martes, 27 de noviembre de 2012

ISRAEL O LA GUERRA COMO ÚNICA ALTERNATIVA


Israel ha iniciado una guerra contra el pueblo palestino  de Gaza, después de una provocación criiiinal y una demostración de poderío militar aplicado sin la distinción de objetivos mlitares y civiles. Es una matanza sin misericordia que revela la verdadera naturaleza del sionismo cuyo objetivo es, aliado con Estados Unidos, alcanzar una hegemonía económica, militar y civilizatoria mundial.

Sin embargo, la tendencia de la Historia no lo favorece;  tampoco a sus aliados, como Inglaterra y Francia, que siguen soñando con sus fenecidos colonialismos.

El cinismo de las  autoridades de Israel y sus aliados, no  tiene límites. Ocupa los territorios palestinos  y las Alturas del Golán, de Siria, desde 1967, desconociendo Resoluciones de las Naciones Unidas, que le han intimado a entregar esos territorios a sus legítimos dueños   y acusan al pueblo oprimido de agresores que “alteran con sus  misiles la tranquilidad de Israel”.

La Israel sionista  ha olvidado su trágico pasado y ha convertido a los territorios palestinos en un gigantesco  campo de concentración donde no hay hornos crematorios pero si misiles “inteligentes” que asesinan sin piedad a civiles inocentes.
Los judíos fueron víctimas del genocidio nazi que los persiguió en nombre de la pureza  de la raza aria y ahora pretenden colonizar toda Palestina en nombre de la raza judía, cuando tras su dramática historia  debían ser un ejemplo de tolerancia y respeto de todos los derechos y no la expresión de una insaciable voracidad de poder que parece
revivir los pactos con Jehová, el “Dios de los Ejércitos” (Samuel 1:3)  de  “pueblo elegido entre todos los pueblos”  y una extensión de tierra para la nación(Génesis 13:14-15; Éxodo 19:5). La “tierra prometida”, a Abraham y ratificada por Jehová a Moisés en el Sinaí (desde el Mar Mediterráneo al Río Jordán) es la actual Israel más Gaza y Cisjordania.

Fiel a esta leyenda religiosa, el pueblo judío mantuvo su identidad etno- religiosa durante tres milenios mientras pasaba, en los países de Europa Occidental a controlar eslabones fundamentales del sistema económico de un mundo cambiante. Así, tuvo como enemigos al feudalismo y a las iglesias cristianas ortodoxa y católica, coautoras de sangrientos “pogroms”.

La Filosofía de las Luces y las revoluciones burguesas les otorgaron a los judíos los derechos civiles y políticos que les negaba el Antiguo Régimen, aunque subsistían resabios por el poder económico, especialmente en el sector bancario y petrolero, alcanzados en los países más desarrollados del capitalismo. Los apellidos Rothschid y Rockefeller son emblemáticos.

El reclamo de un Estado para los Judíos, formulado por el Congreso Sionista de 1899, responde al impacto del “Caso Dreyfus”, que tocó profundamente la sensibilidad de esta colectividad y de las fuerzas democráticas en Francia y en el mundo. Pero fue la estrategia imperialista de Gran Bretaña, en acuerdo con  el gran banquero y lord judeo-inglés, Lionel Wálter Rothschild, el que puso la idea en marcha, el 2 dre noviembre de 1917.

Los horrores del nazismo le dieron el impulso final al proyecto imperialista, sin tener en cuenta, como le dijo Gandhi, el “alma grande” de la India y forjador de su independencia, al sabio Albert Einstein (que le había pedido su apoyo al Estado Judío), que el pueblo árabe-palestino nunca renunciaría a sus tierras para contribuir a una presunta reparación histórica después de tres mil años.

La Organización de las  Naciones Unidas quiso conciliar ambas posiciones y resolvió dividir el territorio de Palestina para que se crearan dos Estados, uno judío y otro árabe-palestino.

Pero no todos los sionistas compartían esta solución  porque su proyecto era recuperar toda la Palestina del “Reino Unido de Israel”, tierra asignada, según la leyenda bíblica por Jehová, y Jerusalén, su capital, cuyas colinas sagradas  daban el nombre al movimiento para volver a su “antiguo hogar”. El presidente de la Agencia Judía Sionista local, representante del Congreso Mundial Judío, David Ben Gurión, y una circunstancial mayoría, aceptaron por razones tácticas (otra solución no era viable en la ONU), pero los grupos armados “Irgún” y “Stern”, que practicaban el terrorismo como estrategia de resistencia a los ingleses, la rechazaron.

El Estado Judío, con el nombre de “Israel” nació en estas condiciones artificiales, el 14 de mayo de 1948, y con él la guerra con los árabes. Luego la Guerra de los Seis Días de 1967, permitió a los sionistas, al ocupar toda Palestina, lograr su objetivo. Por estas razones, Israel no permitirá nunca un Estado Palestino independiente.

Israel está condenado a librar una guerra interminable mientras cuente con el apoyo económico y militar de Estados Unidos, cuyo “lobby” sionista maneja las herramientas fundamentales de poder de este país y de Europa, incluyendo a Rusia.

La solución en el futuro no puede ser un Estado definido por su raza sino laico y diverso religiosa y culturalmente en un territorio donde sus habitantes convivan pacíficamente.

Su papel de “cabecera de puente” de los intereses imperialistas en el Medio Oriente, que le asignó la diplomacia británica llegará a su fin cuando las dictaduras árabes, empotradas en los pozos petrolíferos que han entregado a los monopolios norteamericanos e ingleses, sean barridas por la insurrección popular. Los cambios en Egipto son una señal y es muy difícil que Morsi sea una reedición de Sadat y Mubarak, pese al pacto con Estados Unidos que lo llevó a la Presidencia de la República.
















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