jueves, 24 de mayo de 2012

                            APOCALIPSIS, MUY PRONTO


Por Paul Krugman

(Premio Nobel de Economía 2008).

Columnista de The New York Tines
Publicado el 18 de mayo de 2012.

De repente, se advierte cuán fácil es ver cómo el euro - el gran experimento de lograr la unión monetaria sin una unión política - podría venirse abajo. No estamos hablando de una posibilidad remota. Las cosas podrían derrumbarse con una velocidad impresionante, en cuestión de meses, no años. Y los costos,  económicos  i políticos –los más importantes-, podríam ser mayores.

Esto no tiene por qué suceder, el euro (o al menos la mayor parte de su área) todavía podría ser salvado. Pero para ello será necesario que los líderes europeos, especialmente en Alemania y en el Banco Central Europeo, empiecen a actuar de manera muy diferente de la forma en que han actuado en estos últimos años. Tienen que dejar de moralizar y hacer frente a la realidad, tienen que dejar de contemporizar y, por una vez, adelantarse a los hechos.

Me gustaría poder decir que yo era optimista.

La historia hasta ahora: cuando se creó el euro, hubo una gran ola de optimismo en Europa - y  resultó que era lo peor que le pudo haber pasado. El dinero vertido en España y otras naciones, que fueron vistas entonces como inversiones seguras, inundaron de capitales que crearon  enormes burbujas de la vivienda y  enormes déficit comerciales. Luego, con la crisis financiera de 2008, la inundación se secó, provocando depresiones severas en las mismas naciones que habían abastecodp antes.

En ese momento, la falta de una Europa unida políticamente, se convirtió en una responsabilidad grave. Florida y España,  tenían  burbujas inmobiliarias, pero cuando estalló la burbuja de la Florida, los jubilados todavía podían contar con la Seguridad Social y los cheques de Medicare de Washington. España no recibe ninguna ayuda comparable. Así que el estallido de la burbuja se convirtió, también, en una crisis fiscal.

La respuesta de Europa ha sido la austeridad: recortes salvajes del gasto en un intento por tranquilizar a los mercados de bonos. Sin embargo, como cualquier economista sensato podría haber dicho (y lo hicimos nosotros), estos recortes  profundizaron la depresión en las economías de Europa con problemas, minaron aún más la confianza de los inversionistas y llevó a una creciente inestabilidad política.

Y ahora ññrhs el momento de la verdad.

Grecia es, por el momento, el punto focal. Los votantes que están comprensiblemente enojados con las políticas que han producido 22 por ciento de desempleados - más del 50 por ciento son jóvenes – res`pnsabilizaron a los partidos por la aplicación de esas políticas. Y en efecto, como la clase política griega fue, forzada a aprobar una ortodoxia económica condenada, el resultado del rechazo de los votantes ha aumentado el poder de los extremistas. Incluso si las encuestas están equivocadas y la coalición de gobierno de alguna manera trata de ganarse la mayoría en la próxima ronda de votación,  Grecia no podrá aplicar las políticas que Alemania y el Banco Central Europeo están exigiendo.

¿Y ahora qué? En este momento, Grecia está experimentando lo que se llama una corrida bancaria un poco lenta, ya que los depositantes más y más sacan su dinero en previsión de una posible salida griega del euro. El Banco Central de Europa está, en efecto,  financiando esta corrida bancaria facilitada por los préstamos a Grecia de los euros necesarios, y  si (probablemente) el banco central decide que puede prestar más, Grecia se verá obligada a abandonar el euro y emitir su propia moneda de nuevo.

Esta sería una demostración de que el euro es, de hecho, reversible y arrastraría, a su vez, a los bancos españoles e italianos. Una vez más el Banco Central Europeo tendría que optar entre la financiación general y la negativa a hacerlo, loque haría estallar a toda la zona euro.  

Sin embargo, la financiación no es suficiente. Italia y, en particular, España deben ofrecer un entorno económico en el que tengan alguna posibilidad razonable de salir de la austeridad y la depresión. Siendo realistas, la única manera de proporcionar ese entorno sería que el banco central abandonara su obsesión por la estabilidad de precios, y aceptara y alentara  de hecho, durante varios años, una inflación de un 3 por ciento o 4 por cientoen Europa (y más que eso en Alemania).

Tanto los bancos centrales y los alemanes odian esta idea, pero es la única manera plausible paara que el euro se salve. Durante los últimos dos años y medio, los líderes europeos han respondido a la crisis con medidas a medias que compran tiempo; sin embargo, no han hecho uso de ese tiempo. Ahora el tiempo se ha agotado.

¿Europa, finalmente, estará a la altura de las circunstancias? Esperemos que así sea - y no sólo porque una ruptura del euro tendría efectos negativos dominó en todo el mundo. El mayor costo de fracaso del euro sería probablemente político.

Pensemos de esta manera: el fracaso del euro equivaldría a una enorme derrota para el proyecto europeo que es el intento de traer la paz, la prosperidad y la democracia en un continente con una historia terrible. También tendría el mismo efecto que teniendo en Grecia, desacreditar a los partidos políticos u fortalecer a los extremistas.

Todos nosotros, entonces, tenemos un gran interés en el éxito europeo. Sin embargo, depende de los propios europeos  lograr ese éxito. El mundo entero está esperando para ver si están a esa altura.


viernes, 18 de mayo de 2012

DEBATES EN BRASIL SOBRE LA POLÍTICA ECONÓMICA

por Eduardo Luis Curia

Fuente: Buenos Aires Económico.


07 - 05 – 2012

En varias oportunidades, y por motivos obvios, abordamos en esta columna aspectos de la economía brasileña. Uno de éstos, clave, es el relativo a la llamada “desindustrialización relativa” que vino enfrentando nuestro vecino. Justamente, en este orden, viene a cuento cierta situación paradojal que se perfila en Brasil en lo que hace a las relaciones entre la dirigencia industrial de ese país y el gobierno de Dilma Rousseff.
La actual presidenta es continuadora política del ex presidente Lula. Ahora bien, en los hechos, el período de gestión de Lula coincidió fuertemente con el avance de aquella desindustrialización, de la mano de un modelo –exitoso y alabado, en su orden– sustentado en el apalancamiento en el ahorro externo, las altas tasas de interés y la severa apreciación cambiaria real. Brasil es una economía comparativamente “referencial” en el mundo, en materia de altas tasas y sobrevaluación cambiaria. En un tal marco se explica que el sector manufacturero –en especial, el de mayor grado de transformación– haya perdido peso relativo en la economía. Se dio la peculiaridad de la aplicación de una política social muy activa con una acusada instancia de desindustrialización relativa.

Cuando Rousseff llega a la presidencia –incluso, antes, durante la campaña comicial–, el tema de la desindustrialización fue ganando espacio en la agenda pública y en su propia agenda. La continuidad política de los presidentes se matizó en lo económico. Aquel fenómeno y las variables asociadas –vgr., altas tasas y sobrevaluación del real– obtuvieron una atención antes desconocida.
En lo instrumental, el ministro del área económica, G. Mantega, que también lo fue de Lula, es quien lidera ese cierto reacomodamiento, influyendo asimismo el titular de Industria y el del Banco Central. Mantega procede de círculos desarrollistas, aunque, claro, su orientación en el plano oficial ha sido más bien almibarado.

Lo que resulta paradojal en esta circunstancia es que a pesar del reconocimiento que hasta determinado punto hace el gobierno de Rousseff de los problemas de la desindustrialización relativa y de la sobrevaluación cambiaria y de algunos intentos rectificatorios, las quejas que parten de sectores del empresariado industrial están alzando sus decibeles, marcando la insuficiencia de esos intentos y reclamando decisiones más drásticas, incluyendo lo cambiario como tópico relevante. En medio de una instancia incómoda de la economía mundial y con una desaceleración interna en curso (en marzo atisbó algún repunte), es como si se hubiera “abierto un grifo” que ahora es más arduo cerrar.

Los pasos oficiales. Siempre caracterizamos al esquema económico brasileño, tan ensalzado en diversos ámbitos, como una gestalt o conjunto. De la mano del régimen del inflation targeting, descansando intensamente en el ahorro externo, las altas tasas de interés y la apreciación rampante del real, se montó una fórmula macroeconómica muy definida. Por ende, la apreciación cambiaria es componente inescindible de esa gestalt, y, a la par, esta última posee un soporte esencial en la sobrevaluación del real.

Esta dimensión gestáltica exuda bastante cuando las autoridades brasileñas, en el plano principista, imputan a sus homólogos de los EE.UU. el promover la “guerra de monedas” a través de su laxa política monetaria, lo que presionaría la apreciación del real. El reclamo suena bastante ornamental, porque, en rigor, EE.UU. busca incentivar su propia demanda –lo que también tiene algo de “multiplicador mundial”– y la implicancia cambiaria del asunto, aunque característica, opera por vía indirecta; es difícil negar al país del norte que encare aquella búsqueda. Por lo demás, la dinámica mundial imperante años atrás de bajas tasas de interés “ayudó” mucho al modelo brasileño fundamentado en el apalancamiento en el ahorro externo. Entonces, ¿en qué quedamos?

Es como si el gobierno brasileño deseara “desplumar la gallina sin que haga ruido”. Apuntó a influir aplicando impuestos –con idas y vueltas– al ingreso de capitales especulativos, interviniendo algo más en el mercado de cambios y procediendo a una paulatina disminución de la tasa de interés SELIC. A su vez, encaró un “salpicado” de medidas limitantes de importaciones en determinados rubros, a lo que se sumaron determinadas alzas de aranceles y reducciones de impuestos y cargas laborales. En resumen: opera un combo que integra un manejo más bien tímido en el frente cambiario para frenar y revertir algo la apreciación del real, más un cierto arsenal de política comercial externa, de ofertismo y de un aporte de créditos.

Finalmente, computando además algunos ruidos externos, la moneda brasileña tendería a moverse en la franja de valores del Real que va de 1,85 a 1,89/90 por dólar, dentro de un cuadro más amplio y extendido de oscilación, durante los últimos meses, bastante pronunciado.

Es este punto donde crecientes sectores del empresariado industrial brasileño manifiestan una impaciencia en ascenso. Consideran que, a esta altura, un real por debajo de la paridad (respecto del dólar) de “2x1”, refleja un tipo de cambio real excesivamente apreciado. Adicionalmente, fastidia el agudo grado de fluctuación del valor cambiario. Las otras medidas de apoyo son aceptadas, pero se las concibe como un aporte acotado frente a la entidad que trasunta el problema competitivo. Se reclama, por lo tanto, una mayor competitividad cambiaria y una mayor estabilidad en el valor de referencia. El ministro Pimentel, por su lado, señaló que la paridad de reales 1,80 por dólar es razonable, y que se intentará mantenerla, aunque no se apelará a la administración del tipo de cambio. Sin duda, se estira la brecha entre las posiciones.
Algunas argumentaciones. Lo dicho antes grafica bastante un debate ascendente en el Brasil. Las autoridades del vecino no asumen hasta el momento una ruptura más enérgica con la anterior matriz modélica macro proahorro externo y prosobrevaluación cambiaria, por lo que se conforman con toques módicos aplicados a la misma, con los resultados aludidos más arriba. Entonces, crece el lote de voces que reputa este enfoque como insuficiente, señalando, además, que las demás medidas carecen de envergadura como para compensar la distorsión competitiva fundamental.

Esta postura es “teorizada” por el economista Bresser-Pereira, ex ministro de Economía, referente neodesarrollista, y vinculado a la FIESP. En un reportaje de días atrás, el citado economista, aludiendo a las medidas de política industrial aplicadas por Rousseff con vistas a corregir la desindustrialización relativa, señalaba que, esencialmente, aquel factor no se halla en discusión, recordando su conocida postura favorable al respecto. De todos modos, también aclaraba que esas medidas carecían de potencialidad como para sustituir –salvo “infinitos” aranceles y subsidios a las exportaciones– a la política macroeconómica en relación con el tipo de interés y el tipo de cambio, computando los daños de la sobrevaluación cambiaria. De aquí su recomendación de apelar a la administración del tipo de cambio –apuntando a un valor de reales 2,40 por dólar (un valor asimilado del tipo de cambio competitivo industrial)–, reduciendo drásticamente la tasa de interés real, reforzando la disciplina fiscal (priorizando de paso la inversión en infraestructura) y estableciendo retenciones a las ventas externas de commodities. Así se perfilaría, añade el colega, una solución más integral, sin grandes riesgos en el frente inflacionario.

En la visión comentada, lo que opera es una confrontación directa de matrices macroeconómicas, como criterio clave para el examen del fenómeno de la desindustrialización en Brasil. Irrumpe un planteo integral con eje en la paridad real-dólar de 2,40, no muy lejana a la que reclaman diversos sectores industriales brasileños. Se trataría de recurrir en el plano cambiario a lo que Frenkel, en otro reportaje, denomina una “intervención contundente” (tomando como ejemplo una reciente decisión adoptada por Suiza).

Es evidente que, dadas nuestras condiciones en curso, el que las autoridades brasileñas, en hipótesis, se inclinaran en la práctica hacia este enfoque más alternativo, nos pegaría inconvenientemente en lo inmediato. No obstante, es oportuno asumir una visual analítica más ampliada, procesando algunos de los importantes debates que circulan en un país cuya economía es tan significativa para nosotros.

jueves, 3 de mayo de 2012

TIEMPOS DE CAMBIOS Y DE NUEVOS DESAFÍOS


Por Carlos Heller

Diputado argentino
Partido Solidario
Integra el "Frente para la Victoria”
Partido de Gobierno

Resulta difícil abstraerse del tema YPF, pues constituye un punto de inflexión en la historia argentina. Esta consideración fue el eje de mi presentación, el lunes pasado, del libro de mi autoría La Argentina actual y los desafíos para el cambio. La aparición del libro se realiza en un momento maravilloso, en medio de un proceso de profundos cambios, que están llenos de tensiones; pero no podía ser de otra manera, puesto que los conservadores, es decir la derecha, no aceptan pasivamente el cambio. Puede aseverarse que la crispación que aparece en estos momentos no es de quienes proponemos los cambios y trabajamos para ellos, sino de quienes, utilizando todos los recursos, se oponen de las formas más arteras a que esos cambios puedan llevarse a cabo.

Esta nacionalización de YPF no hubiera sido posible si no hubiese existido en 2005 el No al ALCA, y no es difícil imaginar dónde estaría hoy nuestro país si eso no hubiera pasado. La nacionalización de estos días también es tributaria del valor que tuvo el gobierno para enfrentar la negociación de la deuda externa, una pesada cadena de dependencia de la que años atrás ni siquiera hubiéramos imaginado librarnos; o del pago total al FMI, otra pesada cadena de condicionamientos que se rompió.

También podemos mencionar la reestatización de Aerolíneas Argentinas, la implementación de la Asignación Universal por Hijo y para las embarazadas y los fuertes aumentos en la cantidad de jubilados, así como en sus haberes.

Contribuye a las fortalezas de este momento el haber ganado otras batallas ideológicas, como lo fue la eliminación de las AFJP y la implementación del Fondo de Desendeudamiento, que sufrieron furiosos embates de la derecha preanunciando todo tipo de catástrofes y que la realidad demostró que fueron medidas eficientes y justas. En el mismo camino aparece la reforma a la Carta Orgánica del Banco Central.

Sin haber transitado por estas transformaciones significativas, y sin la fuerza del 54% de los votos y el apoyo popular, no hubiera sido posible este proceso de nacionalización de YPF que recién se está iniciando y que abre grandes esperanzas.

No menos importante es, junto con el fortalecimiento del papel del Estado, la vuelta a la planificación, a través de los Planes Estratégicos Industrial, Agropecuario y Agroalimentario 2020.

Sin duda se ha avanzado mucho, se han logrado cambios impensables en los aciagos días de 2002, pero aún falta mucho más por caminar, para profundizar y mejorar este modelo, una cuestión indispensable para que mantenga las características que lo definen.

Puede pensarse la profundización del modelo como un proceso orientado a desarmar la legislación heredada de la dictadura y de la década de los ’90, que instauró el más acendrado ideario neoliberal, otorgando al mercado gran discrecionalidad y generando desamparo en los trabajadores y consumidores.

Hay que avanzar en mayores regulaciones para las inversiones extranjeras mediante dos vías, hay que pensar en tener una nueva Ley de Inversiones Extranjeras, así como desactivar los Tratados Bilaterales de Inversión, temas que dificultan el camino hoy encarado de nacionalización de YPF. La actual Ley de Inversiones Extranjeras, la 21.382, es el ejemplo de la total desregulación, gestada en 1976 a escasos meses de la instalación de la dictadura genocida y que ha sido, junto con la Ley de Entidades Financieras, los cimientos legales que han abierto las puertas a la desregulación de los capitales y la desnacionalización de la economía.

También deben denunciarse, para que comiencen a caducar, los más de 50 Tratados Bilaterales de Inversión, la mayoría de ellos firmados en los años noventa, y que impiden hacer diferencias entre las inversiones nacionales y las extranjeras, un tema propio del Consenso de Washington y que beneficia injustamente a los capitales externos.

Aún resta la derogación de la Ley de Entidades Financieras de la dictadura, para ser remplazada por una ley de la democracia que consagre a la actividad financiera como un servicio público, y oriente el crédito a partir de los importantes cambios realizados recientemente en la Carta Orgánica del BCRA.

De la misma forma que se está avanzando en la reforma del Código Penal y del Código Civil, otro de los grandes cambios históricos que está imprimiendo este gobierno y quienes lo apoyamos, hay que encarar la reforma impositiva de una vez por todas y de manera integral.

Una reforma fiscal que establezca un sistema impositivo coherente, que fomente la producción y mejore la distribución del ingreso.

En este sentido, hay que gravar las ganancias provenientes de la renta financiera, cuidando de no alcanzar a los pequeños y medianos ahorristas en el sistema financiero; las ganancias empresariales deben centrarse en cabeza de las personas que las reciben más que en las empresas como sucede hoy día, lo que permite a muchos accionistas eludir impuestos.

Hay que volver a un IVA con una menor tasa y que tenga el efecto redistribuidor con el que fue diseñado originalmente, exceptuando del gravamen a los alimentos, los medicamentos y los insumos escolares, entre otros.

El nuevo rediseño impositivo requiere de la participación activa del gobierno, así como un amplio debate en la sociedad y en el Parlamento.

La tasa de desocupación ha ido cayendo en forma continua, llegando al 6,7% al finalizar 2011. No obstante, los niveles de subocupación se mantuvieron prácticamente inalterados en el mismo período, con una tasa del 8,5%, de los cuales un 5,9% se considera “demandante”, es decir, que las personas afectadas desearían trabajar más horas. Esto es un fiel reflejo de la aún elevada proporción de trabajadores no registrados que llega al 34,2% de la población empleada, una tasa que habrá que ir disminuyendo sostenidamente, brindando a las pymes herramientas de fomento para que formalicen a sus trabajadores.

Si bien se ha reducido significativamente la pobreza y la indigencia, el único nivel aceptable de estos indicadores es cero. En lo inmediato, habría que establecer un ajuste periódico en el monto de la Asignación Universal, con una fórmula muy cercana a la que se aplica a los jubilados.

Un tema importante es la promoción de la economía social. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró 2012 como el Año Internacional de las Cooperativas, destacando su contribución al desarrollo socioeconómico, y reconociendo en particular su impacto sobre la reducción de la pobreza, la generación de empleo y la integración social.

Las cooperativas tienen un auspicioso futuro para su desarrollo en la economía argentina, pero, para que ello se concrete, necesitan políticas de estímulo que reconozcan la característica diferencial de la actividad no lucrativa, que fomenten la inversión, que auspicien la reinversión de utilidades, que reconozcan la especial característica de servicios y producciones locales de las cooperativas. También se deben eliminar regulaciones que tratan a las cooperativas con la misma vara que a las empresas oligopólicas; la Ley de Medios Audiovisuales es un ejemplo de cómo regular y establecer diferencias positivas para las empresas solidarias. Quedan en el tintero una gran cantidad de logros alcanzados y futuros cambios políticos y sociales que, por la limitación del espacio y por ser esta una columna de economía, no han sido considerados.


Fuente:

http://www.carlosheller.com.ar/2012/05/02/tiempos-de-cambios-y-de-nuevos-desafios/#more-5270