Quizás los
libros de historia de mediados del siglo XXI, le llamen “La Segunda Guerra de
100 años”. Ya lleva 66 y fue anunciada
por el líder espiritual de la India, el Mahatma Gandhi, poco antes de morir
asesinado, en carta al científico judío, Albert Einstein, que le había pedido
su apoyo a la creación del Estado de Israel que discutía la Organización de las
Naciones Unidas.
A menos de
tres años de su instalación, este organismo creado por los “Tres Grandes”
–Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética-, aprobó el 29 de noviembre
de 1948, el Plan de Partición de Palestina, para la creación de dos Estados,
uno judío y otro árabe. Las ciudades de Jerusalén y Belén, no se adjudicaban a ninguno
de los dos Estados, permaneciendo bajo control internacional. La votación de
esta Resolución de la Asamblea General que lleva el Nº 181, registró 33 votos
por la aprobación, 10 abstenciones y 13
en contra.
Todos los
países musulmanes votaron en contra. A éstos se sumaron la India y Grecia. De
los miembros del Consejo de Seguridad, que cuentan con el poder de veto, tres
–Estados Unidos, Francia y la Unión Sovietica, votaron a favor y dos –el Reino
Unido y China-, se abstuvieron.
De los
países latinoamericanos, 12 votaron a favor –Brasil, Costa Rica, República
Dominicana, Ecuador, Guatemala, Haití, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú,
Uruguay y Venezuela: Cuba votó en
contra; se abstuvieron 5: Argentina, Colombia, Chile, El Salvador y México.
En esta
histórica decisión gravitó en forma fundamental, el genocidio de judíos
cometido por el nazi-fascismo en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el
origen del reclamo judío por un “hogar” para una nación etno-religiosa sin
tierra y perseguida, se remonta a varias centurias.
Los judíos
perdieron sus tierras cuando el general romano, Tito –luego Emperador Tito
Flavio Vespasiano-, los expulsó en el 70 D.C., iniciándose así una Diáspora por
Europa y el mundo que finalizó el 14 de mayo de 1948 cuando el Presidente de la
Comunidad Judía en Palestina, el polaco David Ben Gurión, proclamó, en el Museo
de Historia Natural de Tel Aviv, el nacimiento del Estado de Israel, en el
territorio que le había asignado la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Sin embargo,
dos organizaciones judíqs –el “Stern” y el “Irgún”, se opusieron a la partición
de Palestina reclamando la posesión de todo el territorio de Palestina.
La
“Cuestión Judía”
El factor
étnico-religioso ha sido en el pueblo judío el principal nexo de cohesión
social durante su milenario exilio. Las características del fundamento
religioso están expuestos en los “5 Libros” primeros del Antiguo Testamento
(“Pentateuco”: Génesis, Éxodo, Moisés, Levítico, Deuteronomio), y la
interpretación rabínica de los mismos.
El
Deuteronomio resume el pacto del pueblo hebreo con Jehová, su Dios, que es La
Ley civil y religiosa de la comunidad, así como su misión histórica. Israel es el pueblo elegido por Jehová:
“6 - Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial,
más que todos los pueblos que están sobre la tierra”.
Luego Jehová
le promete a su pueblo, si es fiel a su juramento, la siguiente protección: “17
- Si dijeres en tu corazón: Estas naciones son mucho más numerosas que yo;
¿cómo las podré exterminar? 18 - no tengas temor de ellas; acuérdate bien de lo
que hizo Jehová tu Dios con Faraón y con todo Egipto; 19 - de las grandes
pruebas que vieron tus ojos, y de las señales y milagros, y de la mano poderosa
y el brazo extendido con que Jehová tu Dios te sacó; así hará Jehová tu Dios
con todos los pueblos de cuya presencia tú temieres”.
Esta
doctrina fue rechazada por el Cristianismo primitivo que coloca en el centro de
su mensaje espiritual de redención, a toda la Humanidad y no a un “pueblo
elegido” y al castigo como un castigo moral por los errores cometidos y, al
mismo tiempo, la misericordia y el perdón como el camino adecuado para
reencontrarse con su alma verdadera.
La Iglesia
Católica, en Occidente, heredó la estructura política del Imperio Romano y
luego se feudalizó, con las invasiones de los pueblos indoeuropeos,
convirtiéndose en la fuerza económica y política del nuevo sitema, cuya base
material era la tierra. Los judíos fueron confinados en guetos (barrios
aislados que no podían salir durante la noche), siendo objeto de vejámenes,
burlas y desprecio público.
Los hebreros
eran hábiles comerciantes. Ello se debe a que su territorio palestino era un
espacio por el cual transitaban frecuentemente mercaderes entre Mesopotamia y
Egipto, quienes exportaban aceite , vino, tejidos de lana, cerámicas e
importaban metales (cobre y oro),, especias y marfil.
Estas
actividades fueron muy reducidas en la Alta Edad Media pero las continuas
guerras entre los señores feudales y luego Las
Cruzadas a partir del siglo XI, debilitaron, por un lado, el sistema
terrateniente que se endeudó y, por el otro, los comerciantes de las ciudades
–entre ellos los judíos-, se fortalecieron. Esta tendencia se afirmó en los
siglos siguientes y, en el siglo XVI era notorio el poder de los comerciantes y
banqueros judíos en Italia, aunque no se libraron de su aislamiento social.
El poder
económico de los judíos avanza en paralelo con el avance de la burguesía. El
pensamiento burgués se anticipa, en los siglos XVII y XVIII a las revoluciones
burguesas. La libertad, la igualdad jurídica y el Estado Laico, garantía de
todas las ideas, doctrinas y religiones, serán los principios fundamentales de
la nueva clase social triunfante.
En este
contexto, se plantea la “Cuestión Judía”. A Napoleón Bonaparte, como Primer Cónsul en
1800, le correspondió la tarea de establecer el cuerpo jurídico que regulara a
la nueva sociedad burguesa. Para ello, convocó a destacados juristas para que
codificaran una normativa que, en marzo de 1804, fue promulgada con el nombre
de “Código Civil de todos los franceses” y hoy conocido como “Código Napoleón”.
A Napoleón
le preocupó la situación de los judíos, confinados en guetos, sometidos a un
duro castigo fiscal, execrados por el resto de la sociedad, cuando no quemados
en la hoguera, por el uso abusivo de la usura, obligados a identificarse con un
gorro amarillo y un brazalete con la estrella de David, con una vida civil
comunitaria regida por normas religiosas.
Para
resolver el problema convocó, en 1806, siendo ya Emperador, una Asamblea de
Notables integrada por rabinos y laicos, a la que sometió un cuestionario.
Estaba interesado en saber si se consideraban ciudadanos franceses, si estaban
dispuestos a someterse a las normas del Código Civil, si defenderían a Francia
en caso de peligro, si aceptaban el matrimonio mixto (con conyuje no judío).
Las
respuestas fueron positivas y los judíos se integraron a la vida civil de todos
los franceses, protegidos por el Código Civil y fueron habilitados a practicar
su culto religioso como las otras religiones, amparados por el Estado Laico
(Decreto del 17 de marzo de 1808).
La Comunidad
Judía agradeció a Napoleón, expresando “Bendito sea como nunca el Señor Dios de
Israel que ha colocado en el trono de Francia a un Príncipe como su corazón. El
ha elgido a Napoleón el Grande para ser el instrumento de su misericordia”. («
Béni soit à jamais le Seigneur Dieu d'Israël, qui a placé sur le trône de
France, un prince selon son cœur. Il a choisi Napoléon le Grand pour être
l'instrument de sa miséricorde”).
El Código
Napoleón y la solución ofrecida a la “cuestión judía” tuvo gran influencia en
Europa Occidental y en todas las repúblicas nacientes de América Latina en la década de 1810.
La
“Filosofía de las Luces” había penetrado en Prusia, bajo el reinado de Federico
II “El Grande” (1740-1786), con el nombre de “Aufklärung”. En la Corte se
hablaba el francés y durante muchos períodos, Voltaire fue un privilegiado
huésped del monarca. Federico es considerado, por su interés en la eduación
primaria universal, la ciencia y la técnica, un “Déspota Ilustrado”.
A comienzos
del siglo XIX, el pensamiento alemán buscó sus propias fuentes como
consecuencia de las guerras napoleónicas y el filósofo Schelling se remontó a los mitos y leyendas de
los primeros germanos medievales como factor aglutinante espiritual de la
nación alemana. No obstante, un alumno suyo, Hegel, apeló a la historia de las
civilizaciones, llegando a la conclusión que, con el iluminismo, que era el
triunfo de la razón, por primera vez la humanidad caminaba “apoyada en su
cabeza y no en sus pies”.
La
influencia de la filosofía de Hegel fue enorme en la primera mitad del siglo
XIX. La complejidad de su reflexión dio lugar a la formación de dos corrientes
opuestas: una de izquierda y otra de derecha. En la primera militaron jóvenes
filósofos judíos como Bruno Bauer, Max Stirner, Moses Hess y Karl Marx que
abordaron el tema que los alcanzaba directamente.
Bauer
escribe en su folleto “La cuestión judía”, que cuando en Alemania se reclama la
emancipación de los judíos se comete un error porque “en Alemania nadie es
libre políticamente”. En consecuencia, los judíos deben luchar por la
emancipación política de todos los alemanes y de la humanidad y no por la
singularidad de la opresión de los judíos”.
Considera
que en un Estado Cristiano, el problema es insolubre, porque la esencia de
ambas religiones es absoluta. En consecuencia, propone la abolición de las
religiones. Si cristianos y judíos reconocen que la evolución humana avanza con
el espíritu crítico científico, la oposición puede ser superada.
El trabajo
de Marx sobre el mismo asunto, es una respuesta a Bauer, señalándole que comete
un error al creer que el hecho religioso desaparecerá de la vida social en un Estado Laico. En este
Estado los hombres pueden ser espiritualmente y políticamente libres pero serán
prisioneros de las relaciones clasistas.
La
emancipación política y la emancipación humana no son la misma cosa. La
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano por la Convención
Francesa, en 1791, es la consagración práctica del derecho de propiedad. ¿Qué
es el derecho de propiedad? “El derecho de propiedad es el derecho de todo
ciudadano de gozar y disponer a su antojo de sus bienes, de sus ingresos, del
fruto de su trabajo y de su industria” (Constitución de 1793, art. 16).
Comenta
Marx: “Es el derecho a gozar y disponer “a su antojo”, independientemente de
los otros hombres, independientemente de la sociedad; es el derecho del egoísmo.
Es esta libertad individual, con su aplicación, la base de la sociedad
burguesa. Ella le permite al hombre ver en otro hombre no la realización de la
libertad sino su limitación”. “La emancipación humana llegará cuando el hombre
reconozca y organice sus propias fuerzas como fuerzas sociales y no separe más
de él la fuerza social y la fuerza política”.
¿Cuál es el
problema verdadero del judío?, se pregunta Marx y responde: “Fijémonos en el
judío real que anda por el mundo; no en el judío sabático, como hace Bauer,
sino en el judío cotidiano. No busquemos
el misterio del judío en su religión, sino busquemos el misterio de la religión
en el judío real”.
“¿Cuál es el
fundamento secular del judaísmo? La necesidad práctica, el interés egoísta. ¿Cuál es el culto secular practicado
por el judío? La usura. ¿Cuál su dios secular? El dinero”.
“Pues bien, la emancipación de la usura y del
dinero, es decir, del judaísmo práctico, real, sería la
autoemancipación de nuestra época. Una
organización de la sociedad que acabase con las premisas de la usura y, por
tanto, con la posibilidad de ésta, haría imposible el judío. Su conciencia
religiosa se despejaría como un vapor turbio que flotara en la atmósfera real
de la sociedad. Y, de otra parte, cuando el judío reconoce como nula esta su
esencia práctica y labora por su
anulación, labora, al amparo de su desarrollo anterior, por la emancipación humana pura y simple y se
manifiesta en contra de la expresión
práctica suprema de la autoenajenación
humana” (Publicado en los “Anales franco-alemanes”, 1844).
El “Affaire Dreyfus” y el Sionismo
La derrota de Francia en la guerra con Alemania, de 1870,
provocó en el país una profunda crisis económica y moral, donde campearon los
escándalos financieros y la corrupción de políticos, como la quiebra del banco
católico “La Unión General”, en 1882 y la Compañía del Canal de Suez, en 1892,
en que aparecieron involucrados grandes financistas judíos particularmente el
banquero Rothschild.
Estos
escándalos que causaron la ruina de decena de miles de ahorristas y la
paralización de muchas industrias que dejaron sin trabajo a centenares de miles
de obreros, polarizaron el escenario político entre una derecha ultra
conservadora, monárquica y antisemita y un centro-izquierda republicano,
parlamentario y defensor de una política económica con un Estado fuertemente
regulador y distribuidor de la renta nacional.
El periódico
de Edouard Drumont, “La libre parole”, se convirtió en el vocero de esa derecha
y su panfleto “La France juive” (“La Francia judía”,1886), se transformó en un
best-seller.
En este
contexto, en 1894, fue detenido, enjuiciado y condenado, el Capitán Alfred
Dreyfus, de origen judío y alsaciano, por presunto espionaje a favor de
Alemania. El antisemitismo estaba en su nivel más alto. Dreyfus fue degradado y
condenado a prisión perpetua en la inhóspita Isla del Diablo en el Caribe,
cercana a la Guayana Francesa.
La familia
de Dreyfus apeló sin éxito la sentencia pero el año siguiente, el jefe de
contraespionaje del ejército, Coronel Georges Picquart, reveló que el verdadero
espía era el Comandante Ferdinand Esterhazy, del Estado Mayor. El Tribunal
Militar se negó a revisar el juicio a Dreyfus y por el contrario, enjuició a
Picquart. También enjuició a Esterhazy pero resultó absuelto; en cambio Pcquart
fue condenado.
La sociedad francesa
se dividió entre “Dreyfusards” Y “Antidreyfusards” . Políticamente, en
la primera categoría estaba la burguesía republicana y la izquierda; en la
segunda, la derecha monárquica y católica.
En 1898, el famoso escritor, Émile Zola,
publicó en el periódico “L’Aurore”, un brillante alegato, que tituó “J’Accuse”
(“Yo Acuso”), en defensa de Dreyfus, que alcanzó gran resonancia. Todos estos
esfuerzos no lograron su objetivo, la liberación del prisionero de la Isla del
Diablo, pero a comienzos de siglo, la situación política había cambiado y un
indulto presidencial, en 1906, le devolvió no solo la libertad a Dreyfus sino
que fue repuesto en el ejército con todos sus grados.
Durante
estos acontecimientos, el periodista húngaro, de origen judío, Teodoro Herzl,
siguió atentamente en París el juicio y todo el clima que rodeó el “Caso
Dreyfus”, llegando a la conclusión que la nación judía necesitaba un Estado,
como refugio. En su libro “El Estado Judío” (1896), expuso un plan político
detallado del proceso a seguir para alcanzar el objetivo. En la comunidad judía
europea no había consenso y no contaba con el apoyo de grandes financistas como
Rothschild.
Herzl desplegó una gran actividad en procura
de respaldo a su proyecto y, en 1997, convocó a un Congreso Sionista, que se
realizó en Basilea, Suiza. La palabra sionista deriva de “Sión” que es una
fortaleza situada en el Monte Sión al sureste de Jerusalén, conquistada por el
Rey David al pueblo jebuseo (2 Samuel 5:6-10). Segun el Salmo 87,2, Sión es “el
centro espiritual y la madre de todos los pueblos”.
El Congreso
aprobó un programa de acción y, para su ejecución, creó la “Organización
Sionista Mundial”. En la sesión del 30
de agosto, adoptó la siguiente resolución: “El sionismo busca establecer un
hogar para el pueblo judío en Eretz Israel garantizado en virtud del derecho
público.”
Otra
resolución, dispuso: “Para el logro de ese objetivo, el congreso considera los
siguientes medios prácticos:
“La
promoción de asentamientos judíos de agricultores, artesanos y comerciantes en
Eretz Israel”.
“La
federación de todos los judíos en grupos locales o generales, de acuerdo con
las leyes de los diferentes países”.
“El
fortalecimiento del sentimiento y la conciencia judía”.
“Medidas preparatorias
para el logro de los subsidios gubernamentales necesarios para la realización
de los objetivos sionistas”.
Herzl
presidió la organización hasta su muerte en 1904, a los 44 años de edad, pero
había abierto el camino hacia la utopía de “Eretz Israel, nación moderna,
democrática y próspera”.
“Eretz
Israel” es la “Tierra de los antiguos reinos de Judá e Israel”, también llamada
por la Biblia “Tierra Prometida” por Jehová a Abraham y renovada a Jacob, Isaac
y Moisés para “echar de ese país al cananeo, al amorreo, al heteo, al fereceo,
al jeveo y al jebuseo” (Éxodo 33:1-3). Comprende un área entre el Mediterráneo,
el desierto del Sinaí, las montañas del Líbano y el desierto. Después de la
ocupación de ese territorio los romanos le llamaron “Palestina”.
El Imperio Británico y
la Banca Rothschild
Después de la derrota de Napoleón en Waterloo, en 1815, el
Imperio Británico se expandió por todo el mundo controlando directa o
indirectamente la política económica de los Estados.
Así como la velocidad del tránsito no es igual en una
autopista de cuatro carriles que en una ruta de dos carriles, la velocidad de
desarrollo del capital financiero tampoco es igual en un pujante imperio que en
un país que aspira a lo mismo pero donde el tamaño de su economía es menor. El
simil nos permite comprender la diferencia entre los imperialismos de Gran
Bretaña, Francia y Alemania.
Del mismo modo podemos decir que el capital financiero se
concentra en la “autopista de cuatro carriles” y en grado menor en las “rutas
de dos carriles”.
Esa es la historia de la Banca Rothschild que fue la primera
banca internacional. Fue fundada en Frankfort
del Meno (Alemania) por el alemán de origen judío, Amschel Moses Rothschild,
con una “tienda de compraventa de monedas”. El negocio fue continuado por su
hijo, Mayer Amschel Rothschild que, en 1760, incorporó el canje de oro y plata
por billetes (pgarés), expandiendo notablemente sus actividades que alcanzaron
repercusión dentro y fuera de fronteras. Tuvo cinco hijos varones que fueron
educados en el negocio financiero. En 1795, su hijo menor, Nathan, se instaló
con una fábrica textil y luego abrió un banco en Manchester, Inglaterra. Sus
otros cuatro, se instalaron en París (Jacob), en Viena (Salomón), en Nápoles
(Karl) y el mayor, Armschel, permaneció en Francfort del Meno, en la Casa
Matriz.
Las guerras entre Estados obligó a los Rothschild a optar.
Primero, lo hicieron por Napoleón hasta la primera abdicación (1814) y, luego,
por Gran Bretaña. Aquí, en la segunda mitad del siglo XIX su poder económico se
elevó vertiginosamente. Fueron puntales del Partido Conservador y de la Reina
Victoria que los introdujo en la nobleza con varias Baronías. A comienzos del
siglo XX, la nobleza y burguesía judía inglesa tenía su bancada en la Cámara de
los Lores y en la Cámara de los Comunes.
Los Rothschild habían expandido también sus negocios en
Estados Unidos que era la gran potencia del futuro. Financiaron al Norte en la
Guerra Civil y, junto con John Rockefeller,
Jacob Shiff, Félix Warburg y Nelson Aldrich, crearon en 1913, el Cártel
de la Reserva Federal, que es el Banco Central de Estados Unidos dirigido por
los banqueros mayoritariamente judíos.
La Banca Rothschild financió la guerra de Gran Bretaña y
Francia contra Alemania en la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
El plan estratégico de postguerra del Imperio Británico era
el control del Medio Oriente, convertido en la principal fuente de recursos
energéticos (petróleo). La potencia más importante de esta región era el
Imperio Otomano que perdió la guerra junto con Alemania y el Imperio Austro-húngaro.
El 20 de noviembre de 1917, el Ministro de Relaciones
Exteriores del Reino Unido, Lord Balfour, dirigió una carta al Barón Lionel Walter Rothschild, en la que expresa:
“Estimado Lord Rothschild,:
Tengo el placer de dirigirle, en nombre del Gobierno de Su
Majestad, la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones de los
judíos sionistas, que ha sido sometida al Gabinete y aprobada por él”.
«El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el
establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará
uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo,
quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos
civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni
los derechos y el estatuto político de que gocen los judíos en cualquier otro
país.»
Le quedaré agradecido si pudiera poner esta declaración en
conocimiento de la Federación Sionista.
Sinceramente suyo,
Arthur James Balfour”.
Los vencedores de la guerra -Gran Bretaña, Francia y Estados
Unidos-, decidieron en Versalles (1919), la creación de la Sociedad de las
Naciones y, esta organización le otorgó un “Mandato” al Reino Unido de 28 años
(1920-1948), para administrar los territorios de Palestina y Transjordania, en
el Medio Oriente que habían pertenecido al Imperio Turco Otomano. La
“Declaración Balfour” fue incorporada al Tratado que otorgó el Mandato.
En consecuencia, el Imperio Británico, consideraba al
movimiento sionista un aliado estratégico en su política de hegemonía de la
rica región del Medio Oriente. El sionismo dejó de ser una reivindicación de
los derechos de una nación trashumante para convertirse en la “playa de
desembarco” de un proyecto imperial británico que, después de la Segunda Guerra
Mundial, retomó el imperialismo estadounidense y que, en la actualidad es
plenamente vigente. Ello explica el conflicto que horroriza a la humanidad.
¿UN CONFLICTO SIN SOLUCIÓN?
El tiempo
del 1900 no era el tiempo de 1945. El antisemitsmo estaba en retroceso. El
experimento nazi-fascista había sido derrotado, Hitler se había suicidado y
Mussolini, fusilado por los guerrilleros. Los principales jerarcas nazis,
ahorcados. ¿Qué sentido tenía crear iun “Estafdo Judío”? ¿Por qué los judíos franceses,
ingleses, estadounidense o de cualquier parte del mundo que tenían sus
nacionalidades, con todos sus derechos, como todo ciudadano, garantizados por
las leyes, tenían que disponer de un Estado, exclusivamente judío? ¿No era
inevitable la resistencia de quienes iban a ser expulsados de sus tierras?
El Mahatma
Gandhi, líder espiritual de los hindúes, había advertido sus consecuencias en
1938, cuando la emigración a Palestina avanzada rápidamente amparada por los
bayonetas británicas y, en 1947, le reiteró los mismos argumentos al eminente
Albert Einstein:
“Palestina
pertenece a los árabes de la misma manera que Inglaterra pertenece al Inglés o
Francia a los franceses. Es incorrecto e inhumano imponer los Judios a los
árabes. Lo qué está pasando hoy en Palestina no puede ser justificado por
ningún código moral de conducta. Los mandatos [de Gran Bretaña sobre Palestina]
no tienen ninguna sanción, sino la de la última guerra. Seguramente sería un
crimen contra la humanidad reducir a los árabes orgullosos para que Palestina
pueda ser restaurada a los Judios, en parte o en su totalidad como su hogar
nacional”.
“El curso
más noble sería insistir en un tratamiento justo de los Judios dondequiera que
han nacido y criados. Los Judios nacidos en Francia son franceses precisamente
en el mismo sentido que los cristianos nacidos en Francia son franceses. ...”
En abril del
mismo año, Einstein pronunció un discurso con motivo de un acto organizado por
el Comité Nacional de Trabajo para Palestina. Reconocía que ‘el pueblo judío ha
contraído una deuda de gratitud con el sionismo. “El movimiento sionista ha
revivido entre los judíos el sentimiento comunitario, y ha llevado a cabo un
esfuerzo que supera todas las expectativas. Einstein también reconocía que los
judíos se encontraban en una situación difícil en Palestina (‘los campos que se
cultivan durante el día han de tener protección armada durante la noche, a
causa de los ataques de bandidos árabes fanáticos’). Pero Einstein tenía algo
más que decir:
“Quiero agregar unas pocas palabras, a título
personal, acerca de la cuestión de las fronteras. Desearía que se llegase a un
acuerdo razonable con los árabes sobre la base de una vida pacífica en común;
me parece que esto sería preferible a la creación de un Estado judío. Más allá
de las consideraciones prácticas, mi idea acerca de la naturaleza esencial
del
judaísmo se resiste a forjar la imagen de un Estado judío con fronteras, un
ejército y cierta cantidad de poder temporal, por mínima que sea. Me
aterrorizan los riesgos internos que se derivarían de tal situación para el
judaísmo; en especial los que surjan del desarrollo de un nacionalismo estrecho
dentro de nuestras propias filas, contra el que ya hemos debido pelear con
energía, aun sin la existencia de un Estado judío”.
No obstante
estas observaciones, Einstein apoyó la creación del Estado de Israel, en 1948
pero en diciembre hizo un llamado de alarma en una carta enviada al New York
Times, junto con otros destacados intelectuales como Hanna Arendt y Sydney
Hook, ante la recepción que había tenido en la colectividad judía
estadounidense, el sionista de ultra derecha, Menachem Begin que se presentaba
a las próximas elecciones de su joven país como candidato al Knesset
(Parlamento), postulado por el “Partido de la Libertad” que había fundado a
estos efectos. “Un fenómeno perturbador en el recién creado Estado de Israel es
la formación del “Partido de la Libertad”, un partido político estrechamente
afin, en sus métodos de organización y en su filosofía política y social a los
partidos nazi y fascista. Esta formado por los miembros y seguidores del
Irgun Zvai Leumi una
organización chauvinista, de extrema derecha y terrorista de Palestina. La
visita de su líder, Menachem Begin a Estados Unidos tiene el evidente propósito
de lograr el apoyo de los judíos estadounidenses en las próximas elecciones en
Israel y fortalecer los lazos políticos con los sectores sionistas
conservadores de Estados Unidos. Numerosos estadounidenses de reputación
nacional han dado la bienvenida a Begin y esto es inconcebible en quienes han
combatido al fascismo en todo el mundo”.
Einstein y
sus compañeros judíos antifascistas no se equivocaban. El Partido Herut, luego
convertido en Likud, liderado por Begin, extrema derecha del sionismo, se fue
fortaleciendo mientras se debilitada el Partido Laborista (sionismo
socialdemócrata), fundado por David Ben Gurión. En 1977, Menachem Begin se
convirtió en Primer Ministro y su partido impulsó la nueva estrategia puesta en
marcha en 1967, de ocupar toda Palestina. En 1979, Menachem Begin recibió el
Premio Nobel de la Paz por el Acuerdo logrado con el Presidente de Egipto,
Anuar el Sadat. Por este Tratado, Egipto reconoció al Estado de Israel.
La política
de Israel, que ha ignorado todas las resoluciones de las Naciones Unidas de
retirarse de los territorios ilegalmente ocupados, fue condenada por la
Asamblea General de la ONU, el 10 de noviembre de 1975. Ese día, la Asamblea
aprobó la Resolución Nº 3379, Declara que el sionismo es una forma de
racismo y discriminación racial”.. Fue aprobada por 72 votos, 32
abstenciones y 35 votos en contra.
La política
imperialista de Israel, ha sido condenada por personalidades como Nelson
Mandela, el Obispo Desmond Turu, James Carter y Noam Chomsky, entre otros.
El ex Presidente
de Estados Unidos, publicó el libro “Palestina Paz, no Apartheid” (2006- Simon
& Schuster). Carter dice: “Cuando menciono la palabra Apartheid no estoy
sosteniendo lo que ocurre dentro de Israel donde no hay semejanza con el
Apartheid sino cuando ocupan la tierra que corresponde a los palestinos. No hay
duda que dentro de los territorios ocupados de tierra palestina hay un ejemplo
horrendo de Apartheid: la confiscación de tierra que no pertenece a Israel,. la
construcción de asentamientos y la colonización de esa tierra y luego la
conexión de esos aislados y múltiples asentamientos, más de 200 de ellos con
sus carreteras sobre las cuales ningún palestino puede viajar y a menudo por
las que ni siquiera pueden cruzar. Así que la persecución de los palestinos,
ahora en los territorios ocupados por la potencia ocupante, es uno de los peores
ejemplos de privación de los derechos humanos que yo sepa, peor de lo que ha
ocurrido en Ruanda”.
La
independencia del Estado Palestino fue proclamada, en Argel, el 15 de noviembre
de 1988, durante su exilio, después de la evacuación de la Organización de
Liberación de Palestina (OLP), del Líbano, en 1982. La proclama establecía, para
el nuevo Estado, el territorio asignado por la Resolución Nº 181 de la Asamblea
General de las Naciones Unidas de 1947, lo que implicaba el tácito reconocimiento
del otro territorio asignado en la misma Resolución para la creación de un
Estado Judío, partición que la OLP siempre había rechazado.
Fue un
cambio de estrategia colosal de la OLP, encabezada por Yasser Arafat. Promovió
de inmediato, por la diplomacia de Estados Unidos y la Unión Soviética, la
convocatoria de una conferencia cuatripartita –OLP, Israel, EE.UU y la URSS-,
que se realizó en Madrid en 1991 y que fijó una segunda fase que se realizó en
Oslo, la que culminó con un Acuerdo entre la OLP e Israel sobre el gobierno de
los territorios ocupados: para las funciones internas de administración y
seguridad, en Cisjordania y la Franja de Gaza, se creaba una Autoridad Nacional
Palestina que sería ejercida por la OLP; Israel, por su parte, se encargaba de
las Relaciones Exteriores, la Defensa y los asentamientos. Los acuerdos
establecían asimismo un período de cinco años para alcanzar la Paz Permanente,
período en el que se resolverían tres cuestiones fundamentales: los
asentamientos israelíes, la soberanía sobre Jerusalén y el retorno de los
palestinos desplazados de las tierras que la ONU asignó a Israel. En esos cinco años no hubo acuerdo pues Israel
se negó a hacer concesiuones en los tres aspectos señalados.
No obstante,
los pasos hacia un Estado Palestino habían sido dados y la Asamblea General de
las las Naciones Unidas, el 30 de noviembre de 2012, lo reconoció como “Estado
observador no miembro”, con su fronteras anteriores a la “Guerra de los Seis
Días”, de 1967. No es miembro porque para ello se necesita la aprobación del
Consejo de Seguridad y Estados Unidos, que tiene poder de veto, se opone a este
reconocimiento. No obstante, desde el 31 de octubre de 2011 es miembro pleno de
la UNESCO. En esta oportunidad, Estados Unidos se opuso, amenazando con
retirarle su contribución al Presupuesto de la Organización.
El Estado
Palestino fue reconocido por 94 países luego de su proclamación, en Argel, en
1988, y 133 al ser reconocido por la Asamblea General de las Naciones Unidas
(Resolución Nº 67/19), como “Estado observador no miembro”, en el 2012. Uruguay
reconoció al Estado Palestino como “libre e independiente”, en el 2010 pero
hasta el día de hoy no tenía representación diplomática, situación que acaba de
concluir con la designación de un embajador.
El 17 de
julio, fui invitado por CX 36 “Radio Centenario”, para hablar del conflicto y
manifesté que no creía en una solución a corto plazo pero que ella vendría con
un cambio de las relaciones de fuerza globales. Mi argumento es que mientras
Estados Unidos conserve su hegemonía mundial, el Medio Oriente e Israel, como
su “cabecera de puente”, es un objetivo estratégico fundamental por su riqueza
petrolera y porque desde este espacio puede desestabilizar a Rusia y frenar el
fortalecimiento del eje Euroasiático (Rusia y China), que está amenazando su
hegemonía.
“La verdad
está en los hechos” dice un proverbio chino y la sucesión de acontecimientos,
algunos de los cuales he señalado en este escrito, demuestran en exceso que la
posición de Israel sería insostenible sin el apoyo político y militar que
recibe de Estados Unidos.
FUENTES:
Gandhi dice
“no” al Estado judío:
Resolución Nº 3379 de la Asamblea General de las Naciones
Unidas: Eliminación de todas las formas de discriminación racial:
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