miércoles, 25 de marzo de 2015

EL IMPERIALISMO DEL DÓLAR


En 1909, el Secretario de Estado, Philander Knox, del gobierno del Presidente William Howard Taft, explicó cuál era la función del dólar: “El objetivo de la diplomacia es asegurar la estabilidad y el orden en el exterior para facilitar las oportunidades financieras y el capital privado para promover los intereses transoceánicos de Estados Unidos”.

Esta política había comenzado antes, después de la intervención de Estados Unidos en Cuba, en 1898, y la “Enmienda Platt” introducida en la Constituvción Cubana, en 1903, convirtiendo a la Isla en un “Protectorado”. A ello siguieron, de inmediato, las intervenciones militares en Centro América y Venezuela.

En esa época, donde la emisión de billetes estaba regulada por el stock de oro, el dólar era una moneda muy fuerte, fortalecida aun más por las dos guerras mundiales en las que Estados Unidos fue el gran abastecedor de armas, convirtiéndose en un poderoso acreedor.

Esta situación objetiva fue explotada en la Conferencia Monetaria de Bretton Woods, en julio de 1944, donde Washington impuso al dólar como moneda de reserva mundial –doblegando a la libra esterlina, emblema del Imperio Británico en el siglo XIX-, en condiciones igualitarias al oro.

Sin embargo, el 15 de agosto de 1971, en forma unilateral, Estados Unidos le retiró al dólar el respaldo del oro, quedando la emisión del billete verde a voluntad de su gobierno, acabando con el “Patrón Oro”. Los demás países,  que habían aceptado el Sistema Monetario –Gold-  Exchange Standard (cambio fijo de una onza de oro por 35 dólares), atados  por los vínculos comerciales y financieros, debieron aceptar Standard-, la nueva realidad que rige hasta hoy, con la excepción de la “Zona Euro” de la Unión Europea, creada en el año 2000.

En la tapa de la Revista “Time” (ver abajo) aparece la foto del banquero del “Grupo Rockefeller”, Paul Volcker –ex  Gerente General del Chase Manhattan Bank y Presidente de la Junta Ejecutiva de la Reserva Federal desde 1979 hasta 1987-, con el elocuente título: “Angusti por la tasa de interés” (Interest Rate Anguish).

Desde 1971, todo el mundo está pendiente de los manipuleos monetarios del Banco de la Reserva Federal. Las reuniones trimestrales del Comité de Política Monetaria de ese Banco Central y sus anuncios son aguardados con ansiosa expectativa por todos los gobiernos y empresas endeudadas, porque si bajan las tasas de interés, se fortalecen las monedas locales y la deuda se achica y si las suben ocurre lo contrario, las monedas locales se devalúan, huyen los capitales “calientes” atraídos por los altas tasas de los activos federales estadounidenses, dejando en los países dependientes una deuda más grande (en términos de pesos) y reducción del gasto social, porque la prioridad es el pago de una deuda más abultada, e incluso inflación de costos porque los ´productos importados valdrán más.

El 18 de este mes se reunió el Comité de Política Monetaria, en Nueva York, con creciente expectativa de que comenzaría a aumentar las tasas de interés, después de seis años de haberlas mantenido entre un 0 y un 0,25%. Las expectativas de los especuladores resultaron frustradas porque el Comité no hizo el esperado anuncio y, por el contrario señaló que las expectativas de crecimiento de la economía estadounidense son confusas. Si bien el desempleo es de un 5,5% y la inflación de 1,5%, el sector manufacturero (Detroit está paralizado) y la industria de la construcción “están muy débiles”, y ha caído el comercio exterior por contracción de la demanda.

La baja inflación es un indicador de esa debilidad, manteniéndose el diagnóstico de Krugman de que Estados Unidos se encuentra, desde 2008, en una “trampa de liquidez”, donde la abundancia de crédito no se refleja en la inversión productiva, porque el nivel de los precios por de bajo de su piso histórico no la estimula. Lo que hace es evitar una caída mayor. La actividad se realiza en sectores donde el empleo es de baja calidad e igualmente los salarios. Para Keynes – y el New Deal de Roosevelt de 1º32 lo demuestra-, la única manera de impulsar el crecimiento es un gigantesco plan de obras públicas que arrastra a todas las otras industrias y el consumo, pero el alto déficit fiscal que tiene actualmente Estados Unidos y el volumen de su deuda externa, se lo impide.

Para Uruguay, país con una deuda externa importante, la decisión del Comité es positiva porque la devaluación del Real -un 14%, de 2,80 a 3,20, en 5 meses-, virtualmente bloquea el comercio a ese país, que es el segundo socio ya que compra un 20% de nuestras exportaciones, y tiene preocupado a nuestro gobierno que no puede estabilizar el valor, en términos de dólares-, de nuestra moneda. En consecuencia, si la devaluación de nuestro peso fuera mayor –sumándose a las restricciones comerciales esternas un fortalecimiento del dólar-, Uruguay tendría que realizar un “ajuste del gasto social” ya que la prioridad es el pago de la deuda externa.

¡Por favor, que no llegue a esta situación!