DEBATES EN BRASIL SOBRE LA POLÍTICA ECONÓMICA
por Eduardo Luis Curia
Fuente:
Buenos Aires Económico.
07 - 05 – 2012
En varias oportunidades, y por motivos obvios, abordamos en
esta columna aspectos de la economía brasileña. Uno de éstos, clave, es el
relativo a la llamada “desindustrialización relativa” que vino enfrentando
nuestro vecino. Justamente, en este orden, viene a cuento cierta situación
paradojal que se perfila en Brasil en lo que hace a las relaciones entre la
dirigencia industrial de ese país y el gobierno de Dilma Rousseff.
La actual presidenta es continuadora política del ex
presidente Lula. Ahora bien, en los hechos, el período de gestión de Lula
coincidió fuertemente con el avance de aquella desindustrialización, de la mano
de un modelo –exitoso y alabado, en su orden– sustentado en el apalancamiento
en el ahorro externo, las altas tasas de interés y la severa apreciación
cambiaria real. Brasil es una economía comparativamente “referencial” en el
mundo, en materia de altas tasas y sobrevaluación cambiaria. En un tal marco se
explica que el sector manufacturero –en especial, el de mayor grado de
transformación– haya perdido peso relativo en la economía. Se dio la
peculiaridad de la aplicación de una política social muy activa con una acusada
instancia de desindustrialización relativa.
Cuando Rousseff llega a la presidencia –incluso, antes,
durante la campaña comicial–, el tema de la desindustrialización fue ganando
espacio en la agenda pública y en su propia agenda. La continuidad política de
los presidentes se matizó en lo económico. Aquel fenómeno y las variables
asociadas –vgr., altas tasas y sobrevaluación del real– obtuvieron una atención
antes desconocida.
En lo instrumental, el ministro del área económica, G.
Mantega, que también lo fue de Lula, es quien lidera ese cierto reacomodamiento,
influyendo asimismo el titular de Industria y el del Banco Central. Mantega
procede de círculos desarrollistas, aunque, claro, su orientación en el plano
oficial ha sido más bien almibarado.
Lo que resulta paradojal en esta circunstancia es que a
pesar del reconocimiento que hasta determinado punto hace el gobierno de
Rousseff de los problemas de la desindustrialización relativa y de la
sobrevaluación cambiaria y de algunos intentos rectificatorios, las quejas que
parten de sectores del empresariado industrial están alzando sus decibeles,
marcando la insuficiencia de esos intentos y reclamando decisiones más
drásticas, incluyendo lo cambiario como tópico relevante. En medio de una
instancia incómoda de la economía mundial y con una desaceleración interna en
curso (en marzo atisbó algún repunte), es como si se hubiera “abierto un grifo”
que ahora es más arduo cerrar.
Los pasos oficiales. Siempre caracterizamos al esquema
económico brasileño, tan ensalzado en diversos ámbitos, como una gestalt o
conjunto. De la mano del régimen del inflation targeting, descansando
intensamente en el ahorro externo, las altas tasas de interés y la apreciación
rampante del real, se montó una fórmula macroeconómica muy definida. Por ende,
la apreciación cambiaria es componente inescindible de esa gestalt, y, a la
par, esta última posee un soporte esencial en la sobrevaluación del real.
Esta dimensión gestáltica exuda bastante cuando las
autoridades brasileñas, en el plano principista, imputan a sus homólogos de los
EE.UU. el promover la “guerra de monedas” a través de su laxa política
monetaria, lo que presionaría la apreciación del real. El reclamo suena
bastante ornamental, porque, en rigor, EE.UU. busca incentivar su propia
demanda –lo que también tiene algo de “multiplicador mundial”– y la implicancia
cambiaria del asunto, aunque característica, opera por vía indirecta; es
difícil negar al país del norte que encare aquella búsqueda. Por lo demás, la
dinámica mundial imperante años atrás de bajas tasas de interés “ayudó” mucho
al modelo brasileño fundamentado en el apalancamiento en el ahorro externo.
Entonces, ¿en qué quedamos?
Es como si el gobierno brasileño deseara “desplumar la
gallina sin que haga ruido”. Apuntó a influir aplicando impuestos –con idas y
vueltas– al ingreso de capitales especulativos, interviniendo algo más en el
mercado de cambios y procediendo a una paulatina disminución de la tasa de
interés SELIC. A su vez, encaró un “salpicado” de medidas limitantes de
importaciones en determinados rubros, a lo que se sumaron determinadas alzas de
aranceles y reducciones de impuestos y cargas laborales. En resumen: opera un
combo que integra un manejo más bien tímido en el frente cambiario para frenar
y revertir algo la apreciación del real, más un cierto arsenal de política
comercial externa, de ofertismo y de un aporte de créditos.
Finalmente, computando además algunos ruidos externos, la
moneda brasileña tendería a moverse en la franja de valores del Real que va de 1,85 a 1,89/90 por dólar,
dentro de un cuadro más amplio y extendido de oscilación, durante los últimos
meses, bastante pronunciado.
Es este punto donde crecientes sectores del empresariado
industrial brasileño manifiestan una impaciencia en ascenso. Consideran que, a
esta altura, un real por debajo de la paridad (respecto del dólar) de “2x1”,
refleja un tipo de cambio real excesivamente apreciado. Adicionalmente,
fastidia el agudo grado de fluctuación del valor cambiario. Las otras medidas
de apoyo son aceptadas, pero se las concibe como un aporte acotado frente a la
entidad que trasunta el problema competitivo. Se reclama, por lo tanto, una
mayor competitividad cambiaria y una mayor estabilidad en el valor de
referencia. El ministro Pimentel, por su lado, señaló que la paridad de reales
1,80 por dólar es razonable, y que se intentará mantenerla, aunque no se
apelará a la administración del tipo de cambio. Sin duda, se estira la brecha
entre las posiciones.
Algunas argumentaciones. Lo dicho antes grafica bastante un
debate ascendente en el Brasil. Las autoridades del vecino no asumen hasta el
momento una ruptura más enérgica con la anterior matriz modélica macro
proahorro externo y prosobrevaluación cambiaria, por lo que se conforman con
toques módicos aplicados a la misma, con los resultados aludidos más arriba.
Entonces, crece el lote de voces que reputa este enfoque como insuficiente,
señalando, además, que las demás medidas carecen de envergadura como para
compensar la distorsión competitiva fundamental.
Esta postura es “teorizada” por el economista
Bresser-Pereira, ex ministro de Economía, referente neodesarrollista, y
vinculado a la FIESP. En
un reportaje de días atrás, el citado economista, aludiendo a las medidas de
política industrial aplicadas por Rousseff con vistas a corregir la desindustrialización
relativa, señalaba que, esencialmente, aquel factor no se halla en discusión,
recordando su conocida postura favorable al respecto. De todos modos, también
aclaraba que esas medidas carecían de potencialidad como para sustituir –salvo
“infinitos” aranceles y subsidios a las exportaciones– a la política
macroeconómica en relación con el tipo de interés y el tipo de cambio,
computando los daños de la sobrevaluación cambiaria. De aquí su recomendación
de apelar a la administración del tipo de cambio –apuntando a un valor de
reales 2,40 por dólar (un valor asimilado del tipo de cambio competitivo
industrial)–, reduciendo drásticamente la tasa de interés real, reforzando la
disciplina fiscal (priorizando de paso la inversión en infraestructura) y estableciendo
retenciones a las ventas externas de commodities. Así se perfilaría, añade el
colega, una solución más integral, sin grandes riesgos en el frente
inflacionario.
En la visión comentada, lo que opera es una confrontación
directa de matrices macroeconómicas, como criterio clave para el examen del
fenómeno de la desindustrialización en Brasil. Irrumpe un planteo integral con
eje en la paridad real-dólar de 2,40, no muy lejana a la que reclaman diversos
sectores industriales brasileños. Se trataría de recurrir en el plano cambiario
a lo que Frenkel, en otro reportaje, denomina una “intervención contundente”
(tomando como ejemplo una reciente decisión adoptada por Suiza).
Es evidente que, dadas nuestras condiciones en curso, el que
las autoridades brasileñas, en hipótesis, se inclinaran en la práctica hacia
este enfoque más alternativo, nos pegaría inconvenientemente en lo inmediato.
No obstante, es oportuno asumir una visual analítica más ampliada, procesando
algunos de los importantes debates que circulan en un país cuya economía es tan
significativa para nosotros.
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