“Modelo” es la expresión que suele utilizarse en las
ciencias sociales para caracterizar la gestión y el comportamiento de la
economía de un país. Cuando el modelo se prolonga suficientemente en el tiempo,
deja huellas profundas en el tejido económico y social e inserción
internacional. Constituye, entonces, una etapa del desarrollo de ese país a
través de su historia.
Modelos y
etapas.
En la Argentina pueden identificarse varios modelos y etapas
de su desarrollo económico. Desde los tiempos iniciales de la conquista hasta
finales del siglo XVIII, dentro del régimen del imperio español, prevalecieron
las actividades de subsistencia, en regiones de bajo nivel de relaciones
recíprocas entre sí y con el resto del mundo. Fue la etapa de las economías
regionales de subsistencia. Hasta mediados del siglo XIX, la sucede un período
de transición, en el cual comienza una progresiva vinculación con el mercado
mundial, mientras se configura la organización nacional después de la
Independencia.
A partir de esa época, la revolución industrial liderada por
Gran Bretaña “descubre” a la región pampeana del territorio argentino. Por
primera vez en su historia, el país surge como un importante centro productor
de alimentos y materias primas, mercado para la importación de manufacturas y
radicación de capitales. La atracción de corrientes inmigratorias, en un
sistema caracterizado por la concentración en la propiedad de la tierra,
configura la fragmentación social y liderazgos, económicos y políticos,
asociados a la potencia hegemónica y a su estrategia de libre cambio. Fue el
modelo liberal y la etapa de la economía primaria exportadora. Los límites de
ese sistema para el desarrollo económico del país y el derrumbe del orden
mundial con la crisis de 1930 abrieron un nuevo período. En el mismo, comenzó
el demorado proceso de industrialización, en el contexto de la inestabilidad
institucional. La transformación no alcanzó para conformar una economía
avanzada ni logró consolidar los equilibrios macroeconómicos fundamentales. Fue
el período de la “industrialización inconclusa”, que se cierra con el golpe de
Estado de 1976.
A partir de entonces, la política económica se somete a las
reglas de la especulación dentro de la financiarización del orden económico
internacional, la desregulación del mercado y la extranjerización del
patrimonio público. Esa etapa (1976-2001), de la “hegemonía neoliberal”, es la
peor de la historia económica del país, que concluye con un deterioro profundo
de su tejido económico y social, una deuda externa impagable y el descalabro
del régimen económico y financiero.
La
actualidad.
Desde la salida de la crisis de principios de este siglo XXI
impera otro modelo. Que llegue a constituir una etapa de la historia económica
del país depende de la consolidación de los factores que posibilitaron el
cambio de rumbo. Entre los rasgos dominantes del modelo actual, se destacan el
énfasis en el desarrollo industrial, la agregación de valor a la producción
primaria, el protagonismo de la ciencia y la tecnología, la reestructuración de
la deuda y la autonomía financiera, la redistribución progresiva del ingreso y
la atención a los sectores vulnerables, la recuperación de instrumentales de
acción del Estado nacional y el énfasis en la integración sudamericana.
Estos objetivos y políticas en ejecución definen un modelo
con rasgos propios, distinto del primario exportador y del neoliberal y con
algunas coincidencias con la etapa de la industrialización inconclusa. Como en
los períodos y modelos anteriores, los acontecimientos internacionales ejercen
mucha influencia y plantean desafíos. La perspectiva desde la cual se observa
la realidad resulta así fundamental para el diseño de la estrategia de
desarrollo e inserción en el orden global.
Las ideas. Una virtud fundacional del modelo actual es que
no observa la globalización desde el canon neoliberal, es decir, desde el
pensamiento céntrico promovido, como, en su tiempo, destacó Raúl Prebisch, por
los países hegemónicos en el orden mundial. Desde la perspectiva del canon
neoliberal y, aun, de un progresismo resignado, las fuerzas de la globalización
son tan abrumadoras que han dejado de ser viables los proyectos nacionales de
desarrollo. Sólo sería posible, en la actualidad, buscar nichos del mercado en
donde acomodarse y esperar que los impulsos externos promuevan el desarrollo.
Esta postura reproduce el subdesarrollo y la condición periférica.
Nuestra experiencia y la actual crisis de las economías
avanzadas del Atlántico Norte revelan que el neoliberalismo produce malas
respuestas a los desafíos y oportunidades de la globalización. En
sentido contrario, el éxito de las economías emergentes de Asia se funda en la
fortaleza de sus Estados nacionales e impulso al protagonismo, de la ciencia y
la tecnología, en el desarrollo económico y la transformación social. Sobre
estas bases, han construido un nuevo lugar, simétrico y no subordinado, en las
relaciones internacionales.
En resumen, las buenas respuestas a la globalización
consisten en movilizar el ahorro y los recursos propios, consolidar los
equilibrios macroeconómicos y la gobernabilidad de la economía e impulsar el
cambio técnico y la transformación productiva. Éstas son condiciones necesarias
para la inclusión social y el reparto equitativo de los frutos del desarrollo.
Para tales fines, es indispensable la presencia de un Estado capaz de ejecutar
las políticas públicas necesarias.
La densidad nacional. Cuando los países cuentan con
suficiente densidad nacional, la experiencia histórica demuestra la viabilidad
del desarrollo nacional en un orden global. La densidad nacional incluye la
cohesión social, la existencia de liderazgos privados y públicos impulsores del
desarrollo, la estabilidad institucional y el pensamiento crítico. En
definitiva, cada país tiene la globalización que se merece en virtud de la
fortaleza de su densidad nacional. En tales condiciones es posible no
transformar el mundo, pero sí cambiar cómo se está en ese mundo. En definitiva,
el éxito de un modelo de desarrollo y proyecto de país radica siempre en su
capacidad de fortalecer la densidad nacional.
Las cuestiones fundamentales que configuran la naturaleza de
un modelo incluyen la estructura económica y la inserción internacional, las
relaciones entre el crecimiento y la distribución y el papel del Estado y los
liderazgos del desarrollo. Es oportuno observar estas cuestiones, entre otros
motivos, para aclarar el actual debate sobre la política económica del país.
*Fuente: "Buenos Aires Económico".
12 de julio de 2012.
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