En 1909, el
Secretario de Estado, Philander Knox, del gobierno del Presidente William Howard
Taft, explicó cuál era la función del dólar: “El objetivo de la diplomacia es
asegurar la estabilidad y el orden en el exterior para facilitar las
oportunidades financieras y el capital privado para promover los intereses
transoceánicos de Estados Unidos”.
Esta
política había comenzado antes, después de la intervención de Estados Unidos en
Cuba, en 1898, y la “Enmienda Platt” introducida en la Constituvción Cubana, en
1903, convirtiendo a la Isla en un “Protectorado”. A ello siguieron, de
inmediato, las intervenciones militares en Centro América y Venezuela.
En esa época,
donde la emisión de billetes estaba regulada por el stock de oro, el dólar era
una moneda muy fuerte, fortalecida aun más por las dos guerras mundiales en las
que Estados Unidos fue el gran abastecedor de armas, convirtiéndose en un
poderoso acreedor.
Esta
situación objetiva fue explotada en la Conferencia Monetaria de Bretton Woods,
en julio de 1944, donde Washington impuso al dólar como moneda de reserva
mundial –doblegando a la libra esterlina, emblema del Imperio Británico en el
siglo XIX-, en condiciones igualitarias al oro.
Sin embargo,
el 15 de agosto de 1971, en forma unilateral, Estados Unidos le retiró al dólar
el respaldo del oro, quedando la emisión del billete verde a voluntad de su
gobierno, acabando con el “Patrón Oro”. Los demás países, que habían aceptado el Sistema Monetario
–Gold- Exchange Standard (cambio fijo de
una onza de oro por 35 dólares), atados
por los vínculos comerciales y financieros, debieron aceptar Standard-,
la nueva realidad que rige hasta hoy, con la excepción de la “Zona Euro” de la
Unión Europea, creada en el año 2000.
En la tapa
de la Revista “Time” (ver abajo) aparece la foto del banquero del “Grupo
Rockefeller”, Paul Volcker –ex Gerente General
del Chase Manhattan Bank y Presidente de la Junta Ejecutiva de la Reserva
Federal desde 1979 hasta 1987-, con el elocuente título: “Angusti por la tasa
de interés” (Interest Rate Anguish).
Desde 1971,
todo el mundo está pendiente de los manipuleos monetarios del Banco de la
Reserva Federal. Las reuniones trimestrales del Comité de Política Monetaria de
ese Banco Central y sus anuncios son aguardados con ansiosa expectativa por
todos los gobiernos y empresas endeudadas, porque si bajan las tasas de
interés, se fortalecen las monedas locales y la deuda se achica y si las suben
ocurre lo contrario, las monedas locales se devalúan, huyen los capitales
“calientes” atraídos por los altas tasas de los activos federales
estadounidenses, dejando en los países dependientes una deuda más grande (en
términos de pesos) y reducción del gasto social, porque la prioridad es el pago
de una deuda más abultada, e incluso inflación de costos porque los ´productos
importados valdrán más.
El 18 de
este mes se reunió el Comité de Política Monetaria, en Nueva York, con creciente
expectativa de que comenzaría a aumentar las tasas de interés, después de seis
años de haberlas mantenido entre un 0 y un 0,25%. Las expectativas de los
especuladores resultaron frustradas porque el Comité no hizo el esperado
anuncio y, por el contrario señaló que las expectativas de crecimiento de la
economía estadounidense son confusas. Si bien el desempleo es de un 5,5% y la
inflación de 1,5%, el sector manufacturero (Detroit está paralizado) y la
industria de la construcción “están muy débiles”, y ha caído el comercio
exterior por contracción de la demanda.
La baja
inflación es un indicador de esa debilidad, manteniéndose el diagnóstico de
Krugman de que Estados Unidos se encuentra, desde 2008, en una “trampa de
liquidez”, donde la abundancia de crédito no se refleja en la inversión
productiva, porque el nivel de los precios por de bajo de su piso histórico no
la estimula. Lo que hace es evitar una caída mayor. La actividad se realiza en
sectores donde el empleo es de baja calidad e igualmente los salarios. Para
Keynes – y el New Deal de Roosevelt de 1º32 lo demuestra-, la única manera de
impulsar el crecimiento es un gigantesco plan de obras públicas que arrastra a
todas las otras industrias y el consumo, pero el alto déficit fiscal que tiene
actualmente Estados Unidos y el volumen de su deuda externa, se lo impide.
Para
Uruguay, país con una deuda externa importante, la decisión del Comité es
positiva porque la devaluación del Real -un 14%, de 2,80 a 3,20, en 5 meses-,
virtualmente bloquea el comercio a ese país, que es el segundo socio ya que
compra un 20% de nuestras exportaciones, y tiene preocupado a nuestro gobierno
que no puede estabilizar el valor, en términos de dólares-, de nuestra moneda.
En consecuencia, si la devaluación de nuestro peso fuera mayor –sumándose a las
restricciones comerciales esternas un fortalecimiento del dólar-, Uruguay
tendría que realizar un “ajuste del gasto social” ya que la prioridad es el
pago de la deuda externa.
¡Por favor,
que no llegue a esta situación!
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