jueves, 21 de enero de 2016

REFLEXIONES SOBRE EL MARXISMO (VII)


A mediados de 1849, la contrarrevolución estaba en marcha en toda Europa. En diciembre,  Marx, de 31 años de edad, se exilió en Londres: Engels, de 28, se dirigió a Manchester a trabajar en la fábrica de hilados de algodón de su padre.

En Francia, la birguesía le alfombraba el camino al restaurador imperial, Luis Napoleón; en Alemania, Bismarck a la cabeza de los “junkers”(terratenentes) prusianos, buscaba la unidad alemana; en Italia, la aristocracia de Saboya, por un lado, y la “Joven Italia” de Giuseppe Mazzini, por otro, perseguían los mismos fines en su país, contra las pretensiones del nuevo Papa –Pío IX, elegido en 1849) que quería conservar a toda costa “la Toscana”, pero con una diferencia: los primeros querían una monarquía constitucional, y los segundos, una república; en España, liberales republicanos contra monárquicos (los “carlistas”) absolutistas continuaban su lucha y en el Reino Unido, que atravesó una severa crisis económica y monetaria entre 1845 y 1852, que provocó una “Gran hambruna” en Irlanda –“plaga de la papa “y derogación de las protectoras Leyes del Trigo, en 1846-, convirtiendo los campos agrícolas de Irlanda, que perdió el 25% de su población por la mortalidad y la emigración, en praderas para la cría de lanares-, asegurando el predominio de la burguesía industrial, el libre comercio y su expresión política, el “Whigh Party” (“Partido Liberal”), liderado por John Russell. En la segunda mitad del siglo XIX, el Reino Unido, bajo el Reinado de Victoria, alcanzaría la cúspide del poder económico mundial.

El otro gran imperio oriental, que conservaba la servidumbre, - la Rusia zxarista-,bajo el reinado de Nicolás Iº, después de derrotar, en 1826 la sublevación decembrista –un movimiento aristocrático-burgués, influido por las doctrinas napoleónicas-,afirmó el absolutismo y emprendió una guerra, en 1828, contra el Imperio Otomano, para limitar su influencia en los Balcanes, las riberas del Mar Negro occidental y el Cáucaso, obteniendo el control de Moldavia,  Georgia y parte de Armenia.

En este contexto, Carlos Marx se radica en la capital de Inglaterra con su familia y se dedica a estudiar a fondo, en el “Museo” a los economistas “clásicos”, que ya había comenzado a leer en 1842, confrontando sus teorías con la realidad económica del capitalismo inglés que tenía ante sus ojos, con la intención de descubrir las leyes que regen el modo de producción capitalista, en un país que era la expresión máxima del sistema.

Definió su métido de investigación como “el avance de lo abstracto a lo concreto”. ¿Qué quiere decir? Recotdemos que Marx era filósofo habiendo abandonado, tempranamente, el idealismo de Hegel,  reteniendo, no obstante, de éste la “lógica dialéctica”, es decir, la concepción del “desarrollo histórico” del mundo. La diferencia radical con Hegel era que mientras para el Maestro era un “fenómeno espiritual-cultural”, para Marx era “desarrollo material de la naturaleza, de la vida y de las sociedades humanas”. Pero Hegel en su “Fenomenología del Espíritu” (1807), expresa que los filósofos, ante la complejidad del mundo, comenzaron a “abstraer” (partes de la Naturaleza), para investigarla (Filosofía del Cosmos, Filosofía de la Física, etc.) y luego el pensamiento realizaba la reconstrucción del todo.

Marx al abordar la economía, siguió este camino. Adam Smith, que era profesor de Moral en la Universidad de Edimburgo (Escocia), comenzó a investigar el capitalismo manufacturero y en 1776 publico su “Investigación de la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones”. Vio en la división del trabajo en los talleres fabriles, la producción de cosas que luego se volcaban en el mercado y cuyo precio era fijado por la oferta y la demanda”. En la fábrica, el empresario y el trabajador eran actores de un proceso común.

Marx, por su parte, ve en la mercancía que va al mercado no un producto común sino una relación social unitaria y contradictoria a la vez.  Esta mercancía “es una relación social cosificada

En un fragmento célebre del Primer Tomo de “El Capital” que titula “El fetichismo de la mercancía y su secreto”, Marx escribe:

“A primera vista, parece como si las mercancías fuesen objetos evidentes y triviales. Pero, analizándolas, vemos, que son objetos muy intrincados, llenos de sutilezas metafísicas y de resabios teológicos. Considerada como  valor de uso,  la mercancía no encierra nada de misterioso, dando lo mismo que la contemplemos desde el punto de vista de un objeto apto para satisfacer necesidades del hombre o que enfoquemos esta propiedad suya como  producto  del trabajo humano. Es evidente que la actividad del hombre hace cambiar a las materias naturales de forma, para servirse de ellas. La forma de la madera, por ejemplo, cambia al convertirla en una mesa. No obstante, la mesa sigue siendo madera, sigue siendo un objeto físico vulgar y corriente. Pero en cuanto empieza a comportarse  como mercancía, la mesa se convierte en un objeto físicamente metafísico”.

(…) “Como vemos, el carácter místico de la mercancía no brota de su valor de uso. Pero tampoco brota del contenido de sus determinaciones de valor. En primer lugar, porque por mucho que difieran los trabajos útiles o actividades productivas, es una verdad fisiológica  incontrovertible que todas esas actividades son funciones del organismo humano y que  cada una de ellas, cualesquiera que sean su contenido y su forma, representa un gasto esencial de cerebro humano, de nervios, músculos, sentidos, etc. En segundo lugar, por lo que se refiere a la magnitud de valor y a lo que sirve para determinarla, o sea, la  duración en el tiempo  de aquel gasto o la  cantidad  de trabajo invertido, es evidente que la  cantidad  se distingue incluso mediante los sentidos de la calidad del trabajo. El tiempo de trabajo necesario para producir sus medios de vida tuvo que interesar por fuerza al hombre en todas las épocas, aunque no le nteresara por igual en las diversas fases de su evolución”.

                                       TEORÍA DEL VALOR

“¿De dónde procede, entonces, el carácter misterioso que presenta el producto del trabajo, tan pronto como reviste forma de mercancía?”
 “Procede, evidentemente, de esta misma forma. En las mercancías, la igualdad de los trabajos humanos asume la forma material de una objetivación igual de valor de los productos del trabajo, el grado en que se gaste la fuerza humana de trabajo, medido por el tiempo de su duración, reviste la forma de magnitud de valor de los productos del trabajo, y, finalmente, las relaciones entre unos y otros productores, relaciones en que se traduce la función social de  sus trabajos, cobran la forma de una relación social entre los propios productos de su trabajo”.

El carácter misterioso de la forma mercancía estriba, por tanto, pura y simplemente, en que proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter material de los propios productos de su trabajo, un don natural social de estos objetos y como si, por tanto, la relación social que media entre los productores y el trabajo colectivo de la sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al margen de sus productores”. (…),

A esto es a lo que yo llamo el fetichismo bajo el que se presentan los productos del trabajo tan pronto como se crean en forma de mercancías y que es inseparable, por consiguiente, de este modo de producción”.                                     

Si los objetos útiles adoptan la forma de mercancías es, pura y simplemente, porque son  productos de trabajos privados independientes los unos de los otros. El  conjunto de estos trabajos privados forma el trabajo colectivo de la sociedad. Como los productores entran en contacto social al cambiar entre sí los productos de su trabajo, es natural que el carácter específicamente social de sus trabajos privados sólo resalte dentro de este intercambio”.

…” Por eso, para los productores, las relaciones sociales que se establecen entre sus trabajos privados aparecen como lo que son; es decir, no como relaciones directamente sociales de las personas en sus trabajos, sino como relaciones materiales entre personas y relaciones sociales entre cosas”.

…” Lo que ante todo interesa prácticamente a los que cambian unos productos por otros, es saber cuántos productos ajenos obtendrán por el suyo propio, es decir, en qué proporciones se cambiarán unos productos por otros. Tan pronto como estas proporciones cobran, por la fuerza de la costumbre, cierta fijeza, parece como  si brotasen de la propia naturaleza inherente a los productos del trabajo; como si, por
ejemplo, 1 tonelada de hierro encerrase el mismo valor que 2 onzas de oro, del mismo modo que 1 libra de oro y 1 libra de hierro encierran un peso igual, no obstante sus distintas propiedades físicas y químicas. En realidad, el carácter de valor de los productos del trabajo sólo se consolida al funcionar como magnitudes de valor. Estas cambian constantemente, sin que en ello intervengan la voluntad, el conocimiento previo ni los actos de las personas entre quienes se realiza el cambio. Su propio movimiento social cobra a sus ojos la forma de un movimiento de cosas bajo cuyo control están, en vez de ser ellos quienes las controlen. Y hace falta que la producción de mercancías se desarrolle en toda su integridad, para que de la propia experiencia nazca la conciencia científica de que los trabajos privados que se realizan independientemente los unos de los otros, aunque guarden entre sí y en todos sus aspectos una relación de mutua interdependencia, como eslabones elementales que son de la división social del trabajo,
pueden reducirse constantemente a su grado de proporción social, porque en las proporciones fortuitas y sin cesar oscilantes  de cambio  de sus productos se impone siempre como ley natural reguladora el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción, al modo como se impone la ley de la gravedad cuando se le cae a uno la casa encima”.

(…)

La economía política ha analizado, indudablemente, aunque de un modo imperfecto, el concepto del valor y su magnitud, descubriendo el contenido que se escondía bajo estas formas. Pero no se le ha ocurrido preguntarse siquiera por qué este contenido reviste aquella forma, es decir, por qué el trabajo toma cuerpo en el valor y por qué la medida del trabajo según el tiempo de su duración se traduce en la magnitud de valordel producto del trabajo”.

Para el eoconomista burgués el capital se genera en la esfera de la Circulación y la fórmula es:

Capital fijo (instalaciones y maquinarias)+Capital circulante (materias primas y salarios).

El trabajo, que crea el valor, está “cosificado” en la mercancía.

Para Marx, economista del proletariado industrial, el capital se genera en la esfera de la producción y la fórmula es:

Capital Constante (Instalaciones, máquinas y materias primas)+Capital Variable (Salarios)+Plusvalía (Trabajo no pagado).

La fórmula del empresario oculta el trabajo como creador del valor; la de Marx, desentraña esta “cosificación” y la “magnitud” del trabajo, poniendo al desnudo la verdad contenida en la producción de mercancías.

La “descosificación” del trabajo de su objetivación material en la mercancía, así como la identificación de la plusvalía y la posibilidad de medirla con precisión mediante la fórmula  (pl/cv) x 100=, es el mayor descubrimiento de la Economía Política, pues revela el grado de explotación a que pueden ser sometidos los trabajadores durante el proceso de producción.

Engels escribe al finalizar la Introducción del “Amti-Dühring”:

“El socialismo entonces existente era tan incompatible con esa concepción materialista de la historia como pudiera serlo la concepción de la naturaleza propia del materialismo francés con la dialéctica y la nueva ciencia natural. El anterior socialismo criticaba sin duda el modo de producción capitalista existente y sus consecuencias, pero no podía explicar uno ni otras, ni, por tanto, superarlos; tenía que limitarse a condenarlos por dañinos. Se trataba, empero, de exponer ese modo de producción capitalista en su conexión histórica y en su necesidad para un determinado período histórico, o sea también la necesidad de su desaparición, y, por otra parte, de descubrir su carácter interno, que aún seguía oculto, pues la crítica realizada hasta entonces había atendido más a sus malas consecuencias que al proceso de la cosa misma. Todo esto fue posible gracias al descubrimiento de la plusvalía. Con ello se probó que la forma fundamental del modo de producción capitalista y de la explotación del trabajador por él realizada es la apropiación de trabajo no pagado; que el capitalista, incluso cuando compra a su pleno precio la fuerza de trabajo de su obrero, al precio que tiene como mercancía en el mercado, aún recaba a pesar de ello más valor del que por ella pagó; y que esta plusvalía constituye en última instancia la suma de valor por la cual se acumula en las manos de las clases poseedoras la suma de capital en constante aumento. Así quedaban explicados tanto el proceso de la producción capitalista cuanto el de la producción de capital”.

“Debemos a Marx esos dos grandes descubrimientos: la concepción materialista de la historia y la desvelación de los secretos de la producción capitalista. Con ellos se convirtió el socialismo en una ciencia; la tarea es ahora desarrollarla en todos sus detalles y todas sus conexiones”.

El análisis de Marx es el objeto del libro “Critica de la Economía Política”, publicado en 1859 y su resumen incorporado como primer capítulo en el primer tomo de “El Capital”, publicado en 1867.

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En el prólogo de esta edición, Marx explica por qué comenzó la investigación del modo de producción capitalista, por el estudio de la mercancía:

“El principio siempre es duro; esto vale para todas las ciencias. Por eso, la máxima dificultad la constituirá la comprensión del primer capítulo, en particular, los párrafos referentes al análisis de la mercancía. En cuanto a lo que toca especialmente al análisis de la sustancia del valor y de la magnitud del valor he procurado, en la medida de lo posible, exponerlo en forma popular. La forma valor, que llega a su pleno desarrollo en la forma dinero, es muy simple y de poco contenido. No obstante, la inteligencia humana se ha dedicado a investigarla durante más de 2.000 años, sin resultado, mientras que otras formas más complejas y de contenido mucho más rico han sido analizadas, por lo menos aproximadamente, con resultado positivo. Y esto, ¿por qué? Porque es más fácil de estudiar el cuerpo organizado que las células del cuerpo. Además, para analizar las formas económicas, no se puede utilizar ni el microscopio ni los reactivos químicos. La capacidad de abstracción ha de suplir a ambos. Ahora bien: para la sociedad burguesa, la forma mercancía del producto del trabajo o la forma valor de la mercancía son formas económicas celulares. A los espíritus poco cultivados les parece que analizar estas formas significa perderse en minucias. Se trata efectivamente de minucias, pero de minucias como las que son objeto de la anatomía microscópica”.



Marx, por razones de salud, pudo publicar este tomo pero dejó pronto el segundo, dedicado a la Circulación de las Mercancías y, para el tomo III, que trata de la reproducción social del capital, la teoría de la renta de la tierra y el desarrollo del capital financiero, dejó varios cuadernos con textos seleccionados en el Museo de Londres y comentarios, que Engels se encargó de organizar incorporando comentarios de su “propia cosecha”. Estos dos tomos fueron publicados por Engels, después del fallecimiento de Marx en 1883.

Mientras investigaba, Marx se dedicó a una intensa labor pedagógica de sus teorías económicas destinada a la clase trabajadora inglesa y europea a través de conferencias, folletos y artículos. Es muy importante, además, la correspondencia con intelectuales, con dirigentes socialistas alemanes y europeos. Un capítulo especial, es su correspondencia con Engels, radicado en Manchester y sus artículos publicados en el “New York Daily Tribune”, hasta el estallido de la guerra civil, en 1861.

El trabajo de Marx no fue solo el de un intelectual sino, también, un activo militante organizador de primera fila de la Primera Asociación Internacional de Trabajadores, con sede en Londres, fundada en 1864 y que agrupó a sindicalistas ingleses, franceses e italianos, pertenecientes a diferentes corrientes doctrinarias. En este terreno fue particularmente tenso el enfrentamiento entre la corriente anarquista liderada por Mijail Bakunin y la socialista científica, encabezada por Marx.

La derrota de la Comuna de París, en 1871, fue un duro golpe para esta Primera Internacional que se disolvió en 1876. También fue un severo golpe para Marx y Engels, la fusión de las dos corrientes socialistas alemanas –la Asociación General de Trabajadores Alemanes, organización anti-marxista, fundada por Ferdinando Lasalle en 1863 y el Partido Socialista Obrero de Alemania a cuyo frente se encontraban August Bebel y Wilhelm Liebknecht, en el Congreso de Gotha en 1875.  El Partido Socialdemócrata Alemán, resultado de esta fusión, renunciaba a la vía revolucionaria sostenida por Marx y Engels optando por la vía parlamentaria-evolucionista, en el contexto del Imperio Alemán, con un liderazgo autocrático, bajo la férrea conducción del Canciller, Otto Bismarck. Aunque el Partido fue ilegalizado en 1878, por su prédica republicana, continuó presentando candidatos independientes que integraron el Reichstag, un Poder legislativo con una variedad de limitaciones. El teórico de este viraje doctrinario de la Corriente de Eisenach (Bebel-Liebknecht), criticado severamente por Marx y Engels,  fue Edouard Bernstein. Lasalle había muerto en 1864 en un duelo, por “asunto de faldas”.

Los partidos socialistas de Europa Occidental, convocados por la Socialdemocracia Alemana, fundaron en el Congreso de París, el 14 de Julio de 1889 –Centenario de la caída de La Bastilla-, la Segunda Internacional para coordinar sus actividades. Si bien su integración estaba abierta a todas las corrientes ideológicas, cinco años más tarde fueron expulsados los anarquistas. Su programa era reformista del sistema capitalista como el Programa de Gotha.

En 1890, el Partido Socialdemócrata Alemán fue nuevamente legalizado y, el año siguiente, realizó un Congreso en la ciudad de Erfurt donde, bajo la influencia del joven teórico, Karl Kautsky, adoptó  posiciones netamente marxistas en cuanto a reivindicaciones económicas y sociales, pero continuó asumiendo que la transformación socialista de la sociedad debía ser efectuada por un gobierno legitimado por elecciones democráticas,m sin mencionar la reforma de la Constitución Imperial.

Engels comenta: “Aún si se aceptaran las reivindicaciones sociales, las reivindicaciones políticas del proyecto tienen un gran defecto (…) la Constitución del Imperio es una simple copia de la Constitución prusiana de 1850, Constitución en cuyos artículos ha hallado expresión la más extrema reacción, Constitución que concede toda la plenitud de poder al gobierno, mientras que las cámaras no poseen siquiera el derecho de rechazar los impuestos… el gobierno podía hacer todo lo que se le antojaba. Los derechos del Reichstag son exactamente los mismos que los de la Cámara prusiana, y precisamente por eso Liebknecht denominó el Reichstag hoja de parra del absolutismo”.

Estos distancamientos de su doctrina no arredraron a Marx ni a Engels que polemizxaron duramente con sus críticos pero la salud de Marx se fue deteriorando de forma tal que acabó con su vida. Engels, que le sobrevivió 12 años, continuó la lucha, publicando el segundo tomo de “El Capital” en 1885 y el Tomo III, en 1894.

Engels se dedicó, además, en este período, a sistematizar la nueva filosofía Materialista Dialéctica, que había comenzado, en vida de Marx, con el “Anti-Dunring”, en 1877- Son muy importantes para la comprenensión de la misma, obras como “Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (1886) y “El Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” (1891). Con la misma preocupación, Engels había escrito en 1876, “El papel de la mano en la transformación del mono en hombre”.

La atención puesta por Engels al materialismo dialéctico, es porque veía en el retorno al idealismo filosófico, la causa de la línea reformista adoptada por los partidos socialistas, transformados ahora en Socialdemócratas y, en el otro extremo por la difusión de las tácticas de lucha del anarquismo.

No obstante, la teoría económica marxista, contenida en “El Capital”, tomo I, fue traducida a varias lenguas y circuló clandestinamente en toda Europa, Estados Unidos y América Latina. La primera traducción al español del alemán, fue realizada en Buenos Aires por el médico argentino Juan B.  Justo, fundador del Partido Socialista Argentino (1896) y publicada en 1898.

  


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