lunes, 5 de noviembre de 2012

DOS POLÍTICAS OPUESTAS ...(II)


Kichner, en su discurso ante la Asamblea de las Naciones Unidas, el 23 de setiembre de 2003, abordó el tema de la deuda en los siguientes términos: “Nos hacemos cargo como país de haber adoptado políticas ajenas para llegar a tal punto de endeudamiento, pero reclamamos que aquellos organismos internacionales que al imponer esas políticas contribuyeron, alentaron y favorecieron el crecimiento de esa deuda, también asuman su cuota de responsabilidad. Resulta casi una obviedad señalar que cuando
una deuda tiene tal magnitud la responsabilidad no es sólo del deudor sino
también del acreedor Es necesario entonces que se asuma el hecho cierto, verificable y en cierta medida de sentido común de la terrible dificultad que ofrece el pago de esa
deuda. Sin una concreta ayuda internacional que se encamine a permitir la
reconstitución de la solvencia económica de los países endeudados y con
ello su capacidad de pago, sin medidas que promuevan su crecimiento y
desarrollo sustentable favoreciendo concretamente su acceso a los
mercados y el crecimiento de sus exportaciones, el pago de la deuda se
torna verdadera quimera”. Reclamó la eliminación del proteccionismo de los países centrales y agregó: “En el desarrollo de exportaciones con valor agregado a los recursos
naturales que la mayoría de los países endeudados poseen, pueden
solventarse los primeros tramos del desarrollo sustentable, sin el cual sus
acreedores deberán asumir sus quebrantos sin otra opción realista. Nunca
se supo de nadie que pudiera cobrar deuda alguna de los que están
muertos”

En su discurso de asunción, el 25 de mayo de 2003, Kichner había trazado las líneas generales de su “proyecto”:

“En nuestro proyecto ubicamos en un lugar central la idea de reconstruir un capitalismo nacional que genere las alternativas que permitan reinstalar la movilidad social ascendente. No se trata de cerrarse al mundo, no es un problema de nacionalismo ultramontano, sino de inteligencia, observación y compromiso con la Nación”.

“Basta ver cómo los países más desarrollados protegen a sus trabajadores, a sus industrias y a sus productores. Se trata, entonces, de hacer nacer una Argentina con progreso social, donde los hijos puedan aspirar a vivir mejor que sus padres, sobre la base de su esfuerzo, capacidad y trabajo”.

“Para eso es preciso promover políticas activas que permitan el desarrollo y el crecimiento económico del país, la generación de nuevos puestos de trabajo y la mejor y más justa distribución del ingreso. Como se comprenderá el Estado cobra en eso un papel principal, en que la presencia o la ausencia del Estado constituye toda una actitud política”.

“Por supuesto no se trata de poner en marcha, una vez más, movimientos pendulares que vayan desde un Estado omnipresente y aplastante de la actividad privada a un Estado desertor y ausente, para retornar continuamente de extremo a extremo, en lo que parece ser una auténtica manía nacional que nos impide encontrar los justos, sensatos y necesarios equilibrios”.

“Se trata de tener lo necesario para nuestro desarrollo, en una reingeniería que nos permita contar con un Estado inteligente. Queremos recuperar los valores de la solidaridad y la justicia social que nos permitan cambiar nuestra realidad actual para avanzar hacia la construcción de una sociedad más equilibrada, más madura y más justa.  Sabemos que el mercado organiza económicamente, pero no articula socialmente, debemos hacer que el Estado ponga igualdad allí donde el mercado excluye y abandona”.

“Es el Estado el que debe actuar como el gran reparador de las desigualdades sociales en un trabajo permanente de inclusión y creando oportunidades a partir del fortalecimiento de la posibilidad de acceso a la educación, la salud y la vivienda, promoviendo el progreso social basado en el esfuerzo y el trabajo de cada uno. Es el Estado el que debe viabilizar los derechos constitucionales protegiendo a los sectores más vulnerables de la sociedad, es decir, los trabajadores, los jubilados, los pensionados, los usuarios y los consumidores. Actuaremos como lo que fuimos y seguiremos siendo siempre: hombres y mujeres comunes, que quieren estar a la altura de las circunstancias asumiendo con dedicación las grandes responsabilidades que en representación del pueblo nos confieren”.


Esta política, continuada por su esposa, condujo a una alianza entre la oligarquía y el imperialismo que veían retaceados sus privilegios, reivindicando el papel del mercado en términos absolutos.

No es un secreto para nadie, medianamente informado, que es la deuda pública la que alimenta al capital financiero. En nuestro país nació con la Guerra Grande (1839-1851) o quizás antes.

Todos los pronósticos agoreros –de los sectores argentinos interesados y de sus aliados externos- se han estrellado contra los hechos: el promedio de crecimiento económico, entre 2003 y 2011, es el más alto de América Latina; una caída en picada de la desocupación y de la franja de pobreza, un “colchón” de reservas monetarias internacionales genuinas que resistió en los últimos 5 años, fugas de capitales por 90 mil millones de dólares, y un cómodo superávit fiscal primario, que le permite cumplir con todas sus obligaciones internas y externas.

Sin embargo, la oposición política, apoyada por los principales medios que no ahorran descalificativos para la gestión gubernamental, ha llegado al borde de la desestabilización institucional, alentando conflictos en las fuerzas de seguridad, al que se agrega ahora, el secuestro de la Fragata “Libertad”, en Ghana, atribuída por el Canciller Timerman a los “fondos buitres” que tienen su guarida en las Islas Cayman y, por Lavagna, al gobierno de Londres. Ambas explicaciones no son contradictorias porque Ghana forma parte de la Comunidad Británica de Naciones y, es muy probable, que haya recibido presiones del primer ministro Cameron bien conocido por sus estrechos vínculos con los banqueros de la City, envueltos ahora en grandes escándalos financieros según el periódico Daily Mail.

¿Causas? Las medidas que ha adoptado el gobierno argentino para controlar la fuga de capitales que, en los hechos, es un “golpe financiero” contra el Estado, como el que obligó al entonces presidente, Raúl Alfonsín, a entregarle el gobierno en forma anticipada a Saúl Menem, que recién pudo “calmar a los mercados”, dos años después cuando designó a Domingo Cavallo, un servidor de las finanzas internacionales, Ministro de Economía y quien instrumentó de inmediato la conversión fija de un peso un dólar.

El ex ministro Lavagna, que se ha convertido hoy en un encarnizado opositor ha dicho estos días que el gobierno actual de su país “no debe durar ni un día menos ni un día más” pero que debe ser sustituido por otro que “ponga fin al caos”. Contrastan sus palabras con la de Ferrer cuando escribe:

“Es necesario apalancar el gasto con incrementos de los ingresos reales destinados al consumo y la inversión, movilizar plenamente el ahorro interno y mantener los niveles de deuda en límites manejables con la capacidad de pagos interna y externa”.

“El aumento de las exportaciones y el superávit del balance comercial pueden contribuir a la recuperación en el marco de políticas consistentes de equilibrio macroeconómico. La flotación del tipo de cambio y la fijación de la paridad por el mercado, somete los pagos internacionales a los movimientos de capitales especulativos y, en el caso, de las economías que descansan principalmente en la exportación de commoditiecs, a la apreciación persistente de la paridad, fenómeno conocido como la “enfermedad holandesa”.

“Es necesario mantener tipos de cambio administrados a una paridad competitiva para la totalidad de la producción sujeta a la competencia internacional y controlar el movimiento de capitales especulativos”.

“Asimismo, mantener niveles de reservas internacionales que permitan administrar los shocks externos, sin necesidad de recurrir a prestamistas de última instancia, cuyas condicionalidades agravan los problemas e implican severas cesiones de la capacidad de decidir la propia política económica”.

“La administración de la moneda por una autoridad independiente, desvinculada de la conducción de toda la política económica, genera una fractura en la administración de la economía y subordina la autoridad monetaria a los intereses de los mercados financieros”.

“La utilidad de ese aporte no se logra con la apertura indiscriminada a todo tipo de inversión extranjera, sino con la orientación de la misma hacia los objetivos fundamentales del desarrollo económico y social. Ejemplos importantes de este tipo de política selectiva, no indiscriminada, de incorporación de inversión extranjera, se encuentran en la República de Corea y otras economías exitosas de Asia.

“La presencia de la inversión extranjera es positiva cuando forma parte de un proceso profundo de industrialización, integración de las cadenas de valor, protagonismo del empresariado local y políticas públicas soberanas defensoras del desarrollo nacional”.

Y el insigne profesor remata con esta sentencia inapelable:

“El neoliberalismo promueve la desregulación y apertura indiscriminada de los mercados, la privatización también indiscriminada de empresas públicas y la reducción del Estado a simple garante de la seguridad y el libre funcionamiento de los mercados”.

“La experiencia argentina y en otros países de América latina y del resto del mundo, revela que esa visión es incompatible con el proceso de desarrollo y genera desequilibrios que culminan en crisis y grave deterioro de las condiciones sociales”(1).


(1) Diario Buenos Aires Económico, contratapa 04/08/2011.


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