Estamos en un cambio de época y como una bestia se resiste a
cambiar de querencia, Estados Unidos no quiere abandonar un poder hegemónico
–económico, militar y tecnológico- que ha acumulado durante más de 150 años y
que le ha permitido ser hoy la única superpotencia en el mundo.
El derrotero de ese poder es conocido pero es oportuno
recordarlo: la conquista del Oeste hasta llegar al Pacífico, el arrebato a
México de Texas, Nuevo México, Arizona y California; la victoria del Norte capitalista sobre el
Sur esclavista y, a partir de 1865, la
gigantesca acumulación y concentración de capital, la formación de los
monopolios petroleros, industriales y bancarios cuyo mayor poder se expresa en
tres grandes grupos: Rockefeller, Morgan y Carnegie.
En la década de 1880, se gesta el “Sueño Americano” que el
sensible Martí, capta de inmediato. El territorio continental conquistado les
resulta chico a los monopolios y miran hacia el Caribe, CentroAmérica y el
Pacífico. Intervienen en Cuba, sumándose a la lucha de los mambises por su
independencia, derrotan a España y la “Enmienda Platt” convierte a la Perla de
las Antillas en su Protectorado; insatisfechos aun, en 1903, le arrebatan
Panamá a Colombia, para construi y contolar la navegación interocéanica.
En América del Sur, el discurso de Lincoln en Gettysburgo
(“y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca
de la faz de la tierra”), había pasado al olvido. Sólo impactaba la brutal
imagen del “Gran Cazador” de búfalos, leones y elefantes en África (mató 512
animales en el safari que realizó en 1909-1910), Teodoro Roosevelt, que había
inaugurado la política imperialista con su doctrina del “Gran Garrote” (“Big
stick”), a todo aquel que no se arrodillara ante el dólar.
Rubén Darío en la “Oda” (1904) que le dedicó, advirtió: “Eres
los Estados Unidos, eres el futuro invasor de la América ingenua que tiene
sangre indígena, que aún reza a Jesucristo y aún habla en español”.
“Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza; eres culto,
eres hábil; te opones a Tolstoy. Y domando caballos, o asesinando tigres, eres
un Alejandro-Nabucodonosor. “ (…) “Crees que la vida es incendio, que el
progreso es erupción; en donde pones la bala el porvenir pones”. (…). Pero…”
esa América que tiembla de huracanes y que vive de Amor, hombres de ojos
sajones y alma bárbara, vive. Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol”.
“Tened cuidado. ¡Vive la América española!”.
Cuatro años antes, nuestro José Enrique Rodó, escribía en
“Ariel” este texto visionario: “”À medida que el utilitarismo genial de aquella
civilización asume así caracteres más definidos, más francos, más estrechos,
aumentan, con la embriaguez de la prosperidad material, las impaciencias de sus
hijos por propagarla y atribuirle la predestinación de un magisterio romano”. (…)
“¡Ellos aspirarían a revisar el Génesis para ocupar esa primera página!”
Rodó no niega el utilitarismo norteamericano sino la
pretensión de imponerlo como un modelo completo de una nueva civilización. Y seguidamente realiza una extensa
enumeración del aporte del trabajo, las invenciones mecánicas, la actividad
comercial como palancas básicas de la civilización pero pretender que ella sea la suma de la
cultura cuando aun es un “boceto tosco” está muy lejos de ser una gloria que
marque definitivamente a la posteridad.
El teórico del imperialismo norteamericano fue el Almirante
Alfred Mahan que, en 1890, publicó el libro “El papel del poder marítimo en la Historia” (” The
Influence of Sea Power upon History, 1660-1783”). De acuerdo a esta doctrina,
Estados Unidos debía construir una poderosa fuerza naval operativa y lanzarse a
la conquista de islas en El Caribe y el Pacífico, para asegurar la expansión de
su economía.
-
II –
Estados Unidos intervino, en abril de 1898, en la guerra que
libraban los cubanos por su independencia de España. Enfrentada a dos fuerzas
enemigas, la fflota española que procuraba conservar la ciudad de Santiago, en
el Oriente, fue destruida, en junio, por la flota estadounidense. Los
norteamericanos ocuparon Puerto Rico y, en agosto, España solicitó un
armisticio que culminó con el Tratado de París, el 10 de diciembre de 1898 en
que la monarquá hispánica reconoció la independencia de Cuba y entregó a Estados
Unidos las Islas de Puerto Rico, Filipinas y Guam. Era la primera etapa de la
concepción geoestratégica del Almirante Mahan.
La ocupación de las Islas Filipinas era un desafío a las
pretensiones imperialistas de Japón en la región. En 1894, el Imperio del Sol
Naciente se había establecido en la Península de Corea y Taiwán, luego de
desplazar de ese territorio, por la guerra, a China.
El Imperio Ruso aspiraba también a controlar Manchuria y
Corea. La victoria de Japón, en 1904, tensó las relaciones entre ambos imperios
y en 1904, Japón resolvió saldar las diferencias por la guerra. Rusia fue
derrotada; tuvo que renunciar a sus pretensiones sobre Corea y Manchuria y
perdió la soberanía sobre la Isla de Sajalín. Esta solución al conflicto fue el
resultado de una negociación, cuyo mediador fue el Presidente de Estados
Unidos, Teodoro Roosevelt. El Tratado se firmó en setiembre de 1905 en
Portsmouth y Roosevelt fu galardonado con el Premio Nobel de la Paz. Estados
Unidos asumía así, el papel de árbitro en los conflictos del sudeste asiático.
La intervención de Estados Unidos en la Primera Guerra
Mundial (1914-1918) y su papel decisivo en la victoria de Francia y el Reino
Unido sobre el Imperio Alemán, lo colocaron en una situación excepcional,
pasando el dólar a dominar el escenario europeo, ya que Alemania fue mutilada
económica y territorialmente por el Tratado de Versalles de 1919 y Francia y
Gran Bretaña, aunque victoriosas, habían quedado agotadas financieramente y
endeudadas con Estados Unidos.
No obstante, el Reino Unido previendo, con anticipación
estos resultados, había trazado dos líneas de amplio desarrollo estratégico: la
creación del Estado de Israel (Declaración Balfour de 1917) y la
Administración, por 25 años, de los Territorios que habían pertenecido al
Imperio Otomano (que se desintegró al perder la guerra), otorgada por la
Sociedad de Las Naciones en 1922. Los territorios, bajo este “Fideicomiso”,
eran Palestina, la Transjordania, y los comprendidos entre los ríos Éufrates y
Tigris (posteriormente, Iraq) incluyendo Kuwait.
Francia también obtuvo un Mandato similar, reservándose los
territorios de Siria y El Líbano. Estos “Mandatos” se extendieron hasta la
inmediata post Segunda Guerra Mundial.
Alemania, por su parte, como derrotada, debía pagar
indemnizaciones de guerra a los vencedores por un monto de 132 mil millones de
marcos-oro. En 1920, la Sociedad de las Naciones, le entregó a Francia la
administración por 15 años del Territorio del Sarre (región occidental del Ruhr),
que era el pulmón carbonífero-energético de Alemania. Este país no podía pagar
la pesada indemnización con su oro y
recurrió a la emisión monetaria, sin respaldo de oro, devaluando la deuda pero
provocando una hiperinflación que agudizó la situación social de su población.
Tampoco, con marcos devaluados, Francia y el Reino Unido, podían pagar su deuda
a Estados Unidos.
En 1923, el gobierno de Estados Unidos decidió intervenir y
el Director de la Oficina de Presupuesto, Charles Dawes, presentó un plan que
“estiraba el calendario de pagos estableciendo, además para los primeros cinco
años fijaba un pago anual de mil millones de marcos-oro y el primer año (1924),
recibiría un crédito de 800 millones de marcos-oro, es decir que debía pagar
solo 200 millones. Ahora bien el banco central alemán (el Reichbank)
quedaba bajo la supervisión de Estados Unidos, Francia y el Reino Unido y
estaba obligado a mantener un stock de oro equivalente al 40% del papel
circulante. El Plan Dawes fue aceptado por Alemania pero no impidió que
floreciera la semilla del nazismo(Hitler al frente del Partido Nazi, recién
fundado, intentó, el 9 de noviembre de 1923, un Golpe de Estado –el “Putsch” de
Munich´, que fracasó).
Decíamos que, como consecuencia de las secuelas de la Primera
Guerra Mundial, Estados Unidos pasó a controlar la economía europea, aunque el
Reino Unido y Francia que tenían extensos ierfitorios coloniales, procuraban
defender sus otrora poderosas monedas: la libra esterlina y el franco.
Estabilizadas las relaciones financieras, el Reino Unido se
propuso un retorno al Patrón Oro que había sido abandonado durante la guerra.
Este sistema exige un contenido de oro por cada billete en circulación, lo que
significa contar con stock de oro suficiente para el respaldo y un nivel de
precios bajo, cosa que no ocurría porque la cantidad de billetes en circulación
era muy alta. En consecuencia, el gobierno elevó la tasa de interés, introdujo
drásticos cortes al presupuesto y controló severamente los ingresos salariales.
La tasa de cambio de la libra esterlina fue fijada en relación con el dólar, en
el mismo nivel de pre-guerra.
En realidad, lo que buscaba Churchill, apoyado por el sector
financiero, era devolverle a Londres su posición de Plaza Financiera que
orgullosamente había tenido después de la derrota de Napoleón en 1815 y,
especialmente en la segunda mitad del siglo XIX. Era eñ “prestigio” del Imperio
y su futuro lo que estaba en juego. Pero sus efectos fueron desastrosos: se
paralizó la industria carbonífera y la industria textil. El desempleo y la
pobreza se expandieron por el Reino. En 1926 estalló una huelga general que fue
reprimida por el ejército.
La concepción de los
financistas fue combatida, sin éxito, por un joven economista –John Maynard
Keynes-, que consideraba “el culto del oro” una “reliquia bárbara”. En períodos
de crisis, argumentaba, no hay que encarecer el crédito, ni reducir el gasto
público; hay que mantenerlo en niveles que estimulen la producción y el
consumo, generando empleo. La moneda se fortalece con el crecimiento económico
y no con trabas a su desarrollo. En este caso, los únicos beneficiarios son los
bancos y la especulación. Los hechos le dieron la razón. En 1926 la huega
general y en 1929, los trabajadores y la clase media le dieron la victoria, por
primera vez, al Partido Laborista y en 1931, el gobierno, con el apoyo de la
mayoría del Partido Conservador (Churchill estaba con la minoría), devaluó la
libra esterlina.
Guiado por los mismo propósitos de Churchill, el Primer
Ministra francés, Raymond Poincaré, impulsa el retorno de Francia al patrón oro
que fue sancionado por ley en 1928. El sector financiero estaban satisfechos
pero la economía había perdido competitividad externa, las fábricas comenzaron
a cerrarse y a crecer el desempleo. Duró poco tiempo porque la Gran Crisis
Mundial estalló el año siguiente y ningún país pudo escapar a sus desastrosos
efectos.
-
III –
Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos fue, según
autocalificación del Presidente Franklin Roosevelt, el “Arsenal de la
Democrtacia” y, también “La Gran Banca” que financió la guerra de los aliados
contra la Alemania Nazi. A esto hay que agregar que, al inicio del conflicto,
los gobiernos de Francia y el Reino Unido, habían enviado el oro de sus Bancos
Centrales, como refugio, a Estados Unidos. El Sistema Monetario basado en el Patrón
Oro fue suspendido y las instituciones respectivas emitieron dinero según las
demandas de la circulación interna. A pesar del racionamiento de los alimentos
y al convertirse las industrias civiles de producción en fábricas militares, el
gasto presupuestal no contaba con el respaldo de la producción civil y, al
finalizar el conflicto, había que ajustar la cantidad de dinero a las
transacciones de bienes de una industria que debía ser modernizada.
El Presidente Roosevelt estaba decidido a intervenir en la
guerra europea y el 11 de marzo de 1941, logró que el Congreso aprobara una Ley
de Préstamo y Arriendo (Lend-Lease Act) que era un amplio programa de
suministro de pertrechos militares a los países que enfrentaban la embestida de
las Divisiones “Panzer”, la aviación y la marina de guerra alemana. El programa
se aplicó entre 1941 y 1945, totalizando 50 mil millones de dólares. Los
receptores de estos suministros fueron el Reino Unido (31.4 mil millones), la
Francia Libre (De Gaulle), la Unión Soviética (11.3 mil millones) y China. La
ley establecía que estos préstamos les serían concedidos a los gobiernos “cuya
defensa el Presidente considere vital para la seguriad de Estados Unidos”). No
establecía plazo de devolución pero le fue exigida a la URSS, en 1947, cuando
el Congreso aprobó el Plan Truman de “defensa de la Democracia” (Guerra Fría). La
URSS pagó esta deuda con lingotes de oro producidos por su industria aurífera,
ya que su moneda –el rublo- tenía como base la producción material, las
demandas del comercio y los salarios y era inconvertible.
Cuando se sancionó esta ley, Estados Unidos no le había
declarado la guerra a Alemania, pero el Presidente Roosevelt ordena, el 28 de
marzo, la incautación de barcos alemanes en puertos estadounidenses. El 14 de
junio, el Presidente ordena el cierre de los consulados de Alemania e Italia en
Estados Unidos, así como la confiscación de los bienes físicos y cuentas
bancarias de ambos países; el 26 de julio, Roosevelt prohíbe la venta de
petróleo a Japón y confisca sus bienes en Estados Unidos.
Entre el 9 y 14 de agosto de 1941, se reunieron en el buque
británico, “Príncipe de Gales”, en las costas de Terranova (Canadá), el
Presidente Roosevelt y el Primer Ministro británico, Winston Churchill. Al
término de las conversaciones, firmaron un documento de 9 puntos titulado
“Carta del Atlántico”, donde definen los principios de una alianza contra la
tiranía nazi. El parágrafo 6 dice:. “Tras la destrucción total de la tiranía
nazi, esperan ver establecer una paz que permita a todas las naciones vivir con
seguridad en el interior de sus propias fronteras y que garantice a todos los
hombres de todos los países una existencia libre sin miedo ni pobreza”. Y el 7:
“Una paz así permitirá a todos los hombres navegar sin trabas sobre los mares y
los océanos”.
El 7 de diciembre de 1941, aviones japoneses destruyen a la
flota de Estados Unidos surta en el Puerto de Pearl Harbor, en la Isla de
Hawsai, declarándole, a continuación, la guerra a Estados Unidos, Gran Bretaña,
Canadá y Australia. El Presidente Roosevelt califica este día “el Día de la
Infamia” y el 8 de diciembre, junto con el Reino Unido, Australia, Canadá,
Costa Rica y El Salvador le declara la guerra a Japón.
El 11 de diciembre, Alemania e Italia le declaran la guerra
a Estados Unidos y en respuesta, Costa Rica, Cuba, Guatemala y Haití declaran
la guerra a Alemania e Italia.
En la postguerra, Estados Unidos fue el dominador absoluto
de las economías de Europa y el Sudeste Asiático, con centro en Japón, que se
rindió el 21 de setiembre de 1945.. El Plan “Marshall” de 30 mil millones de
dólares, apuntaló a la reconstrucción de Europa Occidental, especialmente de
Alemania Occidental, ya que los Imperios Coloniales inglés y francés tuvieron
que enfrentar el proceso de descolonización, que durante quince años mantuvo en
jaque las economías metropolitanas. Otro beneficiario especial del plan
estadounidense fue Francisco Franco que cedió a cambio el territorio español
para instaalr bases militares norteamericanas. Esta decisión de Estados Unidos
echó por tierra las esperanzas de los partidos republicanos españoles de
restaurar la República. Franco fue el único dirigente fascista que sobrevivió a
la derrota del nazi-fascismo en la Segunda Guerra Mundial.
Con este contexto, Estados Unidos pudo establecer su
hegemonía económica y militar en Europa Occidental y en el Sudeste Asiático,
creando así un cerco económico y militar a la Unión Soviética, a Europa
Oriental y a la República Popular China que había nacido el 1º de octubre de
1949.
El dólar que fue impuesto como moneda de reserva para todo
el Occidente, en la Conferencia Monetaria de Bretton Woods, de julio de 1944,
reguló todas las transacciones comerciales y financieras –desplazando a la
libra esterlina-, de las dos terceras partes de la tierra siendo, cumpliendo,
además, como fuente de financiamiento del centenar de bases militares de Estados Unidos en el
mundo, el equipamiento militar de sus Fuerzas Armadas con la tecnología más
moderna y los inmensos gastos de las guerras coloniales, como la de Vietnam,
para “evitar el efecto dominó” de los pueblos que luchaban por liberarse de la
coyunda colonialista.
América Latina siempre fue su “reserva estratégica”, desde
1823. En 1947, los gobiernos latinoamericanos, firmaron en Río de janeiro, el
Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), adoptando la “Doctrina
Militar” y el equiipaminto que les suministraba Washington. Y en Panamá, en la
Escuela de las Américas que abrió sus puertas, los oficiales latinoamericanos
recibieron cursos especiales de contrainsurgencia, introduciendo los métodos de
tortura que los militares franceses habían experimentado en Vietnam y en
Argelia. Decían que esta política era para evitar el “Tottalitarismo
Comunista”, pero sus modelos fueron personajes como Rafael Leónidas Trujillo,
en República Dominicana, François Duvalier en Hairí, Anastasio Somoza en
Nicaragua, Fulgencio Batista en Cuba y Alfredo Stroessner en Paraguay, entre
otros.
La onda libertaria, que se extendió por El Caribe, Centro
América y América Latina, en la década de 1960, siguiendo los pasos de la
Revolución Cubana, fue aplastada , por los yanquis, con los mismos argumentos.
Todavía Uruguay y otros países, está
sufriendo los efectos de ese genocidio ideológico y hechos recientes, nos
muestran que, en determinados sectores sociales, ese maléfico espíritu sigue
vivo.
-IV –
A mediados de la década de los 60’, era notorio que Estados
Unidos no podría mantener el compromiso contraído en Bretton Woods de cambiar
billetes-dólares por oro a 35 dólares la onza troy. En una famosa conferencia
de prensa, en febrero de 1965, el Presidente de Francia, Charles De Gaulle,
advirtió de este peligro para los países cuyos bancos centrales tenían sus
reservas en dólares. De Gaulle argumentaba que la emisión de dólares, por la
Reserva Federal, era tan alta con respecto al stock de oro que había disminuido
al mismo tiempo por la recuperación económica de Europa Occidental y Japón-,
que era insostenible el tipo de cambio fijo –Gold Exchange Standard-,
establecido en 1944.
La advertencia era correcta. El 15 de agosto de 1971, el
Presidente Nixon ordenó, mediante un decreto y sin informar previamente al
resto del mundo que se había adherido a aquel Tratado, la flotación libre del
precio del oro, que triplicó de inmediato su valor, lo que significó una
macrodevaluación del dólar con respecto al oro. En respuesta, los países
exportadores de petróleo del Medio Oriente, crearon la OPEP y resolvieron una
abrupta elevación del precio del “oro negro”. Durante qtince años, el precio
del petróleo se había mantenido constante a 1 dólar y medio el barril de crudo.
En octubre de 1973 fue fijado en 3,65 y, al finalizar la década, con nuevo
aumento en 1979, el precio del barril alcanzó los 12 dólares.
Esta evolución de los precios provocó una “inflación de
costos” que detuvo el crecimiento económico en los países capitalistas
desarrollados, y más grave aun de los países subdesarrollados no productores de
petróleo, que los economistas denominaron “stagflation”, (estancamiento con
inflación).
Los estrategas del capitalismo, con el Grupo Rockefeller a
la cabeza y sus asesores, Henry Kissinger y Zbegnew Brzezinski, crearon la
Comisión Trilateral, trazando una estrategia que consistió en trasladar los
monopolios industriales a los “Tigres Asiáticos” (Singapur, Malasia,
Thailandia, Indonesia, Hong Kong, Corea del Sur y Taiwán), cuyas juventudes
tenían un buen nivel de educación ténica, salarios baratos y sistemas políticos
autoritarios y seguros. La Reserva Federal, ahora sin ataduras con el oro,
multiplicó sus emisiones que aprovecharon los bancos de inversión de los
propios monopolios para expandir su producción industrial en el sudeste
asiático y competir ventajosamente en el mercado mundial. A esta estrategia se
plegó Japón, aumentó la desocupación en Estados Unidos, transformándose
progresivamente en un país rentista con abultada deuda externa, financiada por
Japón.
En el plano político-militar, Estados Unidos estaba perdiendo
la guerra en Vietnam y, en 1972, el Presidente Nixon, por consejo de Kissinger
que era su asesor de seguridad, decidió levantar el bloqueo económico y
diplomático a la República Popular de China y estrechar lazos con Mao Tsé Tung
para aislar a la Unión Soviética y enmascarar mediante una maniobra política la
derrota en Indochina que se consumaría en 1975, con la liberación de Saigón por
los patriotas.
Mao murió el 9 de setiembre de 1975. La economía de china
estaba estancada y la tasa de crecimiento poblacional crecía sin control. Esta
situación se debía al fracaso del “Gran Salto Adelante”, de 1956 y diez años
más tarde a la Revolución Cultural que dividió al Partido Comunista Chino
agudizando la crisis económica y el aislamiento internacional del país con el
Grupo de No Alineados. Un sector conciliador había permanecido en el Comité
Central cuyo líder era el Ministro de
Relaciones Exteriores y hábil político, Chou-En-Lai. Este sector pensaba que
algo había que hacer para superar la crisis.
Al salir del escenario el líder histórico, los conciliadores
facilitaron el retorno al máximo organismo de dirección del Partido, a los
dirigentes que habían sido desplazados y que aun vivían. Uno de ellos era Deng
Xiaoping que pronto tomó las riendas del Partido –que previamente había
expulsado a los partidarios de Mao incluyendo a su esposa-, y dijo sin ambages:
“Estamos al borde del precipicio; ningún pueblo sostiene a un gobierno que lo
condena al hambre; es necesario salir del encierro y de la centralización
estatal hermética y abrir la economía al mundo”. “La planificación económica
centralizada no es un principio marxista sino un mecanismo económico”. Deng
emprendió, en 1976, una gira por el sur para explicar sus ideas. Allí reiteró
que el Socialismo es el único sistema que puede sacar a la humanidad de la
encrucijada en que se encuentra. En ese camino se pueden tener muchos
retrocesos pero, al final, triunfará la lucha de los trabajadores. El marxismo,
continuó, es una ciencia objetiva y extrae la verdad de los hechos. Debemos
liberar la mente y servirnos de la experiencia. El problema de China es la
parálisis de sus fuerzas productivas y para ello se necesitan tres modernizaciones:
Agricultura, Industria, Ciencia y Tecnología y apertura al exterior.
Sobre la base de estas ideas que tendrían la divisa de
“Socialismo con peculiaridades chinas”, el gobierno puso en ejecución un plan
de control de la natalidad y creó siete zonas francas -, la primera en la
Provincia de Guandong, fronteriza con la colonia británica de Hong-Kong-, para
atraer inversiones extranjeras en el sector manufacturero de tecnologías de
vanguardia cuya producción fue destinada al comercio de exportación, siendo
Estados Unidos y el Reino Unido sus principales mercados. En los hechos se
trataba de un retorno parcial al capitalismo como modo de producción ya que el
Estado retenía las tierras (entregadas en usufructo a granjas familiares con
metas precisas de producción) industrias y servicios estratégicos así como el
sistema bancario. La competencia de las tecnologías importadas con las
tecnologías envejecidas de las industrias nacionales llevaría a éstas a
modernizarse bajo la dirección y créditos del Estado o, de lo contrario,
desapareceíanr.
El programa impulsado por Deng Xiaoping, comenzó en 1979 y,
hasta 2012, la economía de la República Popular China creció a tasas de 9 y 10
% anual, convirtiéndose hoy en el primer país exportador de productos
tecnológicos de vanguardia y la segunda economía mundial si su Producto Bruto
Interno es medido por la capacidad de compra. China tiene un mercado interno
para estos productos de 500 millones de habitantes y su población es de 1.300
millones. Cuando el 62%, que está aun fuera de ese mercado (el campesinado de
la región occidental), se incorpore al mismo, la República Popular China será
el primer mercado mundial. Esto ocurrirá, según sus proyecciones estadísticas,
en el año 2049, cuando se conmemore el primer centenario de la fundación de la
“China Nueva”.
Este es el comienzo de una nueva época histórica, en el
terreno económico, que estamos viviendo aunque la dimensión del fenómeno es
mucho más amplio: se trata de un cambio cultural acelerado, impulsado por la Revolución Cibernética que está afectando
las estructuras sociales tradicionales, como la familia y los valores
culturales que le han servido de soporte. A ello se suma la agresión a la
naturaleza que es el desafío mayor, en mi modesta opinión, del cambio civilizatorio
que ha motivado estos comentarios.
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