domingo, 8 de abril de 2012

OTRAS CONSIDERACIONES SOBRE LA GUERRA DE LAS ISLAS MALVINAS

por Ruiz Pereyra faget


A 30 años de la Guerra de las Malvinas, la interpretación de los acontecimientos se focalizan en la desesperación de dos gobiernos que querían sobrevivir a toda costa: en Argentina, la dictadura militar y en el Reino Unido, la primer ministro, Margaret Thatcher, por igual motivo.

Esta interpretación simplifica las cosas para el gran público pero no es toda la verdad.

Hay tres puntos fundamentales que no entran en el análisis: las relaciones del presidente de la Junta, General Galtieri, con el presidente norteamericano, Ronald Reagan, la alianza del dictador chileno, Augusto Pinochet con Gran Bretaña y el financiamiento de la guerra por el Banco Ambrosiano. Sin duda, hay una razón ideológica por el ocultamiento de estos hechos por los analistas y los medios de información e incluso de la posición de la presidente Cristina Fernández.

La dictadura militar argentina, instalada en 1976, coincidió con la llegada a la Casa Blanca del presidente demócrata, James Carter (1977). Aunque la política del “establishment” económico y militar, no es diferente, salvo con matices, entre los dos Partidos, Carter y el Departamento de Estado querían lavarle un poco el rostro, después del apoyo de la CIA y del asesor de seguridad de Nixon, H. Kissinger, al golpe en Chile, atendiendo un poco más el tema de los derechos humanos. Los golpistas argentinos, acusaron, repetidamente, este impacto mientras influyentes escribas de la dictadura como Mariano Grondona trataban de tranquilizarlos diciéndoles que ellos habían llegado para “regenerar a la democracia” y debían quedarse hasta cumplir su tarea. (El mismo mensaje enviaba Grondona a la dictadura militar uruguaya a través de la Revista “Búsqueda”).

Pero la Administración Carter debió enfrentar grandes problemas tanto en política interna como externa: un estancamiento económico con inflación y en 1979, tres acontecimientos que prendieron la luz roja en el tablero del imperialismo: el derrocamiento del Shah Reza Pahlevi de Irán, la intervención soviética en Afganistán y el triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua. Estos sucesos precipitaron la derrota de Carter en las elecciones de 1980 y el advenimiento del republicano Ronald Reagan a la jefatura del gobierno.

Intereses comunes de Reagan y Galtieri

Reagan y su equipo de halcones dividió el mundo entre buenos y malos, doctrina que retomaría George Bush Jr luego del 11 de setiembre de 2001. La Embajadora de Estados Unidos en la ONU, Jeanne Kirpatrick, fue clara: los regímenes militares, si son “amigos” de Estados Unidos, son “autoritarios” –no dictaduras- y deben contar con el apoyo de Washington; los estados socialistas y aquellos que ponen trabas a los capitales yanquis, son “totalitarios” y deben ser combatidos. La política exterior de Estados Unidos se apoyará en esta línea y no la que divide a democracias y dictaduras.

No obstante, un hecho colocó al presidente Reagan al borde de un eventual “impeachment” del Congreso como el que precipitó la renuncia de Richard Nixon en 1974, y que fue la operación “Irán-Contras”, concebida por la CIA para desestabilizar al gobierno revolucionario sandinista. Estados Unidos debía retirar sus instructores militares de Honduras pero antes debía encontrar quienes los sustituyeran y continuaran la tarea. El Pentágono y la CIA encontraron a su “socio” en el general Leopoldo F. Galtieri, Comandante en Jefe del Ejército Argentino, que se oponía a la política exterior del Presidente de la Junta, general Roberto E. Viola y su ministro de Relaciones Exteriores, Oscar Camilión.

La dictadura militar argentina, en 1979, se encontraba en graves dificultades económicas. Se habían combinado dos factores que habían frenado sus exportaciones y marcaban el final de la “plata dulce”: la contracción de la demanda internacional por el segundo “boom” del petróleo y la sobrevaluación artificial de la moneda para atraer capitales, que había puesto en práctica el ministro de Economía, José Martínez de Hoz. El gobierno tuvo que devaluar en 1980 y comenzó a trepar la inflación. Cuando Viola sucedió a Videla, en enero de 1981, el ministro de Economía, Lorenzo Sigaut, continuó con las devaluaciones, pasando el valor del dólar, en un año, de 2000 pesos a 10.000. Las quiebras empresarias y personales se generalizaron. En diciembre de 1981, Galtieri derrocó a Viola, decidido a devolverle al régimen la solidez económica y política que había perdido y para lograrlo, contó con todo el apoyo de Reagan que necesitaba a las dictaduras latinoamericanas, en su cruzada contra el “Imperio del mal”.

Sin embargo, la delicada situación económica y social, requería una “gran operación patriótica”, que hiciera prevalecer las emociones sobre la racionalidad de un pueblo en el que crecía el descontento. Y esta operación no era otra que la recuperación de la soberanía sobre las Islas Malvinas, arrebatada por el imperialismo británico en 1833. Galtieri, en estrecho contacto con el experimentado agente de la CIA, coronel Vernon Walters, y del Secretario de Estado, general Alexander Haig, prepararon el escenario diplomático, confiando que la reacción de Londres se limitaría a una airada protesta sin imaginar acciones militares ya que el Reino Unido atravesaba, también, dificultades económicas y la movilización de una flota a un objetivo, situado a 12 mil quilómetros era impensable.

Todo este cálculo falló y Estados Unidos , que había dado la “guiñada”, debió optar por los compromisos establecidos en la OTAN y la suerte de la operación patriótica de Galtieri quedó sellada.


Intereses comunes de Pinochet y Thatcher

En 1977, la Reina Isabel II de Gran Bretaña, dictó el laudo arbitral sobre la soberanía en el Canal de Beagle, cumpliendo con el acuerdo alcanzado en 1971,, entre el Presidente de Chile, Salvador Allende, y el dictador argentino, general Alejandro Agustín Lanusse. Se trataba un diferendo centenario entre los dos países en la frontera sur que los dos mandataarios habían decidido resolverlo por la vía del arbitraje de la Corona Británica.

Al conocerse el dictamen, Chile, ahora bajo la dictadura de Augusto Pinochet, lo aceptó mientras Argentina lo rechazó en forma contundente por considerarlo, entre otros argumentos, “viciado de parcialidad”. De inmediato, la Junta Militar Argentina se preparó para la guerra, logrando el apoyo de Bolivia que también le reclamaba a Chile una franja en la zona de Arica que había perdido en la Guerra del Pacífico (1879-1884).

Un conflicto bélico con Chile era contrario a los intereses geopolíticos de Estados Unidos y Gran Bretaña. Pinochet había contado con el apoyo de Estados Unidos en el derrocamiento de Salvador Allende y el gobierno de Londres le vendía pertrechos militares. Por otra parte, el régimen encabezado por el general Videla, que se había propuesto eliminar a los movimientos de izquierda y al peronismo, juntos, y alineado firmemente con el campo imperialista en la Guerra Fría, no debía ser desestabilizado.

Un sector dentro del ejército argentino, entre los que se encontraba el Jefe de Estado Mayor, general Roberto Viola, se oponían pero el jefe de la Armada y miembro de la Junta, almirante Emilio Massera, sostenía con entusiasmo esta alternativa.

Sin apoyo externo y ante el riesgo de una guerra sudamericana en gran escala, el proyecto quedó trabado, perdiendo fuerza durante el gobierno de Viola y el pase a retiro de Massera. Pero la “necesidad” de una guerra por la sobrevivencia del régimen militar estaba presente y la opción fue la recuperación de las Malvinas, fortalecida con la asunción del ambicioso Galtieri en diciembre de 1981.

En este contexto el apoyo logístico y de inteligencia del Chile de Pinochet a las fuerzas británicas durante el conflicto, no es sorprendente, aunque Chile y Argentina estaban unidos por el “Plan Cóndor” de extermino de los opositores.

En una carta dirigida al periódico “The Times”, el 21 de octubre de 1998, Margaret Thatcher, ahora desde su retiro, reclamó la libertad de Pinochet, encarcelado ante una demanda del Juez espaañol, Baltasar Garzón, invocando la responsabilidad del ex dictador chileno en delitos de lesa humanidad. La prisión conincidió con una visita del entonces presidente Carlos Menem a Londres, para normalizar las relaciones entre las partes que intervinieron en el conflicto. Thatcher dice en su carta: "Sería vergonzoso predicar la reconciliación con uno (por el presidente Menem, que el martes próximo comienza una visita oficial a Gran Bretaña) mientras se mantiene arrestado a alguien que, durante aquel conflicto, hizo tanto para salvar vidas de británicos". A su vez, el jefe de las fuerzas inglesas de tierra, general retirado, Jeremy Moore, declaró: "Sólo sé que desde el sur de Chile, desde las altas montañas, se espiaba el movimiento de las bases argentinas, por ejemplo con radares, y se nos informaba sobre la salida de los aviones. "En pocas palabras, los chilenos nos daban información y señales de advertencia." Un testigo de estos acontecimientos, Lord Parkinson, miembro del Consejo de Guerra que asesoraba a Thatcher, dijo que esta información fue fundamental para la decisión de Thatcher de dar la orden de hundimiento del acorazado “Belgrano”, el 2 de mayo de 1982, que provocó 323 muertos, y que se encontraba fuera del área de exclusión de las operaciones establecida por los británicos.


La Logia P-2, el Banco Ambrosiano y la Junta Militar Argentina

El 14 de junio terminó la Guerra de las Malvinas, con la rendición del ejército argentino y el 18 del mismo mes, apareció colgado debajo del puente “Los Monjes Negros” (The blackfriars) de Londres, el Presidente del Banco Ambrosiano, Roberto Calvi, conocido como el “Banquero de Dios”. La policía británica explicó que fue un suicidio pero tiempos después admitió, como consecuencia de una investigación que realizaba una comisión del Parlamento Italiano que había sido asesinado. Esta Comisión bicameral, presidida por el senador Franco Calamandrei, continuaba las lainvestigación de las actividades de una logia masónica de derecha, “Propaganda 2”, conocida como “P-2”, -iniciada el año anterior por la Comisión Anselmi) que había sido organizada por un influyente empresario, Licio Gelli. Con antecedentes fascistas, obsesionado como muchos otros empresarios y neofascistas, activos en la política, el ejército y la policía, por el poderío del Partido Comunista Italiano y las tensiones internas en la Democracia Cristiana. Gelli tuvo gran influencia en la Argentina, a comienzos de los 70’ entre políticos y militares de derecha. En un allanamiento realizado en 1981, a su villa en Arezzo, por orden de la Comisión presidida por la diputada Tina Anselmi, se encontró una lista con los nombres de más de 900 miembros de la P-2, entre los que se encontraban José López Rega, su yerno Raúl Lastiri (Presidente interino después de la renuncia de Cámpora), Alberto Vignes (Ministro de Relaciones Exteriores de Perón), César de la Vega (Grado 33 de la Masonería argentina), el almirante Emilio Massera, el general Carlos Guillermo Suárez Mason (Jefe del Primer Ejército con asiento en Campo de Mayo) y otros que integrarían la cúpula gobernante durante la dictadura militar. Gelli también participó en la fundación de la organización paramilitar de la OTAN – Gladio- que fue creada para realizar atentados que eran imputados a las organizaciones italianas de izquierda. El asesinato del ex Primer Ministro Aldo Moro, se inscribe en este oscuro panorama.

Roberto Calvi, presidente del Banco Ambrosiano, era uno de los miembros acrtivos de la P-2.
¿Cómo surgió este Banco cuya sede central estaba en Luxemburgo, gozando de todos los privilegios de esa plaza financiera? Se sustentaba en tres poderosos pilares: el Instituto de Obras Religiosas (IOR, el Banco del Vaticano), los capitales de la mafia manejados por el banquero Michele Sindona y la logia Propaganda 2, dirigida por su Gran Maestre, Licio Gelli.

Los negocios comunes del IOR (que había nacido con los fondos que le entregó Mussolini al Vaticano por el Tratado de Letrán de 1929) y de la mafia, alcanzaron un nivel más alto, cuando el Papa Pablo VI, designó a Michele Sindona, el banquero de la mafia, como su Consejero financiero y le atribuyó poderes especiales para manejar los dineros de la Banca Vaticana. Esto fue en 1969, cuando una reforma fiscal, sancionada por el parlamento italiano, dispuso fuertes impuestos sobre las inversiones bancarias, incluyendo al IOR que, hasta ese momento era eximido de cargas fiscales por su finalidad de realizar obras religiosas, papel confirmado por el mencionado Tratado de Letrán. El Estado Italiano ya tenía conocimiento de que el Banco se dedicaba a otros negocios muy lucrativos que no eran precisamente obras religiosas.

Pablo VI, designó presidente del IOR al Arzobispo estadounidense de ascendencia lituana, Paul Marcinkus quien, junto con Sindona, que puso a Roberto Calvi al frente del Banco Ambrosiano, diseñaron una estrategia para negocios en ultramar, basados en el contrabando y lavado de dinero, que eludiera las nuevas disposiciones de control de divisas, que prohibían la salida de dinero de Italia al extranjero. Nassau, en Bahamas, fue el centro principal, pero se agregaron otros como el Banco Andino del Perú y el Banco Comercial de Nicaragua, creado por Anastasio Somoza para lavar el producto de sus negociados.

Las relaciones de Gelli eran muy estrechas con la CIA y el Secretario de Estado, Alexander Haig (ex Comandante en Jefe de la OTAN), ya que habían actuado juntos en la implementación de la “Operación Gladio”. Los había vinculado el objetibvo común de frenar la influencia del Partido Comunista Italiano, el más poderoso de Europa Occidental. La decisión de la primer ministro, Margaret Thatcher de movilizar la flota de guerra para expulsar la presencia argentina, le planteó a la Junta presidida por Galtieri, la ncesidad de conseguir armamento para una guerra que no había previsto. Y en su auxilio acudió a la logia P-2 y su instrumento financiero, el Banco Ambrosiano.

El préstamo para comprar a Francia los misiles Exocet, lo concedió el Banco Ambrosiano a través del Banco Andino. La garantía, para los acreedore, era el IOR, pero éste introdujo en el contrato una cláusula en la que podía retirar su aval si circunstancias excepcionales lo aconsejaran. La ruptura de Reagan de su compromiso con Galtieri y su apoyo a Thatcher, llegó hasta el Vaticano y éste hizo jugar en su banco su “letrera liberatoria”, provocando con ello la quiebra del Banco. El “agujero” era de 3.500 millones de dólares. El Vaticano no reconoció nunca su participación en esta operación, pero más tarde, a instancias del Secretario de la Santa Sede, Cardenal Agostino Cassaroli, entregó a los acreedores, a título de “apoyo moral” –pero no de indemnización- 400 millones de la moneda norteamericana.

Interpretaciones de la guerra

La oposición democrática a las dictaduras militares, en ambas márgenes del Plata, saludó positivamente la victoria británica en esta guerra porque a consecuencia de ella, cayó la dictadura militar. Condenó, asimismo, que la dictadura argentina haya utilizado conscriptos inexperientes para una emprea que estaba condenada al fracaso.

Sin embargo, el gobierno cubano y algunos partidos comunistas, entre ellos el Partido Comunista Uruguayo (que se encontraba en la clandestinidad), no interpretaron el conflicto del mismo modo, por dos aspectos, por lo menos: la posición adoptada por Estados Unidos en la guerra, hizo pedazos la máscara de la doctrina Monroe que los norteamericanos utilizaron para alinear militar y políticamente al continente sudamericano y El Caribe, en la “guerra fría” contra la Unión soviética, potencia extracontinental que presuntamente amenazaba la soberanía del continente. El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), de 1947, no operó ni la Organización de Estados Americanos(OEA), creada en 1948, como bloque político en la misma dirección, cumplió con el mandato de su estatuto. A raíz del conflicto, esta Organización entró en un período de decadencia.

En segundo lugar, los hechos mostraban la solidaridad de los intereses colonialistas e imperialistas de Gran Bretaña y Estados Unidos y toda la falsedad de la propaganda y de las instituciones creadas para enmascarar esos objetivos. Paradójicamente, la dictadura militar de Argentina, instalada por el imperialismo, debía adoptar, obligada por las circunstancias, una posición antiimperialista, buscando apoyo diplomático precisamente en los “demonios” comunistas y en los Países No Alineados. La visita del Ministro de Relaciones Exteriores de la dictadura argentina, Nicanor Costa Méndez, a La Habana para agradecer la posición del gobierno cubano en las Naciones Unidas, es una clara muestra de esta paradoja.

La interpretación de la presidente Cristina Fernández, expuesta en el discurso pronunciado el 2 de abril en Usuahia, negó el apoyo del pueblo argentino a la operación militar. En respuesta a declaraciones del Primer Ministro británico, David Cameron, de que la ocupación militar de las Islas Malvinas, había atacado la libertad de los isleños, dijo: “No fue una decisión del pueblo argentino la del 2 de abril – el Informe Rattenbach es claro en este sentido-, ni siquiera estaba atrás de ella el intento válido de ejercer soberanía y rechazar el colonialismo, sino apenas un intento de lo que muchas veces nos acusan a los políticos que es de perpetuarse en el poder… Hoy leía que el Primer Ministro británico decía que se había atacado la libertad de los isleños. Parece ser que no estaba enterado que también estaba confiscada la libertad de todos los argentinos en esos momentos. Tampoco teníamos libertad los argentinos. Había presos sin nombre ni apellido en campos de concentración; había detenidos desaparecidos que nunca volverán a aparecer. Parece ser que no se dan por enterados”.

Las reivindicaciones de Argentina continuarán por la vía diplomática. A pesar de que su posición cuenta con un apoyo casi absoluto de la Comunidad Mundial, sólo un cambio en la relación de fuerzas económicas y militares mundiales dará la solución definitiva. Por ello, la contribución de Argentina y América Latina a la construcción de esa fuerza que ha de derrotar al colonialismo y el imperialismo, es fundamental.

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