viernes, 24 de mayo de 2013

LOS MISTERIOS DEL "DÓLAR TERCO"


En el Congreso de la Federación Rural, el Presidente Mujica expresó –más o menos- que estamos luchando contra un dólar terco que está afectando la competitividad de nuestras exportaciones. No aclaró, sin embargo, cuáles son las causas de la terquedad de un dólar bajo que se resiste a subir de precio en moneda nacional, a pesar de las continuas compras que realiza el Banco Central.

Para cualquier persona, medianamente informada, no existe ningún misterio. Factores externos y de política interna, lo explican.

En setiembre del 2008, explotó la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos y tres gigantes financieros –Fannie Mae, Freddie Mac y Lehman Brothers se declararon insolventes. Los dos primeros fueron “salvados” por el Estado pero el tercero quebró irremediablemente.  Una cadena de agujeros fueron revelados por los grandes bancos de inversiones que determinaron sus clausuras y la onda expansiva de la crisis alcanzó a los principales bancos europeos. Un primer paquete de 700 mil millones de dólares fue implementado por el gobierno de George W. Bush para apuntalar a los grandes bancos como el Bank Of Amerifca, el Citigroup y el JP Morgan, haciéndose cargo el Estado de sus carteras incobrables. El Partido Republicano perdió las elecciones y el nuevo gobierno demócrata, encabezado por Barack Obama, lanzó un nuevo paquete de dimensiones mayores con el mismo objetivo. El enorme déficit del Tesoro que se  generó, fue financiado con emisiones del Banco de la Reserva Federal que es el banco central de Estados Unidos.

Esta política evitó la caída en la Depresión –no en la recesión- que es cundo el producto bruto se desploma más de un 10% y la desocupación se eleva a más de un 20% de la fuerza laboral activa (En la crisis de 1929, el PIB cayó un 34% y el paro alcanzó el 25%). También, la abundante liquidez evitó la deflación que ocurre cuando los precios caen por debajo de la tasa de interés nominal que no puede ser negativa. Con los precios en caída, y la tasa de interés positiva,  la rentabilidad es negativa. En este caso, las emisiones de dinero, aun con intereses próximos a cero, no dan resultado por desinterés de los inversores, cayendo la economía en una “trampa de liquidez”.

Actualmente, un tercer paquete negociado en el Congreso entre demócratas y republicanos, lanza al mercado 85 mil millones de dólares mensuales. El tiempo transcurrido desde el 2008 muestra que la economía de Estados Unidos se encuentra en una “trampa de liquidez” ya que no crece pese a la incesante inyección de dinero.

¿Cómo estimular la economía, después que se agote el apoyo fiscal?? se preguntaba el economista Paul Kdrugman el 17 de noviembre de 2008, en su columna del The New York Times. Para encontrar la respuesta manejó los datos estadísticos de 5 indicadores: en el período 1969-2007. Los cuatro primeros, eran positivos pero el cuarto –la balanza comercial-. no. De estos resultados, hace la siguiente reflexión:

“Lo que se destaca de inmediato es la combinación de alto consumo y amplio déficit comercial. En el 2007, la inversión residencial (inmobiliaria) había caído a niveles normales y la inversión no residencial fue también bastante normal”.

“El consumo probablemente no volverá a los niveles del 2007 como parte del PIB ya que el ahorro está en retroceso. Entonces, ¿quién llenará esta brecha una vez que termine el Plan Fiscal de Estímulo? ¿La construcción de viviendas? No por largo tiempo. ¿La inversión en negocios? Es muy difícil. Lo natural debería ser importar menos para reducir el déficit comercial”.

“Pero lo que hace más difícil las cosas es que el resto del mundo también se encuentra en una depresión y, en particular, si los mercados emergentes están enfrentando crisis monetarias”.

“Lo que sugiere todo esto –en una apreciación muy tosca- es que nuestro Plan Fiscal de Estímulo opera como una crucial bisagra necesaria para poner bajo control no solo  nuestro sistema financiero, sino el sistema financiero mundial”.

Esto lo decía Krugman a finales del 2008 y hoy estamos en el 2013. Estados Unidos no ha salido de la crisis y la Reserva Federal sigue emitiendo dinero para evitar la depresión, abatiendo el dólar frente a sus competidores para estimular sus exportaciones como única alternativa. Esta política la definió el Ministro de Hacienda de Brasil, Guido Mantega, en setiembre de 2010, de “guerra de divisas”. La Zona Euro es la que ha sufrido el impacto más fuerte, pero está amenazada toda la economía y el comercio mundial.

Brasil ha reaccionado ante esta política que paralizaba sus exportaciones, aplicando impuestos que absorben la ventaja que ofrecía el diferencial de las tasas de interés de los bancos centrales de Estados Unidos y Brasil. También Chile. Otros países latinoamericanos han establecido el contralor de las divisas y un tipo de cambio administrado.

Sin embargo Uruguay insiste en su proyecto de plaza financiera, puesto en marcha en 1974, bajo la dictadura, facilitando el ingreso de los capitales golondrina favorecidos por ese diferencial entre las tasas de interés de ambos países que empujan el precio del dólar en pesos uruguayos hacia abajo. En su última reunión, realizada en marzo de este año, el Comité de Política Monetaria del Banco Central del Uruguay, resolvió mantener la tasa de referencia en 9,25%, al tiempo que señala que dada la débil recuperación de Estados Unidos y las turbulencias en Europa, las “tasas de interés internacionales continuarán extraordinariamente bajas…y se mantendrán los flujos de capitales hacia las economías emergentes”. Quiere decir que las operaciones de “cargar (“carry”) “dólares gordos” en la plaza local” y llevárselos, es un excelente negocio para los especuladores que profundizará, la apreciación del peso, como se está observando en estos días, pese a la política de encajes y compras del BCU.

Sí, la política financiera del imperialismo norteamericano es “terca” (Krugman dice que es para salvar su sistema financiero y al resto del mundo) y no va a cambiar –ni ellos mismos saben si podrá cambiar- dentro de un período previsible. Pero Uruguay no tiene por qué favorecerla sino adoptar las medidas defensivas seguidas por Brasil y Chile y devolverle a la economía (frenando el ingreso de capitales especulativos)–con un dólar un poco más alto más alto- la competitividad que está perdiendo en el mercado mundial.



miércoles, 8 de mayo de 2013

OFENSIVA DE LA DERECHA EN AMÉRICA LATINA


John Kerry no es un novato de la política; ha integrado el Senado durante 28 años y ha sido presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de ese cuerpo. Obama lo designó Secretario de Estado, al iniciar su segundo mandato, en sustitución de Hillary Clinton.

El 17 de abril, compareció ante la Comisión de la Cámara de Representantes para defender el presupuesto asignado a su cartera y analizó la aplicación de esos recursos en las distintas regiones del mundo, como “guardián de la paz y de la libertad”. Pero advirtió que si bien la política de Estados Unidos “es pacífica”, nadie se debe engañar porque “defenderá a sus amigos y a sus intereses allí donde estén en peligro”. “La inversión en el mundo es una inversión para la seguridad de Estados Unidos”, afirmó.

Al referirse al Hemisferio Americano, expresó_ “El Hemisferio Occidental es nuestro patio trasero (“The Western Hemisphere is our back yard”), y es de vital importancia para nosotros. A menudo, algunos países en el hemisferio piensan que Estados Unidos no les presta suficiente atención y algunas veces esto probablemente es verdad”.

Para los latinoamericanos, las declaraciones de Kerry no son una novedad. Es una ratificación de la Declaración del Presidente Monroe de 1823, edulcorada por una defensa de la independencia de las jóvenes repúblicas sudamericanas.

Fue Simón Bolívar el primero que descubrió la verdadera intención de Monroe y llamó a la unidad de todo el continente sudamericano para enfrentar el peligro de una nueva colonización que no sería la de una España envuelta entonces en una guerra civil. El proyecto del Libertador fracasó porque prevalecieron los intereses egoístas de las oligarquías regionales sobre los intereses comunes. Decepcionado exclamó: “Hemos arado en el mar”.

En la década de 1960, la Cuba Revolucionaria retomó el proyecto bolivariano que, en el contexto de la nueva época de lucha entre capitalismo y socialismo, optaba decididamente por este último. La respuesta imperialista no se hizo esperar y, con el golpe militar en Brasil en 1964 –con el apoyo expreso del embajador norteamericano Lincoln White- y el derrocamiento del Presidente Joao Goulart, se inició una avasallante ola de golpes de Estado militares y cívico-militares que aplastaron las democracias en Argentina (1966), Chile y Uruguay (1973).

Los economistas del imperialismo, formados en Chicago y Harvard, instalaron sus oficinas al lado de los despachos de los ministros de economía de las dictaduras, para aplicar el pensamiento económico único neoliberal que Milton Friedman había actualizado siguiendo la línea de la Escuela Austríaca, encabezada por Friedrich Hayek. En Chile, asesorando a Pinochet, estuvo el propio Friedman, en Uruguay, el canadiense Robert Mundell como funionario del FMI.

En toda esta gran operación neocolonizadora, el imperialismo y las oligarquías nativas, unidas en un mismo propósito, contaron con el apoyo de las empresas periodísticas escritas y orales (en Uruguay los diarios “El País” y “La Mañana”, el semanario “Búsqueda” que fue la herramienta pública de Mundell para establecer la plaza financiera, así como los tres canales de televisión, especialmente Canal 4, propiedad de los grandes terratenientes Romay Salvo y Canal 12 del diario “El País”.

El proyecto oligárquico-imperialista fracasó. Ataron el peso al dólar un tipo de cambio artificial -“plata dulce” le llamaron los argentinos- creando la ilusión de una economía mágica para atraerse a las capas medias que veían como casi tocaban el techo de la riqueza, pero pronto esta ilusión se esfumó. La economía al quedar fuera de la competencia internacional, se paralizó y los capitales especulativos se fugaron, dejando como herencia una gigantesca deuda pública. El Citibank obligó al gobierno militar de Gregorio Álvarez a comprarle las carteras de créditos incobrables. Ocho años después, el Presidente Lacalle le pidió al mismo Citibank de Nueva York que le prestara los dólares para pagarle al Citibank de Montevideo esas carteras. El negociador de este acuerdo fue el uruguayo Nicolás Herrera, funcionario del Citibank de N. York.

A comienzos del año 2000, el endeudamiento de Sudamérica era enorme. En Argentina, el 160% del PIB; en Uruguay, el 110%. Ambos países habían tenido el privilegio de la mágica “plata dulce”. La solución de los gobiernos oligárquicos y el imperialismo a la crisis de la deuda era la reducción de los gastos sociales, la baja de los salarios por decisión unilateral de los empresarios y la privatización de las empresas públicas, para pagar la deuda. Estas políticas llevaron a un empobrecimiento masivo de la población, al surgimiento de barrios y pueblos marginales donde se sembró –como lo prueban los estudios sociológicos en todo el mundo, desde principios del siglo XX-la semilla de la delincuencia que genera, paradójicamente, la lucha por la vida.

La clarinada de lo que estaba ocurriendo, lo dio el levantamiento de parte del ejército venezolano, en febrero de 1992, encabezado por el Teniente Coronel de paracaidistas, Hugo Chávez. El movimiento fracasó, pero triunfó por las urnas en noviembre de 1998. En los años siguientes le siguieron cambios políticos de signo similar en Brasil, Argentina, Uruguay, Ecuador y Bolivia. La tendencia general, pese a las diferencias de cada situación concreta, puede sintetizarse en la consigna_ “No al endeudamiento y desarrollo con los propios recursos nacionales, y con inclusión social”, dentro del marco jurídico constitucional liberal, lo que significaba una feroz lucha electoral con el poder económico dominante. En este proceso, algunos países tienen como horizonte el socialismo; otros, una distribución “fifty-fifty” entre los capitalistas y los asalariados.

Las nuevas políticas económicas están dirigidas a nacionalizar los recursos nacionales, estimular el desarrollo industrial, defender los salarios de los trabajadores, y ampliar los servicios sociales a toda la población y fomentar el desarrollo cultural.

La clave económica es la industrialización con tecnologías de punta que permitan la competitividad con las economías más desarrolladas. Según Walt Rostow, un economista norteamericano, autor del libro “Las etapas del crecimiento económico” (1959), la observación de la historia permite apreciar que la primera etapa es una economía de subsistencia (“tradicional”), la segunda, de desarrollo agrícola y materias primas (“Despegue” o primera etapa de acumulación de capital) pero que la culminación es la transformación industrial de los recursos naturales. Este camino deberían seguir todos los países para alcanzar su bienestar económico y social, sostenible.

Lo que no observó Rostow en su examen de la historia es que ese desarrollo no es uniforme en todos los países y que los que alcanzaron primero la última etapa y han acumulado mucho capital, se transforman en exportadores de ese capital, lucrando con su renta, impidiendo la acumulación de los países importadores de ese capital y que denominan “en vías de desarrollo”, una vía que es eterna si no se independizan de ese capital usurero.

Pero esta independencia no puede ser una decisión aislada de cada país sino que requiere la unión de todos, porque la industrialización, que es la condición indispensable de la indpendencia económica, solo puede consolidarse coordinando su desarrollo comercial y tecnológico, en una escala de 270 millones de productores y consumidores que es el potencial humano disponible del continente sudamericano. Por otra parte, la dotación de recursos energéticos, minerales, hídicos y alimenticios de América del Sur que, además cuenta con todos los climas, es excepcional.

El señor Kerry no dice la verdad cuando sostiene que Estados Unidos no le ha prestado la atención suficiente a América Latina. La verdad es que ha estado y está presente siempre  con todos  los poderes que dispone: lo que ocurre es que sus objetivos imperiales son opuestos al desarrollo integral –económico, social y cultural- de nuestros pueblos. La explotación como sistema y la represión como método son las únicas propuestas que tienen el imperialismo y las oligarquías y, por esta razón, los pueblos han dicho “¡Basta! y nuevamente han echado a andar”!