Ni Bismarck ni Hitler se habrían imaginado que
el imperialismo alemán, a comienzos del siglo XXI, sería el que establecería el
“diktat” a los otros países de la Europa Occidental , que son virtuales satélites
económicos de Alemania.
Una breve mirada a los dos
últimos siglos nos muestra a Alemania como la protagonista central de tres
grandes guerras: la de 1870 en la que sometió a Francia y la humilló
proclamando el nacimiento del Imperio Alemán, en Versalles; la segunda
(1914-1918), en la que fue vencida por la alianza franco-anglo-norteamericana)
y donde Francia, en revancha a su humillación anterior, se la devolvió también
en Versalles, imponiéndole, junto con Gran Bretaña, impagables
indemnizaciones y la mutilación de su
territorio; la tercera (1939-1945),que fue la contrarréplica, mezclada con un
odioso antisemitismo y anticomunismo, fue otra vez mutilada por las tres
potencias vencedoras: la
Unión Soviética , Estados Unidos y Gran Bretaña, que la
dividieron en cuatro zonas y fijaron nuevas fronteras.
Los fanáticos nazis que
asesinaron a sus hijos (como Goebbels) porque no podrían vivir en esa Alemania
dominada por sajones y eslavos, se equivocaron. El plan del Primer Ministro
inglés, W. Churchill era otro: someter primero a la Alemania nazi y luego
dirigir los cañones contra la
URSS. Esta estrategia fue favorecida por el monopolio
estadounidense de la bomba atómica.
La estrategia fue expuesta
por Churchill en Fulton Estados Unidos, el 5 de marzo de 1946 y la adoptó Estados
Unidos el año siguiente con la “Doctrina Truman
de contención del comunismo” que debía
seguir los pasos siguientes: 1) resolver las disputas seculares entre Francia y
Alemania por la posesión de las minas de carbón del Sarre; 2) Un plan económico
que permitiera a los monopolios norteamericanos, poner en marcha la
reconstrucción de las infraestructuras y las industrias destruidas por la
guerra; 3) La creación de la República Federal Alemana ,
unificando tres zonas, en violación de los Acuerdos de Potsdam, y disponiendo el
rearme germano, utilizando para ello a la derrotada oficialidad nazi; 4) la
creación de la
Organización Militar del Atlántico Norte (OTAN) bajo comando
estadounidense. Estas etapas se cumplieron en dos años (1947-1949); y fue
apoyada integralmente por la Socialdemocracia Europea
y constituye el origen de la llamada “guerra fría”.
(No me resisto a introducir
un paréntesis ante el otorgamiento a la Unión Europea del
“Premio Nobel de la Paz”, por la Academia de Noruega. Se trata de una decisión
cargada de cinismo y de deformación deliberada de la verdad histórica,
enmarcada en la propaganda imperialista destinada a borrar lo que los hechos
históricos marcan indeleblemente). La verdad es que la Unión Europea fue un
proyecto político-militar para combatir a la Unión Soviética y
que sólo resolvió transitoriamente las contradicciones existentes y que ahora
surgen en toda su dimensión.
La Alemania dividida
benefició los planes de Inglaterra y Francia por el control del mercado europeo
occidental. El Presidente Charles De Gaulle (1958-1969), en Francia, cambió la
política de los partidos centristas de subordinación a la estrategia
norteamericana. Retiró de la OTAN al ejército francés y creó su propia “Force
de Frappe” (1960), adoptando una tercera posición con la idea napoleónica de
una Europa “del Atlántico a los Urales”, teniendo a Francia como su centro
político-económico.
Por su parte, el Presidente François Mitterrand (1981-1995), al tiempo que
apoyó la estrategia agresiva de Ronald Reagan y del Primer Ministro alemán,
Helmut Köhl de instalar cohetes de alcance intermedio, con ojivas nucleares en
Alemania ( Discurso en el Parlamento alemán el 21 de enero de 1983) sorprendió
al mundo cuando años más tarde advirtió a su “leal socio” no apurar la
unificación alemana pues la modificación de las fronteras alteraría el
equilibrio geopolítico europeo (Discurso de Kiev, el 6 de diciembre de 1989). Ahora, nadie podría contener el poder de
Alemania. A Francia solo le quedaba la alternativa de un eje franco-alemán para
dirigir la Unión Europea. La
estrategia de De Gaulle era cosa del pasado.
No obstante, Alemania durante
diez años (1990-2000), tuvo que pagar el costo social de la destrucción por sus
monopolios de la economía de la RDA, que sumó más de 100 mil millones de
dólares.
Cumplida esta etapa pone en
marcha el euro o moneda única europea. Nació así la Eurozona, que reunía a
economías de muy diversa fortaleza que, para adoptar el euro, abandonaron sus
monedas que expresaban esas diferencias, alineándose ahora con el euro, moneda
fuerte, expresión del marco alemán.
El euro permitió la
penetración de los capitales alemanes y, en menor medida, franceses, en los
países de la Eurozona menos desarrollados y amplios créditos de los bancos de
estos dos países, a bajos intereses que se entregaron de lleno a la
especulación especialmente inmobiliaria.
Esta revaluación monetaria
tuvo su contrapartida: la pérdida de competitividad de las economías satélites
de Alemania, el aumento de las importaciones de Alemania y el progresivo
endeudamiento privado y público.
La dificultad en devolver los
créditos puso en aprietos a los bancos que habían sido los cnales de colocación
de abundantes créditos y los grandes beneficiarios de la especulación desenfrenada;
apareció, entonces, sin tapujos la presión del redivivo imperialismo alemán,
confirmando que la creación del euro fue un proyecto restaurador de las Gran Alemania y la Eurozona
como su “espacio vital”.
Los economistas burgueses más
respetados, sostienen que esta crisis era inevitable porque el país que
abandona su moneda pierde su soberanía económica y en épocas de crisis no puede
manejarla al carecer de Banco Central y, por lo tanto, de capacidad para
ajustar su moneda al nivel de sus economías debilitadas.
La situación actual es la
siguiente: los bancos quieren cobrar a toda costa y los gobiernos, que han
estatizado todas las deudas, no pueden pagar, porque la única forma de hacerlo
es que se las condonen y les concedan más créditos para estimular la actividad
económica y poner fin a la bola de nieve de la masiva desocupación que se
extiende como un flagelo por toda la Eurozona.
La renuncia al euro puede ser
una solución de corto plazo, sin duda dolorosa pero ella implicará el cese de
pagos inmediato y el aislamiento comercial y financiero; además, desde otro ángulo, el
imperialismo alemán y norteamericano están unidos para evitarlo porque el
debilitamiento de Alemania fortalecería a Rusia y la nueva burguesía de los
países del este europeo, como Polonia y aun Ucrania, que esperaban ingresar a
la Eurozona, comiencen a mirar hacia el este, por razones de supervivencia,
haciendo añicos la estrategia de
“contención” de Rusia y del eje euroasiático (Rusia más China), que constituye
la columna vertebral del BRICS.
La situación de países como
Italia y España –a la que empieza a sumarse Francia- se agudiza día a día y las
dos primeras ya han agotado las
políticas contractivas del gasto social, mientras se endurece más la posición
de Alemania donde los conservadores y socialdemócratas están ferreamente unidos
en torno a la exigencia de cobrar y cobrar, sin miramientos.
Los hechos están indicando
que es un proceso dialéctico con múltiples aristas, cuya definición puede
modificar la estrategia económica, política y militar de Estados Unidos de
1947, que se creyó victoriosa con el derrumbe del Campo Socialista en 1989 y de
la Unión Soviética
dos años después.
Muy ilustrativo esclarecedor.
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