Esta institución, la
más importante de Occidente, atraviesa, actualmente, una grave encrucijada,
según coinciden los más calificados analistas sobre el tema. Por supuesto, no
es la única encrucijada en su milenaria historia. Para señalar solo algunas, el
Cisma del siglo XV, la irrupción del Iluminismo en el XVIII, la Revolución Francesa
y la unidad italiana en la década de 1860.
El teólogo y filósofo
brasileño, Leonardo Boff, ha expresado en uno de sus últimos comentarios,
siempre muy ilustrativos, en su página web:
“El Papa León Magno (440-461), en el vacío de poder
imperial, tuvo que asumir el gobierno de Roma para enfrentar a los hunos de
Atila. Tomó el título de Papa y Sumo Pontífice, que eran del Emperador, e
incorporó el estilo de poder imperial, monárquico y centralizado, con sus
símbolos, vestimentas y estilo palaciego. Los textos referidos a Pedro, que en
Jesús tenían sentido de servicio y de amor, se interpretaron al estilo romano como
estricto poder jurídico. Todo culminó con Gregorio VII (1073-1085), que con su
Dictatus Papae (la dictadura del Papa) se arrogó para sí los dos poderes, el
religioso y el secular. Surgió la gran Institución Total ,
obstáculo a la libertad de los cristianos y al diálogo con el mundo globalizado”.
Boff, con toda la autoridad de su brrillante intelecto e
indoblegable lucha en el seno de la Iglesia por una Teología de la Liberación,
dice una verdad que, a menudo se olvida: la Iglesia Católica
es un enorme poder económico, político y teológico. También subraya otra
verdad: la cuestión teológica, con la que se pretenden presentar las crisis en
el Vaticano, está condicionada por su base material y política sobre las que
construyó sus cimientos.
Obviamente, Leonardo Boff piensa que, desde una teología
ecuménica, apoyada en la caridad que es el núcleo del mensaje evangélico, se
pueden resolver los vicios de la curia romana, acumulados durante 15 siglos y
está convencido que Francisco I , con 76 años de edad, puede hacerlo.
Hace unos años, cuando el Arzobispo lituano-norteamericano,
Paul Marcinkus, presidía el Instituto para Obras Religiosas (IOR), conocido
como el Banco del Vaticano, a un
interlocutor, sorprendido por las cuestionadas operaciones financieras que
realizaba la institución que el prelado presidía, le espetó: “La Iglesia Católica
no se administra con avemarías”.
Creo que es en este contexto histórico que debemos analizar
las posibilidades efectivas de un Papa y, en este caso del Cardenal argentino,
Jorge Mario Bergoglio, cuyo advenimiento a la silla pontifical ha despertado
tantas expectativas en centenares de millones de sinceros creyentes.
Dejemos de lado, las cuestiones teológicas, de las que
entiendo muy poco, para considerar lo que, históricamente, ha consistido el
poder económico y político de la Iglesia Católica.
Desde el derrocamiento del último emperador romano, en el
476 DC, la Iglesia
Católica , con una organización copiada del Imperio, asumió la
tarea de restaurar su poder, con el auxilio de la doctrina evangélica –que se
encargó de interpretarla y adecuarla a esos tiempos-, y órdenes religiosas
encargadas de difundirla y enseñarla.
Su primera gran victoria en esta camino, fue la conversión
del rey franco, Clodoveo (s.V), que se convirtió en su principal aliado para
cristianizar y colocar bajo su influencia política, a los pueblos indoeuropeos
que habían ocupado el occidente europeo. La donación del territorio lombardo,
por Pipino El Breve (s.VIII) y su ratificación por su hijo Carlomagno, le
proporcionaron la soberanía real al poder del Papa. La organización
administrativa y la educación, dirigida por los obispos y sacerdotes católicos,
en el reinado de Carlomagno, es llamado “Renacimiento Carolingio”. Pero esta
situación, de por sí, no significaba la superioridad del poder eclesiástico
sobre el secular sino que la sustentaban intereses recíprocos. Por ello, los
historiadores denominan a este período que se extiende del siglo VII al XI DC
de “Cesaropapismo”.
La verdadera entronización de la superioridad del poder del
Papa sobre reyes y emperadores, es cuando Gregorio VII emite sus “Dictatus Papae”
(dictados por el Papa), en el 1075, en el que claramente establece la Iglesia Católica
es la única creada por el Señor y que los dignatarios seculares están
subordinados a la voluntad del Papa como Vicario de Dios y que puede
destituirlos. Son 27decretos que enuncian los principios de la Iglesia Apostólica
Romana.
No obstante, los cambios económicos y sociales, en la Baja Edad Media
(ss XI-XVI), con el desarrollo del capitalismo comercial en el Báltico y el
Atlántico, fortalecen la autonomía material y jurídica de algunos principados y
reinos –como en el norte de Alemania e Inglaterra, en donde se estrellará la
presunta soberanía del Papa, conflictos todos revestidos de ropaje teológico
(Luteranismo y anglicanismo). La España de Felipe II (s.XVI), dominada por los
grandes feudales, se convertirá en el brazo secular de la reacción papal y a
cambio, consolidará su estructura feudal durante la colonización del Nuevo
Mundo.
A partir del siglo XVII, los descubrimientos de la física
galileana, a la que se agregará a finales del mismo siglo, la de Isaac Newton , prepararán el
camino para el avance, en el siglo siguiente del capitalismo comercial en el
campo y los primeros atisbos de la Revolución Industrial.
En este cuadro irrumpe la “Filosofía de las Luces”
(Diderot, Voltaire entre otros) que proclamaba el triunfo de la ciencia y el
fin de la teología y la metafísica.
Al poder de la burguesía se sumaron las revoluciones
campesinas y, en ambos casos, la Iglesia Católica –en el Viejo y en el Nuevo
continente, en el período de la Independencia- sus grandes propiedades rurales
se vieron afectadas. El Papado defendió en el plano político y teológico sus privilegios,
llegando en la encíclica de Pío IX “Quanta cura” y el Syllabus”, de 1864, a condenar los que
consideraba “80 errores de los tiempos modernos” y seis años más tarde, en el
Concilio Vaticano I, la infalibilidad de las palabras del Papa “expresadas en
sede pontificia sobre cuestiones de la fe y de la moral”.
Desde el Concilio de Nicea (325 DC), hasta el Vaticano I, la Iglesia Católica
defendió sus dogmas con energía, creando el Tribunal de la Inquisición en el
siglo XII para juzgar a todo aquel que cuestionara sus principios. Son famosos
los juicios al teólogo y filósofo Giordano Bruno quemado en la hoguera en enero
de 1600 y al astrónomo y físico, Galileo Galilei, condenado a prisión
domiciliaria en 1633, porque los
resultados de sus experimentos demostraban la falsedad de algunas “verdades”,
obra de la especulación y carentes de comprobación práctica, admitidas en esa
época como eternas.
II
No obstante, la Iglesia no pudo resistir los profundos
cambios históricos en la sociedad, la ciencia y la cultura que a finales del
siglo XIX eran explosivos, entre ellos la irrupción en la escena de la cuestión
social; nuevas ideas que cuestionaban el orden natural expuesto por Tomás de
Aquino en el siglo XIII y al que la Iglesia consideraba un principio
incuestionable. La Encíclica “Rerum Novarum” del Papa León XIII de 1891,
reconocía el derecho de los obreros a organizarse en sindicatos, dejando
abierta la puerta para la creación de partidos políticos cristianos que
intervinieran en un sistema político que era el sistema de los “tiempos
modernos”, condenado por el Syllabus, veinte años antes.
Fue un viraje muy importante de la Iglesia ante transformaciones
sociales y políticas que se le escalpaban de la mano por su tenaz resistencia a
reconocer los cambios históricos. Pero la unidad de Italia, le había quitado al
Papa la base material de su poder político que eran los territorios que
gobernaba en la península.
La Historia le dio al papado una nueva sorpresa: la Revolución Rusa de
1917 que llevó al poder a los bolcheviques que estaban dispuestos a forjar iuna
nueva sociedad que tenía como guía la filosofía materialista y la teoría social
marxista. Ambas concepciones eran una amenaza a la “Civilización
Occidental y Cristiansa”..
La profunda crisis económica y social en que cayeron los
países vencidos en la Primera Guerra
Mundial -1914-1918- (Alemania, el Imperio Habsburgo),
así como la situación de Italia cuyos monopolios no obtuvieron el respaldo en Versalles para
expandirse en África.
El Papado no podía ignorar el peligro para la institución de
esta crisis y encontró en el Estado Fascista, fundado por Mussolini en 1922,
una coincidencia de objetivos. Por el Concordato de Letrán, de febrero d 1929,
el Reino de Italia reconoce la soberanía de la Santa Sede sobre una
parte de su territorio y crea la Ciudad del Estado del Vaticano. Mussolini, que
firmó el documento como Primer Ministro, obtuvo, por la influencia de la
Iglesia en el pueblo católico, el apoyo de las masas que necesitaba y la
Iglesia, a su vez, recuperaba una soberanía que había perdido en 1870. El
gobierno italiano pagó, además, 80 millones de dólares que servirían como
capital inicial del IOR (Banco del Vaticano), fundado por Pío XII, en 1942.
El Vaticano tuvo, también, un importante papel en el ascenso
de Hitler al poder, en 1933. El primer gobierno del líder nazi, contó como vice
primer ministro, a Franz Von Papen, importante dirigente del partido católico
alemán, “Caballero de la Orden de Malta” y asesor de Pío XII después de la Segunda Guerra
Mundial , que convenció al presidente alemán, Mariscal
Hindemburg sobre la necesidad de encargar el gobierno al líder nazi, en enero
de 1933. En la misma dirección fue el apoyo del Vaticano a la sublevación del
general Francisco Franco contra el gobierno repubñcano, en 1936, la bendición
de las tropas italianas que colonizaron Etiopía y el papel gravitante que tuvo
la Iglesia en el aparato administrativo y educativo de la dictadura franquista.
Con la caída del fascismo y la recuperación de la democracia
en Italia, con un Partido Comunista que había llevado el peso mayor de la
resistencia al régimen de Mussolini y se convertía en la primera organización
de este tipo en Europa Occidental, el Vaticano temía la anulación del
Concordato de Letrán y buscó el apoyo en la Democracia Cristiana
que creó en 1944 y en Estados Unidos que, a través de la CIA, suministró fondos
al Banco de la Santa Sede
para apoyar a la DC. En
las elecciones parlamentarias de 1948, la Democracia Cristiana ,
conducida por su líder, Alcide De Gasperi, obtuvo una resonante victoria,
logrando la mayoría absoluta de las bancas.
Durante diez años se sucedieron los gobiernos de la DC pero
al finalizar la década de 1950, las divisiones en su seno y el fin de la
prosperidad económica fueron reduciendo sus contingentes electorales hasta que
perdió el control de la cámara, dando paso a los ministerios de coalición con
sectores liberales primero y el Partido Socialista después, que dieron inicio a
una inestabilidad política que se hizo endémica.
Al morir Pío XII (1958), el principal candidato a sucederle
era el Arzobispo de Génova, Giuseppe Siri, pero, sorpresivamente, el cónclave
cardenalicio, se inclinó por el Cardenal Angelo Giuseppe Roncalli, de 77 años
de edad, que adoptó el nombre de Juan XXIII. Se habló mucho, en su momento, del
fracaso de la candidatura de Siri que era un cardenal estrechamente vinculado a
Pío XII y considerado un firme defensaor de la ortodoxia católica Ahora, la Iglesia se encontraba ante un mundo
bipolar, con una Unión Soviética dominando el escenario europeo y la presencia
de poderosos partidos comunistas en Italia y Francia. El “aggiornamiento” de su
misión evangélica era indispensable y así lo entendió el cónclave y el nuevo
Papa.
Coincidió esta elección, con el mayor peso alcanzado en la
DC por un sector encabezado por los dirigentes Amintore Fantani y Aldo Moro, de
dar a la polítifca italiana un giro a la izquierda. Tanto
esta posición como la elección de Juan XXIII no fueron bien vistas por la Casa Blanca que
consideraba que permitiría una mayor gravitación del Partido Comunista cuando
la “guerra fría” estaba en sus niveles más altos.
A los tres meses de su entronizamiento, Juan XXIII convocó a
un nuevo concilio que recibió el nombre de “Vaticano II” que puso en marcha una
política de unir a toda la cristiandad,
superando las rivalidades que habían creado los distintos cismas así como un
fructífero diálogo con todas las religiones. Roma, de hecho, dejaba de ser el
eje de un poder eclesiásticos excluyente.
Juan XXIII murió en 1963 pero la impronta que dejó durante
su breve gestión ha sido indeleble para los católicos.
El cónclave eligió, esta vez, al Cardenal Giovanni Batista Montini
que adopto el nombre de Paulo VI que había sido Secretario de Estado en el
último período del Papado de Pío XII. La línea ecuménica de su antecesor la
mantuvo pero es en los problemas internos de la administración del Vaticano
donde aparecen elementos que, para muchos analistas, sería el comienzo de uno
de los problemas más graves que enfrenta la institución actualmente: la
oscuridad de las operaciones financieras del Banco del Vaticano.
Estas actividades no eran nueva. Dijimos que el Banco había
sido refundado en 1942. Su dirección fue puesta en manos, por Pío XII, del
banquero Bernardino Nogara cuya preocupación fue salvar a la institución
después de la caída del fascismo que ya era inevitable después de la derrota de
las tropas hitlerianas en Stalingrado, en febrero de 1943. El Banco manejaba
dinero de instituciones italianas e incluso fascistas y Nogara extendió las
operaciones del IOR en Londres, a través de bancos y compañías de inversiones,
encubiertas.
En la década de 1960, los gobiernos de coalición italianos
de centro-izquierda, están encabezados por Aldo Moro (1963-1968). La alianza
incluye al Partido Socialista y al Partido Republicano. Entre las reformas
realizadas está la tributaria diseñada por el ministro de Finanzas, Luigi
Preti, del Partido Socialista, que simplificó el sistema impositivo y eliminó
los privilegios de algunas empresas que obtenían altos lucros y en las que el Banco del Vaticano
tenía, en algunos casos, participación mayoritaria.
Ante esta situación, el Papa Paulo VI recurrió, en 1969, al
asesoramiento del banquero Michele Sindona que presidía instituciones
financieras en Italia, Suiza y Estafdos Unidos que operaban con contrabando y
lavado de dinero especialmente de la mafia. En 1971, el Papa designó al Arzobispo
norteamericano Paul Marcinkus, presidente del IOR.
En 1974, el Franklin National Bank de Nueva York, presidido
por Sindona, quebró. Las autoridades comprobaron que Sindona había retirado 30
millones de dólares para cubrir las pérdidas de operaciones realizadas en la bolsa. Al trascender la
débil situación del banco, una corrida de los ahorristas determinó su quiebra.
Las investigaciones pusieron al desnudo todo tipo de operaciones ilícitas que
servían de soporte al imperio financiero que había montado; fue enjuiciado,
condenado y encarcelado em 1980.
Un año antes, el abogado Giorgio Ambrosoli, interventor del
Banco Privado de Italia, propiedad de Sindona. fue asesinado. El funcionario,
designado por el Banco Central de Italia, había descubierto toda la telaraña de
los movimientos de dinero al exterior del Banco intervenido así como “las vías
secretas de escape”, entre ellas el Banco del Vaticano y la agencia del Banco
Ambrosiano ubicada en el paraíso fiscal de Lichtejstein.
El gobierno italiano solicitó la extradición de Sindona en
1984. Fue juagado y condenado 25 años de prisión por varios delitos financieros
y por ser el autor intelectual del asesinato del interventor Ambrosoli,
ejecutado por un pistolero estadounidense. Durante su prisión declaró que la
organización que planificaba todas las operaciones de sus bancos, del Banco
Ambrosiano y del Banco del Vaticano era la Logia Masónica
Propaganda 2, cuyo Gran Maestre era un señor llamado Licio
Gelli. Esta logia, como rama del Gran Oriente, había sido creada en la
posguerra, con el apoyo de Estados Unidos y el Vaticano para combatir al
Partido Comunista Italiano y luego extendió sus actividades a otras regiones
del mundo, entre ellas América Latina.
El golpe de Estado en el Brasil de 1964, fue el inicio de
iuna ofensiva imperialista en América Latina para frenar los movimientos
sociales y políticos de liberación nacional. En esta estrategia, la Logia P-2 desempeñó un
papel importante. El Banco Ambrosiano, a partir de 1975, bajo la presidencia de
otro banquero con conexiones con la mafia, Roberto Calvi, instaló agencias en
las Bahamas, Panamá, Perú y Argentina, cuya sucursal inauguró personalmente en
1981. El Ambrosiano financió al Dictador
Somoza de Nicaragua, a los “Contras” y a la dictadura militar argentina. Para
todas las operaciones encubiertas y riesgosas, el Banco Ambrosiano contó con la
garantía del IOR, que podía retirar (inclusión de una“lettera liberatoria” en
el contrato) sin condiciones si surgía algún obstáculo que comprometiera la
imagen pública de la institución.
En 1982, sorpresivamente, el Banco Ambrosiano quebró. Tenía
un agujero en su contabilidad de 1.300 millones de dólares que su presidente, Roberto
Calvi, no pudo explicar a los inspectores del Banco de Italia. Varias hipótesis
se han expuesto sobre la causa de este “default”. Una de ellas, manejada
incluso por el diario “The New York Times”, son los préstamos que le estaba
haciendo el Banco, a través de su agencia en el Perú –el Banco Ambrosiano
Andino- a la Junta Militar
Argentina , para comprar misiles Exocet en el mercado negro a
efectos de combatir a la escuadra británica durante la Guerra de las Islas
Malvinas. El Servicio de Inteligencia inglés habría detectado el origen de esos
fondos y el Banco del Vaticano, habría retirado su garantía. Roberto Calvi huyo
de Milán y el 17 de junio de 1982, apareció colgado debajo de un puente de
Londres. La policía británica dijo que se trataba de un suicidio, versión que
ha sido muy cuestionada.
El Vaticano negó toda vinculación con el Banco Ambrosiano
pero ante la presión de los ahorristas y de la prensa, después de muchas
dilatorias, el Secretario de Estado, Cardenal Agostino Casaroli, dispuso la
entrega de 400 millones de dólares a los demandantes como forma de “reparación
moral”.
Posteriormente, un allanamiento realizado por la policía en
la casa de Licio Gelli en Arezzo, descubrió una lista de sus integrantes
(políticos, magistrados, periodistas, militares de Italia y de América Latina)
entre los que se encontraban los nombres de Sindona y Calvi. Eran miembros de la Logia P-2 así como
varios ministros del gobierno del demócratacristiano Arnaldo Forlani que, como
consecuencia del escándalo, tuvo que renunciar.
La justicia italiana quiso interrogar al Arzobispo Marcinkus
pero el Vaticano se negó, reteniéndolo en la Ciudad del Vaticano, al amparo del
derecho de extraterritorialidad, reconocido por el Estado Italiano en el
Concordato de Letrán.
Todo esto ocurrió durante el período del Papa Juan Pablo II
(1978-2005). Marcinkus fue separado de la presidencia del IOR pero el Banco
continuó siendo una institución cuyos negocios son secretos.
Después de la desintegración de la Unión Soviética y la
creación de la Zona Euro ,
la Unión Europea
ha establecido una serie de normas a la que deben ajustarse todos los bancos si
quieren operar en la zona. El Banco
del Vaticano es considerado un paraíso fiscal para el refugio de dinero cuyos
titulares escapan al conocimiento del público o grandes transacciones
originadas en el tráfico de droga.
La crisis económico-financiera que sacude a la Unión Europea y, en
particular, la crisis de Italia, ha extremado las medidas del gobierno italiano
para impedir la fuga de capitales. Las autoridades estaban investigando ciertos
movimientos de dinero realizados por el Banco del Vaticano hacia el J.P.Morgan
Bank (agencia de Frankfort) y otros tres bancos europeos, cuyos orígenes, el
presidente del IOR, Ettore Gotti Tedeschi, se negó a revelar.
III
El Vaticano se mantuvo firme en la defensa de la
transparencia de las operaciones del Banco, respaldando plenamente a su
presidente. Sin embargo, en mayo de 2012, el periodista, Gianluigi Nuzzi,
publicó un libro con cartas dirigidas al Papa Benedicto XVI, que habían sido
sustraidas del despacho del Pontífice. Una de esas cartas era de Ettore Gotti,
donde expresaba el temor de ser asesinado. Gotti Tedeschi, fue durante años
Director General del Banco Santander en Italia, pertenece al Opus Dei y ha sido
profesor de la disciplina “Ética de los negocios” en la Universidad Católica
de Milán.Fue designado presidente del IOR por Benedicto XVI, en el 2009, con la
misión de dotar al banco de la transparencia que reclama la Unión Europea. Su gestión era supervisada por una Comisión presidida por el Secretario de Estado que, en su caso, fueron los Cardenales Angelo Sodano, primero, y Tarcisio Bertoni, después. Éste continúa todavía en su cargo.
Conocidas las revelaciones del libro de Nuzzi, el Papa, por
recomendación unánime de la Comisión Supervisora , presidida por el Cardenal
Bertoni, destiuyó en forma fulminante, el 8 de junio de 1912 a Ettore Gotti
Tedeschi. Como fundamento, la Comisión expresó en un comunicado que la
destitución fue "por no haber desarrollado funciones de primera
importancia para su cargo". Las filtraciones de cartas que tomaron estado
público revelan un enfrentamiento en el seno de la Iglesia cuyo punto central
es el control que ejerce la curia romana en el Estado del Vaticano, incluyendo
a su banco.
El 15 de febrero de 2013, cuando ya había anunciado su
intención de renunciar, el Papa Benedicto XVI designó a un aristocrático
economista alemán, Ernest Von Freyberg, para ocupar el cargo dejado vacante por
Gotti. Von Freyberg es un banquero alemán de Munich y “Caballero de la Orden de
Malta”.
El 11 de febrero, Benedicto XVI anunció al Consistorio de
Cardenales su renuncia, la que hizo efectiva el 28 del mismo mes y el 13 de
marzo de 2013, el Cónclave de Cardenales eligió al Cardenal argentino, Jorge
Mario Bergoglio, de la
Orden Jesuita , el que adoptó el nombre de Francisco I.
El Papa Benedicto XVI fundamentó su renuncia ante el
Consistorio, con las siguientes palabras: “Tras haber examinado repetidamente
mi conciencia ante Dios, he llegado a la certeza de que mis fuerzas, dada mi
avanzada edad, ya no se corresponden con las de un adecuado ejercicio del
ministerio petrino. [...] Por esta razón, y muy consciente de la gravedad de
este acto, con plena libertad declaro que renuncio al ministerio de obispo de
Roma, sucesor de san Pedro”. [...]. L
El contexto económico y político en el que se ha desenvuelto
el Papado en su larga historia y
particularmente en el siglo XX, puede ayudar a explicar por qué a
Benedicto XVI le faltaban fuerzas para conducir a la Iglesia en el momento
actual y también qué es lo que se puede esperar del Papa Francisco I, cuyo problema
principal, a nuestro juicio, es limitar el poder de la curia romana.
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