El dilema
que enfrenta el desarrollo económico de América Latina se puede resumir del
modo siguiente: 1) conservación del modelo liberal basado en la producción y
exportación de materias primas y alimentos, semi elaborados o no elaborados y
2) Una economía donde la industria moderna, promovida por una enérgica
intervención del Estado, ponga al continente en condiciones de igualdad con los
bloques de los países desarrollados.
En esta
última opción no incluyo al Uruguay, porque el modelo económico que sigue por
la pequeñez de su mercado interno no procura una industrialización integral
sino el desarrollo de las agroindustrias para la exportación y el turismo
regional como fuentes de ingresos de divisas.
El gobierno
uruguayo y la oposición política acusan al gobierno argentino de seguir una
política económica y comercial hostil a nuestro país. Creo que, objetivamente,
las políticas practicadas por Argentina han perjudicado a Uruguay pero no son
intencionales sino que son coherentes con el modelo de desarrollo que adopto el
gobierno de enfrente, a partir del 2003.
Hagamos un
poco de historia.
La política
económica puesta en marcha por el tándem Menem-Cavallo, el 6 de abril de 1991,
llamado Plan de Convertibilidad estableció que el peso argentino tenía un valor similar al dólar. Este plan fue
impuesto por la banca internacional con la finalidad de establecer un seguro de
cambio a las inversiones especulativas. La valorización artificial de la medida destruyó la competitividad de las
exportaciones paralizando la economía y llevando la desocupación al 25% de la
fuerza laboral activa y el déficit fiscal al 13% del PBI..
El gobierno
de Fernando de la Rúa no se atrevió a devaluar, para movilizar las
exportaciones. La fuga de capitales vació las reservas obligando al presidente
a bloquear los depósitos bancarios en dólares (“Corralito”). La medida provocó
la salida a las calles y concentración en la Plaza de Mayo de una multitud
enfurecida que fue reprimida con violencia y una decena de víctimas mortales,
fueron su consecuencia. De la Rúa renunció el 21 de diciembre de 2001. La
crisis era total.
Entre esta
fecha y el 2 de enero de 2002, Argentina tuvo
cuatro presidentes. El segundo, Adolfo Rodríguez Saá, suspendió el pago
de la deuda externa, renunciando pocos días después, por “falta de apoyo
político”. Le sucedió el Presidente de la Cámara de Representantes, Ramón
Camaño, que convocó a una Asamblea Legislativa para designar un presidente
interino. El nombramiento recayó en Eduardo Duhalde que, al asumir la misma
noche de su elección, dijo:
“La
Argentina está quebrada. La Argentina está fundida. Este modelo en su agonía
arrasó con todo. La propia esencia de este modelo perverso terminó con la
convertibilidad, arrojó a la indigencia a 2 millones de compatriotas, destruyó
a la clase media argentina, quebró a nuestras industrias, pulverizó el trabajo
de los argentinos. Hoy, la producción y el comercio están, como ustedes saben,
parados; la cadena de pagos está rota y no hay circulante que sea capaz de
poner en marcha la economía”.
Duhalde
derogó la Ley de Convertibilidad, dejando flotar el valor del dólar que el
mercado fijó en 3,36 pesos argentinos. El Presidente y su Ministro de Economía,
Roberto Lavagna, pesificaron los depósitos en dólares, manteniendo la
suspensión del pago de la deuda externa y rescataron los bonos que habían
emitido las provincias para pagar sus obligaciones.
Por decreto
del 5 de agosto de 2002, estableció una retención del 20% del valor de las
exportaciones de cereales, harinas y aceites, medida destinada a lograr el
equilibrio fiscal, recurriendo a las grandes ganancias de un sector
especialmente beneficiado por la devaluación.
La Inyección
de moneda fresca en la economía y el tipo de cambio competitivo, pusieron en marcha
lentamente la producción. No obstante, Duhalde consideró que era necesario un
gobierno respaldado por la ciudadanía y convocó a elecciones para el 27 de
abril de 2003, dándole el apoyo al Gobernador de Santa Cruz, Néstor Kichner, postulado
por el Frente para la Victoria. En la primera vuelta, Carlos Menem obtuvo el
primer lugar con el 24,45% de los votos emitidos y Néstor Kichner el segundo
con 22.24% de los votos. En la segunda vuelta, un mes después, Menem no se
presentó resultando electo el ex Gobernador de Santa Cruz.
Néstor
Kichner asumió el 25 de mayo. En setiembre de 2003, pronunció un discurso en la
Asamblea de las Naciones Unidas, en el que expresó:
“La relación
de países como el nuestro y otros con el mundo, está signada por la existencia
de una aplastante y gigantesca deuda (160% del PIB), tanto con organismos
multilaterales de crédito como con acreedores privados”.
“Nos hacemos
cargo como país de haber adoptado políticas ajenas para llegar a tal punto de
endeudamiento, pero reclamamos que aquellos organismos internacionales que al
imponer esas políticas contribuyeron, alentaron y favorecieron el crecimiento
de esa deuda, también asuman su cuota de responsabilidad. Resulta casi una
obviedad señalar que cuando una deuda tiene tal magnitud la responsabilidad no
es sólo del deudor sino también del acreedor”.
“Es
necesario entonces que se asuma el hecho cierto, verificable y en cierta medida
de sentido común de la terrible dificultad que ofrece el pago de esa deuda. Sin
una concreta ayuda internacional que se encamine a permitir la reconstitución
de la solvencia económica de los países endeudados y con ello su capacidad de
pago, sin medidas que promuevan su crecimiento y desarrollo sustentable
favoreciendo concretamente su acceso a los mercados y el crecimiento de sus
exportaciones, el pago de la deuda se torna verdadera quimera”.
“En el
desarrollo de exportaciones con valor agregado a los recursos naturales que la
mayoría de los países endeudados poseen, pueden solventarse los primeros tramos
del desarrollo sustentable, sin el cual sus acreedores deberán asumir sus
quebrantos sin otra opción realista. Nunca se supo de nadie que pudiera cobrar
deuda alguna de los que están muertos”.
El 21 de
agosto de 2003, el Congreso sancionaba el fin de la impunidad, al derogar la
Ley de Punto Final, y reabría los juicios por crímenes de lesa humanidad de la
última dictadura.
En cuatro
años, su gobierno pudo arrojar los siguientes resultados:
· Crecimiento sostenido a un promedio
superior al 8% anual; el período más
largo de crecimiento de de los últimos 100 años.
· Equilibrio macroeconómico en el área
fiscal y externa: Superávit gemelos inéditos: superávit primario de 3% del PIB
en promedio y un saldo positivo en la cuenta corriente de la balanza de pagos,
que promedió un 4,8% del producto.
· El superavit fiscal se mantuvo a lo
largo de 5 años en torno al 3,2% del PBI.
· Tipo de cambio real competitivo y
estable que favoreció la producción y el empleo.
· Reservas internacionales: pasaron de
U$S 14.000 millones en el 2003 a U$S más de U$S 50.000 millones en el 2007 y se
mantuvieron por encima de los U$S 45.000 millones.
Se destaca
también que de acuerdo al ritmo del crecimiento del producto bruto de la
Argentina, en cinco años, la relación deuda/PBI bajó de 160 al al 40 %.
Desde el
principio de su gobierno, Néstor Kirchner, se preocupó por recuperar para el
Estado, empresas que el ex Presidente Carlos Menem había privatizado, en la
década de 1990. Se estatizaron Aerolíneas Argentinas, Yacimientos Petrolíferos
Fiscales (YPF), Correo Argentino, Astillero Río Santiago y fueron creadas ENARSA
y Agua y Saneamientos Argentinos.
Kichner
alineó su política exterior junto con Venezuela y Brasil, en la IV Cumbre de
las Américas, realizada en Mar del Plata en noviembre de 2005, introduciendo en
la Declaración la siguiente objeción a la implementación inmediata del Àrea de
Libre Comercio de las Américas (ALCA) ue reclamaba Estados Unidos:
“Todavía no
están dadas las condiciones necesarias para lograr un acuerdo de libre comercio
equilibrado y equitativo, con acceso efectivo de los mercados, libre de
subsidios y practicas de comercio distorsivas y que tome en cuenta las
necesidades y sensibilidades de todos los socios, así como las diferencias en los niveles de
desarrollo y tamaño de las economías”.
Era el
primer paso de un bloque continental que marcaba distancia con el imperialismo
norteamericano y pondría el acento en la integración continental. Fue una
humillación para el Presidente George W. Bush que solo contó con el apoyo de
Canadá y México.
En su último
año de gobierno, Kichner canceló la deuda con el Fondo Monetario Internacional
e inició negociaciones con el Club de París para comenzar la amortización de la
deuda de los acreedores privados que poseían los bonos emitidos por el Estado (Deuda
soberana) cuya magnitud había provocado el “default” del 2001. El proceso de
reestructuración de la deuda externa fue largo y complejo para quienes
decidieron ingresar en el canje. La Argentina ofreció un descuento importante
sobre sus obligaciones (aproximadamente el 70 %).
.II-
En diciembre
de 2007, le sucedió su esposa, Cristina Fernández, candidata del Frente para le
Victoria que obtuvo del 45% de los votos de los votos emitidos, en la primera
vuelta de octubre, asumiendo la Presidencia, el 10 de diciembre.
Los
lineamientos estratégicos de la política económica, calificada de “desarrollo
con inclusión social, sin endeudamiento externol”, de una clara posición contra la impunidad de
los crímenes de lesa humanidad de la dictadura, y la política exterior independiente,
estaban trazadas y la Presidenta se propuso profundizarlas, pero en el 2008,
Argentina, como otros países de la periferia, recibió el impacto de la crisis
financiera que estalló en Estados Unidos con la quiebra del banco de inversión,
Lehman Brothers, en el mes de setiembre.
La oposición
reclamó que “había que enfriar la economía”, demanda a la que contestó la
mandataria expresando que “enfriar la economía era promover la desocupación y
eso no lo haría”. Por el contrario, el gobierno estableció un sistema de
retenciones móviles, de ajuste automático de acuerdo al valor de las
exportaciones de los productos primarios. Con estos recursos se financiaban los
subsidios a la industria y el gasto social. La oposición reclamaba un ajuste
fiscal del gasto social y eliminación de los subsidios.
En los
primeros días de abril, la poderosa Sociedad Rural Argentina, organizó un “paro
patronal”, con cortes de rutas de abastecimiento a los mercados nacionales. El
gobierno, por su parte, recibió el apoyo de una masiva manifestación en la
Avenida de Mayo, en Buenos Aires.
Quedó así
declarada una “guerra”, entre el poderoso sector monopólico de la tierra,
organizado en la Sociedad Rural, contra la política de fortalecimiento
industrial y ampliación de los servicios sociales.
En el año
2009, cayó el crecimiento económico y se fugaron miles de millones de dólares
que el abultado nivel de reservas, aguantó. El año siguiente, la economía se
recuperó y el gobierno lanzó el “Plan del Bicentenario”, destinado a fomentar
el desarrollo de las medianas y pequeñas empresas. El mecanismo era el
siguiente: cada empresa elaboraba un proyecto de modernización que era evaluado
por el Banco Nación que, al aceptarlo, le otorgaba el crédito correspondiente.
Luego, el documento era remitido al Banco Central que realizaba su redescuento,
devolviendo el dinero al Banco Nación. Es decir, el plan se financiaba con
emisión, respaldada por el creciente aumento de las reservas, mecanismo que utilizó
el gobierno pues la derogación de la Ley de Convertibilidad, en el 2002, que
establecía que los dólares debían servir, únicamente, para respaldar la
circulación monetaria (dinero en poder del público, las cuentas corrientes y
las cajas de ahorro), le dio al gobierno la opción de respaldar la economía real,
rompiendo la equivalencia cantidad de dólares-cantidad de pesos.
El año
siguiente, el Congreso comenzó a discutir la reforma de la Carta Orgánica del
Banco Cenrtral que, en su artículo 3º fijaba los objetivos de la política
monetaria, desvinculando los dólares de la emisión en moneda nacional y
autorizando, en determinadas circunstancias, la utilización por el gobierno de
un crédito por el 10% de las reservas en dólares. Esta reforma entró en
vitgencia a comienzo del 2012.
El 27 de
octubre de 2010, falleció el ex Presidente Néstor Kichner. La oposición
consideró que vendrían tiempos de incertidumbre ya que sostenían que el ex
mandatario era “el poder detrás del trono”. Sin embargo, los hechos mostraron
que la Presidente poseía un carácter capaz de enfrentar todos los vendavales.
Colocó a su
difunto marido en el pedestal de una nueva generación de hombres de Estado,
dispuesto a consolidar un modelo de desarrollo “nacional, popular y
democrático”, que Argentina había intentado fundar con Yrigoyen y Perón y que
la oligarquía tradicional, concentrada en la tierra y en la banca, había
impedido. Con este espíritu, y realizando una intensa labor pedagógica en los
medios, salió al cruce de todos los avatares de la política.
Su esposo
había cancelado la deuda con el Fondo Monetario Internacional y ella se propuso
liquidar la deuda de los bonistas agrupados en el Club de París. El gobierno
les hizo una propuesta de una quita al monto nominal -100%-, del 66%. La
negociación fue exitosa quedando solo un 8% de la deuda sin financiar que
poseía un grupo de especuladores con fondos en la Isla Cayman, que exigían el
pago del 100%, llamados en la jerga financiera “fondos buitres”.
Según datos
del FMI, la Argentina experimentó en la última década una reducción del 73 % de
su deuda externa respecto al PIB (producto bruto interno). Resultó así ser el
país con mayor nivel de desendeudamiento del mundo. Esta deuda fue pagada con
las reservas monetarias acumuladas, decisión que provocó la renuncia del
Presidente del Banco Central, Martín Redrado, partidario de la ortodoxia
bancaria de que las reservas solo estaban para respaldar la circulación
monetaria en pesos.
La oposición
estimó que este compromiso provocaría una caída de las reservas monetarias y
que el gobierno no podría mantener el tipo de cambio administrado. Los bancos y
los grupos económicos del agro, afectados por las retenciones, iniciaron una
fuga de capitales que alcanzó los 5 mil millones de dólares parte de los cuales
se dirigieron a Uruguay donde compraron campos para la plantación de soja y
voluminosas inversiones inmobiliarias en Punta del Este. En los últimos días,
el ministro de Economía y finanzas, Axel Kicillof, declaró que en siete años el
gobierno resistió el ataque de 5 olas de fugas de capitales que totalizaron 62
mil millones de dólares.
El flujo de
crédito sostenido del Banco Central, disparó la inflación, lo que restaba
rentabilidad a las exportaciones con un tipo de cambio administrado que se
movía muy poco.
No obstante
esta oposición, que controlaba la mayoría de los grandes medios electrónicos de
comunicación, Cristina Fernández fue reelecta en octubre de 2011, en la primera
vuelta, con el 54% de los votos emitidos, recuperando la mayoría absoluta en el
Caongreso que había perdido en las elecciones parlamentarias de 2009.
En un
contexto de caída de las reservas a causa del pago de la deuda, el gobierno
inició una política de defensa de las reservas. Primero, estableció la
autorización previa a ciertas importaciones que, luego generalizó a todas, siguió
la prohibición de vender dólares para ahorrar en esta moneda. A esto, los
medios de oposición le llamaron el “cepo cambiario”. Finalmente, impuso las
restricciones a la venta de dólares para viajar al exterior.
Respondiendo
a una reestructura del sistema portuario, el gobierno nacional y el gobierno de
la Provincia de Buenos Aires, acordaron una ampliación del puerto de la Ciudad
de La Plata que estaba destinado solamente a la exportación o importación de
petróleo (Allí se encuentran las grandes refinerías de YPF). Se construyeron dos
muelles de un quilómetro de longitud cada uno –uno en Berisso y otro en
Ensenada-,y una playa para dos millones de contenedores. La finalidad de esta
obra es permitir el almacenamiento y trasbordo del comercio del sur patagónico
y de la propia Provincia de Buenos Aires, descongestionando el puerto de la
Capital Federal y suprimiendo los trasbordos en el Puerto de Montevideo. Una
parte de estas obras, las de Berisso, se inauguraron en julio del año pasado y
este año entrará en actividad el muelle de Ensenada.
La derecha y
la clase media reaccionaron frente a las restricciones cambiarias y el gobierno
vio disminuido su caudal electoral en las elecciones parlamentarias del 2013. A
ello se agregó la enfermedad de la Presidente que tuvo que ser intervenida por
un hematoma que tenía en el cerebro y debió mantenerse alejada de la actividad
por más de un mes.
Al
reintegrarse a su despacho, reorganizó su gabinete, nombrando al exitoso
Gobernador del Chaco, Jorge Capitanich, como Jefe de Gabinete y al joven
economista, Axel Kicillof como nuevo Ministro de Economía y Finanzas, además de
la sustitución del Presidente del Banco Central, por el entonces Presidente del
Banco Nación, Juan Carlos Fábrega.También fue relevado el polémico Secretario
de Comerio, Guillermo Moreno y nombrado para sucederle, Augusto Costa.
El nuevo
equipo comenzó a estudiar una situación caracterizada por una alta inflación ,
un tipo de cambio administrado que el mercado, manejado por la especulación,
revelaba que no era real y que estaba produciendo un enlentecimiento en la
exportación de la cosecha de cereales, un rubro que es estratégico en el modelo
de desarrollo adoptado de acumular reservas.
Concluida
esta evaluación, el 23 de enero de este año, el jefe de gabinete, acompañado
del ministro Kicillof, anunció: 1) Que la cotización del dólar a 8 pesos que el
mercado, sin la intervención del Banco Central, mostrado en las pizarras el día
anterior, era el cambio real y que el gobierno lo respetaría y lo defendería;
2) Que se autorizaría la venta de dólares, para atesorar, a las personas
físicas de acuerdo a una reglamentación que se publicaría el lunes, 27 de
enero; 3) Que se reducirían los descuentos de dólares para los pagos con
tarjetas en viajes al exterior de un 35 a un 20%.
El 27, se
publicó la circular anunciada, autorizando, en forma limitada, la venta de
dólares para ahorro –un 20% de los ingresos de cada persona física, a partir de
7.200 pesos mensuales y un máximo de dos mil dólares - pero se postergó la
reducción de las restricciones para viajes.
Según el
economista, Aldo Ferrer, en declaraciones realizadas a Radio Nacional el 27 de
enero,, la medida más importante es la devaluación del peso de un 33% ( de 6 a
8 pesos por dólar), que permitirá la salida rápida de las exportaciones y, con
ello, el inicio de la recuperación de las divisas situadas, actualmente, en un
nivel de 29 mil millones de dólares.
En esta
forma, agregó Ferrer, la política económica
se ajusta a la realidad económica “que es satisfactoria”, ya que el país está
desendeudado, el agro tiene muy buenos precios en los mercados internacionales
y la industria y el empleo están en una etapa pujante. (6,5% de desocupados).
El destacado
economista, uno de los autores del Plan Fénix, elaborado por la Universidad de
Buenos Aires para salir de la crisis del 2001, continuó: “Creo que la inflación
irá disminuyendo porque los salarios acaban de ser reajustados de acuerdo al
dólar paralelo (11 pesos) y la canasta familiar es abastecida por el agro y la
industria argentina”.
Ferrer
expresó que la venta de dólares para atesorar y para viajar es un asunto
secundario que se irá normalizando a medida que vayan aumentando las reservas;
que lo primordial es que se coloque la producción en el extranjero y para ello,
lo fundamental es un tipo de cambio realista, cosa que él considera correcto a
8 pesos.
Por otra
parte, concluyó sus declaraciones a Radio Nacional, diciendo que las retenciones permanecerán porque el sector
agrario cuenta con mayor productividad que la industria y, en una economía
integrada, es imprescindible su contribución. En consecuencia, serán retiradas
cuando la industria alcance igual nivel de productividad.
En
conclusión: el dilema de Argentina es el de los grandes países de América
Latina que tienen una variedad muy rica de recursos naturales como para
potenciar una economía integrada donde la industria sea su pivot como ocurre en
todos los países capitalistas desarrollados. Desde que llegó Hipólito Yrigoyen
al poder, en 1916, ésta ha sido la batalla entre una Argentina que quiere
desarrollarse en forma integral para poder realizar una distribución social de
su riqueza más justa, y la Argentina del siglo XIX, patrimonio de los grandes
terratenientes, asociada primero al imperialismo inglés y, luego al
norteamericano, que se resiste a morir.
Las crisis
económicas y financieras de 1982 y de 2002, tuvieron la misma causa: un modelo
abierto agro exportador y financiero de Argentina, Brasil y Uruguay , basado en
la sobrevaluación artificial de las monedas, atándolas al dólar, que enriqueció
a la banca extranjera y privada nacional y en determinado momento paralizó el
comercio y el resto lo hizo la fuga de capitales y el vaciamiento de los bancos.
Es la lección que nos han dejado ambas crisis.
Uruguay, con
una economía completamente abierta –comercial y financiera- depende del
comercio y del turismo. La coyuntura económica de Argentina y Brasil, dos
vecinos poderosos, nos afectará siempre, positiva o negativamente. Pero el
fortalecimiento de dichas economías también fortalecerá a la economía uruguaya
y se comete un grave error cuando nuestros políticos –sin distinción de
partidos- critican a la política argentina por no ser generosa en la asignación
de una moneda extranjera, que su Banco Central no emite, y que es objeto de
especulación por los grandes grupos económicos monopólicos. Ningún país en la
historia pudo enfrentar 5 olas de fugas de capitales en siete años, que se
llevaron, ilegalmente, el 12% del Producto Interno Bruto. Y esa es la mejor
prueba que una política de acumulación de reservas que sirva para fomentar la
economía nacional y no ser un seguro para la ganancia de la especulación
bancaria, es la única correcta.
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