domingo, 13 de febrero de 2011

LA VICTORIA DEL PUEBLO EGPCIO

Por Gutenberg Charquero*

El esperado anuncio de la renuncia del dictador egipcio Hosni Mubarak viene, una vez más, a reivindicar la histórica verdad sintetizada en la frase “el pueblo unido jamás será vencido”.

Esta vez ha sido el pueblo egipcio, tras una lucha que no empezó en estos días en que tomó las calles y se concentró en la simbólica Plaza de la Liberación, para irradiar desde allí el mensaje catalizador sino que viene de una larga y nunca extinguida, decisión de libertad.

Esta victoria, lograda contra poderosos obstáculos, no siempre explícitos en la versión mediática de esta gesta , pone fin a una larga, criminal y corrupta dictadura, que contó con muchas complicidades. Incluidas aquellas que se han proclamado baluartes de democracia y de derechos humanos.

Parodiando a Fukuyama, pero a partir de realidades y no de deseos de típicas ideologías
neoconservadoras, puede hablarse, no del “fin de la historia”, pero sí del fin de “una historia”.La del Medio Oriente.

Que tendrá seguramente considerable infuencia, no sólo en la región sino en los significativos movimientos en el tablero global que se vienen produciendo en décadas recientes. Y que ya están dibujando un nuevo mapa politico en la geografía mundial.
Que confirma el declive de las grandes formaciones occidentales,Estados Unidos y La Unión Europea principalmente y el despertar de los pueblos “emergentes” que han comenzado a sacudirse las cargas coloniales que han frustrado su destino.
La dictadura de Mubarak, como otras muchas que todavía perviven en la región pero también en muchos otros escenarios, no pudo haber sobrevivido tantos años sin el apoyo, económico, militar y mediático de esas potencias occidentales. Su hipocresía y doble moral, han quedado como nunca al desnudo. Y en ese sentido la derrota del dictador egipcio es también su derrota. La de la Unión Europea, que hasta último momento eludió un pronunciamiento claro en apoyo de un pueblo que, pacíficamente pero con decisión heroica estuvo dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias por la reconquista de su dignidad. Un número no determinado de los demostrantes de la Plaza de la Liberación y de otras ciudades de Egipto, dejó su vida en el intento. Y como el joven tunecino Mohamed Bouazizi, que con su inmolación encendió la chispa que llevó a su pueblo a expulsar a otro corrupto dictador, las víctimas egipcias fortalecieron a sus compatriotas. Una conquista nutrida de cosas tan elementales como el derecho al trabajo, la educación, el cuidado de la salud y una vivienda. Sin las cuales no hay posibilidad de vivir dignamente.

Es también una derrota para la gran mayoría de los medios occidentales, que no disimularon, bajo su ”condena” al regimen, su resistencia a aceptar la renuncia del dictador. Presentando, primero las agresiones contra los manifestantes desarmados, de los matones mercenarios y policías vestidos de civil del regimen , como un “enfrentamiento entre partidarios y opositores” del dictador. Y luego, alertando permanentemente en sus informaciones sobre la situación de “los peligros del caos “ o peor, del advenimiento de un regimen fundametalista islámico. Sugiriendo siempre que era preferible la “estabilidad al caos”.

Por supuesto que se abre un periodo de incertidumbre, como ha ocurrido siempre con todas las revoluciones que en el mundo han sido y nadie puede prever, sobre todo cuando hay en juego intereses tan poderosos como es el caso de esta región, el curso de los acontecimientos.

Ciertamente se ha ganado una batalla, pero no la guerra. Pero talvez más importante que eso, se ha producido un hecho histórico. “Una humanidad de ha puesto en marcha” como escribiera en su momento y en otras circunstancias, Fidel Castro en la Segunda declaración de La Habana
*Experimentado y valiente periodista uruguayo radicado en España.

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