En el Congreso de la Federación Rural ,
el Presidente Mujica expresó –más o menos- que estamos luchando contra un dólar
terco que está afectando la competitividad de nuestras exportaciones. No aclaró,
sin embargo, cuáles son las causas de la terquedad de un dólar bajo que se
resiste a subir de precio en moneda nacional, a pesar de las continuas compras
que realiza el Banco Central.
Para cualquier persona, medianamente informada, no existe
ningún misterio. Factores externos y de política interna, lo explican.
En setiembre del 2008, explotó la burbuja inmobiliaria en
Estados Unidos y tres gigantes financieros –Fannie Mae, Freddie
Mac y Lehman Brothers se declararon insolventes. Los dos primeros
fueron “salvados” por el Estado pero el tercero quebró irremediablemente. Una cadena de agujeros fueron revelados por
los grandes bancos de inversiones que determinaron sus clausuras y la onda
expansiva de la crisis alcanzó a los principales bancos europeos. Un primer
paquete de 700 mil millones de dólares fue implementado por el gobierno de
George W. Bush para apuntalar a los grandes bancos como el Bank Of Amerifca, el
Citigroup y el JP Morgan, haciéndose cargo el Estado de sus carteras
incobrables. El Partido Republicano perdió las elecciones y el nuevo gobierno
demócrata, encabezado por Barack Obama, lanzó un nuevo paquete de dimensiones
mayores con el mismo objetivo. El enorme déficit del Tesoro que se generó, fue financiado con emisiones del
Banco de la Reserva
Federal que es el banco central de Estados Unidos.
Esta política evitó la caída en la Depresión –no en la recesión- que es cundo el producto bruto
se desploma más de un 10% y la desocupación se eleva a más de un 20% de la
fuerza laboral activa (En la crisis de 1929, el PIB cayó un 34% y el paro
alcanzó el 25%). También, la abundante liquidez evitó la deflación que ocurre
cuando los precios caen por debajo de la tasa de interés nominal que no puede
ser negativa. Con los precios en caída, y la tasa de interés positiva, la rentabilidad es negativa. En este caso,
las emisiones de dinero, aun con intereses próximos a cero, no dan resultado
por desinterés de los inversores, cayendo la economía en una “trampa de
liquidez”.
Actualmente, un tercer paquete negociado en el Congreso
entre demócratas y republicanos, lanza al mercado 85 mil millones de dólares
mensuales. El tiempo transcurrido desde el 2008 muestra que la economía de
Estados Unidos se encuentra en una “trampa de liquidez” ya que no crece pese a la
incesante inyección de dinero.
¿Cómo estimular la economía, después que se agote el apoyo
fiscal?? se preguntaba el economista Paul Kdrugman el 17 de noviembre de 2008,
en su columna del The New York Times. Para encontrar la respuesta manejó los
datos estadísticos de 5 indicadores: en el período 1969-2007. Los cuatro
primeros, eran positivos pero el cuarto –la balanza comercial-. no. De estos
resultados, hace la siguiente reflexión:
“Lo que se destaca de inmediato es la combinación de alto
consumo y amplio déficit comercial. En el 2007, la inversión residencial
(inmobiliaria) había caído a niveles normales y la inversión no residencial fue
también bastante normal”.
“El consumo probablemente no volverá a los niveles del 2007
como parte del PIB ya que el ahorro está en retroceso. Entonces, ¿quién llenará
esta brecha una vez que termine el Plan Fiscal de Estímulo? ¿La construcción de
viviendas? No por largo tiempo. ¿La inversión en negocios? Es muy difícil. Lo
natural debería ser importar menos para reducir el déficit comercial”.
“Pero lo que hace más difícil las cosas es que el resto del
mundo también se encuentra en una depresión y, en particular, si los mercados
emergentes están enfrentando crisis monetarias”.
“Lo que sugiere todo esto –en una apreciación muy tosca- es
que nuestro Plan Fiscal de Estímulo opera como una crucial bisagra necesaria
para poner bajo control no solo nuestro
sistema financiero, sino el sistema financiero mundial”.
Esto lo decía Krugman a finales del 2008 y hoy estamos en el
2013. Estados Unidos no ha salido de la crisis y la Reserva Federal
sigue emitiendo dinero para evitar la depresión, abatiendo el dólar frente a
sus competidores para estimular sus exportaciones como única alternativa. Esta
política la definió el Ministro de Hacienda de Brasil, Guido Mantega, en setiembre
de 2010, de “guerra de divisas”. La Zona Euro es la que ha sufrido el impacto más
fuerte, pero está amenazada toda la economía y el comercio mundial.
Brasil ha reaccionado ante esta política que paralizaba sus
exportaciones, aplicando impuestos que absorben la ventaja que ofrecía el
diferencial de las tasas de interés de los bancos centrales de Estados Unidos y
Brasil. También Chile. Otros países latinoamericanos han establecido el
contralor de las divisas y un tipo de cambio administrado.
Sin embargo Uruguay insiste en su proyecto de plaza
financiera, puesto en marcha en 1974, bajo la dictadura, facilitando el ingreso
de los capitales golondrina favorecidos por ese diferencial entre las tasas de
interés de ambos países que empujan el precio del dólar en pesos uruguayos
hacia abajo. En su última reunión, realizada en marzo de este año, el Comité de
Política Monetaria del Banco Central del Uruguay, resolvió mantener la tasa de
referencia en 9,25%, al tiempo que señala que dada la débil recuperación de
Estados Unidos y las turbulencias en Europa, las “tasas de interés
internacionales continuarán extraordinariamente bajas…y se mantendrán los
flujos de capitales hacia las economías emergentes”. Quiere decir que las
operaciones de “cargar (“carry”) “dólares gordos” en la plaza local” y
llevárselos, es un excelente negocio para los especuladores que profundizará,
la apreciación del peso, como se está observando en estos días, pese a la
política de encajes y compras del BCU.
Sí, la política financiera del imperialismo norteamericano
es “terca” (Krugman dice que es para salvar su sistema financiero y al resto
del mundo) y no va a cambiar –ni ellos mismos saben si podrá cambiar- dentro de
un período previsible. Pero Uruguay no tiene por qué favorecerla sino adoptar
las medidas defensivas seguidas por Brasil y Chile y devolverle a la economía (frenando
el ingreso de capitales especulativos)–con un dólar un poco más alto más alto-
la competitividad que está perdiendo en el mercado mundial.
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