El 1989
marca el comienzo de una nueva fase en el desarrollo histórico del modo
capitalista de producción, cuya vanguardia está en Wall Street. Ese año, con la
unificación de Alemania, se inicia la desintegración del sistema social y
geopolítico antagónico del este europeo que culmina el 8 de diciembre de 1991
con la disolución de la Unión Soviética.
NUEVO ORDEN MUNDIAL
El 20 de
enero de 1989, George H. W. Bush, (ex Director de la CIA y socio en negocios
petroleros y financieros de la Casa Real Saudita), sustituyó a Ronald Reagan en
la Casa Blanca. El 11 de setiembre de 1991, en un discurso radiotelevisado,
expresó: “Tenemos ante nosotros la mayor oportunidad de forjar para nosotros y
las futuras generaciones, UN NUEVO ORDEN MUNDIAL, un mundo que sea gobernado
por la Ley, no por la Ley de la Jungla, que gobierna la conducta de las
naciones. Lo consignamos y lo vamos a conseguir. Tenemos una oportunidad para
este Nuevo Orden Mundial, un Orden en el cual una confiable organización como
las Naciones Unidas pueda desenvolver su rol para mantener la paz y cumplir la
promesa y la visión de sus fundadores”.
NUEVO ORDEN ECONÓMICO
El
Secretario del Tesoro (Ministro de Economía y Finanzas) de Bush durante todo su
mandato (1989-1993), fue Nicholas F. Brady, que continuaba en ese cargo pues había
sido designado por Ronald Reagan, cuatro meses antes de asumir el nuevo
Presidente.
Brady fue
senador republicano, estrechamente vinculado dl Gupo Rockefeller, desde que
recibió su Licenciatura en Yale, en 1954, hasta que asumió como Secretario del Tesoro
en setiembre de 1988. Sus vínculos con el mundo financiero es muy extenso: Presidente
del Comité del Banco de Inversión “Dillon Read & Co. Inc.”; Presidente del
Banco de Inversiones de Ultramar “Darby Overseas Investments, Ltd.”; Presidente del “Fondo de Inversiones “Franklin
Templeton Investment Funds”. Ha sido miembro del Consejo Directivo del Club de
Economistas de Nueva York y del Consejo Directivo del “Grupo Bildelberg” que
traza la estrategia del desarrollo del capitalismo en el mundo. Fue creado en
1954 y su sede está en Holanda. Está integrado por más de un centenar de
políticos y empresarios de grandes monopolios internacionales estadounidenses,
británicos y canadienses. Realizan conferencias anuales –cuyos contenidos no
son difundidos-, para examinar la situación global del capitalismo y tiene como
objetivo principal un mundo que sea gobernado por las mismas reglas económicas.
El
endeudamiento y la amenaza de una cesación de pagos en cadena en importantes
países de América Latina siguiendo el
ejemplo de México, significaba un peligro para la solidez de los bancos
estadounidenses y para la estabilidad de las frágiles democracias que habían
sustituido a las dictaduras militares.
Em 1985, el
Secretariio del Tesoro, James A. Baker, había propuesto un plan para resolver
la crisis de deuda del Tercer Mundo, a la que consideraba una “crisis de
liquidez pero no de insolvencia”. La solución era formar un “pool” de
instituciones financieras como el FMI, el Banco Mundial, los Bancos Comerciales
y otras agencias financieras. Siguiendo este plan, varios países
latinoamericanos realizaron refinanciaciones de sus deudas pero no lograron
recuperar el crecimiento ni combatir la inflación.
El Plan
Brady, anunciado el 20 de marzo de 1989, según The New York Times, era un paso
adelante, pero todavía vago, al proponer distintas opciones a los bancos
acreedores, incluyendo la reducción de la deuda y ofreciendo garantías del
propio Tesoro de EE.UU. Su núcleo era la sustitución de los documentos
bancarios por bonos denominados en dólares, que los bancos comerciales podían
vender a una variedad de inversores individuales, en el mercado secundario. El
Tesoro añadía otra garantía al exigir al
país deudor la compra de un “Bono Cupón Cero” emitido por esa Secretaría.
EL CONSENSO DE WASHINGTON
No obstante,
los países deudores no recuperaban su soberanía. A comienzos de 1990, el Fondo
Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Secretaría del Tesoro de Estados
Unidos, alcanzaron en Washington un “Consenso” sobre las reglas de política
económica que debían cumplir todos los países que solicitaran acceso a créditos
externos. Era el complemento del discurso de George H. W. Bush del 11 de
setiembre de 1991, sobre el Nuevo Orden Mundial.
El
economista, John Williamson, resumió, en 1999, las diez reglas adoptadas por
las instituciones nombradas, para los países asfixiados por la crisis: 1) Disciplina fiscal; 2) Eliminación de
subsidios; 3) Reforma tributaria que amplíe su base con Impuesto Progresivo a
los Ingresos Personales o aumento de tarifas; 4) Tasas de interés determinadas
por el mercado; 5) Tipo de cambio
determinado por la oferta y la demanda del mercado local; 6) Liberación del
comercio; 7) Apertura a la inversión extranjera directa; 8) Privatización de
las empresas del Estado; 9) Eliminación de trabas que distorsionen el
funcionamiento del mercado, excepto aquellas que estén referidas a la
seguridad; 10) Seguridad jurídica para los derechos de propiedad.
México fue
el primer país que se acogió al Plan Brady, en 1989, luego que asumiera el
Presidente Carlos Salinas de Gortari, el año anterior. Para William Rhodes,
presidente del Citicorp, que incluye al Citibank, ese acuerdo era el modelo que
debían seguir los otros países endeudados que se acogieran al Plan.
Em la
negociación, los bancos acreedores le ofrecieron a México tres opciones: 1) El
cambio de los documentos bancarios por bonos a 30 años, con un descuento del
35% y una tasa de interés del 13-16% por encima de la tasa Libor de Londres; 2)
el cambio de los documentos bancarios por bonos a la par, a 30 años, con un
interés de un punto porcentual por debajo de la tasa Libor (6,25%). Los bancos
podrían proporcionar fondos frescos hasta un 25% por encima de la deuda
negociada; 3) el banco acreedor podía
negociar dentro de un rango flexible de reducción del capital y los intereses,
con un piso en el 65% del capital y servicios de deuda más elevados, según
fuere esa reducción.
En el
acuerdo con México el 49% de la deuda fue convertida en bonos “dólar” con
descuentos; el 41% con bonos a la par y un nuevo préstamo equivalente al 10% del total de la deuda. Estos bonos, a
su vez, fueron garantizados por bonos del Tesoro de Estados Unidos –Bonos
Cupón Cero, comprados por los países deudores-, y financiados por el FMI y el Banco Mundial.
Los países
latinoamericanos que siguieron a México, fueron; Costa Rica (1989), Venezuela (1990),
Uruguay (1991), Atgentina (1992) y Brasil (1992). Los gobiernos de estos países
estaban presididos por Oscar Arias, Carlos Andrés Pérez, Luis Alberto Lacalle
Herrera, Carlos Saúl Menem y Fernando Collor de Mello, respectivamente que, para cumplir con lo
acordado, aplicaron las políticas de “ajuste”, exigidas por el Consenso de
Washington.
En todos
estos gobiernos, el pago de la deuda fue la prioridad de sus presupuestos.
Salinas de Gortari (1982-1987), en México, realizó una privatización masiva de
empresas públicas, desnacionalizó la banca y firmó un Tratado de Libre Comercio
con Estados Unidos; Carlos Andrés Pérez, para
realizar el “ajuste” del presupuesto, reprimió violentamente las
protestas del pobrerío de Caracas, con una represión feroz que, según la
Revista “Time”, dejó más de 300 muertos
en las calles de la capital (“Caracazo”, 27 de febrero - 8 de marzo de 1989);
Carlos Menem, en Argentina, optó por la privatización masiva de las empresas
del Estado y adoptó el “Plan Cavallo” de dolarización de la economía, volviendo
a la fracasada política de Martínez de Hoz que creó una euforia durante cuatro
años (1991-1995) y luego paralizó las exportaciones; Fernando Collor de Mello (1990-1992), en
Brasil, privatizó empresas públicas, redujo el gasto social, eliminó los
subsidios y los controles de cambios y decretó masivos despidos de funcionarios
de la administración estatal; Luis Alberto Lacalle (1990-1995), en Uruguay, aplicó
una política fiscal de “shock”, que afectó los servicios básicos de educación,
salud y los ingresos de los funcionarios del Estado. En su programa estaba la
“revisión y reforma” de las empresas del Estado e intentó vender el servicio
estatal de telecomunicaciojnes “ANTEL” que fue impedida por un plebiscito
nacional. Lacalle formó un equipo económico con conocidos financistas y empresarios
como los abogados Ignacio de Posadas y Ramón Díaz con estrechos vínculos con la
banca internacional. Cuatro bancos privados que, para salvarlos de la quiebra
en 1983, eran administrados por el Estado, se encontraban en una situación
insostenible en 1989 y Lacalle entabló negociaciones, a través del Presidente
del Banco Central, Contador Enrique Braga, para privatizarlos. La venta de los
bancos Comercial y Pan de Azúcar, revelaron una trama de corrupción muy cercana
a la cúpula de gobierno.
EL CITIBANK FIJA LA LÍNEA EOCNÓMICA
DE AMÉRICA LATINA Y EL, URUGUAY
Para la
negociación del Plan Brady, Lacalle designó al abogado Nicolás Herrera,
especialista en Derecho Comercial y Bancario, asesor en ese momento del
Citibank que era uno de los bancos acreedores. El señor Herrera, a quien los
medios de finanzas internacionales lo consideraban una “estrella” en materia de
negocios bancarios, renunció al cargo de Subsecretario de Economía, luego que
el Presidente Lacalle firmó el acuerdo con los bancos acreedores, representados
por el Citibank de Nueva York.
Las
estrechas relaciones del Presidente Lacalle con el sector financiero, que
amplíó sus raíces en el Uruguay, tendrá catastróficos efectos diez años más
tarde.
El Partido
Colorado recuperó el gobierno en 1995, con un 32,35% de los votos emitidos; le
siguió el Partido Nacional con el 31,21% y el Frente Amplio con el 30,61%. Era
la segunda Presidencia del Dr. Julio María Sanguinetti (1995-2000) que continuó
por el estrecho andarivel impuesto por el Plan Brady y el Consenso de
Washington.
La
alternancia de gobiernos de distintos colores pero de una misma política
económica, estaba destinada a desgastarse y esto preocupaba a la oligarquía y
la insaciable banca extranjera. La victoria del Frente Amplio en Montevideo, en
las elecciones de 1989, reiterada en 1994, fue una luz roja en el tablero del
“establishment” dominante.
Por ello,
los partidos tradicionales apelaron a una reforma constitucional que impidiera
la llegada del FA al gobierno naciomal, estableciendo un severo “balotaje” que requería ek apoyo de
la mitad más uno de los votos emitidos, a un candidato presidencial para ser
electo. La reforma, aprobada en un plebiscito de noviembre de 1996, aumentaba,
además, las competencias del poder central sobre los entes autónomos, en un
proceso de concentración de ese poder que se había iniciado con la reforma
constitucional de 1966.
Sanguinetti
gobernó, en “coincidencia patriótica”, con el Partido Nacional que tuvo varios
ministros y directores de entes autónomos. Privatizó parte de la Previsión
social, creando las AFAP y liquidó el ferrocarril, con claro beneficio para los
transportistas privados.
El Ministro
de Economía, en este segundo gobierno del Dr. Sanguinetti, fue el economista
Luis Mosca. Su preocupación, respondiendo a las directivas económicas de su
jerarca, fue el control del gasto público. Todas las Rendiciones de Cuentas
anuales tuvieron un solo artículo de “gasto cero”.
El sector
bancario y la industria de la construcción, se beneficiaron del “modelo
Cavallo”, de “1 peso = 1 dólar”, en Argentina que saturó nuestra plaza
financiera con dinero negro, amparado por el secreto bancario. Las torres se
multiplicaron en Punta del Este y el precio de los campos así como su
extranjerización.
En Brasil,
en julio de 1994,entró en vigencia el “Plan Real”, preparado por el equipo
económico del Ministro de Hacienda, Fernando Henrique Cardoso y aprobado por el
Presidente Itamar Franco. Este plan creó una nueva moneda –el “Real”-, que
sustituyó al “Cruzeiro”, cuya cotización fue 1 Real = 1 dólar”. De este modo,
las dos monedas –el peso argentino y Real brasilero-, estaban a la par del
dólar. Ña diferencia entre ambos sistemas era jurícia: el “Plan Cavallo” se
estableció por ley mientras el “Plan Cardoso”, lo fue por decreto lo que, en
caso necesario, permitía al Banco Central, modificar el tipo cambiario.
El 17 de
diciembre de 1994, Argentina, Brasil, Paragua y y Uruguay, firmaron el
“Protocolo de Ouro Preto”, que puso en vigencia el Mercosur. El alineamiento monetario de Argentina y Brasil,
benefició a la economía uruguaya. No obstante, la crisis de los “Tigres
Asiáticos” de 1997 y la crisis de Rusia de 1998, afectaron las exportaciones a
esas regiones, desnivelando las balanzas comerciales y la estabilidad
cambiaria, reapareciendo la inflación y la desocupación.
El 13 de
enero de 1999, el Brasil abandonó la banda cambiaria y dejó librada la
cotización del dólar a la ley de la oferta y la demanda. El Real se devaluó de
inmediato un 60%, estabilizándose luego a un 40%. La economía argentina recibió
un fuerte impacto que puso en la agenda una inevitable devaluación del peso y
la convertibilidad fija 1 x 1, establecida por ley. El gobierno argentino
estaba atado por esta ley y la dolarización de encajes y depósitos bancarios.
En
consecuencia, estas “gangas” de monedas supervaluadas, en economías débiles, no
podían durar eternamente y esos dos modelos que hicieron el gran festín de los
banqueros, entraron en falencia el mismo año (los Presidentes eran Fernando H.
Cardoso y Carlos Menm), arrastrando a la economía uruguaya a la recesión y
también a otra inevitable devaluación. Brasil y Argentina habían privatizado
gran parte de las empresas del Estado y dejaban, además, como saldo, una deuda
interna y externa mucho mayor y una desocupación del 25% de la fuerza laboral
activa.
CRISIS
ECONÓMICA Y BANCARIA EN URUGUAY
El
endeudamiento externo y las reiteradas recesiones económicas, le impedían al
país atender la deuda social Y sus infraestructuras envejecidas, que no fueron
atendidas por las crisis y la succión de la renta nacional por el capital
extranjero.
Em las
elecciones generales de octubre de 1999, Jorge Batlle (Partido Colorado),
obtuvo el 32,80% de los votos emitidos; Tabaré Vázquez (Frente Amplio), el
40,10% y Luis Alberto Lacalle (Partido Nacional), el 22,30%. Lacalle anunció su
apoyo a Jorge Batlle en la segunda vuelta, alcanzando el candidato colorado el
54,13%. Vázquez obtuvo el 45,87%. El balaotaje inventado en 1966, dio
resultado, pero las cifras indicaban que los dos partidos tradicionales estaban
condenados.
El 1 de
diciembre, Batlle y Lacalle viajaron a Buenos Aires para reunirse con el ex
Presidente de Estados Unidos, George H. W. Bush (padre) el anfitrión, Carlos
Saúl Menem y el recientemente electo sucesor, Fernando de la Rúa, en el
domicilio del exclusivo barrio de La Recoleta, del banquero argentino, Carlos
Rohm, propietario, junto con su hermano José, del Banco General de Negocios y
el Banco de Santa Fe –ambos en Argentina-, y del Banco Comercial de Uruguay. También
estuvo presente, David Mulford, ex Subsecretario para Asuntos Internacionales
del Departamento del Tesoro de EE.UU.,
Vicepresidente del Credit-Suisse First Boston Bank, directivo de la Agencia
Financiera de Arabia Saudita y socio del ex ministro de Economía argentino,
Domingo Cavallo.
Mulford era
el estratega financiero de una red de negocios bancarios internacionales,
vinculados al lavado de dinero, fraudes fiscales y asesor de confianza de Bush,
en cuyo gobierno había sido Subsecretario del Tesoro.
La reunión,
que pretendió ser secreta, fue detectada por los periodistas locales que
sorprendieron a Bush al salir de la misma, expresando que “había llegado a
Argentina para pescar truchas en la Patagonia”.
Otros
entrevistados en la ocasión se fueron por la tangente.
A Bush le
preocupaba la política económica que seguirían los presidentes electos de
Argentina y Uruguay, Fernando de la Rúa y Jorge Batlle y qué aporte podían
cumplir los capitales que representaba para evitar una devaluación como la de
Brasil. La presencia de Lacalle, ligado a la venta del Banco Comercial a los
hermanos Carlos y José Rohm, y el papel que iba a cumplir en el gobierno de
Batlle, era harto justificada. Por su parte, De la Rúa, que fue postulado por
una Alianza de centro-izquierda, se había comprometido, durante la campaña
electoral, a investigar el escándalo de coimas en el caso “IBM-Banco
Nación”, instrumentadas por Raúl Moneta,
procesado y en la cárcel, y con estrechos vínculos de negocios financieros con
Bush, Mulford, los hermanos Rohm. Moneta, era investigado, en esos momentos,
por una Comisión del Congreso de Estados Unidos, por lavado de dinero, utilizando una cuenta
en las Islas Vírgenes (Paraíso fiscal).
De la Rúa no
se atrevió a tocar la Ley de Convertibilidad de Menem-Cavallo, obteniendo un
préstamo de 40 mil millones de dólares del FMI para “Blindar” la economía. Este
dinero así como entró, se fugó, atribuyéndose estas maniobras a los hermanos
Rohm y Moneta, dirigidos por Mulford.
El
Presidente Argentino consiguió, un año después -2002 una refinanciación de la
deuda (un “megacanfje”), que favoreció los negocios financieros del grupo
mencionado anteriormente.
La economía
argentina no reaccionaba por un tipo de cambio sobrevaluado, la debilidad de la
moneda brasilera y porque todos los países emergentes que habían entrado en el
“Plan Brady”, no se recuperaban, ya que el pago de la deuda era lo prioritario.
El PIB, en Argentina había caído un 3.5%, la desocupación ascendía a un 15%, y
el déficit fiscal a un 13%- A mediados del 2001, el FMI se negó a entregar la
cuota para el “blindaje”.
Jorge Batlle
asumió el 1 de marzo de 2000, con un país en recesión, la devaluación del
“Real” y la eventualidad de una devaluación en Argentina.
Formó un
equipo económico encabezado por el Contador Alberto Bensión , en la presidencia
del Banco Central un primo suyo, César Rodríguez Batlle y en la Oficina de
Planeamiento y Presupuesto, el Contador Ariel Davrieux, perteneciente al Foro
Batllista.
Batlle es un
abogado financista, admirador de Charlone y Végh Villegas. Conoció al ex
Presdiente Bush, en Buenos Aires, en la reunión mencionada a donde fue
acompañado de Lacalle, y su objetivo en el gobierno, fue asegurar el
funcionamiento de Uruguay como Plaza Financiera, atrayendo capitales de
cualquier naturaleza en la que los bancos privados, las consultoras y estudios
jurídicos “especializados” en derecho comercial y bancario, obtendrían jugosas
ganancias.
Pero los
mercados regionales y mundiales, estancados o en recesión, no permitían un peso
sobrevaluado. Y el “dinero caliente”, así como entra, se va si no se siente
seguro.
De la Rúa,
aislado económica y políticamente, renunció el 21 de diciembre de 2001. El 2 de enero del 2002, la Asamblea
Legislativa de la Nación, eligió Presidente a Eduardo Duhalde para completar el
período de De la Rúa. Duhalde dijo, en el discurso de asunción, que la
Argentina “estaba fundida” y expresó que la tarea principal era sacar al país
de la recesión. Cuatro días después, el Congreso derogó la Ley de
Convertibiidad, que alineaba a la par el peso con el dólar, y el gobierno fijó
una cotización de 1.40 por dólar, que no pudo sostener y siguió cayendo.
Por las
devaluaciones de Brasil y Argentina, la economía uruguaya tenía bloqueados esos
mercados y, el 1º diciembre del 2001, cuando Argentina estableció el
“Corralito” , sin plazo, de todos los depósitos bancarios, comenzó la fuga de
capitales de extranjeros, en su mayoría argentinos, a los que se fue sumando,
el de los depositantes locales. En seis meses “desaparecieron” el 44% de los
depósitos.
Batlle se
aferraba a la “defensa de la moneda” para preservar la salud del sistema
financiero y, especialmente del Banco República” (Nota de “El Observador” del
23 de julio de 2002).
La economía
uruguaya era monitoreada por el Sub Director Gerente del FMI, el chileno
Eduardo Aninat, que aconsejaba la devaluación t la cesación de pagos de la
deuda externa como en Argentina.. El 23 de julio, después de una interpelación,
y bajo la presión del Frente Amplio, del Partido Nacional y sectores del
Partido Colorado, renunció el Ministro de Economía, Alberto Bensión.
Anteriormente habían renunciado César Rodríguez Batlle y Rosario Medero,
integrantes del Directorio del Banco Central. Batlle designó al Dr. Alejandro
Atchugarry como Ministro de Economía y al economista Julio de Brun como
Presidente del Banco Central.
La moneda
fue devaluada el 20 de junio y el valor
del dólar pasó de 13 pesos a 30-, y el 31 de julio, el gobierno decretó un
feriado bancario “sine die”. Previamente, dispuso la suspensión del
funcionamiento de cuatro bancos privados, cuya insolvencia era manifiesta.
Amplios
sectores de la opinión pública –políticos, sindicales y esferas de negocios-,
consideraban que la política de Batlle de asistir a bancos que estaban
quebrados, era irresponsable y que debía renunciar. El periodista, Claudio Paolillo publicó, en
el 2004, el libro “Con los dias contados”, donde narra cómo, incluso dentro del
Partido Colorado, se aguardaba la renuncia del Presidente.
El país
estaba al borde de una crisis institucional como en Argentina y Batlle era
consciente de ello. Pero tenía dos cartas en la manga que, si daban resultado,
podían salvarlo: una, era su amistad con George H. W. Bush, padre del presidente,
en ese momento, de Estados Unidos; la otra, era el éxito que pudiera tener el
General Seregni en convencer a Tabaré Vázquez que “había que darle apoyo
institucional al gobierno”.
Astori
apoyaba esta salida pero el Partido Socialista y el Partido Comunista, no. Los
senadores Reinaldo Gargano y José Korzeniak, tenían pronta la solicitud de
juicio político a Batlle, pero el sector del gremio bancario, del mismo
partido, no estaba de acuerdo. Por otra parte, el Partido Comunista exigía la
renuncia de Batlle y la formación de un “Gobierno de Salvación Nacional”,
encabezado por el Vicepresidente, Hierro López. Sin embargo, su Secretaria
General, Marina Arismendi, apoyaba la línea de Seregni y Astori.
Estas dos
cartas fueron exitosas: el Presidente George Bush le extendió un “crédito
puente” a Batlle, de 1.500 millones de dólares, expresando que a Estados Unidos
le interesaba la permanencia de Uruguay como plaza financiera. Con estos
recursos, el gobierno levantó el 5 de agosto, el feriado bancario, habilitando
el movimiento de cajas de ahorro y cuentas corrientes del Banco República, no
así los plazos fijos que quedaron bajo un “corralito” que sería levantado.
gradualmente.
Finalmente,
en un plenario del Frente Amplio de noviembre de 2002. Tabaré Vázquez se
pronunció sobre el “apoyo institucional” que le pedían Seregni y Astori,
indicando que “el parlamento era un ámbito adecuado para concertar las
políticas adecuadas para superar la crisis. Así fue. El nuevo Ministro de
Economía, Alejandro Atchugarry, se convirtió en el articulador de estas
políticas que tuvieron en el Contador Astori el principal protagonista del
Frente Ampliio y de las políticas que se acordaron.
El Partido
Nacional, integrante con cuatro ministros de la coalición de gobierno, resolvió
retirar, el 13 de noviembre, a sus representantes, tratando de evitar cargar
con la responsabilidad de la conducción gubernamental. Esta actitud, impulsada
por Lacalle, molestó a Jorge Batlle.
El estado
del país era desastroso con cuatro bancos fundidos por sus propietarios: Banco
Montevideo (Peirano Facio), Banco Comercial (Hermanos Carlos y José Rohm), la
Caja Obrera (Peirano Facio) y Banco de Crédito (Secta “Moon”); el Banco
Hipotecario estaba al borde de la quiebra y el República pudo superar el
difícil trance porque fue apuntalado por los dólares de Bush.
En la
estructura social, los efectos de la crisis provocaron una desocupación del
20%, la caída vertical del salario real, el aumento de la pobreza, de los
suicidios, el deterioro de la infraestructura de los servicios de educación y
salud, factores que fueron la semilla de la marginación de los sectores más
débiles de la sociedad y la violencia e inseguridad que hoy estamos padeciendo.
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