el 31 de julio de 1919.

                      Las Revoluciones Alemana y Húngara                                                   

A finales de 1917, el Imperio Alemán atravesaba dificultades en el frente militar occidental y un profundo deterioro de la situación económica, social y política interna. El alto mando militar estaba convencido que Alemania no ganaría la guerra y así se lo había comunicado al Emperador Guillermo II.

Desde 1912, el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), era la fuerza más importante del “Reichstag” (Parlamento) con 110 diputados en un total de 409. En 1913 había asumido su jefatura, el diputado Friedrich Ebert, a la muerte de August Bebel. Ebert maniobró hábilmente para alfombrar su camino al liderazgo nacional en el inevitable cambio institucional que seguiría a la debacle del Imperio. Profundizó sus contactos con el ejército, en especial con el Mariscal Paul Hindenbgurg, hombre fuerte del ejército, y con los sindicatos obreros, frecuentando las fábricas paralizadas por las huelgas pero, al mismo tiempo, exhortándolos a reanudar el trabajo como ocurrió con una arenga a los obreros en huelga de la fábrica de municiones de Berlín.

Guillermo II abdicó el 9 de noviembre de 1918 y se exilió en los Países Bajos, contando con la hospitalidad de la Reina Guillermina. El gran momento para Ebert había llegado, convirtiéndose, con el apoyo del Parlamento y del Mariscal Hindenburg, Comandante en Jefe del Ejército, en “Canciller Imperial” y “Ministro Presidente” de Prusia. Al mismo tiempo, el SPD proclamaba el nacimiento de la República de Weimar y la convocatoria de una Asamblea Clonstituyente en la ciudad de Weimar para dar forma institucional al nuevo Estado Republicano.

Las condiciones estaban dadas para iniciar las conversaciones de paz entre los vencedores de la guerra –Francia, Reino Unido y Estados Unidos-, con la derrotada Alemania, conducida por Ebert, y que culminará en el Tratado de Versalles, el 28 de junio de 1919.

Sin embargo las posiciones del SPD y de su líder, Friedrich Ebert, no contaban con el apoyo total de su Partido. En 1916, se había formado un ala revolucionaria, marxista, que contaba entre sus dirigentes a Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht (hijo de Wilhelm) y Clara Zetkin, que adoptó el nombre de “Liga Espartaquista”. Con la victoria de la Revolución de Octubre en Rusia, en 1917, los espartaquistas fueron poderosamente influidos por los métodos revolucionarios y las concepciones doctrinarias desplegados por los bolcheviques como la huelga general y su culminación en la insurrección, así como la teoría leninista del Estado Revolucionario. 

Siguiendo este modelo, la Revolución Alemana “Espartaquista”, tuvo dos fases: la primera, en 1918. Se caracterizó por las huelgas en Berlín con ocupación de fábricas y la formación de “soviets” de obreros y soldados desmovilizados; la segunda, comenzó al instalarse el gobierno provisional, que sucedió al Kaiser Guillermo II, el 9 de noviembre, encabezado por el “Canciller Imperial”, Friedrich Ebert, líder del Partido Socialdemócrata de Alemania. El pico de esta fase, fue el “levantamiento armado” del 5 de enero de 1919, cuyo objetivo fue ocupar la Cancillería y derrocar a Ebert. Las acciones espartaquistas eran dirigidas por K. Liebknecht y Rosa Luxemburgo. El gobierno recurrió al Ejército regular y a grupos paramilitares que, en forma coordinada, atacaron a los insurrecdtos en las calles de Berlín, durante seis días, aplastando la rebelión y asesinando, luego de ser detenidos, a sus dirigentes. La represión continuó en Berlín y otras ciudades durante varios días con miles de muertos. El socialdemócrata,Ebert, logró en Alemania lo que el social revolucionario, Kerenski, no pudo en Rusia.

En un Congreso, convocado por la Liga Espartaquista, realizado en Berlín, entre el 30 de diciembre de 1918 y el 1º de enero de 1919, fue fundado el Partido Comunista de Alemania en el que intervino, como delegado del Partido Comunista (b) de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, Karl Radek. Rosa Luxemburgo expuso el programa de la nueva organización.

La oradora señaló que el programa no respojndía solamente a la cuestión formal impuesta por la creación de una nueva organización política sino que iba más allá. Recordó lo que Marx y Engels decían en el Manifiesto Comunista de 1848:
 “Como saben, el Manifiesto Comunista consideró la realizsación del socialismo, como la tarea inmediata de la revolución proletaria. Esta era la concepción defendida por Marx y Engels en la revolución de 1848; y era lo que ellos conciben como la base para la acción proletaria internacional. En común con todos los espíritus destacados del movimiento proletario, Marx y Engels,  creían entonces que la tarea inmediata era la introducción del socialismo”. Todo lo que era necesario, pensaban, era llevar a cabo una revolución política, para tomar el poder político del Estado con el fin de hacer que el socialismo introdujera inmediatamente el reino de la carne y la sangre. Posteriormente, como es sabido, Marx y Engels realizaron una profunda revisión de este punto de vista. En su Prefacio conjunta a la reedición del Manifiesto Comunista en 1872, dicen:
“Sin estrés especial el Manifiesto recomendaba que se adoptasen las medidas revolucionarias enumeradas al final de la sección II. Hoy en día, este pasaje tendría que, en muchos aspectos, redactadas de manera diferente. A la vista de los pasos agigantados de la industria moderna durante los últimos veinticinco años y de los progresos de acompañamiento de la organización del partido de la clase obrera: en vista de la experiencia práctica adquirida, por primera vez en la revolución de febrero, y luego, todavía además, en la Comuna de París, donde el proletariado por primera vez estuvo en el poder político durante dos meses, este programa ha sido en algunos aspectos anticuado. La Comuna ha demostrado, a saber, que la "clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la máquina estatal existente y ponerla en marcha para sus propios fines."

Continúa R. Luxembiurgo: “Dice (Marx) lo siguiente:

“El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente todo el capital a la burguesía: centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante; y para aumentar las fuerzas productivas lo más rápidamente posible”.

“Por supuesto, al principio esto sólo puede efectuarse por medio de la intervención despótica en los derechos de propiedad y en las condiciones de la producción burguesa; estas medidas parecen insuficientes, pero, en el curso del movimiento, son necesarias posteriores incursiones en el viejo orden social, y son inevitables como un medio para transformar radicalmente todo el modo de producción”.

·       Las medidas serán, por supuesto, diferentes en diferentes países.

·       Sin embargo, en los países más avanzados, lo siguiente será de aplicación general:

1) La abolición de la propiedad territorial y la aplicación de todas las rentas de la tierra para fines públicos.
2) Los impuestos progresivos pesados.
3) La abolición del derecho de herencia.
4) La confiscación de la propiedad de todos los emigrados y rebeldes.
5) Centralización del crédito en manos del Estado por medio de un Banco nacional con capital del Estado y monopolio exclusivo.
6) La centralización de los medios de comunicación y transporte en las manos del Estado.
7) El aumento del número de fábricas e instrumentos de producción en manos del Estado; la puesta en cultivo de tierras de desecho, y la mejora de la tierra en general, de acuerdo con un plan social”.

8) Igual obligación de trabajar para todos. Organización de ejércitos industriales, especialmente para la agricultura.
9) La unificación de las industrias agrícolas y de manufactura; supresión gradual de la distinción entre la ciudad y el campo.
10) La educación gratuita para todos los niños de las escuelas públicas. Abolición del trabajo de la fábrica de los niños en su forma actual. Unificación de la educación con la producción material, etc., etc”.
La oradora exponía así, el programa de la Revolución Socialista Alemana que estallaría 5 días más tarde, con los resultados ya conocidos.

El impacto de la Revolución de Octubre, en Rusia, tuvo gran resonancia en Hungría. A mediados de 1918, conocido el Tratado de Paz de Brest—Litovsk, un clamor general, incluyendo amplios sectores del ejército, exigieron  la paz. La situación económica y social era caótica; en julio estalló una huelga general y crecieron los motines de soldados. El 31 de octubre de1918, eld gobierno conservador colapsó al no poder aplastar un motín militar. Ese día fue asesinado el Conde Istvan Tissza, el político más influyente de Hungría desde comienzos del siglo XX y a quien se atribuían todas la vicisitudes que vivía el país. Formó gobierno otro Conde, Mihaly Karolyi, considerado liberal y partidario de la victoriosa Entente Franco-Inglesa. Karolyi trató de calmar la creciente agitación pública por profundas reformas políticas y sociales. Obtuvo el apoyo del Partido socialdemócrata que integró el gobierno y proclamó, el  16 de noviembre, la República Popular de Hungría. Promovió, asimismo, una reforma agraria pero fracasó al negociar las condiciones de la paz con Francia e Inglaterra. Éstas tenían proyectada la desintegración territorial del Reino de Hungría, cediendo los territorios poblados por otras nacionalidades como eslovacos, rumanos y serbios. Karolyi cedió ante estas presiones, firmó las concesiones y renunció el 21 de marzo a menos de t meses de haber asumido.

El Gobierno Provisional de febrero, en Rusia, había liberado a los prisioneros de guerra. Entre estos, a los húngaros, encontrámdose en el grupo el abogado Bela Kun. Éste, de gran influencia entre los suyos, adhirió a la línea bolchevique y al estallar la guerra civil, tuvo activa participación en la lucha contra los social revolucionarios de izquierda, que intentaron formar un gobierno anti-bolchevique en Omsk (Siberia), junto con el Almirante Kolchak.

En octubre de ese año, Kun fundó, en Moscú, el Partido Comunista Húngaro y regresó a su país cuando se derrumbó el gobierno monárquico, refundando el Partido el 24 de noviembre. Entre los dirigentes del Partido, al que se incorporó la minoría de izquierda revolucionaria del Partido Socialdemócrata, además de Bela Kun que lo presidió, se encuentran Marías Rakosi, Laszlo Ruda, Jozsef Pogany  y Tibor Szamuely, entre los 18 miembros de su primer Comité Ejecutivo. La  nueva organización impulsó la formación de Consejos de Obreros, Campresinos y Soldados (Soviets). El 21 de marzo de 1919, al caer el gobierno de Karolyi, asumió un gobierno coaligado de socialdemócratas de izquierda y comunistas los que proclamaron la República Soviética Húngara.
El gobierno revolucionario era de mayoría socialdemócrata, presidido por Sandor Garbal. Kun, ocupó el Ministerio de Relaciones Exteriores, estableciendo contactos con la “Entente franco-británica”, para reconocimiento de la nueva República y las fronteras del antiguo Reino., incluyendo Eslovaquia y Transilvania, disputadas por eslovacos y rumanos. Sin embargo, las negociaciones fracasaron y la Entente dispuso un bloqueo comercial y financiero.

El gobierno revolucionario húngaro, bajo la jefatura de hecho de Bela Kun, aceleró su programa – realizó la reforma agraria que afectó a todas las propiedades mayores de 4000 hectáreas, nacionalizó las empresas industriales y comerciales, socializó las viviendas, el transporte, la banca, la medicina, el sistema educativo y las instituciones culturales -,  y trató de consolidar su presencia en Eslovaquia, fracasando en su intento. Por el contrario, el ejército rumano cruzó las fronteras y amenazaba con tomar Budapest, sin que el novel Ejército Rojo Húngaro pudiera deternerlo, lo que provocó la caída del gobierno y la recuperación del poder por los antiguos aristócratas terratenientes, , el 1º de agosto de 1919.

La Revolución Socialista no pudo conservar su base social al no poder superar las dificultades económicas provocadas por el bloqueo de la Entente, y la guerra con sus vecinos, coyuntura que fue aprovechada por la derecha y oficiales monárquicos del ejército, para precipitar su caída.

En esta forma, las dos revoluciones socialistas en el centro de Europa, habían fracasado: la alemana, el 15 de enero de 1919 y la húngara, el 1º de agosto.

                                    La III Internacional

Lenin, entretanto, no descansaba en obtener la solidaridad organizada de los trabajadores de todo el mundo.

Entre el 2 y el 6 de marzo de 1919, se reunió en Petrogrado, un Congreso Mundial, convocado por el Partido Comunista (b) de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, con la finalidad de crear una nueva Internacional de Trabajadores, basada en los principios del marxismo-leninismo y, en consecuencia, solidaria con la Revolución Socialista Rusa. Tenía dos organismos: el Congreso, que fijaba su línea estratégica y el Comité Ejecutivo. Fue elegido presidente de este organismo, el bolchevique ruso, Grigori Zinoviev.

En su discurso de apertura, Lenin dijo:

“Camaradas: Nuestra asamblea reviste gran alcance histórico-universal. Demuestra el fracaso de todas las ilusiones de la democracia burguesa. Pues la guerra civil es un hecho no sólo en Rusia, sino en los países capitalistas de Europa más desarrollados, como Alemania, por ejemplo”.

“La burguesía tiene un miedo vesánico al creciente movimiento revolucionario del proletariado. Esto se comprenderá si tenemos presente que el curso de los acontecimientos, después de la guerra imperialista, coadyuva inevitablemente al movimiento revolucionario del proletariado, que la revolución mundial comienza y cobra fuerzas en todos los países”.

“El pueblo se da cuenta de la magnitud y alcance de su lucha empeñada en nuestros días. Hace falta solamente encontrar la forma práctica que permita al proletariado ejercer su dominio. Una forma así es el sistema soviético con la dictadura del proletariado. ¡La dictadura del proletariado!, palabras que hasta la fecha sonaban en latín para las masas. Merced a la propagación del sistema de de los Soviets por todo el mundo, este latín se ha traducido a todas las lenguas modernas; las masas obreras han dado con la forma práctica de la dictadura. Las amplias masas obreras la comprenden gracias al Poder soviético instaurado en Rusia, gracias a los espartaquistas de Alemania y a organizaciones análogas de otros paises, como los Shop Stewards Committees en Inglaterra, por ejemplo. Todo esto demuestra que se ha encontrado la forma revolucionaria de la dictadura del proletariado, que el proletariado está ahora en condiciones de aplicar en la práctica su dominio”.
(….)
El Congreso condenó la línea política de la II Internacional, cuya bancarrota quedó de manifiesto en el gran reparto entre los imperios, del Tratado de Versalles y la conducta del Partido Socialdemócrata Alemán, bajo la dirección de F. Ebert.

Un Segundo Congreso se realizó en Moscú el año siguiente (19 de julio-7 de agosto), el que fijó las 21 condiciones para integrar la III Internacional. Algunas de estas condiciones son: ruptura total con los reformistas socialdemócratas; apoyo a todas las repúblicas soviéticas y a los movimientos anticolonialistas y antiimperialistas; organización del Partido sobre la base del principio del centralismo democrático; combinar la organización y el trabajo legal y clandestino.

Estas condiciones provocarían un cisma global en los Partidos Socialdemócratas que adquirió gran virulencia hasta el VII Congreso de la III Internacional, realizado en Moscú, en julio-agosto de 1935.

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NOTA: los subrayados en línea, negrita y cursiva, me pertenecen.
Fuentes:

El Ejército Rojo durante la guerra civil.

V.I. Lenin, Todos a la lucha contra Denikin, p.22

Karl Kautsky: La Dictadura del Proletariado.
Discurso de Rosa Luxemburgo en el Congreso constitutivo del Partido Comunista de Alemania.
Discurso de apertura del Primer Congreso de la III Internacional.