NOTA DEL AUTOR: Este trabajo es del 2007- Los economistas y políticos neoliberales indican el comienzo de la crisis con la quiebra de Lehman Brothers, en setiembre de 2008, atribuyendo la misma a la negativa del gobierno de Bush de "salvar" al banco, lo que es falso. La explosión de la burbuja inmobiliaria ya había sido anticipada por "The Economist" de Londres en el 2005 y su carácter estructural por economistas marxistas con una anterioridad mucho mayor.
.o-o-o-
1. El capitalismo en su fase
imperialista se vuelve progresivamente parasitario.
Escribe Lenin:”Es propio del
capitalismo en general, la separación entre la propiedad del capital y su
aplicación a la producción, la separación entre el capital monetario y el
industrial o productivo, la separación entre el rentista, que vive sólo de los
beneficios del capital monetario, y el patrono y todas las personas que
disponen de un modo inmediato del capital. El imperialismo, o dominio del
capital financiero es el capitalismo en su grado más alto, en el cual esta
separación adquiere proporciones inmensas. El predominio del capital financiero,
sobre todas las demás formas de capital implica la situación dominante del
rentista y de la oligarquía financiera. La situación destacada de unos cuantos
Estados, dotados de “potencia financiera”, entre todos los demás”[1].
“Por este motivo, la noción de
“Estado-rentista” o “Estado-usurero” ha pasado a ser de uso general en la
literatura económica sobre el imperialismo. El mundo ha quedado dividido en un
puñado de Estados-usureros y una mayoría gigantesca de Estados-deudores”[2]
“El monopolio, la oligarquía, la
tendencia a la dominación en vez de la tendencia a la libertad; la explotación
de un número cada vez mayor de naciones pequeñas o débiles por un puñado de
naciones riquísimas o muy fuertes; todo esto ha originado los rasgos
distintivos del imperialismo que obligan a caracterizarlo como capitalismo
parasitario o en estado de descomposición. Cada día se manifiesta con más
relieve, como una de las tendencias del imperialismo, la creación de
“Estados-rentistas”, de Estados usureros, cuya burguesía vive cada día más de
la exportación del capital y de “Cortar el cupón”. Sería un error creer que
esta tendencia a la descomposición descarta el rápido desenvolvimiento del
capitalismo. No; ciertas ramas industriales, ciertos sectores de la burguesía,
ciertos países, manifiestan, en la época del imperialismo, con mayor o menor
fuerza, ya una, ya otra de estas tendencias. En su conjunto, el capitalismo
crece con una rapidez incomparablemente mayor que antes, pero este crecimiento
no solo es cada vez más desigual, sino que esa desigualdad se manifiesta
asimismo, de un modo particular, en la descomposición de los países más fuertes
en capital (Inglaterra)”.
“En
lo que se refiere a la rapidez del desarrollo económico de Alemania, el autor
de las investigaciones sobre los grandes bancos alemanes, Rieser, dice:
“El
desarrollo, no muy lento, de la época precedente (1848-1870) se halla en
relación con la rapidez del desarrollo de toda la economía de Alemania y
particularmente de sus bancos en la época actual (1870 – 1905), aproximadamente
como el rápido movimiento de un coche de posta de los viejos tiempos, se halla
relacionado con la rapidez del automóvil moderno, el cual lleva una marcha tal,
que resulta un peligro tanto para el tranquilo transeúnte como para las
personas que van en el automóvil”.
“A
su vez –sigue Lenin- ese capital financiero que ha crecido con una rapidez tan
extraordinaria, precisamente porque ha crecido de este modo no tiene ningún
inconveniente en pasar a una posesión más “pacífica” de las colonias que deben
ser arrebatadas, no sólo por medios pacíficos, a las naciones más ricas. Y en
los Estados Unidos, el desarrollo económico durante estos últimos decenios ha
sido aún más rápido que en Alemania, y, precisamente, gracias a esta circunstancia
los rasgos parasitarios del capitalismo norteamericano contemporáneo se han
manifestado con particular relieve. Por otra parte, la comparación, por
ejemplo, de la burguesía republicana norteamericana con la burguesía monárquica
japonesa o alemana muestra que las más grandes diferencias políticas se atenúan
extraordinariamente en la época del imperialismo, no porque en general, dicha
diferencia no sea importante, sino porque en todos esos casos se trata de una
burguesía con rasgos definidos de parasitismo”.[3]
Para
el economista Samir Amin, la fase imperialista es una fase senil. “El
hundimiento de los tres modelos de acumulación regulada de la post guerra, ha
abierto, a partir del período 1968-1971, una crisis estructural del sistema que
recuerda a la del fin del siglo XIX. Las tasas de inversión y de crecimiento
caen y las desigualdades de toda especie, a todas las escalas, nacionales e
internacionales, se acrecientan”.
“La
crisis se expresa por el hecho de que los beneficios de la explotación no encuentran
mercados suficientes que hagan rentables
las inversiones susceptibles de utilizar todas las capacidades de la
producción. La gestión de la crisis consiste, entonces, en encontrar
“otros mercados” para este excedente de capitales flotantes de manera de evitar
su desvalorización masiva y brutal. La solución a la crisis implicaría la
modificación de las reglas sociales que establecen el reparto del ingreso, el
consumo, las decisiones de inversión, en otras palabras, otro proyecto social
–coherente- que aquel fundado sobre la regla exclusiva de la rentabilidad”.
“Si
la gestión de la crisis ha sido catastrófica para las clases trabajadoras y los
pueblos de la periferia, no lo ha sido para todos. Esta gestión ha sido muy
provechosa para el capital dominante. La desigualdad en el reparto social del
ingreso, cuya aceleración ha sido fenomenal en casi todo el mundo, ha creado
mucha pobreza, precariedad y marginalización para unos y ganancias fabulosas
para aquellos que proclaman “vivir la mundialización feliz”[4].
Ernest Mandel, al investigar las
crisis en el modo de producción capitalista, expresa: “La teoría marxista de las crisis
rechaza toda concepción monocausal. Las crisis no se deben
exclusivamente al exceso de capitales (sobreacumulación) o, lo que es
equivalente, a la insuficiencia de la masa de plusvalía producida
corrientemente. No se deben exclusivamente a la insuficiencia del poder de
compra por parte de las masas. Tampoco se deben exclusivamente a la
desproporción entre los dos departamentos fundamentales de la producción, el
departamento de bienes de producción y el departamento de bienes de consumo.
Todas estas causas desempeñan un papel en el desencadenamiento de las crisis y
en su reproducción cíclica, pero ninguna de ellas determina, por sí sola, el
estallido regular de las crisis”.
“La
crisis hunde sus raíces en el hecho de que las condiciones de producción de la
plusvalía no implican automáticamente las condiciones de su realización (no
coinciden automáticamente con ellas).
“En
este sentido, en el marco de la teoría marxista de las crisis, la crisis es a
la vez una crisis de superproducción de capitales y una crisis de
superproducción de mercancías. En su preparación y en su estallido
intervienen todas las contradicciones internas del modo de producción
capitalista. Se puede representar la crisis como deteminada fundamentalmente por la
caída tendencial de la tasa media de ganancia en la medida en que las
fluctuaciones de la tasa de ganancia resumen el conjunto de estas contradicciones”.
Luego
agrega Mandel: “Nosotros definimos las crisis después de la segunda guerra mundial -en
la época del capitalismo tardío- como recesiones, porque son crisis combinadas
con una inflación permanente que atenúa parcialmente sus efectos. La inflación
del crédito, es decir de la moneda fiduciaria, de la "moneda
bancaria", permite vender más mercancías que con el poder de compra
efectivamente creado durante el proceso de producción. Permite acumular
más capitales que con la plusvalía efectivamente producida en el curso del
proceso de producción y realizada en el curso del proceso de circulación. A
pesar de toda la demagogia de los monetaristas y todas las medidas
deflacionistas tomadas por los gobiernos burgueses (tanto de
"derecha" como de "izquierda"), la inflación subsiste en
el curso del actual ciclo industrial, aunque ella haya sido reducida con
relación a los años 70 (pero. no con relación a los años 50 y 60).
“Los
detonadores de las recesiones de 1974-1975 y de 1980-1982 fueron los detonadores
clásicos y su desarrollo fue un desarrollo clásico: superproducción en los
sectores clave de la expansión precedente (automóvil, construcción
inmobiliaria, acero, petroquímica, etc.), baja de la tasa media de ganancia,
agravación de las tendencias especulativas e inflacionistas, obligación para la
burguesía de iniciar una política deflacionista, desocupación en rápido ascenso
y, debido a esto, contracción del mercado interior, concurrencia
interimperialista e interimperialista acentuada, con ascenso del proteccionismo
y contracción del mercado mundial”[5].
En
síntesis, el carácter “parasitario” (Lenin) o “senil” (Amir) del capitalismo en
su fase imperialista, resulta de una multiplicidad de factores, ligados todos a
su modo de producción: sobreacumulación de mercancías que no encuentran
compradores, sobreacumulación de capital financiero, emisión desenfrenada de
dólares por el Banco de la Reserva Federal ,
tendencia decreciente, a largo plazo, de
la tasa media de ganancia y búsqueda de tasas de retornos altas y rápidas a
través del juego especulativo, aumento incesante de la composición orgánica del
capital, fortalecimiento de otras potencias económicas (Unión Europea y
Japón) y la aparición de economías
“emergentes” (China, India, Rusia, Brasil, etc.) que han acentuado las
contradicciones interiperialistas.
Nuestro Eduardo Viera, la resumía así:
“No
es que los capitalistas no tengan ganancia, sino si esa ganancia satisface la
sobreacumulación del capital…Cierto, el capital va a buscar el
desenvolvimiento de nuevas inversiones, en particular tecnologías más
económicas en capital, pero la deflación de los salarios, el crecimiento
financiero exacerbado y la disminución de las capacidades reales, quiebran la
eficacia real de estas inversiones. Se acrecienta la tendencia hacia el capital
especulativo”[6].
2.
Patrón oro y convertibilidad fija.
“La
mercancía que funciona como medida de valor, y así también, corporalmente o
representada, como medio de circulación, es moneda. El
oro (o la plata) es por eso moneda. Funciona como moneda, por una
parte, cuando tiene que presentarse en su cuerpo de oro (o de plata), esto es,
como mercancía-moneda, y, por tanto, ni simplemente ideal, como en la medida
del valor, ni susceptible de ser representado, como en el medio de circulación;
por otra, cuando su función, que la desempeñe en persona o por medio de
suplentes, lo fija como figura única del valor o única existencia adecuada del
valor de cambio de todas las otras mercancías como simples valores de uso”[7]
El
oro, como mercancía-moneda, es el producto de un proceso histórico. Los
primeros intercambios comerciales que se realizaron en la historia fueron
trueques. Es decir, se intercambiaba un bien por otro, sin hacer uso del
dinero. Luego, el intercambio de mercancías, planteó, por un lado, la necesidad
de los comerciantes de utilizar una mercancía de fácil manejo práctico como
intermediaria de otras transacciones o simplemente como forma de atesorar las
ganancias capitalizadas de esos intercambios. Sucedía, sin embargo, que a veces
uno quería conseguir cierto bien, por ejemplo manzanas, y estaba dispuesto a
dar otro a cambio, por ejemplo pescado; pero no encontraba a nadie dispuesto a
darle manzanas a cambio de pescado, por mucho pescado que ofreciese. El oro
reunía esas condiciones por su homogeneidad, incorruptibilidad, su escasez como
recurso natural, su fácil fragmentación en piezas de muy variados tamaños y pesos y su transportabilidad. Este
bien, por su “liquidez” se llamará dinero.
La
riqueza, creada por el trabajo o por la naturaleza, debe preexistir a la
existencia de dinero. Debería quedar claro entonces que, si la riqueza
producida por una economía no ha aumentado, no debe aumentar la cantidad de
dinero. Por lo tanto, un aumento de la
cantidad de dinero no servirá para enriquecer esa economía.
El
sistema financiero internacional se organiza en torno al oro. Él es el
“patrón” de medida de los valores de las mercancías y las monedas domésticas se
alinean en relación a él. Así, por ejemplo, el dólar americano estaba definido
como una veinteava parte de una onza de oro. Y la libra esterlina era
aproximadamente una cuarta parte de una onza de oro. Es decir, tener un dólar
equivalía a tener un “vale por 1/20 onzas de oro”. Puesto que la definición de
cada divisa en términos de oro era fija, bien podríamos decir que existía
una única divisa mundial, que era el oro.
Por
razones prácticas, un banco podía sustituir la pieza de oro por billetes que
representaban el valor de aquel. Cuando un banco emitía esos billetes, sabía
que a partir de ese momento podía presentársele un cliente con alguno de ellos
exigiendo al banco que se lo cambiara por la correspondiente cantidad de oro.
Los bancos, por disposición de la ley,
debían mantener una relación entre el dinero que habían emitido y sus propias
reservas de oro.
Los
bancos privados, que tenían facultad legal para emitir billetes, iban sacando dinero al mercado a un ritmo muy
semejante al del aumento de las reservas de oro. Si un banco violaba este
principio y emitía demasiados billetes no respaldados por oro, se le retiraba
la confianza y, en el peor de los casos, tenía que cerrar. Pero el dinero
respaldado por el oro de bancos más sensatos mantenía su valor y los ciudadanos
no tenían que pagar por las fechorías de los banqueros.
Un
dinero mundial que mantiene su valor estable a lo largo de las décadas tiene
dos importantes consecuencias:
Primera;
los precios se mantienen estables, es decir, la inflación es insignificante.
Segunda;
los tipos de cambio son estables, es decir, no es que se hagan esfuerzos para
mantener una paridad fija artificial sino que no existen presiones que pongan
en peligro ese equilibrio[8].
Los
economistas liberales, afirmaban: Puede entenderse que con una inflación bajo
control, un gasto público bajo control, unos bancos emisores bajo control y un
tipo de cambio bajo control, la tranquilidad económica era tal que prosperar
económicamente se convirtió en lo normal.
Puesto
que la cantidad de dinero que podía emitir el sistema estaba limitada por la
cantidad de reservas de oro y puesto que la cantidad disponible de oro aumenta
muy poco de un año para otro, la cantidad de dinero que se emitía anualmente no
variaba mucho. Los gobiernos, por tanto, no podían echar mano de la máquina de
imprimir billetes para financiar gastos extraordinarios.
Las
guerras cumplieron un papel determinante en la ruptura de la “relación sensata”
entre encaje de oro y billetes. Las fábricas dejaron de producir bienes
comerciables por armamento y el Estado debía pagar los salarios de los
soldados. La relación entre bienes comerciables y cantidad de moneda, se
rompió, así como la relación entre oro y billetes.
Luego
de terminada la guerra, aun el país vencedor, debía restablecer esos equilibrios.
Esta operación ofrecía muchas dificultades.
Los
gobiernos tenían que “redefinir” a la baja la divisa en términos de oro, o sea,
devaluarla. (Recordemos: devaluación implica que comprar al extranjero
es más caro y vender es más barato). Precisamente después de una guerra eso era
muy amargo porque la prioridad era la reconstrucción. Reconstruir es más
difícil cuando comprar materiales de construcción (y cualquier otro producto)
al extranjero es más caro pero las condiciones para exportar y acumular oro
nuevamente, es mucho mayor. Naturalmente, esto se lograba porque los salarios,
en términos de oro, eran mucho más baratos y su capacidad de compra sufría un
poderoso impacto a la baja. Si se
volvía a la convertibilidad sin devaluar, para defender a los ahorristas, rentistas y los salarios, se
arriesgaba a quedarse con sus reservas de oro vacías, o sea, en la bancarrota,
ante la imposibilidad de exportar. Esta fue la advertencia que le hizo
el joven economista J.M.Keynes al Ministro del Tesoro inglés, Winston
Churchill, en 1925, que se negaba a devaluar la libra esterlina, para defender
a Londres como plaza financiera del Imperio, cuando la economía real estaba
paralizada por la competencia del comercio de Estados Unidos cuya intervención
en la Primera Guerra
Mundial fue al final y muy limitada.
Los Bancos Centrales
A
comienzos del siglo XVI, los bancos venecianos eran los más importantes y la
moneda de Venecia –el ducado veneciano- era
el patrón más prestigioso que se tomaba, por otros países, como medida para
referir sus monedas. La activación del comercio mediterráneo, en la
Baja Edad Media, había provocado el
surgimiento de las ferias en distintos puntos de Europa, constituyendo un
importante factor de dinamización de los intercambios y de desarrollo de las
técnicas del crédito. En ellas se compraba al por mayor y se concluían negocios
de envergadura, en presencia o no de las mercancías. Las dificultades y riesgos
del transporte de las gruesas sumas de dinero en metálico requeridas motivaron
la multiplicación de los mecanismos del crédito. El declinar de las ferias vino
de la mano del desarrollo de grandes núcleos urbanos que se constituyeron en
centros permanentes de negocios mercantiles y financieros. Las principales
plazas comerciales de Europa contaban siempre con un lugar donde mercaderes,
banqueros, cambistas y corredores se reunían a diario para hacer sus negocios.
El
más activo de entre los bancos del norte de Europa fue el Banco de Amsterdam (Wisselbank), fundado
en 1609. En un principio, la banca europea respondía a los intereses
comerciales, al constituirse como entidades de depósito y al llevar a cabo
transferencias entre las cuentas abiertas por los comerciantes. Ello favorecía
la fluidez de los negocios. Más tarde, los bancos fueron convirtiéndose también
en entidades de crédito.
Sin
embargo, al igual que ocurría en otros bancos, como el de Rotterdam o el de
Hamburgo, el Banco de Amsterdam no realizaba descuentos de letras de cambio ni
emisión de billetes. Estas modernas funciones bancarias sí fueron en
cambio asumidas por el Banco de Inglaterra, fundado en
1694.
Entre
los siglos XVI y XVIII, los grandes
bancos de Venecia, Génova, Ámsterdam y Francia, habían quebrado por las
cuantiosas sumas prestadas a los reyes para financiar las guerras.
La
emisión de papel moneda, aunque con un valor casi anecdótico, ya había
sido probada por el Banco de Estocolmo a mediados de siglo. Pero el auténtico
protagonismo del Banco de Inglaterra, como institución pionera en la emisión de billetes
reembolsables a la vista por moneda metálica a solicitud del tenedor,
está fuera de duda.
La
emisión de billetes que actuaban como pagarés al portador (running cash notes)
estuvo ligada al crédito estatal, función a la que, a su vez, estuvo vinculado
el propio nacimiento del Banco de Inglaterra.
El
Banco de Inglaterra era una institución privada, constituida por grandes
banqueros y comerciantes, que tenían el privilegio, concedido por la Corona , de emitir billetes,
en sustitución de la moneda metálica. La política del Banco, en esta materia,
fue cautelosa, evitando la catástrofe financiera a que condujo el rey Luis XV,
de Francia, y la Banca Law.
El
Primer Ministro, Sir Robert Peel siguió los consejos del banquero y teórico de
la economía política, David Ricardo, fundador de la Currency School (Escuela
Monetaria) al obtener la sanción de la ley de 1844, que reorganizó el Banco,
separando la emisión monetaria del negocio bancario, propiamente. Ricardo
sostenía que podía existir una masa permanente de billetes en circulación,
desde el momento que su volumen estuviera fijado por la ley y contara con el
respaldo de oro.
Marx
escribió en “El Capital”, al respecto[9]: “La
potencia capitalista más grande en Londres, es, naturalmente, el Banco de
Inglaterra, que por su posición de instituto semioficial está imposibilitado de
manifestar su hegemonía de un modo más brutal”.
“Pero,
sin embargo, ya conoce bastante los medios de que ha de valerse –especialmente
desde la ley bancaria de 1844- como ha de poner sus intereses a salvo”.
“El
Banco de Inglaterra tiene un capital de 14.553.000 libras ,
y dispone, además, de unos 3 millones de “resto”, es decir, de beneficios no
distribuidos, así también como de todos los ingresos del Tesoro por
contribuciones, que permanecen en depósito en sus cajas hasta ser invertidos. Si
a esto se añade la suma de los demás depósitos (en épocas corrientes unos 30
millones de libras), y los billetes emitidos sin cobertura, podrá apreciarse
que el cálculo de Newmarch es muy moderado”. El mercado de dinero de Londres
–agrega Engels- es de aproximadamente 120 millones de libras y el Banco de
Inglaterra posee entre un 15 y un 20%.
“Al
emitir el banco billetes –sigue Marx- que no están cubiertos por el metal
existente en sus arcas, crea signos de valor que no son solo medios de
circulación, sino que también le forman capital adicional - aunque ficticio-
por la cantidad nominal de billetes sin cubrir. Y este capital le arroja un
beneficio adicional”.
La
teoría de Ricardo sobre el dinero dice que el valor del metálico se determina
por el tiempo de trabajo en él materializado, pero sólo mientras que la
cantidad del dinero esté en proporción exacta con el volumen y el precio de las
mercancías a vender. Si aumenta la cantidad de dinero por encima de esta
proporción bajará su valor y subirá el precio de las mercancías; si desciende
por debajo de la proporción exacta, subirá su valor y bajarán los precios de
las mercancías, a igualdad de las demás circunstancias. En el primer
caso, el país en el que exista esa abundancia de oro exportará el oro que ha
descendido por debajo de su valor e importará mercancías; en el segundo caso,
el oro afluirá a aquellos países en que se le aprecie por encima de su valor,
mientras que las mercancías depreciadas afluirán a aquellos otros mercados en que
puedan alcanzar los precios normales. Como bajo este supuesto, “el oro mismo, o
sea en moneda, o sea en barra, puede ser un signo de valor de mayor o menor
valor metálico que el suyo propio, se sobreentiende que los billetes
convertibles en circulación, seguirán la misma suerte. Aunque los billetes sean
convertibles, por consiguiente que su valor real corresponda a su valor
nominal, la masa total de dinero en circulación, oro y billetes podrá ser
apreciada o depreciada, según que su cantidad total, por los motivos antes
expuestos, suba o baje de un nivel que se determina por el valor de cambio de
las mercancías en circulación y el valor metal del oro…Esta depreciación, no del papel
contra el oro, sino tanto del papel como del oro, o de la masa total de medios
de circulación de un país, es una de las invenciones principales de Ricardo,
convirtiéndose en principio fundamental de la legislación bancaria de Sir
Robert Peel de 1844 y 1845” .
Las
crisis económicas comienzan cuando las mercancías no se venden, de acuerdo al
ciclo del modo capitalista de producción. Cuando esto sucede, los precios
bajan, mientras el valor del dinero permanece alto. De acuerdo a la teoría de
Ricardo, para ajustar el precio del dinero al valor de las mercancías, hay que
reducir su volumen. En el mismo sentido opera la salida de oro del país al originarse el
déficit comercial.
Esta
restricción monetaria, ocurre cuando los bancos más necesitan de crédito para
cubrir la insolvencia de los negocios en cumplir con reembolsos del crédito. “La ley de
bancos de 1844 puede decirse pues que provoca directamente a todo el mundo del
comercio a asegurarse a tiempo, cuando se inicia la crisis, un fondo de reserva
de billetes de banco, es decir, acelerar y agudizar la crisis”, comenta Marx. Por
medio de esta elevación artificial de la demanda de acomodación del dinero, es
decir, de instrumentos de pago, que empieza a advertirse en el momento
decisivo, coincidiendo con una limitación de la oferta, se eleva en las crisis
el tipo de interés en un grado desmesurado. Resulta que en vez de
suprimir la crisis, lo que hace es aumentarla, hasta el punto en que tiene que
saltar todo el mundo industrial, o bien la ley de bancos”. “Dos veces, el 25 de
octubre de 1847 y el 12 de noviembre de 1857, alcanzó la crisis este grado.
Entonces el gobierno libró al banco de la limitación de emitir billetes
suspendiendo la ley de 1844, lo que bastó, ambas veces, para acabar con la
crisis. En 1847 bastó la certeza de que una vez más podrían obtenerse
billetes contra garantías de primera clase, para que volvieran a salir a la luz
del día y entraran en la circulación otra vez los 4 -5 millones de billetes
atesorados. En 1857 se emitieron billetes por casi un millón sobre el límite legal,
pero solo durante cortísimo tiempo”[10].
El Banco de la Reserva Federal es el Banco Central de los Estados Unidos de
Norteamérica y, por consiguiente, el Banco más poderoso del mundo. Fue
creado por Ley del Congreso, el 23 de diciembre de 1913. En este caso, como
Banco Central, tiene su función propia: emitir y regular la cantidad de moneda,
pagar las obligaciones del Estado y supervisar a todo el sistema bancario.
Bretton Woods
¿Cómo
ocurrió esto? Fue la consecuencia del enorme poder alcanzado por la economía
norteamericana durante la Segunda Guerra
Mundial. La libra esterlina había sido la moneda internacional más importante,
en el siglo XIX y hasta la Primera Guerra
Mundial, porque era la expresión monetaria del poder del Imperio Británico.
Pero su cetro se resquebrajó después de la “Gran
Guerra” y, definitivamente, como efecto de la segunda gran contienda. Cuando se
aproxima, en 1944, la derrota de Alemania, Estados Unidos convoca a una
Conferencia Monetaria que se realiza en la localidad de Bretton Woods, en el
Estado de New Hampshire, entre el 1º y 27 de julio de 1944.
Contra
la opinión de la delegación inglesa –presidida por Lord Keynes- Estados Unidos
pudo imponer su plan que lleva el nombre del Subsecretario del Tesoro, Harry
White. Estados Unidos era el principal acreedor de las potencias aliadas y,
además, concentraba las dos terceras partes del stock de oro del mundo (30 mil
toneladas de oro).
El
principal objetivo del sistema de Bretton Woods fue poner en marcha un nuevo
orden económico internacional y dar estabilidad a las transacciones comerciales
a través de un sistema monetario internacional, con tipo de cambio sólido y
estable fundado en el dominio del dólar. Para ello se adoptó un patrón
oro-divisas (“Gold Echange Standard”), en el que EE.UU. debía mantener el
precio del oro en $35.00 por onza y se le concedió la facultad de cambiar
dólares por oro a ese precio sin restricciones ni limitaciones. Al mantenerse
fijo el precio de una moneda (el dólar), los demás países deberían fijar el
precio de sus monedas con relación a aquella, y de ser necesario, intervenir
dentro de los mercados cambiarios con el fin de mantener los tipos de cambio
dentro de una banda de fluctuación del 1%.
De Gaulle denuncia que Estados Unidos viola los Acuerdos de Bretton
Woods.
En
una conferencia de prensa, realizada el 4 de febrero de 1965, el Presidente de
Francia, General Charles De Gaulle, sostuvo que el dólar no tenía la capacidad
de cumplir los Acuerdos de Bretton Woods porque el volumen de su circulación,
carecía del respaldo de oro. Anuncia, al mismo tiempo, que Francia volverá al
patrón oro - que había sido suspendido durante la conflagración y luego
sustituido por el Plan White-. y mandó un avión de Air France a retirar el oro
francés depositado en Fort Knox.
El
mandatario galo expresó textualmente: “El hecho de que muchos Estados hayan
aceptado dólares, con valor equivalente al oro, permitió a Estados Unidos
financiar con su moneda el déficit de su balanza de pagos y a endeudarse
gratuitamente con otros países. En efecto, pagan sus deudas con dólares que
emiten en lugar de pagar con oro, cuyo valor es real y del que no puede desprenderse
sin riesgos y sin sacrificio. Este privilegio unilateral que tiene Estados
Unidos ha contribuido a difundir la idea de que el dólar es una moneda
internacional imparcial, cuando en verdad es un instrumento de crédito de un
Estado”. “Evidentemente, esta situación tiene otras consecuencias. Mientras Estados
Unidos queda exonerado de seguir las reglas rigurosas que antes regulaban los
balances negativos de la balanza de pagos, las otras naciones deben cumplirlas
estrictamente. De esta manera, Estados Unidos puede exportar dólares, es decir
inflación, bajo forma de capitales a préstamo a Estados o a particulares fuera
de sus fronteras. Como el aumento de la circulación fiduciaria, colocada dentro
de sus fronteras, a Estados Unidos le rinde menos, aparece la propensión
creciente de invertir en el extranjero. En consecuencia, para algunos países,
ello representa la expropiación de algunas de sus empresas”.
Nixon decreta la inconvertibilidad del dólar
La
ampliación de la intervención de Estados Unidos en la guerra de Vietnam,
decidida por el Presidente Johnson, en 1965, y extendida a Camboya por Nixon,
en 1968, así como los gastos de la carrera armamentista con la Unión Soviética , llevaron la
emisión de dólares sin respaldo real a cifras astronómicas, hasta tal punto que
Estados Unidos no pudo mantener la conversión fija de dólares en oro, a 35
dólares la onza –sus reservas de metal amarillo habían bajado a 30 a 10 mil toneladas- y, el 15 de agosto de 1971, decretó,
unilateralmente, su inconvertibilidad y luego, la flotación del precio del oro.
De
Gaulle ya había salido de la escena pero su asesor económico, Jacques Rueff, un
convencido defensor del patrón oro como moneda internacional, comentó en 1983:
“Hace diez años, del 25 al 27 de setiembre de 1973, se reunió en Nairobi,
Kenia, la asamblea general del Fondo Monetario Internacional. La delegación de
Estados Unidos expresó que este país se proponía alcanzar el equilibrio de la
balanza de pagos pero no mencionó la reforma de las relaciones monetarias
internacionales. George Shultz, Secretario del Tesoro, manifestó que “la libre
fluctuación de los cambios monetarios debía continuar”. Por otra parte
-continúa Rueff- ningún país podía
reclamar el canje de sus dólares por oro norteamericano, pues el dólar era
inconvertible. Sin la voluntad de actuar ni la obligación de hacerlo, la
posición norteamericana consistía entonces en “oficializar” los cambios
flotantes por largo tiempo…Como nadie quería los “derechos especiales de giro”,
moneda papel sin valor, en Nairobi se terminó por aceptar el dólar
inconvertible y flotante, como centro de un sistema de relaciones monetarias
internacionales sin pívot fijo”[11]
Las
consecuencias de estas decisiones, fueron una inflación descontrolada, el “boom”
del precio del petróleo, la recesión mundial -1974-75- y el endeudamiento
endémico de los países del Tercer Mundo. Un hombre de la Banca Rockefeller
–Paul Volcker- asumió la dirección de la Reserva Federal ,
en 1979, en un momento en que los precios del petróleo habían dado otro salto,
a consecuencia de la victoria de la Revolución Islámica
en Irán, y el gobierno de Carter se debatía contra la inflación y fracasaba el
intento de rescatar a los rehenes norteamericanos de su embajada en Teherán.
Volcker
adoptó una “terapia de schok”, para combatir la inflación, elevando la tasa de
interés (“prime rate”) interbancaria a un 17%. Fue un gran negocio para los
bancos que contaban con un abultado excedente de petrodólares y un desastre
para los países del Tercer Mundo no productores de petróleo que vieron como los
dólares volvían masivamente a Estados
Unidos, generando el vaciamiento de sus reservas monetarias y la factura
petrolera absorbía la mayor parte de sus divisas y los costos de producción..
No obstante, el encarecimiento del crédito llevó a la recesión en Estados
Unidos de los años 82-83, bajo el gobierno, ahora del republicano Ronald
Reagan. Éste, eliminó los impuestos a las grandes corporaciones, lo que generó
un elevado déficit fiscal que fue financiado por el retorno de capitales y por
el Japón, inyectando mayores recursos al complejo militar-industrial y pasando
a la ofensiva contra la Unión Soviética
–a la que definió como el “Eje del Mal”- al lanzar el proyecto de militarizar
el espacio exterior, conocido como “Guerra de las Galaxias”.
3. El sistema financiero actual y las
crisis.
Como
otros componentes del sistema financiero, las bolsas de valores se han
expandido prácticamente en forma continua en los últimos 20 años.
La
entrada de liquidez a las bolsas de valores -incluyendo los mercados de valores
emergentes- se puede explicar en primer lugar por la generalización de modernos
instrumentos de ahorro como los derivativos, los fondos de inversión, el
mercado de eurodólares, los fondos de cobertura” (“Hedge Funds”), los fondos de
la seguridad social, la securitización, y en segundo lugar porque los bancos
abandonaron su función tradicional de prestamistas. Esto afectó profundamente
la forma en que el sistema financiero realiza su función de convertir ahorros
en inversión.
Muchos
bancos en la actualidad preferirían vender lo que tienen sus clientes en los
fondos de inversión en lugar de hacerles un compromiso firme en una cuenta de
ahorros y luego prestarle el dinero -a su propio riesgo- a alguna
empresa pequeña o mediana poco conocida. La crisis inmobiliaria en Estados
Unidos, no se explica solamente por los préstamos realizados a sectores
sociales con escasa capacidad de pago (“Subprime”) como difunden los grandes
medios, ocultando las maniobras financieras de los grandes bancos.
En los últimos veinte años han
adquirido mucha importancia en el negocio financiaro, los Fondos Privadas de
Inversión. ¿Qué son estas entidades? ¿Cómo operan?
Estos
fondos de inversión adquirieron preeminencia en la década de los 80’ por dos características de
la desregulación de la actividad financiera en el mundo (globalización). En
primer lugar, el deseo de los bancos y de los fondos de pensión de los países
desarrollados de nuevas campos de aplicación de sus recursos financieros. El
Fondo Público de Pensión de California (California Public Employees' Retirement
System), el más grande de Estados Unidos, fue el primero que indicó el camino,
colocándole 8% de sus activos en esta clase de fondos. Una actitud similar,
caracterizó a los bancos, motivada por el aumento de los precios del petróleo y
la abultada magnitud de sus depósitos en petrodólares que procuraron nuevos
canales para la inversión y el crédito.
El
segundo factor, influido por el primero, fue la relajación de los controles de
los bancos centrales sobre las inversiones de los bancos y los fondos de
pensión. En 1971, la política del Reino Unido (Competition and Credit Control
policy) concedió a los bancos mayor libertad en sus inversiones. Por su parte,
en Estados Unidos, la Ley
de Retiro de los Trabajadores de 1974 (Employee Retirement Income Security
Act), eliminó muchas de las protecciones institucionales a los ahorros de los
jubilados y pensionistas, permitiendo la inversión de los mismos en acciones y
en otros activos financieros.
Desde entonces, se
sancionaron en Europa y Estados Unidos una serie de leyes que liberaron los
controles de los fondos de jubilaciones y pensiones y de las compañías de
seguros. Estos cambios han sido acompañados por leyes que exoneraron de impuestos
a esos fondos, estimulando las exorbitantes ganancias de esas inversiones[12].
Estos
Fondos, que han ido adquiriendo inmenso poder financiero están dedicados a la
especulación, y han sido acusados reiteradamente de poner en riesgo los ahorros
de retiro de los trabajadores por la
falta de transparencia de sus operaciones. ¿A qué se debe su gran expansión? A que los
gobiernos ven en estos Fondos una importante fuente de financiación de su deuda
pública.
De acuerdo a la Emerging Markets
Private Equity Association, creada para estimular la formación de estos
Fondos en los países emergentes, los recursos de éstos han pasado de 5.8 mil
millones de dólares en el 2003
a 22 mil millones en el 2006
Los
fondos de cobertura son
instituciones financieras que toman préstamos para especular en los mercados
financieros mundiales. Llegan a manejar activos muy superiores al capital de
sus propietarios. Estos fondos asumen grandes riesgos para obtener ganancias
muy grandes y rápidas. Hay fondos que han obtenido un rendimiento de 40% anual.
El
papel de los Fondos de Inversión privados en las crisis financieras de la
década de los 90’ ,
según la opinión de la mayor parte de los economistas, ha sido determinante.
Uno de esos administradores, el financista húngaro-norteamericano, George
Soros, director ejecutivo del “Quantum Fund” que mueve un capital
de más de 10 mil millones de dólares, es emblemático.
Soros
se hizo famoso cuando en setiembre de 1992, obligó al poderoso Banco de
Inglaterra a devaluar la libra esterlina. ¿En qué consistió la maniobra de
Soros? El proceso de convergencia monetaria hacia el Euro, de la Unión Europea , obligaba a
mantener entre las monedas cierta relación que no podía traspasar determinados
límites. La Unificación Alemana
en 1989, obligó al Banco Central alemán a una gran emisión para financiar el
costo de la incorporación de Alemania del Este. Esta política provocó una caída
del marco frente a las otras monedas, incluyendo a la libra esterlina. Ahora
bien, la economía británica no pasaba por un buen momento ya que la
desocupación era importante. Un fortalecimiento de la libra, afectaría las
exportaciones y agudizaría la crisis. El Banco de Inglaterra tenía dos
opciones: devaluar o abandonar los acuerdos de convergencia monetaria.
En
ambos casos significaba la devaluación. Soros y otros grandes especuladores,
empezaron a tomar préstamos en libras y
a comprar marcos. El Banco de Inglaterra trató de sostener a la libra
recurriendo a sus reservas pero tuvo que desistir ante la magnitud de la
operación especulativa y, finalmente, el 16 de setiembre, devaluó, cayendo un
15% frente al marco y un 25% con relación al dólar. Soros, ahora con un marco
fuerte y un dólar muy fuerte, invirtió 10 mil millones de dólares en la compra
de libras devaluadas, obteniendo una ganancia de 2 mil millones de dólares.
Las
inversiones de estas carteras de portafolio diversificadas, no figuran en las
listas de los mercados de acciones.
Otro
instrumento financiero es la “Securitización”. Se trata de la
transformación de vales inmobiliarios, o deuda del Tercer Mundo, en títulos
negociables. Estas operaciones permitieron a los bancos acreedores,
desprenderse de sus deudas,, entregándoselas a una empresa financiera
colateral, que, aplicando modelos matemáticos, mezcla las distintas deudas,
para dispersar el riesgo, y negocia todo el “paquete”. En la actual crisis inmobiliaria
de Estados Unidos, ha jugado un papel importante, la “securitización” de los
títulos hipotecarios.
Se calcula con seguridad que más del 90% de
las operaciones de los principales mercados de valores son sólo cambios en la
propiedad de los títulos que ya están en circulación -en otras palabras, son en
gran medida mercados de segunda mano, o lo que es lo mismo, una enorme burbuja.
Esto significa que las operaciones con títulos nuevos rara vez
representan más del 10% del total. Es, pues, un inmenso negocio especulativo.
Mientras cierto grado de liquidez es
indudablemente esencial si los mercados han de operar con regularidad, sólo las
operaciones con títulos nuevos pueden darles a las compañías las finanzas que
necesitan y de esa manera realmente convertir los ahorros en inversión.
La
cotización en los mercados de valores permite a las compañías reducir
significativamente sus costos de financiación (tanto en deudas como en capital
accionario). Como resultado, las compañías que coticen en las bolsas pueden
obtener financiación a mucho menor costo que las que no lo hacen, pues por lo
general son compañías pequeñas y medianas. No es de sorprender que las
que cotizan tienen mayor facilidad para sustituir el capital por mano de obra
que las que no lo hacen. Detrás de esta lógica financieramente impecable se
encuentra el riesgo de un vuelco hacia una economía de dos planos, y a una
sociedad de dos planos.
Por
un lado existen las grandes compañías, con gran intensidad de capital
financiero y que emplean principalmente a personal altamente especializado. Por
otra parte están las compañías más pequeñas, que tienen costos financieros más
elevados y utilizan en forma intensiva la mano de obra. Estas emplean a la mano
de obra local, que tiene menor movilidad y con frecuencia es menos
especializada.
Esta
característica de la operación del sistema financiero ha sido poco explorada.
Pero, a medida que avanza el espectro de una economía y una sociedad
polarizada, resulta una cuestión cada vez más urgente[13].
No siempre las maniobras
especulativas de los Fondos de Inversión con divisas han resultado exitosas.
Durante la crisis de los Tigres Asiáticos obtuvieron en algunos –Thailandia,
Malasia, Filipinas- enormes ganancias pero fracasaron en su intento de quebrar
el dólar de Hong Kong, que era su gran “bocado”, porque fue defendido por el
Banco de China que ya tenía cuantiosas reservas.
El
economista Kenneth Rogoff, profesor de Harvard y ex Jefe de asesores económicos
del FMI, dice que se exagera el papel de los Fondos de Inversión en las
crisis financieras de las últimas décadas, quizás impresionado por el fracaso
de los especuladores “que dejaron su sangre en las calles de Hong Kong”.
“La
teoría del villano parece ser un poco exagerada”, dice Rogoff..
“Sí, los
grandes bancos centrales asiáticos tienen casi tres billones de dólares en
activos; el banco central de China por sí solo tiene alrededor de un billón de
dólares. Esto les da una base de capital similar a los activos de todos los
fondos de cobertura más importantes del mundo juntos”.
“Pero
esta forma de medir es muy engañosa. Los fondos de cobertura constituyen sólo
un pequeño porcentaje del total de los mercados financieros mundiales, los
cuales, según un estudio reciente del McKinnsey Global Institute, superan los
120 billones de dólares. Y los fondos de cobertura, a diferencia de los
bancos, pueden potenciar sus posiciones mediante préstamos para afrontar
activos muy superiores a su base de capital. De otra forma, George Soros y sus
socios inversionistas ricos no habrían podido ni soñar con enfrentarse al Banco
de Inglaterra”.
Entonces,
si los Bancos Centrales –especialmente los asiáticos de Japón y China- tienen
más fuerza que los Fondos de Inversión ¿a qué se debe la creciente volatilidad
de los mercados financieros?
Rogoff
responde: “La producción de Estados Unidos cayó
abruptamente en el tercer trimestre y los bancos centrales tienen las manos
atadas por los riesgos inflacionarios. Más adelante, no es difícil imaginar que
la inestabilidad política --generada posiblemente en Irán, Iraq o Corea del
Norte—desestabilice los mercados[14]”.
4. La crisis del 2007.
La
inestabilidad financiera actual, centrada en la construcción inmobiliaria en
Estados Unidos, ha sido largamente anunciada. Su origen: la gigantesca especulación
que, desde comienzos del 2002, y durante tres años, se generó con las tasas
negativas de interés (por debajo de la inflación), fijadas por la Reserva Federal y el Banco
Central Japonés. A todo ello se agregó los enormes déficits en la balanza
comercial y en el presupuesto que juntos, ascienden a más de un billón de
dólares. Clinton había entregado el gobierno con un gran superávit fiscal pero
Bush redujo abruptamente los impuestos a las grandes corporaciones y el mayor
gasto militar determinó el abultado desequilibrio en la cuenta fiscal.
En febrero de 2005, el presidente de
la Reserva Federal ,
Alan Greenspan declaró que en los mercados mundiales había una “excesiva
liquidez” (inflación monetaria). La atribuyó al masivo crecimiento de los
fondos privados de inversiones y a los
fondos de cobertura (Hedge funds). La voluminosa oferta de estos fondos había
bajado la tasa de retorno a largo plazo de los bonos del Tesoro, por lo que los
inversores, para recuperar la tasa de ganancia, decidieron asumir mayores
riesgos.
En realidad estos “riesgos”, en el mercado inmobiliario, habían
comenzando mucho antes, cuando aun no había llegado a su piso normal la gran
burbuja especulativa formada en el sector de la tecnología avanzada. En su
declaración del 16 de abril de 2005, el Comité de Gobernadores del Fondo
Monetario Internacional sostuvo que si bien el crecimiento de la economía
mundial “era robusto”, existían fuertes desequilibrios a nivel global, una
creciente volatilidad de los precios del petróleo y la necesidad de que los
bancos centrales estuvieran atentos al impacto inflacionario, acentuando el
papel del control monetario.
En lo que respecta a los precios del
petróleo, aumentaron de un promedio de 41 dólares el barril en 2004 a más de 56 dólares en
2005, según el departamento estadounidense de Energía. Batieron incluso un
récord absoluto (70,85 dólares) el 30 de agosto, al día siguiente del pasaje
del huracán Katrina en el Golfo de México.
El Fondo Monetario Internacional en su
informe “Perspectivas de la Economía Mundial ”
(World Economic
Outlook), de abril del 2006, corrigió
su anterior estimación del crecimiento de la economía mundial en un 0,6%, a la
baja, situándolo en un 4,9% para ese año y 4,7 para el 2007, pero insistió en
advertir que el déficit de 800 mil millones de dólares de la balanza de pagos
de Estados Unidos (un 6’5% de su PIB), y el abultado superávit de la balanza comercial de China y de los
países asiáticos, podía cambiar esas perspectivas, provocando una recesión
global
Como se observa, al FMI siguiendo
puntualmente a Estados Unidos en sus reclamos, lo que le preocupaba era el
superávit comercial de China atribuido a la presunta subvaluación de su moneda,
el renmimbi yuan, y también de Japón, pero nada dice del cuantioso déficit
fiscal de Estados Unidos y de la emisión desenfrenada de billetes verdes, sin
respaldo, durante tres años, con una tasa real negativa (tasa de interés
nominal inferior a la tasa de inflación), que alimentó la gigantesca burbuja
inmobiliaria y los valores bursátiles en dólares.
Sin embargo otros medios
especializados apuntaban hacia el lado correcto. El semanario inglés, “The Economist”, en su edición
del 16 de junio de 2005, expresó: “El aumento en todo el mundo del precio de
las viviendas es la mayor burbuja de la historia. Nunca antes el precio real de
las casas aumentó tan rápido como ha sucedido en Estados Unidos, Gran Bretaña,
Australia, Nueva Zelandia, Holanda, Irlanda, Francia, España y China. Esta
burbuja inmobiliaria ayudó a salir de la burbuja del mercado accionaria en el
2000. ¿Ahora le llegó el turno a la burbuja inmobiliaria?”.
El periódico especializado brinda
datos impresionantes del desarrollo de esta “burbuja”. De acuerdo a sus
estimaciones, el precio de las propiedades residenciales aumentó más de 30
billones de dólares entre el 2000 y el 2005, un aumento equivalente al 100% del
PIB de los países desarrollados. En la década de los 90’ esa relación fue del 80%, y
en la década de 1920, el 55%. “En otras
palabras –agrega- es la mayor burbuja inmobiliaria de la historia”.
En Estados Unidos es donde esta
burbuja es mayor. En el año 2004, el aumento de los precios de las propiedades
residenciales fue, promedialmente, del 12,5%, pero en los estados de
California, Florida, Nevada, Hawai, Maryland y Washngton D.C. fue superior al
20%.
¿Cuáles son las causas de este
fenómeno? The Economist, contesta: “Los factores son múltiples: las bajas tasas
de interés ha estimulado los créditos y los inversores han elegido el mercado
inmobiliario como alternativa a la baja de los valores bursátiles”.
Es decir que no tomaron los
préstamos para construir vivienda propia sino como inversión especulativa. Como
los precios aumentaban, vendían las propiedades y contraían nuevos préstamos
para seguir la “calesita”. Este juego especulativo llegó a los sectores
sociales menos solventes y cuando la
FED comenzó a aumentar las tasas de interés para frenar la
inflación, las quiebras de los deudores se propagaron en cadena.
“The Economist” recuerda también que
el 90% del crecimiento del PIB y del
empleo en Estados Unidos se debe a la industria de la construcción y de la
infraestructura del negocio inmobiliario. Ya en el 2004, el 42% de los
compradores por primera vez, en Estados Unidos, y el 25% de todos los
compradores, habían dejado de pagar los préstamos. La explosión de esta
“burbuja” era inevitable, comenta el periódico, y conducirá a una recesión
mundial, empezando por Estados Unidos.
El pronóstico del semanario, de
junio de 2005, era acertado. Nos encontramos en vísperas de un colapso de
grandes proporciones de la economía y la moneda norteamericana y extendida al
resto del mundo como consecuencia, de la globalización financiera y de la
capacidad compradora, ahora reducida, del mercado estadounidense.
Ante la cadena de quiebras y la
iliquidez de la banca, la Reserva Federal
tuvo que cambiar su política de ajuste hacia arriba de las tasas de interés,
para frenar la inflación, e iniciar el proceso inverso. El Banco Central Europeo,
el Banco Central de Japón, la FED
y el Banco Central de Canadá volcaron, en total, al mercado 242.260 millones de
dólares (entre el 9 y 13 de agosto) para salvar a los bancos.
Los cuatro mayores bancos de Estados
Unidos –Citigroup, J.P.Morgan, Bank of America y Wachovia- tomaron de inmediato
500 millones de dólares de la Reserva
Federal. En Londres, el Barclays Bank tomó en préstamo 314
millones de libras esterlinas (622 millones de dólares) y el Deutsche Bank de
Alemania.
El 18 de setiembre, la Reserva Federal redujo medio
punto porcentual la “prime rate”, que estaba en 5,25%, a 4.75%. De inmediato,
esta mayor liquidez se trasladó a la Bolsa de Valores, cuyas
acciones repuntaron, pero profundizó la debilidad del dólar frente al euro, el
yen y la libra esterlina, pues los compradores de bonos, prefirieron fortalecer
su posición en aquellas monedas antes que correr el riesgo de ampliar sus
posiciones en una moneda norteamericana afectada por el cuantioso déficit
fiscal y una mayor emisión sin respaldo.
El
Premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz, explicaba la crisis, en el Shanghai Dialy, el 9 de agosto, de esta
manera: “Los pesimistas que desde hace tiempo estimaban que la crisis
en Estados Unidos era inevitable, parece que tenían razón. Naturalmente, el
precio de los valores han caído como consecuencia del aumento de las quiebras
de las hipotecas. El impacto será sentido por millones de norteamericanos
alcanzados por los disturbios financieros y la economía global”.
“Para ir a la causas de esta
situación, debemos retroceder al año 2001. Este año, el Presidente Bush, con el
apoyo del Presidente de la Reserva Federal ,
Alan Greenspan, suprimió los impuestos que pagaban los más ricos, beneficiando
a ese sector pero no sacó a la economía
de la recesión que siguió al colapso de la burbuja de Internet”.
“Entonces, la Reserva Federal , para mantener
el crecimiento y el empleo, bajó las tasas de interés. Corrientemente, cuando
bajan las tasas de interés, las empresas toman dinero prestado y lo invierten
en activos productivos. Pero dado que la sobre inversión de la década de los 90’ fue parte de las causas de
la recesión, la baja de las tasas de interés, esta vez, no estimularon mucho la
inversión”.
“Sirvieron en cambio, para que las
familias norteamericanas se endeudaran, refinanciando sus hipotecas y gastando
más de lo que podían. La economía creció, impulsada por este mayor endeudamiento
y como el precio de las viviendas aumentaba, los norteamericanos continuaron
endeudándose y para aumentar la capacidad de compra, se relajaron las normas
crediticias, dirigiéndose los préstamos a los sectores sociales de más bajos
ingresos (Subprime credit), que al bajar los precios de las viviendas, no
estaban en condiciones de reembolsar los préstamos”.
“Además,
nuevos productos financieros fueron inventados, que pagaban menos impuestos,
permitiendo a los individuos tomar hipotecas más grandes. Algunas hipotecas
incluso tenía amortización negativa: los pagos no cubrieron los intereses
adeudados, por lo que la deuda se agrandó”.
“Hipotecas
a interés fijo, fueron reemplazadas por hipotecas a tasas variables, pagaderas
a corto plazo”. “Greenspan alentó esta política pero ¿Greenspan estaba
convencido que las tasas se mantendrían al 1º %, es decir a una tasa real de
interés negativa?”.
“Los
norteamericanos vivieron dos años del crédito barato cuando sus ahorros eran
negativos. Esto debía terminar cuando empezaran a aumentar las tasas de interés.y
desapareciera el motor del crecimiento de la economía, el crédito barato”[15].
Economistas y analistas económicos
de los grandes medios de información, discuten sobre la localización –en el
sector hipotecario- o la propagación no sólo al resto de la economía de Estados
Unidos sino de Europa, Japón y China.
Los datos sobre su impacto en los
Estados más importantes de Estados Unidos, son concluyentes. Pero, por otra
parte, hay indicadores concretos que ha alcanzado a grandes bancos de Alemania
y Gran Bretaña cuyas pérdidas en sus inversiones en las hipotecas de alto
riesgo de Estados Unidos, obligó a una asistencia masiva del Banco Central
Europeo y del Banco de Inglaterra.
La explicación está en los nuevos
instrumentos financieros. la llamada “securitización” (movilización de créditos
no líquidos a través de títulos-valores que ingresan al mercado de capitales) puestos
en marcha por los grandes bancos a través de colaterales (SIV) e instituciones
de préstamos hipotecarios y en su circulación global sin trabas. La conversión
de los créditos hipotecarios en títulos comerciables en el mercado de
capitales, en el cual entran en el juego de la especulación, fue un factor en
el aumento del precio de las hipotecas y una jugosa ganancia para los
especuladores. Los propietarios de viviendas se han visto enfrentados así no
sólo a los grandes especuladores de los Estados Unidos sino de todo el mundo.
5. ¿Se hundirá el dólar?
El economista neokeynesiano, Paul Krugman, profesor de la Universidad de Princeton
y columnista de The New York Times, sostuvo en un ensayo, publicado en
julio de este año, en el portal “The European journal Economic Policy”[16],
que el déficit comercial de 800 mil millones de dólares de Estados Unidos es
insostenible y que la financiación que le proporcionan los bancos centrales de la Unión Europea , Japón y China, y
los inversores privados, que logran hasta ahora buenos rendimientos de sus
colocaciones en bonos del tesoro, hipotecas y acciones, puede reducirse al
cambiar las expectativas por la gradual declinación del dólar y llegado un
momento, provocar el hundimiento abrupto del billete verde.
Utilizando
la imagen del Coyote, de la
historieta “Correcaminos”, el
lobo que trata de volar y que de pronto advierte que no tiene nada que lo
sostenga y se desploma estrepitosamente, una situación parecida le ocurrirá al
dólar. Krugman está convencido que al dólar le ha llegado el “momento del
Coyote”. No está seguro, en cambio, si esta “crisis” tendrá consecuencias macroeconómicas
aunque aborda esta posibilidad, recurriendo a dos modelos matemáticos que,
reconoce, no ofrecen una respuesta completa al problema. Más aun: sostiene que
no hay modelo que dé una respuesta a este problema.
Este tema lo retomó en su
columna del New York Times, el 20 de setiembre, con el título Is This the Wile E. Coyote Moment? (¿Este es el momento de Wile E. Coyote?). Señala
que el dólar canadiense está a la par del dólar, que existen rumores que Arabia
Saudita diversificaría su cartera financiera cambiando dólares por euros y que
China rompería la convertibilidad fija del yuan con el billete verde. Luego
reitera su tesis sobre la declinación del dólar, expuesta anteriormente: “Yo y
otros economistas hemos sostenido que el déficit comercial de Estados Unidos,
es insostenible a largo plazo y que tarde o temprano el dólar irá declinando.
Pero los inversores internacionales han continuado la compra de bonos del
Tesoro de Estados Unidos porque su tasa real de interés es mayor que las que se
ofrecen en euros o yenes, pensando que el dólar nunca se debilitará. Cuando
adviertan su declinación, el dólar se hundirá. Puede ser que este
momento haya llegado aunque yo me he equivocado más de una vez”.
“La eliminación del déficit
comercial –escribe Krugman en el portal europeo- exigirá una redistribución del
consumo mundial. En otras palabras, con la caída de las compras de Estados Unidos,
tendría que operarse el aumento de las compras de otros mercados. Esta
tesis fue cuestionada por John Williamson quien sostuvo que una redistribución
de los déficits no implica una modificacion de las tasas de cambio real de las
monedas. A esto le llamó “la inmaculada transferencia” (de los déficits). Sin
embargo, de hecho, una redistribución de las compras mundiales requerirá una
caída de los precios relativos de los bienes y servicios producidos en los
Estados Unidos porque las compras de Estados Unidos son mucho mayores que las
compras de otros países”.
“¿Cuánta
debería ser la depreciación para alcanzar el equilibrio de la Balanza de Pagos de bienes
y servicios? El resto del mundo debería
hacer una transferencia equivalente al déficit de Estados Unidos. Si
asumimos que el resto del mundo tiene un PIB equivalente a tres veces el PIB de
Estados Unidos la eliminación de la transferencia debería significar un aumento
del 42.6% de los precios relativos de los productos del resto del mundo, o un 35%
de la depreciación real logarítimica del dólar. Ésta es la depreciación
estimada por Obstfeld y Rogoff”.
“La
contrapartida, sería el déficit en las balanzas de pagos de Europa y Asia y la
consiguiente depreciación de sus monedas. Pero las estimaciones son que
mientras el euro puede bajar, las monedas asiáticas se apreciarán más”.
En el
Informe sobre las Perspectivas de la Economía Mundial
(2006) el FMI realizaba una advertencia de la eventualidad de un
“efecto. Coyote”, apoyándose en los siguientes datos: 1) las obligaciones
externas de Estados Unidos han pasado de un 30 a un 85% del PIB. Esto
representa un alto nivel de endeudamiento externo aun para un país
industrializado; 2) Los inversores extranjeros realizarán un ajuste en la
composición de los activos norteamericanos de sus portafolios aun asumiendo
pérdidas por la tasa de cambio.
El señor Rodrigo
Rato, Director Gerente del FMI, que transferirá su cargo al francés
Dominique Strauss-Khan, estuvo en Madrid, manifestando: “La crisis crediticia
es un episodio grave que aún no está totalmente resuelto. Y puede ser mucho más
grave si se prolonga. Los gobiernos deben ser conscientes que la turbulencia
financiera va a tener impacto sobre todo en países que necesitan financiación
internacional”[17].
En la
línea de sus declaraciones –comenta “El País” de Madrid- Rato afirmó en el Financial
Times que “la crisis pasará factura”. “Los gobiernos no deben pensar
que la inestabilidad es algo que está sólo en los despachos de los banqueros,
porque afectará a os presupuestos, especialmente en 2008. Los riesgos son ahora
más importantes que hace seis meses”, concluyó[18].
“La
economía real ya no existe”, decía Fidel Castro en Nueva York,[19] en el 2000.
“Lo que existe es una economía virtual. Mientras las exportaciones ascienden
anualmente a seis mil millones de dólares, las operaciones especulativas
ascienden, cada día a mil quinientos millones de dólares! Todo esto es así
porque la convertibilidad del dólar en oro, desapareció en 1971, cuando Estados
Unidos tenía oro sólo diez mil toneladas de oro contra treinta mil, al comienzo
(1944).
“En
aquella época, ellos mantuvieron cierta estabilidad, comprando el excedente de
oro y vendiéndolo cuando faltaba. Todo el mundo lo sabe. Pero Nixon, después de
haber gastado centenas de millones sin aplicar el menor impuesto, para
financiar la guerra de Vietnam, tomó simplemente la decisión unilateral en
1971, sin consultar a nadie, de suprimir la convertibilidad del dólar en oro. Y fue
a partir de ese momento, que todas las monedas se han vuelto inestables. De
Gaulle se había opuesto, con justicia, porque sabía lo que iba a ocurrir. Y
efectivamente, a partir de ahí la especulación se ha desencadenado, hasta el
punto de alcanzar hoy, mil quinientos millones de dólares por día el tráfico
monetario, al que hay que agregar otros mil quinientos millones más de
especulación con acciones y títulos. Y esto no tiene nada que ver con la
economía real!”
“Algunas
acciones bursátiles han pasado, por ejemplo, de 1000 dólares a 800 mil dólares,
en solamente ocho años. Y todo esto es producto de la imaginación, aun cuando
estas empresas registren pérdidas. Se ha creado una economía virtual colosal.
Se ha formado una burbuja enorme que algún día va a explotar pues la ley es
inexorable. Cuando ocurra, tendremos una gran crisis que ayudará, posiblemente,
a poner sobre el tapete un nuevo orden político y económico mundial”.
¿Estaremos en vísperas de esa gran crisis que antiguos
pronósticos y los hechos económicos de hoy en Estados Unidos, parecen
confirmar, o el hundimiento de los valores bursátiles y la cotización del dólar
frente al euro y el yen, se recuperarán como ocurrió hace 20 años –el ”lunes
negro” del 20 de octubre de 1987- cuando Wall Street perdió 500 puntos en un
día? ¿Habrá llegado el “Día del Coyote”?.
La respuesta, como siempre, la darán los hechos.
.
[1] Lenin, V.I. “El
Imperialismo, fase superior del capitalismo”, en “Obras Escogidas” en 4 tomos.
T II, p. 477. Buenos Aires, 1946.
[2] Ibidem. p. 522.
[3] Ibidem. Tomo II, pp.
477-479.
[4] FORUM SOCIAL MUNDIAL PORTO ALEGRE - 24/08/2002 - Nouvelle phase du
capitalisme?(ou cure de rajeunissement du capitalisme sénile).
[5] www.ernestmandel.org/es/escritos/txt/la_teoria_marxista_de_las_crisis.htm
[6] Viera, Eduardo, “Fin de
Siglo. La crisis estructural del capitalismo”, pp. 88-89. Montevideo, 1997.
[7] Marx, Carlos, “El
Capital”, Tomo I, p. 91. Biblioteca Nueva. Buenos Aires, 1946.
[8] ¿Qué es el patrón oro? Por
Antonio Mascaró Rotger
[9] Ob.Cit. Tomo III, p.1385.
[10] Ibidem. pp. 1395-1396.
[11] Espoir”, Revue de
l’Institut Charles de Gaulle, Nº 44, p.49. Paris, septembre 1983.
[12]C P Chandrasekhar, in “People's Democracy”.
Weekly Organ of the Communist Party of India (Marxist). July 15, 2007.
[13] Dembinski y Ponti en www.henciclopedia.org.uy
[14] Kenneth Rogoff, Copyright: Project Syndicate,
2006.
[15] www.project-syndicate.org.
[16] Economic Policy July 2007 pp. 435–467 Printed
in Great Britain
[17] EL PAÍS, martes 9 de
octubre de 2007, p. 40. Madrid.
[18] Ibidem.
[19][19] Fidel
Castro Ruz, Intervención realizada en la Mesa Redonda Nº 3 de la “Cumbre
del Milenio” sobre el tema “El Papel de las Naciones Unidas en el siglo XXI”,
el 7 de setiembre de 2000 en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.
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