por Ruiz Pereyra Faget
Las cadenas de televisión y sus “repetidoras” nacionales, le han prestado, la última semana, gran atención a esta fecha. La CNN, por el ataque a las “torres gemelas” de Nueva York, emblemas del poder financiero del imperialismo norteamericano, y al Pentágono, emblema de su poder militar. Otros medios, especialmente de América Latina, recordaron el 11 de setiembre de 1973, fecha del asesinato de la democracia chilena y de la muerte heroica de Salvador Allende.
En los dos sucesos, la pérdida de vidas humanas inocentes, víctimas de las fuerzas irracionales de este mundo, “schoqueó” a las conciencias honradas y, también a las cínicas, que son las que proliferan en las alturas del poder imperial.
Aunque distantes en el tiempo y, en contextos geográficos y políticos difernes, hay un punto común y es el papel que ha jugado el imperialismo norteamericano en el mundo, después de
La fecha del 2001, recuerda el presunto ataque de Al Qaeda, la organización fundamentalista musulmana creada por el magnate saudita Bin Laden, si bien la CNN en su “Historia de
De cualquier manera el ataque fue un crimen de una dimensión que el pueblo estadounidense desconocía.
Estados Unidos intervino, decisivamente, en dos grandes guerras mundiales pero ninguna de sus ciudades fue alcanzada por la aviación o los misiles enemigos. Toda Europa, desde el Atlántico hasta los Montes Urales, sufrió esa terrible matanza de la que fue rehen la población civil, pero a Estados Unidos le correspondió el triste “privilegio”, del que no hecho autocrítica, de lanzar sendas bombas atómicas sobre la población indefensa de dos ciudades japonesas que, en pocos segundos, mató a más de 200 mil civiles.
El punto común con el golpe de Pinochet, es el papel de la CIA y del Secretario de Seguridad del gobierno de Richard Nixon, Henry Kissinger.
Documentos desclasificados, posteriormente, durante la Presidencia de Clinton, revelan su activa participación en el Golpe y en la aprobación de la represión e incluso de
La posición de este personaje, ni la de su gobierno, no es, por supuesto, original. Es la continuidad de la política oficial de Estados Unidos, puesta en práctica en América Latina, después de
En efecto, el presidente norteamericano, expuso ante el Congreso, el 12 de marzo de 1947, la política global de su gobierno para “contener” el avance del comunismo en el mundo. Tenía una doble dimensión: un cerco con bases militares a
locales para acabar con la democracia allí donde aparecieran amenazados los intereses norteamericanos.
En 1946 EE.UU. había instalado en la Zona del Canal de Panamá, la Escuela de las Américas para entrenar en “tácticas de contrainsirgemcia” a los oficiales de los ejércitos sureñios. En 1947, 32 países latinoamericanos firman en Río de Janeiro el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca y, el mismo año, Estados Unidos crea el “Comando Sur”, con sede en Panamá.
En 1954, con activa participación de la CIA y el Departamento de Estado y, operando desde Honduras, una fuerza entrenada por los yanquis y contando con la pasividad del ejército local, fue derrocado el gobierno democrático de Jacobo Arbenz Guzmán. ¿La causa? Haber puesto en marcha una reforma agraria que afectaba tierras de
En 1964, en Brasil, y también con la activa participación del embajador estadounidensre, Lincoln Gordon y del Agregado Militar, Vernon Walters, un golpe militar derrocó al presidente Joao Goulart. Este golpe dio inicio a un proceso similar en cadena que alcanzó a Bolivia, Uruguay y Chile.
Los métodos represivos, aprendidos en la Escuela de las Américas y aprobados por Washington, solo pueden ser equiparados a las “técnicas” de las tropas SS de Hitler, comandadas por Himmler y que se estrenaron, contra SA de Rohm,
Juan José Arévalo, fue un ilustre pedagogo guatemalteco que ejerció la presidencia de su país entre 1945 y 1951. Al dejar el poder, pronunció un famoso discurso donde expresó este juicio profético:
“Terminó la guerra iniciada en 1939. Las armas del Tercer Reich fueron quebrantadas y vencidas por el vigor y la modernidad de las dos naciones que se sentían hermanas: los Estados Unidos y Rusia. Hitler pereció bajo los escombros de algún palacio de Berlín. Millones de muertos entre soldados y no combatientes, merecieron sepultura, con honores o sin ellos. Las viudas y los huérfanos enjugaron sus lágrimas bajo la conformidad de que el cruento sacrificio se había oficiado en una piedra sagrada invocando la perfección humana, la pureza de la democracia y la felicidad individual de los sobrevivientes. Condecoraciones fueron puestas en los pechos en nombre de la "democracia" triunfante y de la libertad salvada o en nombre de los valores de la cultura, rescatados intactos del incendio terráqueo. Pero en el diálogo ideológico entre dos mundos y dos líderes, Roosevelt perdió
Hay algo aún más grave. Y es que la doctrina de Hitler no sólo perdura en los cuadros palaciegos de los dictadores vitalicios, sino que ha subido por simpatía física o por ósmosis espiritual hasta los almirantes desde los que antes se maldecía de Hitler. Tengo la opinión personal de que el mundo contemporáneo se mueve bajo las ideas que sirvieron de base para erigir a Hitler en gobernante y para incendiar el mundo una vez más en 1939. Y es que el hitlerismo fue tratado por sus adversarios únicamente como un peligro militar. De este error táctico nace el hecho de que el hitlerismo fuera vencido exclusivamente en los campos de batalla, y conformes con eso, nada hicieron los vencedores para combatirlo o negarlo en los otros planos de su poderosa estructura. El hitlerismo, en efecto, fue siempre y sigue siendo mucho más que una aventura militar e imperial: es un vigoroso movimiento vitalista, pagano y racista, que se confiesa idealista, negador de valores culturales, despectivo ante soberanías ajenas, avasallador del pensamiento en las masas, insuflado de insolencia aristocrática, autoritario hasta la violencia, antidemocrático y anticomunista. Y todo eso: todo eso es lo que no ha muerto. Todo eso es lo que se ha deslizado como soplo vengador que refluye sobre el adversario, afortunado en las armas, sube por el buen conductor que es el hierro triunfante y llega por el enérgico brazo hasta la blanda conciencia” (1)
Otro profeta –el primero de la gesta libertaria-, Simón Bolívar, abatido por la amargura de una experiencia dolorosa, lanzó, en 1829, esta advertencia:
“Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias, en nombre de la libertad”.
El Libertador no se equivocó.
(1) - Cuadernos Americanos
Año X, Vol. LVII
1951
Mayo-Junio
México
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