Israel ha iniciado una guerra contra el pueblo palestino de Gaza, después de una provocación criiiinal
y una demostración de poderío militar aplicado sin la distinción de objetivos
mlitares y civiles. Es una matanza sin misericordia que revela la verdadera
naturaleza del sionismo cuyo objetivo es, aliado con Estados Unidos, alcanzar
una hegemonía económica, militar y civilizatoria mundial.
Sin embargo, la tendencia de la Historia no lo
favorece; tampoco a sus aliados, como
Inglaterra y Francia, que siguen soñando con sus fenecidos colonialismos.
El cinismo de las autoridades de Israel y sus aliados, no tiene límites. Ocupa los territorios
palestinos y las Alturas del Golán, de
Siria, desde 1967, desconociendo Resoluciones de las Naciones Unidas, que le
han intimado a entregar esos territorios a sus legítimos dueños y
acusan al pueblo oprimido de agresores que “alteran con sus misiles la tranquilidad de Israel”.
La Israel sionista ha
olvidado su trágico pasado y ha convertido a los territorios palestinos en un
gigantesco campo de concentración donde
no hay hornos crematorios pero si misiles “inteligentes” que asesinan sin
piedad a civiles inocentes.
Los judíos fueron víctimas del genocidio nazi que los
persiguió en nombre de la pureza de la
raza aria y ahora pretenden colonizar toda Palestina en nombre de la raza
judía, cuando tras su dramática historia
debían ser un ejemplo de tolerancia y respeto de todos los derechos y no
la expresión de una insaciable voracidad de poder que parece
revivir los pactos con Jehová, el “Dios de los Ejércitos” (Samuel
1:3) de
“pueblo elegido entre todos los pueblos” y una extensión de tierra para la nación(Génesis
13:14-15; Éxodo 19:5). La “tierra prometida”, a Abraham y ratificada por Jehová
a Moisés en el Sinaí (desde el Mar Mediterráneo al Río Jordán) es la actual Israel más
Gaza y Cisjordania.
Fiel a esta leyenda religiosa, el pueblo judío mantuvo su
identidad etno- religiosa durante tres milenios mientras pasaba, en los países
de Europa Occidental a controlar eslabones fundamentales del sistema económico
de un mundo cambiante. Así, tuvo como enemigos al feudalismo y a las iglesias
cristianas ortodoxa y católica, coautoras de sangrientos “pogroms”.
La Filosofía de las Luces y las revoluciones burguesas les
otorgaron a los judíos los derechos civiles y políticos que les negaba el
Antiguo Régimen, aunque subsistían resabios por el poder económico,
especialmente en el sector bancario y petrolero, alcanzados en los países más
desarrollados del capitalismo. Los apellidos Rothschid y Rockefeller son
emblemáticos.
El reclamo de un Estado para los Judíos, formulado por el
Congreso Sionista de 1899, responde al impacto del “Caso Dreyfus”, que tocó
profundamente la sensibilidad de esta colectividad y de las fuerzas
democráticas en Francia y en el mundo. Pero fue la estrategia imperialista de
Gran Bretaña, en acuerdo con el gran
banquero y lord judeo-inglés, Lionel Wálter Rothschild, el que puso la idea en
marcha, el 2 dre noviembre de 1917.
Los horrores del nazismo le dieron el impulso final al
proyecto imperialista, sin tener en cuenta, como le dijo Gandhi, el “alma
grande” de la India y forjador de su independencia, al sabio Albert Einstein (que
le había pedido su apoyo al Estado Judío), que el pueblo árabe-palestino nunca
renunciaría a sus tierras para contribuir a una presunta reparación histórica
después de tres mil años.
La Organización de las Naciones Unidas quiso conciliar ambas
posiciones y resolvió dividir el territorio de Palestina para que se crearan
dos Estados, uno judío y otro árabe-palestino.
Pero no todos los sionistas compartían esta solución porque su proyecto era recuperar toda la
Palestina del “Reino Unido de Israel”, tierra asignada, según la leyenda
bíblica por Jehová, y Jerusalén, su capital, cuyas colinas sagradas daban el nombre al movimiento para volver a su
“antiguo hogar”. El presidente de la Agencia Judía Sionista
local, representante del Congreso Mundial Judío, David Ben Gurión, y una
circunstancial mayoría, aceptaron por razones tácticas (otra solución no era
viable en la ONU), pero los grupos armados “Irgún” y “Stern”, que practicaban
el terrorismo como estrategia de resistencia a los ingleses, la rechazaron.
El Estado Judío, con el nombre de “Israel” nació en estas condiciones
artificiales, el 14 de mayo de 1948, y con él la guerra con los árabes. Luego
la Guerra de los Seis Días de 1967, permitió a los sionistas, al ocupar toda
Palestina, lograr su objetivo. Por estas razones, Israel no permitirá nunca un
Estado Palestino independiente.
Israel está condenado a librar una guerra interminable
mientras cuente con el apoyo económico y militar de Estados Unidos, cuyo
“lobby” sionista maneja las herramientas fundamentales de poder de este país y
de Europa, incluyendo a Rusia.
La solución en el futuro no puede ser un Estado definido por
su raza sino laico y diverso religiosa y culturalmente en un territorio donde
sus habitantes convivan pacíficamente.
Su papel de “cabecera de puente” de los intereses
imperialistas en el Medio Oriente, que le asignó la diplomacia británica llegará
a su fin cuando las dictaduras árabes, empotradas en los pozos petrolíferos que
han entregado a los monopolios norteamericanos e ingleses, sean barridas por la
insurrección popular. Los cambios en Egipto son una señal y es muy difícil que
Morsi sea una reedición de Sadat y Mubarak, pese al pacto con Estados Unidos
que lo llevó a la Presidencia de la República.
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