lunes, 8 de noviembre de 2010

ESTADOS UNIDOS OPTÓ POR LA GUERRA COMERCIAL

La crisis estructural del capitalismo, originada en su centro neurálgico, en el 2008, ha entrado en una nueva fase. El pasado 3 de noviembre, el Banco de la Reserva Federal (Bamco Central), de Estados Unidos decidió lanzar a la circulación monetaria mundial, 600 mil millones de dólares, a razón de 75 mil millones por semana, emitidos por su máquina impresora, que no tiene límites de ninguna naturaleza, con el pretexto de¡ “ayudar” a la economía norteamericana a recuperarse.

El argumento de la FED, según los más calificados economistas, es un pretexto. La verdadera razón es intensificar la devaluación del dólar frente a otras divisas, para promover sus exportaciones, obligando a sus competidores a reducir las suyas por la abundante entrada en ellos de capitales especulativos.

La enorme mayoría de los analistas económicos están convencidos que esta gigantesca emisión sin respaldo, tendrá escasos resultados internos pues la crisis de Estados Unidos no es de liquidez –falta de dinero circulante ni de bajos intereses- sino de insolvencia de la población por el gran endeudamiento hipotecario y tarjetas de crédito, así como por una desocupación que asciende al 10% de su fuerza laboral activa.

La economía se encuentra en una “trampa de liquidez”, categoría exùesta por Keynes en 1936, donde los inversores, frente a la ausencia de demanda, prefieren poner su dinero en el banco de depósitos. Por ello, el gobierno y el Congreso, después de “salvar” a los bancos - las carteras de créditos incobrables- la tarea de la Casa Blanca, según Keynes y sus discípulos, es aumentar el gasto público, aunque ello signifique agrandar el déficit fiscal, para impulsar un gran plan de obras públicas que, por su efecto multiplicador, genere empleo en todo el sistema industrial y comercial y devuelva la confianza a los inversores privados. Sobre estas bases, Franklin Roosevelt puso en marcha su “nueva política económica” (New Deal”), en 1932 y por ello los economistas neokeynessianos en Estados Unidos la recuerdan a menudo, con escaso éxito, incluso dentro de las filas del Partido Demócrata. Obama - y su Partido-, habría perdido apoyo popular en las últimas elecciones Legislativas por haber sido incapaz de lanzar un plan, recurriendo al déficit, capaz de detener el continuo ascenso de la desocupación.

En consecuencia, el abundante dinero a 0,25% de interés que la Reserva Federal pone en manos de los bancos –a cambio de su cartera de bonos del Tesoro a 5 y 6 años- será volcado a la circulación mundial para disfrute de las grandes ganancias que le proporcionan, a los especuladores, los países con monedas sobrevaluadas, como en Brasil cuya tasa “Selic” es del 9%. Es el llamado sistema “Cash & Carry” (Carga dinero y llévalo) que utilizan los grandes bancos y sociedades financieras que especulan con divisas, aprovechando las puertas abiertas de los países a capitales de todo tipo que impuso el Consenso de Washington.

Estados Unidos le teme a China a la que considera su enemigo estratégico, destinado a eliminar –con su mercado de 1.400 millones de habitantes y una pujante industria, su sueño de poder hegemónico mundial cuya hora creyó que había llegado con el derrumbe de la Unión Soviética. También la decisión está dirigida a Brasil a quien Estados Unidos considera su adversario estratégico en Sudamérica, principal opositor al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), el proyecto imperialista rechazado en la Cumbre de Mar del Plata, cuyo objetivo era mantener la dependencia histórica de Washington del continente sudamericano.

Sin embargo, las estructuras socio-económicas y las políticas económicas de China y Brasil, son diferentes. China, desde que lanzó su estrategia de “apertura”, en 1979, estableció un cambio fijo bajo con respecto al dólar y otras monedas, basándose en la diferencia del costo social de sus productos con sus similares del exterior. Esta política –junto con la prohibición el ingreso de capitales especulativos “golondrina”- le ha permitido acumular reservas monetarias que hoy superan los dos billones de dólares. Estados Unidos pretende que China sobrevalúe su moneda –el yuan-permitiendo así el ingreso de productos norteamericanos a su mercado que resultan muy caros a los chinos por la baja tasa cambiaria. Brasil, por el contrario, ha permitido el ingreso de esos capitales y unido a esto los importantes saldos comerciales favorables, han fortalecido su moneda, el real, cuya cotización está cercana a la paridad con el dólar. Pero un ingreso masivo de la nueva ola de capitales y dificultades en los mercados por la crisis europea, son un riesgo que no ha escapado a las autoridades brasileñas que han resuelto duplcar el impuesto a los capitales de esa naturaleza.

Otro de los efectos de la decisión de la Reserva Federal de acelerar la devaluación del dólar, es el aumento de los precios de los alimentos, el petróleo y los metales básicos, entre otros “commodities”. Esto significa que algunos países podrán amortiguar la sobrevaluación de sus monedas con el aumento del valor de sus exportaciones, pero esto tendrá un costo muy negativo: esos precios más elevados también gravitarán en el país exportador. Es, por ejemplo, lo que pasa en Uruguay con la carne y el petróleo. Esta inflación importada puede afectar el equilibrio de precios y salarios alterando los niveles previstos y agudizar los reclamos de los trabajadores en defensa de la capacidad adquisitiva de sus ingresos fijos.

Los días 11 y 12 próximos se reúne en Seúl, Corea del Sur, el G-20, integrado por los países capitalistas desarrollados, que formaban el G-7, al que se han incorporado hace dos años los llamados “países emergentes”, cuyo sector más poderoso lo constituyen China, India, Rusia y Brasil. El Presidente Obama se presenta en esta Cumbre con esta decisión de la Reserva Federal y con la autorización del Congreso de imponer aranceles compensatorios –por el margen que unilateralmente Estados Unidos considere- a los productos chinos. Es el viejo recurso imperialista del “chantaje” aunque esta maniobra puede convertirse en un “boomerang”, porque la paralización al comercio internacional, lamentablemente, sólo tiene una salida: la guerra. Y hay sectores del fascismo norteamericano, alentados por la reciente victoria electoral republicana están agitando esta alternativa.

No hay duda que Estados Unidos tiene un enorme poder militar, pero es asimismo cierto que nunca se ha atrevido a ir a una conflagración sin aliados poderosos y si observamos las contradicciones que ha generado la actual crisis económica –estoy pensando en Alemania y Japón- su pretensión de presentarse en la capital de Corea como “el líder mundial” al que todos deben seguir, puede resultar –por error de cálculo e ignorar en qué mundo se encuentra- un gran fiasco.

Ruiz Pereyra Faget

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