miércoles, 13 de junio de 2012

EL CAPITALISMO NO OFRECE SOLUCIONES


`pr Ruiz Pereyra Faget



No es una afirmación de un izquierdista “desmelenado”. Basta observar la historia y, si alguna ventaja tenemos los veteranos sobre las nuevas generaciones, es que hemos vivido muchos años las mismas peripecias y las vueltas de la noria siempre son las mismas.

El capitalismo es un modo de producción que se basa en la ganancia individual. No es una construcción colectiva donde el producto del trabajo se distribuya según el principio “de cada uno según sus capacidades y a cada uno según sus necesidades”. No tengo que recurrir a ejemplos pues tenemos los hechos a la vista y que las estadísticas, aun las oficiales, no pueden ocultar.

El mercado es, según Adam Smith (primer economista de la época industrial manufacturera), la “mano invisible”, que permite el triunfo de los productores más exitosos. Su éxito se basa en que sus costos de producción son más bajos que los de sus competidores y esto por dos razones: porque los salarios de sus trabajadores son más bajos o el trabajo más intenso y, transitoriamente, porque su tecnología es superior.

Si la ganancia es el resultado de un valor, producido por los trabajadores,  que está por encima de la remuneración salarial, hay una brecha que impide que ese producto pueda ser consumido en su totalidad por quienes lo producen. En consecuencia, tiene que ser exportado pero se encontrarán con la competencia en el mercado mundial de otros países que tienen el mismo problema. ¿Y como se defienden? Protegiendo su producción para mantener un nivel de ocupación por lo menos del 5% de su fuerza laboral activa.

Esta lucha por controlar los mercados de ventas y suministro de materias primas y alimentos, es lo que conduce a las guerras, incluso mundiales.

Desde mediados del siglo XIX, en los países de Europa Occidental –sobre todo en Inglaterra y Francia-, el desarrollo industrial provocó el surgimiento de una poderosa fuerza laboral que, bajo condiciones durísimas de explotación, se organizó en sindicatos. Pronto, este movimiento social, comprendió que su condición de parias no se resolvía con alcanzar ciertas reivindicaciones como la jornada de 8 horas, prohibición del trabajo de menores y mejora de las condiciones ambientales de trabajo, pues era el sistema que había que cambiarlo.

En este punto (1840), la cultura filosófica juega un papel fundamental. Los intelectuales, que son los generadores de ideas, tienen su bagaje –los de izquierda- en la filosofía clásica alemana, especialmente en su “gran pope”, Emmanuel Kant y su “imperativo categórico”: “no hagas a otro lo que no te gustaría que te hicieran a ti”. En otras palabras, la solución a la cuestión social, es “un problema moral”. La Iglesia Católica también sostiene que es un problema moral, cuando invoca el “reparto del pan”, en la última cena de Jesús con sus discípulos, pero con Santo Tomás cae en una contradicción de la que no se puede desprender jamás: “este mundo, con todas sus miserias, es un orden natural, creado por Dios”. La solución es la caridad, “el buen corazón de los ricos” que mitiga pero no puede cambiar el orden dispuesto por Dios..

Sin embargo, otro filósofo, Karl Marx, lanza otra interpretación: el capitalismo responde a leyes objetivas, es decir, independientes de la moral que es una opción subjetiva, y las demuestra matemáticamente en su obra “El Capital” (1867). La clase obrera es una fuerza social internacinal que organizada, consciente y educada en la nueva doctrina, puede cambiar el sistema económico que la oprime e instaurar otro modo de producción, basado en la construcción colectiva y en la solidaridad.

No obstante, este punto de vista no fue aceptado por todos los interesados que creyeron que utilizando el parlamento y a través de la ley podían realizar esa tarea. Estos se denominaron “Socialdemócratas” y los primeros, “Comunistas”.

Anarquistas y Comunistas, intentaron una primera experiencia en Francia, en 1871 –la Comuna de París-,, que duró 70 días, que fue aplastada y los bolcheviques, bajo las enseñanzas y liderazgo de Lenin, insistieron en 1917 en Rusia, que duró 70 años, y fracasó, por problemas internos y por la relación de fuerzas desfavorable en el campo exterior.

A partir de 1991, quedaron dos fuerzas políticas alternativas para dirigir el sistema capitalista: los Conservadores del orden dominante y los Socialdemócratas que insistían en las reformas legales. Las constituciones fueron reformadas, eliminándose a las minorías del Parlamento y consagrando el bipartidismo. ¿Cómo ha funcionado este sistema político? Con el auxilio de los medios de comunicación, que son propiedad mayoritariamente de los conservadores, manipulan al electorado que, por el “voto castigo”, creen que van a cambiar la situación. Cuando se trata de una crisis cíclica, que estalla cuando hay superproducción y pleno empleo, lo que reduce la tasa de ganancia,la alternativa puede dar resultado pues a la recesión, que lleva a la desocupación, seguirá la fase de ascenso que devolverá el pleno empleo y otra vez a la recesión.

Pero la crisis actual, a diferencia de las crisis cíclicas, es estructural. ¿Qué quiere decir esto? Que el sistema capitalista altamente desarrollado, basado en la producción privada –industrial dominante- y en la plusvalía, ha sido estrangulado por el capital financiero. Existe lo que algunos economistas llaman un cambio en la forma de acumulación capitalista que no es la fabricación de mercancía y la plusvalía, sino la especulación bursátil, el comercio de divisas, es decir la “economía casino” mediante la manipulación de los tipos de cambio en un sistema abierto de movimiento de capitales, en otras palabras, una montaña de papeles que exhiben un valor ficticio que no tiene ninguna base material.

La política central, en estos momentos en Estados Unidos y en la Zona Euro, es salvar ese enorme capital ficticio, con créditos colosales o emisiones sin respaldo, que los conservadores exigen que los pague el pueblo que ha perdido su trabajo o que está endeudado.

No me pregunten cómo se sale de este círculo vicioso porque no practico la futurología, pero una cosa parece cierta: es insostenible en el largo plazo. Lo que observamos son tres grandes tendencias que pueden significar un cambio de época: por un lado, un bloque capitalista euroasiático, integrado por China, Rusia y la India, que se fortalece y necesita la paz para crecer y, por el otro, un bloque capitalista, hasta hoy dominante, integrado por Estados Unidos, Europa Occidental y Japón, que se hunde, provocando en su caída guerras interminables con una saña que no ha conocido, salvo en la época del nazismo, la historia de la humanidad.

Entre tanto, América Latina intenta construir un tercer bloque, en medio de grandes dificultades, cuyo futuro no se perfila aun como irreversible por el peso de las fuerzas económicas tradicionales sobre los aparatos industriales, con excepción de Brasil. Un cambio negativo de esta tendencia, que beneficiaría a Estados Unidos, en una etapa senil de su poderío económico, haría más lento el proceso integracionista y, tambien, más trágico.




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